Desde aquella publicación de la compra de una granja en Caaguazú, el ministro del Interior, Arnaldo Giuzzio, entró en un arrebato mediático sin relajo contra enemigos políticos, que tal vez sería una audaz estrategia de víctima o para zafar del juicio político que tiene encima, si la delincuencia no se alzara con demoledoras estadísticas de robos y asesinatos.

“Al año y medio en la Senad, Giuzzio se volvió próspero granjero” es el titular de una nota de inves­tigación periodística que nues­tro diario publicó el 13 de enero pasado que sacó de sus casillas al ministro Arnaldo Giuzzio, quien desde ese momento entró en un estado de ira des­medida, parecida al descontrol que afecta a la seguridad ciu­dadana.

Lo que molestó al ministro Giuzzio no es precisamente que la opinión pública se entere de su inversión, que por cierto se dio en pandemia, en plena crisis sanitaria y económica. Lo que irritó al responsable de la seguridad interna es que los números no cierran para la millonaria compra que él mismo declaró ante la Con­traloría General de la Repú­blica (CGR).

En realidad, los números no cierran por ningún lado para Giuzzio, considerando las cifras en constante ascenso de la delincuencia. Esta ineficien­cia es en realidad la que mueve los mediáticos shows que rea­liza el ministro, tal como hacía en sus épocas de fiscal antico­rrupción.

Toda la artillería de Giuzzio está tras sus adversarios polí­ticos, no contra la delincuen­cia, que es el rol que le com­pete. Hasta ahora no explica cómo los criminales burlan de manera extrema la seguri­dad interna, tampoco aclara cómo es que gasta más que lo que gana, porque así consta en su propia declaración jurada de bienes.

Giuzzio tiene un salario base de G. 22 millones al mes que con su bonificación y los descuen­tos de jubilación cobra neto G. 20 millones mensuales. Enton­ces, llama la atención el prés­tamo que consignó para res­paldar su inversión de G. 1.200 millones en Caaguazú.

¿Cómo consiguió un préstamo que, sin gastos de manutención ni servicios básicos de entrada le resta el 58% de sus ingre­sos? ¿Cómo es que gasta G. 29 millones al mes, pero cobra G. 20 millones neto mensuales? Las operaciones matemáticas no resuelven esta misteriosa fórmula financiera.

Intolerante a las críticas y acostumbrado al guiño de los medios, así como apegado al salario público, Giuzzio se defiende atacando, no con los resultados positivos que espera la ciudadanía.

Mientras arremete contra sus detractores, la seguridad de la gente está en el abismo. En un año al frente del Ministerio del Interior, el crimen orga­nizado ganó territorio dentro de la República y los conteos mediatizados ascienden a 46 sicariatos en su período.

El mes de enero que terminó hace unos días registró 55 denuncias entre robos, asal­tos, intento de secuestro, etc. De estas cifras no habla el ministro, quien busca un cul­pable en vez de explicar estra­tegias contra los criminales y dar al menos una esperanza a la gente.

El ministro obvia el clamor de la ciudadanía mientras busca una tabla de salvación con la persecución a sus adversarios políticos, ajenos a la simpatía de los grandes medios. Mien­tras tanto, explotan desgracias y lamentos.

Las redes no descansan de denuncias de robos y asaltos. El desastre predomina, no hay esperanzas de mejoría, el pro­pio presidente señaló que los criminales seguirán pasando factura tornando negro el panorama sino se toman medi­das contra la delincuencia. La estrategia de traducir a una guerra política los cuestiona­mientos a la negligente gestión de Giuzzio es seguir cerrando los ojos ante los sangrientos acontecimientos que enluta­ron a tantas familias.

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