Texto y fotos: Rocío Gómez, corresponsal en Encarnación, rocio.gomez@nacionmedia.com

¿Te animarías a probar un vino de mango? ¿Y un vino de guayaba qué tal? ¿Y si te dijera que estos vinos no dan resaca? Así es, los vinos Carmelideas son totalmente artesanales a base de fruta y azúcar, y los produce una encarnacena que trabaja “sin desperdicios”.

Carmela Vera es una encarnacena del barrio San Isidro que decidió aprovechar lo que abunda en Paraguay: las frutas. Produce mermeladas y vinos de todo tipo de frutas exóticas nacionales, muchas desconocidas por los paraguayos. Sin desperdicios, fruta que cae, fruta que recoge.

“Empecé a trabajar con los vinos en la pandemia porque tengo parralera. Probé hacer vino de uva. Miré en internet como elaborarlo y, al terminar la primera remesa, invité a los amigos y familia para degustar, y a todos les encantó. Como había tanto mango en la pandemia, dije que había que hacer algo de esta fruta que es muy rica,” tales sus palabras al exponer sus inicios en el mundo del vino.

Este proceso de producción casera con frutas comenzó en su época de adolescente, aprendiendo a hacer mermelada gracias a una señora mayor de Yuty, muy amiga suya, con quien hizo sus primeras armas en la elaboración casera de mermelada de guayaba, producto que comenzó a desarrollar desde los 15 años. Con esta producción casera permitía un ahorro considerable de dinero al evitar los conservantes.

“En los frascos de vidrio se conservan superbién la mermelada, los dulces y los vinos. Si se cocinan bien y agregas bicarbonato, ayuda a conservar mucho más”, dijo Carmela.

INSPIRACIÓN

Cierto día, procesando dulce de guayaba, juntó las semillas para arrojarlas a la basura, causándole pena el hecho de desperdiciarlas. Su nietita de 9 años, Xiomara, estaba a su lado y al escuchar su lamento, le dijo: “Abuela, ¿por qué no haces vino de las semillas de guayaba?”.

Carmela siguió el consejo de su nieta, para descubrir que el vino de guayaba es el que mejor resultados tuvo. Es el vino más solicitado y vendido, incluso más que el de uva. “Es exquisito”, asegura. Ahora lleva ya 3 años de producción incansable de vinos frutales artesanales. La receta la aprendió en internet; fue experimentando con uvas. Como funcionó, y al ver que en otros países se producía con frutas exóticas, se animó a producir vino con otras frutas nacionales.

El proceso del vino se realiza sin utilizar el horno. Lava las frutas bien maduras, “porque cuanto más maduras, mejor”. Luego, las exprime con las manos, no con los pies (por higiene), y les agrega la cantidad de azúcar necesaria para fermentar.

Espontáneamente, el azúcar natural de la fruta se convierte en alcohol, procedente de la levadura natural de la cáscara. “Solo uso fruta y azúcar, en algunos casos agrego un poco de agua porque si no, los vinos salen muy fuertes”.

MAREA, SIN RESACA”

La experta en vinos caseros afirma que con un vaso es suficiente para marearse, pese a ser menos fuerte que los vinos procesados. Advierte que, al ser puro de frutas, es más dulzón de lo normal. Recién al día siguiente conocés la verdadera diferencia con el vino industrializado, no sufrís de resaca, ni necesitas ninguna ayuda de fármacos para soportar el día.

“Los vinos baratos están llenos de conservantes, alcohol, colorantes, no tienen casi frutas. Esos te dejan con una resaca como si te hubieran pegado con un martillo, pero el mío no tiene ese efecto”, asegura.

Sus clientes, principalmente señoras, le aseguraron que su vino marea, contrario a lo que se podría creer de los vinos caseros. Tiene su efecto de alegría desde el primer vaso entero. Hasta la fecha, el máximo tiempo que logró estacionar sus vinos caseros de frutas exóticas fue un año entero. Los lapsos de tiempo que estaciona sus productos se acortan cada vez más por lo solicitados que son por los amantes de los vinos.

AMPLIA CLIENTELA

Carmela vive en la capital del crisol de razas más grande del país. Itapúa alberga a cientos de inmigrantes y descendientes de inmigrantes, que valoran fuertemente la producción de nuestra tierra aún libre de las contaminaciones de las grandes urbes de países de primer mundo. Por lo tanto, tiene fieles clientes de ascendencia alemana, ucraniana, rusa y brasileña.

“Por eso vendo a G. 30.000 por botella, nadie duda en pagarme el precio porque es accesible. Los que más valoran esto son los extranjeros, porque estas frutas no están recibiendo químicos, no reciben remedios ni pesticidas. Para ellos, encontrar productos sin químicos ni industrializados es casi como encontrar oro”.

SUMANDO VINOLOVERS

La mayoría de los clientes de Carmelideas viven en el centro de Encarnación. Como es un emprendimiento totalmente hogareño, se está haciendo conocer de a poco y de boca en boca. Durante la crisis del covid, la economía encarnacena tocó fondo por el cierre del Puente Internacional San Roque González de Santa Cruz, que conecta con Posadas, Argentina. Por lo tanto, recorrer el circuito comercial fronterizo no era una opción para Carmela.

Fue así que decidió visitar la zona alta de la ciudad. Puerta tras puerta, ofrecía sus mermeladas y vinos en las oficinas de abogados, escribanos y en la gobernación. La gente me compraba las mermeladas por ser caseras y con diferentes sabores: mango con guayaba, cáscara de limón, acerola, pacurí, y muchas más.

“Visitando la gobernación me invitaron a la Asociación de Emprendedores, que realizan ferias en las que pude exponer mis productos. Ahí me hice más conocida, y descubrí que en la capital de Itapúa no hay otra persona que se dedique a la producción de vinos artesanales”, relata la productora.

El invierno es la mejor temporada para vender vinos, generándole mayor ingreso que la venta de mermeladas e incluso más que la peluquería. Vende las botellas a tan solo 30.000 guaraníes, convirtiendo cada guaraní en ganancia porque no compra frutas ni botellas de vidrio, si no que recicla y recoge lo que otros descartan.

El vino de guayaba es el que mejor resultados tuvo. Es el más solicitado y vendido, incluso más que el de uva, cuenta Carmela

SIN DESPERDICIOS

A pie y en vehículo, recorre cuadras de su barrio y de la ciudad, buscando plantas con el tesoro de las frutas exóticas. Tener memoria fotográfica la ayuda a saber exactamente dónde ir en la época de cada fruta y así pedir a los vecinos recoger las frutas caídas. En muy pocas oportunidades debe comprar las frutas, porque siempre le conviene que estén bien maduras, casi al punto de descomposición.

Lo único que frena la producción de vino, es cuando todos sus frascos, botellas y botellones de vidrio están llenos. Lo que más necesita para producir son los envases de vidrio, por lo que también realiza este pedido a la ciudadanía, en vez de arrojarlos a la basura, contactar con ella para poder reciclarlos y seguir con su deliciosa labor.

Se considera una defensora y amante de la naturaleza: “Siempre sentí pena hasta de tirar las cáscaras porque considero que son un regalo de Dios, una bendición”. Lamentablemente, observa que este año encontró se están enfermando las plantas y hay mucho menos frutas, incluso desde el 2022.

“Las enfermedades de las plantas se deben a la contaminación y a los parásitos. No pude realizar tantos productos de mango porque se enfermaron los árboles de mango. No podían llegar a madurar y ya caían podridos con algún parásito. Incluso mi planta de aguacate se secó y murió”, nos dice muy tristemente.

Hace vinos de todas las frutas imaginadas: uva, guayaba, mora, melón, pera, piña, durazno, guabirá, yaka, carambola, acerola, guaraná, kinoto y pindó

LAS FRUTAS QUE ELIGE

Como bien nos dijo, no hay frutas que desperdicie. Carmela inició con mango porque era la fruta que abundaba en la pandemia, y como no era utilizada ni vendida, la gente terminaba desperdiciándola en grandes cantidades.

“Para las mermeladas el mango tiene mucha fibra, mucho pelo, por eso la gente lo tira. Entonces empecé a utilizar el colador de fideo para colar, luego el colador de harina de maíz y de esta forma iba quedando totalmente sin fibra”, detalla Carmela, aclarando que debía realizar todo este proceso para utilizar el mango común.

Las mermeladas se suelen hacer de mango brasileño para evitar tanta fibra, pero nuestra productora eligió trabajar con el mango común dándole un intensivo tratamiento. Terminó pasando de ser la fruta más desperdiciada a convertirse en un vino muy especial y único.

“Sale espectacular porque hace burbujas. Si lo tapo antes que terminen las burbujas, se convierte en un vino espumante” . Al destaparlo, sale humo y unos segundos después se derrama con burbujas como un champagne, dándole un efecto visual atrapante para luego degustar el sabroso el vino de mango. Desde el 2022 el mango estuvo enfermo, por lo que bajó la producción tanto de vino como de mermelada, porque la fruta no podía completar su proceso de maduración sana.

Carmela enseña sus vinos de pindó, una fruta a la que pocos le prestan atención, desconociendo sus amplias propiedades benéficas para la salud

UN GRAN DESCUBRIMIENTO

Tras el mango, la productora eligió la guayaba, antes solo utilizada para sus famosas mermeladas caseras. Gracias a la idea de su nieta, se animó a seguir esa inspiración y al probar producir vino de guayaba, terminó descubriendo que era incluso más delicioso que el vino de mango. “Por eso no dejo caer frutas de guayaba, donde veo plantas de guayaba, paso a pedir y buscar, porque el vino de guayaba cuantos más días pasan es más rico. Es muy dulce, gusta mucho al paladar paraguayo,” especialmente por ser un sabor al que estamos acostumbrados como país, es uno de los preferidos por sus clientes.

Luego, probó trabajar con la fruta del guabirá. Felizmente, cuenta con una amiga que tiene una planta de guabirá en el patio de su casa, y cuando produce la fruta, cubre el pasto como una sábana. Al terminarse la producción de esta planta, debió reducir la producción de este sabor. Hasta el momento, ya vendió casi todas las botellas de Guabirá.

“También algo que muchos quieren probar es el vino de yaka y de carambola, ya que en este invierno es la primera vez que trabajo con estas frutas. La yaka no se conoce mucho, hay gente que deja que la yaka se pudra. Se la conoce como una fruta brasileña con muchísimas propiedades, pero pocos saben que está presente en Paraguay.” Añade que la planta de yaka se encuentra en gran cantidad de casas, y que produce frutas de yaka, que son tiradas por el desconocimiento de las personas. “Cuando llegue la época, voy a ir a todas esas casas donde yo sé que hay yaka y voy a rescatarlas porque las están teniendo pero no las saben utilizar”.

Sin ánimos de ofender, Carmela afirma que es un factor común no saber cómo comer ni cómo utilizar las frutas exóticas. Da como ejemplo el pacuri, que pocos son los que saben degustar este tesoro natural. Aprovecha entonces para describir el pacuri, indicando que es parecido a la naranja, pero adentro tiene semillas grandes y ácidas. Se puede comer bien madura, pero es mejor procesarla un poco o ponerle azúcar porque es bastante ácida.

Carmela pide no desperdiciar ninguna fruta. “Siempre sentí pena hasta de tirar las cáscaras porque considero que son un regalo de Dios, una bendición”, expresa

HASTA DE AGUACATE

También llegó a producir vino de aguacate a fin de aprovechar los incontables beneficios que trae consigo. Según su paladar, asevera que fue placentero el sabor, pero decidió reservarse estas botellas, más allá del éxito que pudo haber tenido, porque “es muy valioso el aporte que significa para las mujeres de mi edad”, señala sin miedo de compartirnos que tiene 51 años y busca cuidar su salud y figura a base de las propiedades naturales con las que trabaja.

Tantas fueron las frutas con las que experimentó que ya no recuerda todas. Entre las etiquetas de sus botellas pudimos leer algunas más: mora, melón, pera, piña, durazno, guabirá, yaka, carambola, acerola, guaraná, kinoto y pindó.

“Ahora creo que la gente está aprendiendo con mis vinos a valorar estas frutas que tenemos pero son desconocidas y tiradas a la basura. Son los mismos clientes quienes me traen frutas. Cuando veían mis mermeladas de cáscara de limón, por ejemplo, ahí entonces me empezaban a traer o me esperaban para pasar a buscar de sus hogares”, comenta.

Sobre la fruta de guaraná, agrega que algunos creen que es veneno. Conoce varias veredas de Encarnación que tienen guaraná y solo está aguardando que llegue la época porque sabe exactamente donde ir a recogerlas. Y a esta se suma el pindó, que pocos le prestan atención ni le hacen caso a sus propiedades benéficas para la salud.

VALORAR NUESTRAS FRUTAS”

Antes de despedirse, doña Carmela Vera deja un fuerte mensaje sobre saber apreciar y valorar las frutas que nos regala la tierra. “Imaginate, todas las frutas que utilizo para producir mis vinos son las que recojo, no compro frutas. Cuando compras un jugo de frutas mecanizado y procesado está lleno de químicos y pesticidas. Sin embargo, las que yo recojo son frutas de las casas de las personas”.

En este punto, anima a los lectores a aprovechar mejor las frutas de sus patios para hacer mermeladas para sus hijos y familiares. “Yo crecí en el campo, siempre comimos sano. Yo tenía mis gallinas caseras para consumir mis propios huevos. Siempre mantengo mis maceteros con cebollita, perejil, rúcula y otras verduras. Ahora mismo tengo pepino floreciendo en una maceta por el poco espacio.” Así, con sus palabras, sus productos y su ejemplo, Carmela nos introduce la idea de que se puede vivir más sano, sin resaca, y principalmente, sin desperdicios.

Quienes quieran contactarla y hacer pedidos, pueden encontrarla en el número (0994) 857-733.

PELUQUERA, ARTISTA Y RECICLADORA

Su formación principal se basa exclusivamente en el oficio de la peluquería. Sin embargo, esta kuña guapa sabe trabajar con las manos y es amante de la producción casera de todo tipo. “Recién en la pandemia me animé a vender las mermeladas por la crisis económica de haber tenido que cerrar mi peluquería, con lo que perdí todos mis clientes. Antes producía mermelada solo para consumo propio”, afirma.

Acota que como hoy en día sus hijos son todos mayores con sus propias familias, puede dedicarse a su arte. “Tengo 3 hijos, el mayor tiene 35 años y mi hija menor 31, todos ellos están casados. Soy una feliz abuela con 7 nietos. Además, soy separada y ahora tengo más tiempo para incursionar en lo que me apasiona”, cuenta.

Disfruta profundamente trabajar con las manos. Teje macramé, croché, pinta, talla madera y crea tanto muebles como obras de arte. Estos días se encuentra tejiendo una casita para su gatita. “Como me casé muy joven, siempre estuve trabajando para mi familia. A los 15 tuve mi primer bebé y realicé mi primer escarpín. Tejí cubrecamas, vestidos, gorritas, muchísimos trabajos. No guardé nada, pero ahora hago trabajos de macramé, veladores y otras cuestiones”, señala.


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