Unidad de Investigación Nación Media.
El presidente de la República, Mario Abdo Benítez, sufrió un duro golpe de realidad en las elecciones internas de la Asociación Nacional Republicana (ANR), pues el pueblo colorado, con votos, demostró lo defraudado que está del actual gobierno.
Uno de los elementos clave de cuestionamientos hacia la actual administración fue justamente el tema que el oficialismo usaba como bandera política, los kilómetros de rutas asfaltadas, detrás de los cuales su empresa amasó miles de millones, diferencias abismales en ganancias con relación a lo que facturó antes de asumir la jefatura de Estado.
“La gente no come asfalto”, fue el claro mensaje que un elector dio ayer al mandatario cuando este ingresaba a la Seccional Colorada Nº 5 para depositar su voto.
Desde la llegada de Mario Abdo Benítez al Palacio de López, la prioridad en obras públicas se centró en la habilitación de rutas asfaltadas, todo a través de licitaciones en serie que promovía Arnoldo Wiens desde el Ministerio de Obras Públicas y Comunicaciones (MOPC).
Pero más allá del interés público por la construcción de asfaltados, estaban los intereses particulares de la familia presidencial.
La Nación Investiga reveló en los últimos cuatro años que la firma Almacenamiento y Distribución de Asfaltos SA (Aldia) aumentó en un 450% sus valores de importación en años de fuerte crisis económica por la pandemia del COVID-19. Dicha empresa tiene como accionista mayoritario al presidente, que es representado ante el directorio por su hijo, Mario Abdo Díaz Benza.
Pero como si fuera poco, en medio del contexto de emergencia sanitaria donde la población sufría los arrebatos del coronavirus, con falencias en el sistema de salud pública, la tardía llegada de vacunas y la falta de medicamentos de todo tipo, la prioridad de la política del gobierno de Abdo siguió siendo la construcción de rutas.
Esa prioridad generó utilidades netas de G. 92.647 millones a la empresa Aldia durante el 2021, lo que demuestra claramente que la salud económica de la familia presidencial estuvo por encima del interés general, coyuntura que terminó por condenar la suerte política del proyecto político abdista.
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