Un peón de una agroganadera que está en el Chaco denunció que sus entonces patrones no le dieron permiso para ir a ver a su hijo enfermo y tampoco le dieron un adelanto de dinero para comprar medicamentos. El trabajador se vio obligado a renunciar, pero cuando llegó a su hogar su hijo ya fue enterrado. Aún le deben su liquidación.

Don Crispín Amarilla, oriundo de Caapucú, trabajó durante cinco meses en una estancia llamada San Pedrito, en Boquerón, y percibía un sueldo de 1 millón y medio. Según contó a radio Ñanduti, el 20 de agosto su hijo enfermó gravemente de pulmonía, por lo que pidió permiso para ir a cuidarlo, pero no le dieron.

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“Hay mucho trabajo y poco personal, por eso no querían darme permiso. No van a encontrar luego gente que quiera trabajar con ellos, porque son muy argeles”, expuso.

Ante la necesidad que estaba afrontando, mencionó que solicitó como adelanto la suma de G. 1.000.000 para comprar medicamentos, a lo que le respondieron que le iban a enviar por giro a su esposa, pero esta nunca recibió el dinero prometido.

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Amarilla contó que una semana después de haberse enfermado, su hijo de 6 años falleció, por lo que decidió ir a Caapucú a bordo de un camión transganado, pero cuando llegó a su casa ya habían enterrado al niño. “Me avisaron que falleció y entonces decidí liquidar nomás (renunciar) y vine. Ni siquiera me dio el tiempo de enterrarlo”, relató.

El trabajador denunció además que hasta el momento los encargados de la estancia no le pagaron su liquidación ni el sueldo correspondiente al último mes que trabajó en el lugar. Actualmente trabaja en otra estancia de la zona de su extrabajo y allí percibirá un sueldo de alrededor G. 2.000.000.

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