Empresas del expresidente Mario Abdo Benítez y su entorno familiar acumularon millonarias ganancias durante el mandato del exjefe de Estado. Particularmente fueron los años más duros de la crisis económica y sanitaria generada por la pandemia de coronavirus cuando los negocios del exmandatario y su familia crecieron.

  • Por Juan Carlos Lezcano F.

Mientras, miles de compatriotas llo­raban la muerte de sus familiares, vendían todo lo que tenían por un poco de salud o quedaban sin puestos de trabajo como consecuen­cia de la crisis económica, las empresas del expresidente Mario Abdo Benítez experi­mentaron millonarios creci­mientos en sus ingresos y en sus utilidades en plena pan­demia del coronavirus. A ello hay que sumar el millonario contrato de arriba que cayó a una empresa ligada a Fla­vio Enrique “Kike” Santan­der, concuñado del exman­datario.

El expresidente y su cír­culo cercano quedaron bajo la lupa por irregulari­dades cometidas durante su mandato, destacándose el crecimiento exponencial de sus empresas y un polé­mico contrato entregado en plena pandemia a una firma vinculada a su concu­ñado. Ambos casos expo­nen la falta de transparen­cia y posibles favoritismos en el uso de recursos públi­cos durante una de las crisis sanitarias más graves en la historia del país.

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EL CRECIMIENTO EXPONENCIAL DE LAS EMPRESAS DE ABDO

Un informe de la Contra­loría General de la Repú­blica (CGR) detalla cómo las empresas del expresidente experimentaron su mayor prosperidad en plena crisis sanitaria y económica. Los datos de la Dirección Nacio­nal de Ingresos Tributarios (DNIT) revelan que Aldia SA, una de las empresas de Abdo, pasó de declarar utilidades por G. 1.492 millones en 2014 a registrar ingresos brutos de G. 408.082 millones y utili­dades de G. 92.647 millones en 2021, lo que representa un incremento del 6.109 %.

El pico de crecimiento coin­cidió con los años más críti­cos de la pandemia, cuando miles de paraguayos perdie­ron empleos y el país enfren­taba serias dificultades eco­nómicas. En 2020, mientras las restricciones por el covid-19 afectaban a la economía general, las utilidades de Aldia SA crecieron un 175 % en comparación con 2018, tri­plicando sus ganancias. Este crecimiento plantea interro­gantes sobre la gestión de las empresas del exmandatario y el origen de los recursos que alimentaron su expansión.

Seprelad, Tributación y la Fiscalía tienen pendiente investigar cómo se amasó esta fortuna y el destino final de los ingresos ocultados por Abdo Benítez a través de dis­tribuidoras de asfalto y otras actividades.

El encabezado del contrato firmado entre Bizcom, de Kike Santander, y HOLA PARAGUAY (VOX). Al costado derecho, se puede observar la media firma del concuñado del expresidente Mario Abdo Benítez.

UN CONTRATO CUESTIONADO CON COPACO

Mientras sus empresas flore­cían, la administración Abdo también enfrentó denuncias sobre contratos irregulares entregados a personas cerca­nas. Entre los más polémicos está el caso de un acuerdo de G. 5.852 millones otorgado por Copaco, a través de su filial Vox, a Bizcom SA, una firma representada por Fla­vio “Kike” Santander, concu­ñado del expresidente.

En febrero de 2020, en el ini­cio de la pandemia, Copaco firmó un convenio con el Ministerio de Salud Pública para implementar un sistema de contact center destinado al rastreo de contactos de covid-19. El contrato fue financiado con un adelanto de G. 3.239 millones y contemplaba 100 posiciones de call center a un costo de G. 7.315.200 por posi­ción, distribuidos en un plazo de ocho meses. Sin embargo, Copaco subcontrató estos servicios de forma directa, a través de Vox, a Bizcom SA, evitando un llamado a licita­ción y violando la Ley n.° 2051 de Contrataciones Públicas.

Bizcom SA, empresa vincu­lada a Santander, proporcio­naría servicios tecnológicos bajo la marca Simplifi. San­tander, quien está casado con Adriana López Moreira, her­mana de la ex-primera dama Silvana López Moreira, se benefició de un contrato de cinco años renovables que incluía cláusulas de confi­dencialidad, obstaculizando el acceso público a los detalles del acuerdo.

IRREGULARIDADES EN LA SUBCONTRATACIÓN

El uso de Vox como inter­mediaria para evadir con­troles también infringió la normativa vigente, ya que la Dirección Nacional de Con­trataciones Públicas había ordenado que los contratos entre Copaco y Vox debían seguir los lineamientos de la Ley de Contrataciones Públi­cas. A pesar de que Copaco tenía experiencia en proveer servicios de call center a insti­tuciones como Hacienda, IPS y la UNA sin recurrir a terce­ros, optó por incluir a Bizcom SA en el contrato, lo que ali­mentó sospechas de posibles intereses personales detrás de la decisión.

La falta de transparencia también es evidente en la utilización de un contrato directo, con precios sujetos a variación y sin llamado a lici­tación, amparado en cláusu­las de confidencialidad que dificultaron la rendición de cuentas. Estas acciones han generado preocupación sobre el uso de recursos públicos en un momento en que el país enfrentaba una emergencia sanitaria sin precedentes.

UN PATRÓN DE NEGOCIOS CON EL ESTADO

El contrato con Bizcom SA no fue el único vínculo de San­tander con el Estado para­guayo. En 2019, lideró una delegación empresarial inte­resada en invertir en minería en Paraguay y, más reciente­mente, participó en la pre­sentación de soluciones tec­nológicas de Copaco durante la Expo de Mariano Roque Alonso. Estos antecedentes refuerzan las críticas sobre posibles conflictos de inte­rés y favoritismos en los con­tratos otorgados durante la administración de Abdo Benítez.

Ambos casos, el crecimiento de las empresas del expresi­dente y el contrato con Biz­com SA, reflejan patrones de opacidad y manejo irre­gular de recursos públicos durante el gobierno de Abdo Benítez. Mientras la Fiscalía y otros organismos de con­trol avanzan lentamente en las investigaciones, la ciuda­danía sigue esperando res­puestas sobre la gestión de fondos en un período crítico para el país. La sensación de impunidad y la falta de celeri­dad judicial continúan debi­litando la confianza en las instituciones públicas y el compromiso con la transpa­rencia gubernamental.

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