A solo 30 kilómetros de Asunción se encuentra esta pequeña joya que invita a escapar del bullicio urbano y sumergirse en un universo de tranquilidad, cultura y encanto. De infinitas bondades, rescatamos diez atractivos de este paraje tan único y místico, reconocido por la Unesco como Ciudad Creativa.

  • Fotos: Archivo La Nación y Gentileza

Conocida como “la ciu­dad de la artesanía, la cerámica y la frutilla”, Areguá es un destino que des­pierta los sentidos. Su casco histórico, una reliquia viva del pasado, es un testimonio arquitectónico que resguarda la esencia de otra época. Sus calles empedradas, flanquea­das por antiguas casonas, con­ducen a la majestuosa iglesia de La Candelaria y al enigmá­tico castillo Carlota Palme­rola, piezas que dan forma a un escenario de ensueño.

“Más que un atractivo turís­tico, este legado patrimonial es el alma de la ciudad, un tesoro que debe ser preser­vado para que siga enamo­rando a generaciones futu­ras”, dice a La Nación del Finde Natalia Benítez, quien desde hace unos años se encuentra involucrada en proyectos de arte comunitario en esta loca­lidad. Actualmente, colabora con iniciativas encaradas por la organización Estación A Núcleo Cultural, bajo la coor­dinación de Gabriela Frers.

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Natalia Benítez, gestora cultural

EXPLOSIÓN DE CREATIVIDAD

“La capital del departamento Central es un epicentro de creatividad. Cada plaza, cada galería y cada feria artesanal vibran con la energía de aque­llos que plasmaron su talento en esta tierra de colores y tra­dición. Cada fin de semana, los artesanos esperan a los visitantes con una exquisita muestra de cerámicas, cua­dros, tejidos y tallados en madera, expresiones de un arte que trasciende genera­ciones”, destaca Natalia.

Esta riqueza cultural le ha valido el reconocimiento de la Unesco como Ciudad Crea­tiva, destacando su papel en la preservación y promoción de las artes, especialmente la cerámica y la artesanía, hoy es parte de la Red de Ciuda­des Creativas de la Unesco, un honor que refuerza su com­promiso con la cultura y la creatividad como motores de desarrollo sostenible.

UN TESORO DE TODOS

“Areguá es un tesoro que nos pertenece a todos. Cada rincón, cada cerro, cada obra de arte y cada tradi­ción forman parte de su identidad y merecen ser valorados y protegidos. Como visitantes y habitan­tes, tenemos el deber de cui­dar este legado, de admirar su belleza y de promover su pre­servación, para las futuras generaciones”, aboga la pro­motora cultural.

“Que cada paso por sus calles sea un acto de aprecio, que cada mirada al lago sea un recordatorio de su grandeza y que cada encuentro con su arte y su historia nos inspire a respetar y engrandecer esta tierra única. Areguá no solo es un destino: es un llamado a valorar lo nuestro, a prote­gerlo y a sentirnos parte de su magia eterna”, enfatiza Nata­lia Benítez y desglosa diez razones para visitar la Ciudad Mística y dejarse conquistar por sus encantos.

CENTRO CULTURAL DEL LAGO

El Centro Cultural del Lago (CCDL) es un espa­cio de creatividad y expre­sión artística que alberga el Museo de la Cerámica, donde se puede explorar la historia y la técnica de este arte. Sus exposiciones des­tacan cerámica de Areguá, Itá y Tobatí, ciudades reco­nocidas por su tradición cerámica, además de arte originario, pintura naïf, y fotografía. El CCDL es un lugar vibrante que estimula los sentidos a través de colo­res, formas y texturas. Bajo la dirección de la artista plástica Ysanne Gayet, el museo se convierte en un destino esencial para los amantes de la cultura y el arte. Hoy, sábado, abre sus puertas de 10:00 a 18:00, los domingos, de 10:30 a 18:00; y jueves y viernes, de 9:00 a 17:00. Para información, llamar al (0985) 860-912 y en redes @centrocultural­dellago.

RUTA DE LA ARTESANÍA

Una de las razones más des­tacadas para visitar Are­guá es conocer y, en algu­nas ocasiones, participar en los talleres y actividades de la “Ruta Nacional de la Artesanía” impulsada por el Instituto Paraguayo de Artesanía-IPA en articula­ción con la Secretaría Nacio­nal de Cultura. Invita a un recorrido que conecta varios puntos en el país con el obje­tivo de promover y preser­var las técnicas artesanales locales. En el caso de Are­guá, la ruta recorre diversos talleres donde los visitantes pueden conocer de cerca las tradiciones y técnicas de los artesanos locales.

CASTILLO CARLOTA PALMEROLA

Una reliquia arquitec­tónica del siglo XIX que evoca la elegancia de épo­cas pasadas. Sus muros, impregnados de histo­ria, resguardan relatos de antaño, mientras sus torres señoriales se elevan hacia el cielo, ofreciendo una vista panorámica cautiva­dora a quienes lo visitan. Este emblemático edifi­cio, declarado Patrimonio Cultural de la Nación, abre sus puertas al público los domingos, permitiendo a los visitantes sumergirse en su rica herencia y admi­rar su esplendor atemporal.

RIQUEZA HISTÓRICA Y CULTURAL

Areguá es una ciudad con un profundo legado his­tórico, habiendo sido la capital del departamento Central del país y un lugar que ha recibido a persona­jes influyentes a lo largo de los años. Su pasado se refleja en su casco histó­rico, que actúa como un “libro visual” que narra la civilización y cultura de su pueblo. El centro de la ciudad cautiva con sus viejas casonas y la majes­tuosa iglesia, que juntos crean un entorno visual­mente atractivo y lleno de historia.

NATURALEZA QUE CAUTIVA

Areguá también ofrece un paisaje natural impresio­nante, teniendo al mítico lago Yparacaí como joya principal. Cuenta con un muelle desde donde se puede disfrutar de idíli­cas vistas. Aquí, la natura­leza se convierte en poe­sía: el murmullo del agua, la brisa que acaricia la piel y el reflejo dorado del sol al atardecer crean una atmós­fera de calma inigualable. Es un santuario para quie­nes buscan descanso, ins­piración o la belleza de lo simple.

La localidad también hace gala de dos emblemáticos cerros, Kõi y Chororî, teso­ros geológicos que hacen de Areguá un lugar único en el mundo. Sus formacio­nes rocosas de areniscas, que solo existen en Para­guay, Canadá y Sudáfrica, crean un paisaje surrea­lista que parece sacado de otro planeta. Estas piedras milenarias, esculpidas por la naturaleza, son testigos silenciosos de la historia de la Tierra y un símbolo del misticismo que envuelve a la ciudad.

HOSPITALIDAD Y COMUNIDAD VIBRANTE

La calidez de su gente es un aspecto que distingue a Areguá. La comunidad es conocida por su hos­pitalidad y por mantener vivas las tradiciones y valo­res paraguayos.”Conocer Areguá es no solo explo­rar un lugar, sino también conectar con una comu­nidad que se enorgullece de su identidad y su legado cultural, y lo más impor­tante, siempre les espera­mos con las puertas abier­tas”, dice Domingo Páez, artesano ceramista (foto). Las actividades culturales no cesan en la comunidad que entiende que la identi­dad del lugar se perpetúa promoviendo el arte, la tra­dición y la historia en per­fecta conexión con la natura­leza que en Areguá arropa de manera diferente a quienes la visitan. Los talleres de arte­sanía, en especial los de cerá­mica, están siempre abier­tos para todos lo que quieran sumergirse en la verdadera esencia de este rincón tan único de Paraguay.

UN ENCLAVE MÍSTICO

Areguá siempre ha sido fuente de inspiración para varios artistas de diferentes épocas. Su espíritu ha atraído a pintores, escritores y músicos que han encontrado en sus rincones una musa eterna. Uno de sus habitantes más célebres fue el escritor Gabriel Casaccia Bibolini, quien llamaba a Areguá “La patria de mi infancia”. Fue el lugar que inspiró casi todos sus libros incluyendo “La Babosa”, su novela más reconocida. Cecilio Báez, Juan Bautista Rivarola Matto, Carlos Pusineri Scala, Teodosio González, Carlos Abente y Carlos Colombino fue­ron otras ilustres personalidades que, cautivadas por el misticismo y la paz que irradia Areguá, eli­gieron residir en este ensoñador rincón del Para­guay, alejados de la agitada vida urbana de Asun­ción.” Areguá es una ciudad diferente porque se mantiene en el tiempo, tiene paisajes emblemá­ticos y es una ciudad pintoresca desde donde la mires. Todavía conserva su naturaleza y sus tradi­ciones”, señala Rogelia Romero, maestra artesana ceramista (foto).

GASTRONOMÍA VARIADA

Areguá, la presea roja de agosto, despierta los sen­tidos con su aroma dulce y embriagador. Las calles se visten de un tapiz car­mesí, donde las frutillas frescas brillan en los pues­tos y los postres seducen con su dulzura irresisti­ble. En cada rincón, el aire se impregna del aroma a masa horneada y café recién hecho, invitando a recorrer sus encantadores espacios gastronómicos. Las pizzerías como “Alto Areguá” y “Mundo Pizza” seducen con el crujir del queso fundido en horno de leña, mientras que “Terracota” y “La Escondida” conquistan con sabo­res reconfortantes y un ser­vicio cálido. En el recorrido, el restaurante museo “La Estación” del Hotel Boutique La Candelaria es una parada obligada donde la historia y la gastronomía se fusionan en una propuesta exótica y local.

El aroma del café artesa­nal en “Amba Café” (foto) se entrelaza con el per­fume floral del mal vecino, creando un refugio ideal para una merienda, en algu­nas ocasiones acompañada de actividades cultura­les. Más adelante, “Loma Bar” propone gastronomía casual con hamburguesas jugosas, lomitos sabrosos y pizzas perfectas para com­partir. Y para los amantes del sabor casero, “La Terra­cita” y el legendario “Cope­tín Ña Ana” donde ofre­cen empanadas de todos los sabores en un entorno donde las flores rosas de la santarrita y el tiempo hacen lo suyo. Las bollerías tam­bién encontraron su lugar en este paraíso gastronó­mico; el aroma a masa hor­neada y azúcar carameli­zada envuelve el aire en una dulce caricia para el alma. Areguá no solo se sabo­rea, se siente, se vive. Cada rincón, cada punto y cada sorbo se convierten en un banquete para los sentidos que invitan a regresar una y otra vez.

ARTESANÍA EN CERÁMICA

Areguá se destaca por su rica cultura, espe­cialmente en la arte­sanía en cerámica. La ciudad está experimen­tando un crecimiento en la innovación de la cerámica, lo que la con­vierte en un lugar fasci­nante para los amantes de este arte.

Los artesanos, produc­tores y comerciantes locales no solo contri­buyen a la economía de la ciudad, sino que tam­bién ofrecen a los visi­tantes una experiencia auténtica y enriquece­dora.

LA ESTACIÓN A

Otro rincón lleno de his­toria es la antigua esta­ción de tren, que hoy alberga La Estación A, un espacio cultural donde el arte y la memoria se encuentran. Aunque el tren haya desaparecido, frente a su edificio aún se extiende un andén, ahora transformado en una verde pradera.

Dirigido por Gabriela Frers, este lugar es ideal para hacer una pausa, disfrutar de un picnic o simplemente compar­tir un tradicional tereré mientras se observa la exuberante vegetación, hogar de diversas especies de aves. Aquí, el tiempo parece ralentizarse, per­mitiendo a los visitantes conectar con la esencia de la ciudad.

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