Experiencia vivencial, conocimiento antropológico y turismo de proximidad se conjugan en el circuito mitológico-etnobotánico “Aprendiendo con Jakaira”, que será guiado por la antropóloga Gloria Scappini en Itacurubí de la Cordillera, el próximo fin de semana. Se trata de un recorrido por el mundo de la religión y la cultura guaraní, a través de su culto a los árboles y elementos naturales, una aventura en torno a los saberes ancestrales en el Centro Experimental de Recursos Medicinales (CERM).
- Por Gloria Ocampos-Prieto
- gloria.ocampos@nacionmedia.com
- Fotos Emilio Bazán y gentileza
La difusión de saberes tradicionales, el fomento de una reflexión crítica con base en conocimiento ancestral y la puesta en valor del pensamiento y la filosofía indígena motivan una nueva edición de la experiencia mitológica-etnobotánica denominada “Aprendiendo con Jakaira”, una aventura por los bosques del Yhaguy, en Itacurubí de la Cordillera, donde el Centro Experimental de Recursos Medicinales será nuevamente el punto de encuentro.
La segunda propuesta del año está marcada para el próximo sábado 28 del corriente, de 15:00 a 18:00. Guiados con la narración de la antropóloga Gloria Scappini, los participantes tomarán los senderos del CERM donde abundan las especies de árboles nativos con alto rol simbólico-mítico y viajarán a través de nuevos espacios de subjetividad y memoria colectiva.
“Creemos en la importancia de la resacralización de la naturaleza para aportar a los procesos de resistencia frente a la crisis planetaria y destrucción acelerada de la biodiversidad, de la cual somos los únicos responsables”, dice la facilitadora de la experiencia. “Urge la revisión de nuestro modelo de civilización y el fomento de nuevas maneras de ser y estar en el mundo”, añade.
Scappini es graduada en Etnología con énfasis en Historia y máster en Antropología Social y Sociología Comparativa por la Universidad de París X-Nanterre, Francia, con especialización en Etnología Americanista de las Bajas Tierras de América del Sur. Es docente, coordinadora de varios espacios de formación y difusión del pensamiento antropológico, consultora y asesora en DD. HH. y pueblos indígenas, interculturalidad y desarrollo, rescate lingüístico y cultural. La investigadora, en charla con La Nación del Finde, brinda detalles de la propuesta que combina experiencia vivencial con turismo de proximidad.
–¿Cómo nació la idea de ofrecer esta experiencia?
–Esta experiencia nació del encuentro con el colega Urbano Palacio al frente del Centro Experimental de Recursos Medicinales, quien con mucho entusiasmo albergó la iniciativa para la geolocalización en el predio del CERM de las especies de árboles y plantas nativas con alto rol simbólico en la religión indígena guaraní, y la posibilidad de organizarlas en un circuito que refleje el orden narrativo presente en el acervo mitológico Mbya Guaraní y por extensión arquetípicamente compartido por los demás grupos guaraníes en Paraguay.
Fue un hermoso proceso la construcción del guion inicial que a medida que vamos desarrollando más ediciones del circuito se ve enriquecido por más contenido y elaboración a base de investigación, tanto sobre los elementos que lo contienen como sobre las dinámicas de difusión y transmisión a un público amplio, aprendizaje que agradezco, ya que todo se trata de sacar los conocimientos de los estantes, de los libros y hacerlos circular mediante la palabra. Este es uno de los objetivos primordiales de los saberes indígenas, la reproducción de la oralidad y, mediante ella, el contacto con el tejido espiritual y afectivo sagrado que nos conecta a la naturaleza y la parte divina que llevamos cada uno de nosotros dentro.
–¿Por qué el nombre Jakaira?
–Jakaira es una de las divinidades de la religión Mbya Guaraní, es el nombre genérico de la pareja de divinidades Jakaira Ru Ete y Jakaira Chy Ete. Es la que trae la primavera cambiando y haciendo rotar el ciclo cósmico de la tierra yvy pyau (en lengua Mbya Guaraní), que es aquella donde vivimos todos ahora, como copias de prototipos divinos que se encontraban en la primera tierra, yvy yma, en un tiempo primigenio, ára yma.
Tiempo y espacio se superponen en cambios de ciclo y transformaciones, los vientos cambian de dirección y las almas están llamadas a sanar de las experiencias del invierno, simbólicamente asociado a la oscuridad y al frío. Jakaira trae vientos nuevos, yvytu pyau e invita a todos a explorar la “buena ciencia” sanadora del alma, cuerpo y mente; limpiando los restos de un tiempo viejo.
–¿ Por qué un circuito mitológico-etnobotánico?
–Se trata de un circuito mitológico-etnobotánico porque he plasmado en su diseño la selección de elementos del culto a los árboles de la cultura Mbya Guaraní, uno de los grandes temas en la obra del etnólogo paraguayo León Cadogan, máxima referencia en etnografía guaraní. Estos árboles aparecen en distintos momentos del acervo narrativo del pueblo y traen consigo otras claves de conocimiento religioso, que se van revelando con la palabra en distintos momentos. Esos momentos también se plasman en el cambio de e s p a c i o que operamos con la caminata colectiva, el “oguata” (ethos caminante) propia del concepto de migración guaraní que se superpone a la idea de elevación espiritual y cognitiva.
–¿En qué consiste la dinámica de la actividad?
–La dinámica de la experiencia no es una sola, porque en todas las ocasiones toca ajustarse a ciertas características del grupo de asistentes, pero en regla general es la de introducir en primer lugar nuestras fuentes de información y el espíritu de la convocatoria. Luego se inicia con el recorrido guiado de aproximadamente una hora de duración y se cierra con un encuentro colectivo, aty, entre todos los presentes para poner en común las percepciones en torno a la experiencia y establecer redes de interpretación afectiva que fomente el interés investigativo de las personas una vez de vuelta a la realidad cotidiana.
Se fortalecen los intercambios, las preguntas, las curiosidades y se crea un ambiente de cohesión muy interesante. Cada persona lo vive a su manera, desde su subjetividad, pero también desde sus ideas preconcebidas, lo que aumenta la capacidad del espacio en establecer nuevos paradigmas, que son esenciales al aprendizaje como seres humanos miembros de una gran red de interdependencia y no los dueños superiores de una realidad que debe someterse a la vanidad de nuestro ego. Ya está muy demostrado que ese es el camino que nos lleva a la autodestrucción.
–¿Quiénes pueden participar?
–Todas las personas interesadas en pasar una tarde diferente pueden participar, sin límites de edad, instrucción, credo, etc. Es una actividad de difusión de saberes ancestrales locales y, tanto intelectualmente como emocionalmente, eso trae consigo muchos beneficios. Los niños y niñas son muy bienvenidos porque el CERM tiene una gran experiencia adaptando actividades al grupo que concurra y personalmente opto por una metodología participativa. La caminata permite la asistencia de personas de tercera edad, se trata de senderos de fácil acceso con cualquier situación de movilidad.
–¿Qué significado tienen los momentos elegidos para realizar el circuito?
–El equinoccio de primavera, simbolizado por la llegada de Jakaira, ocurre en setiembre en el hemisferio sur, y anuncia el cambio de ciclo de estaciones frías a las estaciones calurosas, esto en un sentido más bien clásico puesto que con el recalenta miento del planeta las referencias del ciclo se pierden en ambos hemisferios. Es en ese sentido que tratamos de hacer coincidir el contenido con la reproducción de los ciclos cosmogónicos universales que marcan tiempos que son los de una tierra sana. La organización de ese tiempo natural se ha perdido para nuestras mentes, y es la observación de la naturaleza con información acorde más allá de lo biológico o de lo botánico la que nos permite vivir un regreso, si bien sea limitado, a lo que nos une como humanos a un sistema muy complejo y que merece ser redescubierto.
El momento siguiente, en el que se realiza el próximo circuito, es octubre, a caballo entre el equinoccio y el solsticio de verano, que marca tiempo de siembras y cosechas, otra marca importante de la organización social del tiempo natural.
–¿Por qué se hace necesario el retorno al espacio-tiempo mítico y a la función simbólica de la memoria colectiva?
–El mito, por tradición occidental, está asociado a la mentira, a lo falso, a lo pagano, a lo oral por oposición a lo escrito que daría a las cosas su legitimidad, su seriedad…todo esto es parte de la identidad occidental y de la concepción colonial que con la conquista de América ha vaciado nuestros territorios de su contenido original autóctono, en términos reales y simbólicos.
No obstante, el mito es la forma de educación más antigua, por ser el centro de las culturas orales, que son incluso anteriores a las escritas. Volver al tiempo mítico es lo que una caminata colectiva con narración antropológica y enfoque vivencial de proximidad con arquetipos simbólicos puede provocar en términos de reconexión con una suspensión del tiempo y de las ideas (sobre todo las que juzgan a ese “otro”, a lo desconocido y extraño), el epojé griego utilizado por los escépticos, como una puesta entre paréntesis de lo que creemos saber o conocer, y una apertura hacia otras sabidurías y maneras de llegar a ellas. Son las que aún subsisten en la cultura de los pueblos indígenas, principales sobrevivientes de la colonialidad y a las cuales tenemos acceso en gran parte gracias al registro antropológico.
–¿En qué radica la importancia del conocimiento de la etnobotánica?
–El conocimiento de la etnobotánica por un lado es esencial al redescubrimiento de nuestra biodiversidad en peligro de desaparición, a la justa valorización de los ecosistemas que nos rodean, pero sobre todo, lo que intenta el circuito es demostrar la íntima interdependencia entre el patrimonio tangible y el intangible, profundizando los conocimientos de “conocimiento tradicional” o “tradicional knowledge” que es uno de los puntos centrales de las políticas de protección y salvaguarda de la diversidad cultural y de la lucha contra el cambio climático. Debemos reapropiarnos de los contenidos filosóficos y prácticos que nos rodean desde el entorno natural y que son opacados tanto por la colonialidad interna como por las dinámicas de explotación de la naturaleza. Debemos volver a un diálogo inter-especies, una interacción íntima, un fortalecimiento del tejido que nos hace hijos de esta tierra, nuestra madre. Y qué mejor hacerlo con identidad, desde el conocimiento antropológico local, sus depositarios y transmisores.
–Los saberes ancestrales, ¿cómo siguen presentes en nuestra vida cotidiana?
–Los saberes ancestrales pueden seguir presentes en nuestra vida cotidiana de múltiples maneras. La memoria de nuestras infancias son saberes ancestrales de alguna manera y la reconexión con una idea del pasado nos lleva a explorar inexorablemente los orígenes de nuestra identidad, como individuos en nuestra historia de vida, y como pueblo a un nivel macro.
El contacto con la naturaleza y con contenido de narración es beneficioso para dar rienda suelta al despertar de los sentidos muchas veces dormidos por el peso del automatismo cotidiano. Son varios los elementos de la experiencia que nos hacen descubrir saberes dormidos e información oculta, y que nutren la consciencia colectiva para la valorización de la diversidad cultural y la biodiversidad.
“Uno de los objetivos primordiales de los saberes indígenas es la reproducción de la oralidad y mediante ella el contacto con el tejido espiritual y afectivo sagrado que nos conecta a la naturaleza y la parte divina que llevamos cada uno de nosotros dentro”
“La caminata permite la asistencia de personas de tercera edad porque se trata de senderos de fácil acceso con cualquier situación de movilidad”.
“El conocimiento de la etnobotánica por un lado es esencial al redescubrimiento de nuestra biodiversidad en peligro de desaparición, a la justa valorización de los ecosistemas que nos rodean”