Estamos en la última etapa del año y es un buen momento para hacer espacio en el hogar, ordenar, dejar atrás todo lo que ya caducó y, por sobre todo, renovar energía. Por eso, te damos algunas sugerencias de cómo despedir el año de la mejor manera.
Los “rituales” de fin de año sirven como herramienta para la psiquis, es un modo de darle un cierre a diferentes situaciones y habilitar nuevos espacios mentales y emocionales para recibir lo nuevo. Algunos ejemplos incluyen escribir cartas o realizar algún tipo de terapia holística, mientras que otras buscan renovar su hogar para enfocarse en nuevos proyectos.
También se recomienda practicar la gratitud, por los logros, las metas alcanzadas, la salud, los seres queridos, aquello que no se dio “por algo” y también las personas que dejamos atrás. Fundamentando que todo tiene un por qué y que lo mejor está por llegar.
Realizar una limpieza profunda es una manera de soltar y cerrar etapas. A lo largo del año -y con el trajín del día a día- acumulamos papeles, objetos, arreglos inconclusos, prendas de vestir, entre tantas otras cosas que contaminan el hogar y restan energía.
Por otro lado, está comprobado que las personas que habitan un lugar sucio y desordenado tienden a tener niveles más elevados de cortisol, hormona que se libera como respuesta al estrés y los estados de alteración. Por eso, lo ideal es convertir la limpieza y el orden en un “ritual” para sentirnos mejor y más relajados.
El desorden y la acumulación tienen varios impactos negativos sobre la salud, por eso es importante poner manos a la obra para arrancar un nuevo año con el mejor ánimo y energía positiva.
¿POR DÓNDE COMENZAR?
En primer lugar, debemos ponernos a observar cada recinto de la casa y observar detenidamente los rincones, los objetos y poner manos a la obra en la clasificación de todo lo que está ocupando lugar sin mucho sentido. Cuesta un poco, pero el resultado es sorprendente. Seguí esta guía que te ayudará a devolver a tu hogar un poco de respiro:
1- Todo lo que perdió utilidad
Desde electrodomésticos que ya no funcionan y nunca llevaste a reparar, vajillas rotas y recipientes en mal estado, plásticos y objetos descartables que se guardaron “por si acaso”, macetas rotas, plantas que no logran revivir. Básicamente todo lo que está ocupando espacio y acumulando polvo.
2- Lo que funciona, pero ya no se usa
Se puede empezar por el guardarropas. Acumulamos prendas porque tienen cierto “valor sentimental” o porque esperamos estar en nuestra mejor forma para lucirlas, el tiempo es hoy y si no lo usaste en todo el año, no tiene sentido que siga ocupando espacio.
Libros, juguetes, adornos. Tienen funcionalidad, pero no son útiles.
Los libros de estudios o algunos ejemplares que no te atraparon del todo, pueden ser un buen regalo para alguien que lo necesita o lo disfrute; lo mismo sucede con los juguetes, si tus hijos ya crecieron y no los usan pueden ser la sonrisa de otro niño que le dará valor.
3- Lo que sí necesita ser renovado
Empezando por toallas, ropa de cama, manteles, cortinas, incluso mobiliarios, todo lo que fue sumamente útil, pero se percudió, le quedaron manchas adheridas, se gastó o rompió por el uso.
En esta categoría también entra todo lo oculto: cajas, bolsas, cables, cuadros, maderas, todo lo que se escondió para que no quede a la vista y ya no tiene una finalidad más que acumular suciedad y posibles plagas.
4- Reparaciones
Por último, también hay que tener en cuenta algunas reparaciones. Por ejemplo: esa canilla que gotea, ese foco que ya no funciona, las paredes que necesitan un retoque de pintura, todo aquellos que hasta puede generar un gasto innecesario si no se arregla.
Una vez que hayas seleccionado todo lo que ya no va, podés empezar con la limpieza profunda. Recordá mover muebles, electrodomésticos, asear atrás de los cuadros y las fotos, abrir los espacios y dejar que el aire y la luz natural entre.