La legendaria artista francesa prestó su imagen a productos, algo revolucionario para la época. Creó su propio estilo de vestir y se convirtió en un auténtico mito planetario.
Antes de Hollywood hubo Sarah Bernhardt. Desaparecida hace 100 años, la legendaria artista francesa creó sus propias tendencias de moda, provocó escándalos y se convirtió en un auténtico mito planetario. Su fecha de nacimiento es objeto de disputas, pero a su muerte, el 26 de marzo de 1923, Sarah Bernhardt era una celebridad sin rival en el mundo del teatro. Su figura es objeto de todo un programa de celebraciones en Francia.
“Es la primera estrella planetaria”, explica Pierre-André Hélène, historiador y primer coleccionista privado en Francia de objetos personales de ese “monstruo sagrado”, una expresión que fue inventada en su honor por el autor y poeta Jean Cocteau.
MENTIRAS E HISTERIA
Sarah Bernhardt mintió a lo largo de su vida: sobre su fecha de nacimiento, sobre su padre, sobre el hombre con el que tuvo un hijo... El ayuntamiento de París fue incendiado en 1871. Al perderse las partidas de nacimiento, es imposible corroborar la fecha de 1844, que ella misma daba. Se sabe a ciencia cierta que fue cortesana en su juventud, gracias a una belleza magnética. Tuvo como amantes al escritor Víctor Hugo, al pintor Gustave Doré, al príncipe de Gales…
Pronto se convirtió en el rostro de Francia en todo el mundo, en especial tras su primera gira por Estados Unidos, en 1880. En Nueva York los hombres lanzan sus abrigos al suelo a su paso. Un cow-boy recorre más de 400 km para verla sobre el escenario en Dallas. En Australia “hubo escenas de histeria, decenas de miles de mujeres querían verla, tocarla”, explica el historiador Hélène, que prepara un libro sobre la artista. Ante todo era una actriz sin par, creadora de un estilo naturalista encima de las tablas, sin pomposidad ni pedantería.
“Hay cinco clases de actrices: las malas, las pasables, las buenas, las grandes y luego Sarah Bernhardt”, llegó a decir el escritor Mark Twain. “Un auténtico mito mundial”, añade Hélène. “Tenía una presencia delirante y gran técnica vocal, muy cercana al arte lírico”. Y luego sus escenas de agonía y muerte. “La gente acudía para verla morir”, asegura el historiador. “Sus ojos daban vueltas, se quedaban en blanco, la gente estaba fascinada. Algunos creían realmente que se sentía mal”, añade.
CON CARÁCTER
Artista autoritaria, Bernhardt llegó a amenazar con “dejar de morir” sobre escena si sus deseos artísticos no eran satisfechos. Fue estrella de la venerable Comedia Francesa en París, antes de dar el portazo. Había un dicho popular: en la capital había que ver la torre Eiffel y a Sarah Bernhardt. Pronto supo crear una maquinaria de promoción desconocida en la época.
“Su agente, Edward Jarrett, que le organizó viajes faraónicos, tenía un sentido grandioso de la comunicación, y entendió que su comportamiento insensato la conduciría hasta la cumbre”, explica el historiador Hélène. La retratan dentro de un ataúd, lo que provoca un escándalo. Monta en su mansión un auténtico zoo, con tigres, pájaros exóticos, una boa. Aprende muy rápido el enorme valor de una imagen, en un momento en que la fotografía aún está en sus balbuceos.
DELGADA Y PELIRROJA
Y también reconoce la fuerza de la publicidad. Sarah Bernhardt presta su imagen a productos, algo revolucionario. “Es la primera mujer que deja que se utilice su rostro para productos derivados, desde los polvos de maquillaje a la absenta”.
Además de admirar su talento, el público se agolpaba en el teatro para disfrutar con sus vestidos, que modificaron la moda femenina al llegar el siglo XX. Era “delgada en la época de las mujeres con formas redondas, pelirroja (‘el color del diablo’), madre soltera”, explica Edith de Belleville, guía en París. “Escribió su propia leyenda, la de una mujer independiente, nueva”, resume su biógrafa Sophie-Aude Picon.
Había un dicho popular que decía que en la capital francesa había que ver la torre Eiffel y a Sarah Bernhardt, una artista muy inteligente y bella que pronto supo crear una maquinaria de promoción desconocida en la época.