Es innegable que sin el acompañamiento de los padres, el camino de un atleta hacia el éxito se hace cuesta arriba. Pero este no es el caso, sino todo lo contrario. Se trata de la historia de una familia de deportistas donde mamá ha sido siempre el pilar de cuatro consagrados artemarcialistas, medallistas de los pasados Juegos ASU2022. Rosy Arce cuenta cómo fue criar a hijos karatekas y la satisfacción de haberlos acompañado a alcanzar sus sueños.
Ser madre es siempre un reto y todo un trabajo desde el momento 0, todas tienen un único pensamiento que es poder criar hijas e hijos de bien y que puedan ser felices, y Trigidia María Arce, más conocida como Rosy, puede decir con gran satisfacción que llegó a la meta.
Tener un familiar representando al país en el mundo ya es un gran motivo de orgullo, pero Rosy tiene, nada más y nada menos, que a cuatro hijos exitosos en el deporte. Jennifer, Leyla, Adol y Jesús Servín son medallistas consagrados compitiendo desde muy jóvenes con la bandera de Paraguay. Se han destacado siempre no solo como deportistas extraordinarios sino como excelentes personas, y un gran porcentaje del mérito se lo lleva su madre.
Rosy inculcó a sus cuatro hijos, desde pequeños, el amor por el karate y a base de mucho sacrificio y entrega, los resultados se fueron dando hasta llegar a la cúspide en los Juegos Odesur ASU2022. Todos sus retoños le han prodigado de satisfacciones únicas traducidas en medallas doradas y plateadas que ella luce orgullosa en la sala de su casa.
LOS INICIOS
Cuenta que todo comenzó cuando Jennifer, la mayor, tenía solo 9 años; había llegado a la casa un amigo de su papá que resultó ser profesor de karate. Se trataba de sensei David Mencía quien invitó a los chicos a practicar la disciplina. “Recuerdo que les llevé un jueves y practiqué también con ellos para que puedan tener confianza”, relata.
El progreso de los chicos era tal que no tardaron en llegar las convocatorias para competir en selecciones; Rosy los acompañó en casi todos los viajes.
“Jennifer tenía dos años ya entrenando cuando se fue a la preselección. Leyla tenía 9, Fer 7 y Jesús tenía 3 añitos. Yo misma les hacía sus trajes de karate porque soy modista. Yo estaba feliz de verle a todos mis hijos siempre juntos, todos hablando el mismo idioma, todos hablaban de karate y de las técnicas y se corregían entre ellos. Así fueron creciendo y así como crecía su amor hacia el karate y estoy orgullosa por todo lo que han logrado”, manifiesta emocionada.
SINERGIA
“Todos se enamoraron del deporte porque practicaron desde chiquitos y nosotros, sus padres, les acompañamos siempre, nunca les dejamos solos”, señala al tiempo de destacar que el camino no fue fácil, pero que gracias a la sinergia entre familia, amigos y vecinos, la misión se hizo más llevadera teniendo en cuenta la inversión económica que implica tener a cuatro karatekas compitiendo y viajando siempre.
“Cuando mi hija tenía 15 años y tenía que viajar por primera vez, yo le dije al sensei que no la iba a enviar sola”, cuenta Rosy. Ella no contaba con el pasaje, pero le sobraba entusiasmo y ganas de organizar actividades para recaudar fondos y comprar ese boleto para acompañar a su hija en su viaje a Fortaleza, Brasil.
Cuenta que para cualquier actividad de sus hijos ella acudía siempre a sus vecinos y a su comunidad para realizar infinitas polladas y rifas. Este apoyo fue fundamental “Creo que mis vecinos ya ni me querían ver”, dice entre risas aunque, señala, sus hijos eran hijos de todos. “Siempre estaban pendientes de ellos, de sus competencias, de sus viajes”, menciona.
Cuando los hermanos lograron sus objetivos como acceder a becas deportivas de la Secretaría Nacional de Deportes y destacarse en todas las competencias, sus vecinos y amigos y todos los que de alguna u otra forma les pasaron la mano tomaron esos logros como propios y se sentían felices, algo que también llenaba de satisfacción a la familia Servín-Arce por la demostración de cariño.
El tiempo pasó y cuando todos alcanzaron la mayoría de edad fueron yendo solos a los eventos y mamá Rosy solo les deseaba lo mejor. Hoy los jóvenes ya se independizaron, pero siempre están pendientes de su madre quien más que mamá se considera amiga y fan de cuatro guerreros que apostaron a un sueño y que nunca se rindieron hasta llegar a la meta.
MENSAJE PARA SUS HIJOS
El mensaje que les deja Rosy Arce a sus hijos es que les agradece a ellos por ser lo que son, “porque un día ellos se acercaron a mí y me dijeron mamá gracias a vos yo elegí este camino del deporte porque yo ya estaba en el camino de la rebeldía y gracias a vos ahora estoy mejor”.
“Les doy gracias porque siempre fueron sinceros, siempre fueron buenos hijos, cariñosos. No no me veían como mamá la estricta, sino más bien como la mamá compañera, como la amiga, y espero seguir acompañándoles en todo siempre”, expresa finalmente.
“Les doy gracias porque siempre fueron sinceros, siempre fueron buenos hijos, cariñosos. No me veían como la mamá estricta, sino más bien como la mamá compañera, como la amiga”.