Dilma Mendes perdió la cuenta de las veces que fue detenida por la policía. ¿Su crimen? Jugar fútbol, un deporte que en Brasil estuvo prohibido a las mujeres durante casi cuatro décadas.

Considerada la pio­nera del balompié en el empobrecido nordeste brasileño, Mendes llegó a crear estrategias para evadir a los uniformados que hacían cumplir un decreto promulgado en 1941 por el entonces presidente Getúlio Vargas y que rigió hasta 1979. La prohibición afectó el desa­rrollo del fútbol femenino en Brasil, cuya “Seleção” parti­cipará, con la atacante Marta a la cabeza, en el Mundial de Australia y Nueva Zelanda (20 de julio-20 de agosto).

“Cuando niña pensaba que la policía detenía a quienes hacían algo malo, y yo no me sentía haciendo nada errado, así lo siento hasta hoy”, dice a la AFP la exme­diocampista, actualmente de 59 años. A comienzo de los años 1970, en su natal Camaçari, una ciudad a 51 kilómetros de Salva­dor (Bahia), Mendes ofre­cía helados a compañeros de juego a cambio de que le avisaran de la llegada de la autoridad. E incluso cavó un hueco, que llama “tumba”, al lado de la cancha para esconderse.

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Para Dilma, hoy abocada a la dirección técnica, Brasil tuvo “grandes jugadoras” que no tuvieron “oportunidad” a causa de la prohibición que rigió entre 1941 y 1979

Cuando los uniformados se marchaban, regresaba al campo arenoso para seguir pateando la bola, un dere­cho ganado a pulso y pacien­cia ante el rechazo inicial de los varones de jugar con ella. Pero el plan a veces fallaba, era atrapada y tras­ladada a la comisaría. “Los policías me trataban bien, pero algunos decían que no podía jugar porque el fút­bol era cosa de hombres. Yo los cuestionaba: ¿dónde está escrito eso?”, recuerda. “No sabía que había una ley que prohibía a las mujeres jugar al fútbol”.

CÓMO “BURLABAN LA LEY”

Asociaciones de fútbol de paí­ses como Inglaterra, Alema­nia y Francia lo prohibieron también, con distintas res­tricciones que rigieron entre 1921 y 1970, pero solo Brasil lo hizo por ley. El veto en Bra­sil surgió en medio del régi­men conservador de Vargas y tuvo amparo, entre otros, en un “discurso biomédico” que consideraba a las muje­res más frágiles que los hom­bres, por lo que su “integridad física debía ser protegida”, según la investigadora Sil­vana Goellner.

“La presencia de las mujeres en el espacio público desa­fiaba una norma de represen­tación de la feminidad muy potente en esa época: la mujer como figura materna reser­vada al espacio doméstico”, agrega. El decreto les pro­hibió practicar “depor­tes incompatibles con las condicio­nes de su natura­leza”, entre ellos el fútbol, el remo o las luchas, aun­que no estaban citados explícita­mente.

Tampoco mencionaba sanciones, dando pie a que cada delegación poli­cial impusiera las suyas. No hay registros, sin embargo, de mujeres presas por violar la orden. Por lo general eran detenidas y liberadas luego de prestar declaración. “Ellas nunca dejaron de jugar, crea­ron estrategias para burlar la ley”, señala Goellner, coautora del libro “Las pioneras del fút­bol piden paso: conocer para reconocer”.

Algu­nas se ves­tían como hombres, jugaban en las noches o en espacios privados, o corrían en dis­tintas direcciones cuando eran descubiertas para des­orientar a los policías y evi­tar ser atrapadas. Útiles para gambetear a los agentes, las maniobras no evitaron la oposición de sus familias. Tampoco de muchos riva­les o coequiperos, que pre­ferían marcharse antes que jugar con mujeres.

GOLPE AL DESARROLLO

Dilma Mendes, menor de siete hermanos, cinco de ellos hombres, se recuerda sentada en una silla de la comisaría de Camaçari orando para que su padre, su gran cómplice, fuera a res­catarla. Si su madre la reco­gía, sabía que recibiría de ella una “zurra” por practicar un “deporte de hombres”.

“Era duro llegar a casa y que tu madre y hermanos te pega­ran, y al día siguiente tener que estar lista para volver a jugar. Era algo así como ‘mueres hoy y renaces el mismo día’, porque si dejas el renacer para otra jornada, sigues muerta. Vi a muchas amigas abandonar el fútbol por culpa de ese proceso tan cruel”, afirma.

Mendes no se rindió y labró una carrera en el fútsal y el fútbol profesional, regla­mentado en 1983, cuatro años después de que la pro­hibición cayó en medio de presiones de movimientos feministas, el ocaso de la dic­tadura militar (1964-1985) y la disputa de los prime­ros torneos internacionales femeninos.

Brasil tuvo “grandes jugado­ras” que no tuvieron “opor­tunidad”, afirma. “La pro­hibición fue cruel, porque te quita los sueños”, cuenta entre lágrimas. Tras reti­rarse, en 1995, se dedicó a la dirección técnica. Des­cubrió a la legendaria For­miga, exmediocampista de la Canarinha, y ganó el mun­dial de fútbol siete de 2019 al mando de la “Seleção”.

El veto, sostiene Goellner, dificultó la documentación histórica y el desarrollo del balompié femenino en gene­ral, cuya vertiente mascu­lina le ha dado cinco títulos mundiales al gigante lati­noamericano. “Sin la pro­hibición, Brasil ya habría ganado un Mundial o un oro olímpico en el fútbol feme­nino”, dijo Aline Pellegrino, coordinadora de competicio­nes femeninas de la Confe­deración Brasileña de Fút­bol (CBF), al diario El País de España en 2021.

Dilma ofrecía helados a compañeros de juego a cambio de que le avisaran de la llegada de la autoridad. E incluso cavó un hueco, que llama “tumba”, al lado de la cancha para esconderse.

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