La empresaria Marisa Pichler nos habla de la materialización de un sueño largamente acariciado por ella y su esposo, el doctor Jorge Codas Thompson, quienes, con el espíritu de dejar un valioso legado histórico y cultural a la comunidad aregüeña, inaugurarán próximamente La Candelaria Hotel Boutique. Se trata de un complejo con reminiscencias de la arquitectura del siglo XIX e inicios del siglo XX cuyo restaurante-museo inspirado en el ferrocarril paraguayo, con valiosas colecciones del propietario, será indudablemente su principal atractivo.

Sobre la ruta Are­guá-Patiño, un predio de casi dos hectáreas acoge las cinco edi­ficaciones que conforman un complejo hotelero y restau­rante-museo de alto valor turístico, histórico y cultu­ral que se halla en las últimas etapas de su construcción antes de abrir sus puertas el próximo mes. La apertura de La Candelaria Hotel Bouti­que se ve rodeada de mucha expectativa por tratarse de un proyecto único en su tipo en nuestro país por su temática donde historia, arte y memo­rias se fusionan para brindar un mágico viaje en el tiempo. Está inspirada en la arquitec­tura de época del siglo XIX y principios del XX por lo que cada uno de los módu­los que componen el con­junto representan una emu­lación, una metáfora de una pequeña ciudad de Areguá, con influencias de los esti­los inglés, español e italiano.

“Por favor, destacá que vamos a abrir el primero de julio. Pasa que se publicaron ya algunas fotos en las redes sociales y la gente llega todos los días queriendo visitar el lugar y el restaurante”, dice Marisa Pichler al ini­cio de la charla durante un encuentro con La Nación del Finde en su restaurante Don Pablo, uno de los estableci­mientos gastronómicos más emblemáticos de Areguá. La empresaria e inversora men­ciona que en un principio se tenía pensado habilitar el hotel a mediados de junio, pero que hubo algunos con­tratiempos en la obra.

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La casona colonial, en el centro de la propiedad, fue rescatada y conservada con su esencia original, con apenas algunas modificaciones del tipo funcional. A su alrededor se levantan las demás edificaciones de La Candelaria Hotel Boutique.

“Desde el 2018 estamos abo­cados a este proyecto, pero tuvimos dos años de pande­mia donde no sabíamos si con­tinuábamos o no porque no se sabía cuándo se volvería a la normalidad. Como la obra ya estaba avanzada en gran parte, decidimos continuar. Ahora sí ya estamos, pero falta empalmar todo porque contratamos gente especiali­zada en administración hote­lera, gente especializada en cocina de alto gourmet, even­tos, entonces todo eso hay que compaginar. Nos metimos en un lío bastante complicado (risas). Nosotros no imaginá­bamos que iba a ser tanto así”, expresa Marisa quien, a pesar de todas las complejida­des de un emprendimiento de estas proporciones, se muestra entusiasmada y orgullosa de la herencia que dejará a su amada Areguá, lugar donde nació y vivió los mejores años de su niñez y juventud, según destaca.

IMPULSO AL TURISMO

Cuenta que en un principio, cuando adquirieron la pro­piedad de la familia Sisa, ubi­cada en un punto estratégico de la ciudad, la idea era cons­truir una universidad. “Pero después dijimos que a Are­guá, que es una ciudad turís­tica muy cercana a Asunción, también le hacía falta un salón de eventos. Siempre vemos que la gente hace sus casa­mientos aquí, en la iglesia de la Virgen de la Candelaria, todo un preparativo espec­tacular, pero luego van y fes­tejan en San Bernardino”, refiere. También vieron que hacía falta un restaurante gourmet internacional y un hotel para dar mayor impulso al turismo local, entonces decidieron reunir todo eso en un solo complejo, siguiendo el estilo arquitectónico de época que caracteriza a Areguá, teniendo como eje central la casona colonial original de la propiedad.

MARISA PICHLER EMPRESARIA

“Realmente es un proyecto bastante ambicioso, pero a nosotros no nos preocupa realmente la parte económica, es una inversión hecha por mí y por Jorge por un sueño que teníamos, y quizá ya no nos va a alcanzar la vida para recuperar todo lo que estamos invirtiendo”.

De la mano del arquitecto Carlos Bracho y la construc­tora Codas-Vuyk, el sueño de Marisa Pichler y el doc­tor Codas Thompson fue cobrando forma y aún se van añadiendo más ideas traídas por la pareja de sus viajes al extranjero. “Realmente es un proyecto bastante ambi­cioso, pero a nosotros no nos preocupa realmente la parte económica, es una inversión hecha por mí y por Jorge por un sueño que teníamos, y quizá ya no nos va a alcan­zar la vida para recuperar todo lo que estamos invir­tiendo. Queremos que este sea nuestro legado para Are­guá, un viaje en el tiempo”, afirma Marisa.

Una fusión de estilos en el snack-bar, con lámparas artesanales por doquier y una panorámica relajante de la naturaleza aregüeña.

PASEO DE LAS ARTES

Areguá es sinónimo de artesanía y talento, de manos laboriosas, de gente trabaja­dora, algo que no olvidan los responsables de esta gran obra. “Tenemos un Paseo de las Artes con trabajos de algunos de los representantes más notables de Areguá, herederos del gran Ricardo Pérez, el arte­sano español que trajo a esta localidad la arcilla y que formó a grandes artistas de los que estamos muy orgullosos y a quienes queremos destacar. Son obras que también forman parte de nuestra colección privada y que con el tiempo se irá ampliando”, menciona Marisa Pichler.

La espiritualidad también tiene su espacio en el Hotel Boutique.
El salón de eventos, de fachada italianizante, para más de 500 personas.

Un restaurante con mucha historia

ALEJANDRA PEÑA GILL - MUSEÓLOGA

La Candelaria Hotel Boutique tiene capacidad para 44 habitaciones, pero abrirá sus puertas, inicialmente, con 21 cuartos modernamente equipados. Tiene gimnasio, spa, sauna y peluquería. Por otro lado, dispone también de un gran salón de eventos para más de 500 per­sonas, un snack-bar para los pasajeros del hotel, una capilla, la casona original y un restaurante-museo que, sin dudas, será la principal atrac­ción del lugar por tratarse de la réplica de la vieja estación de Areguá, enriquecida con colecciones privadas de gran valor histórico del doc­tor Codas Thompson, bisnieto de George Thompson. Este fue uno de los célebres ingenieros británicos contratados por Don Carlos Antonio López para una serie de tareas de modernización tecnológica. Fue uno de los pocos que se quedó y formó familia en Paraguay.

“Jorge es un coleccionista nato; empezó allá por 1950. Tiene un rico acervo sobre la historia del ferro­carril. Tiene además una serie de planchas de 1800 hasta 1958, de distintos tamaños y funciones, porque había para cuello, para puños, para zapatos, una colección bastante interesante. También se destacan unas lámparas antiguas, balanzas, equipajes y enseres varios, por eso decimos que visitar el restaurante será como hacer un viaje en el tiempo”, remarca Marisa.

La reconocida museóloga Alejandra Peña Gill tiene aquí un importante protagonismo pues en los últimos dos o tres años se encargó de completar algunas de las colecciones de Codas Thompson para elaborar una línea conceptual y una narrativa, de manera a ir mostrando los diferentes momentos de la historia del Paraguay. “Pusimos bastante énfasis en la historia del Ferrocarril porque el propieta­rio desciende justamente del ingeniero George Thompson, un inglés que fue contratado por Carlos Antonio López para modernizar el país. Hay varias de las piezas de ingeniería del Paraguay que tienen que ver con la Batería Londres, todo lo que fue la defensa de Humaitá, puentes y otras obras donde Thompson tuvo un papel primordial”, comenta.

“Entonces, también es un orgullo de su descendiente hacerle un homenaje al bisabuelo, pero al mismo tiempo, rendir un homenaje a la historia del Paraguay y a todo lo que implicó un despegue de la tec­nología industrial que nos permitió de alguna manera sostener lo que fue la defensa de esa guerra tan desigual como la del 70″, agrega.

Peña Gill resalta, asimismo, el hecho de que el proyecto del hotel boutique partió de la base de no tocar la casa antigua original de la propiedad. “Se la rescató y conservó, no hubo modificaciones estructurales, apenas unos pequeños toques como una puerta de blíndex o alguna cuestión funcional, pero respetando toda la arquitectura original y eso para mí tiene un valor extraordinario”, subraya. La museóloga enfatiza especialmente este hecho en momentos en que tanto se escucha que la gente quiere demoler reliquias arquitectónicas. “Yo creo que es un excelente ejemplo de que no hace falta demoler para que uno pueda innovar, sino que al contrario. Utilizar el patrimonio arquitectónico ori­ginal, propio, a favor de cualquier proyecto, ya sea comercial, cultural, social o institucional”, sostiene.

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