En Paraguay se reporta un promedio de 100 casos de pornografía infantil por semana, según la Unidad de Delitos Informáticos. Para pasar desapercibidos en la web, los pedófilos recurren a ciertos códigos como nombres de comidas o figuras geométricas que, según su variación, indican la preferencia de cada uno.
Pese a ser una realidad que no da tregua, la pornografía infantil en nuestro país no constituye el foco de atención que debería para la gravedad de la situación. El operativo Luz de Infancia, de febrero pasado, fue la última vez que el flagelo acaparó los medios de comunicación por tratarse de una red que opera simultáneamente en varios países de la región.
Sin embargo, hoy la pornografía infantil vuelve a cobrar notoriedad con la ampliación de la imputación al ciudadano alemán R. H. O., quien según la Fiscalía se llevó a su hijastra del Monte Pakara, Emboscada, el 15 de abril pasado.
En archivos extraídos de su celular se encontraron fotografías con contenido de pornografía infantil, pero no solo eso, sino una serie de imágenes y textos que parecieran estar escritos en clave para impedir la comprensión directa.
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Mensajes en códigos
A nivel internacional, la pedofilia se esconde detrás de códigos para pasar desapercibida. Un recopilado de varios medios internacionales muestra algunos ejemplos de los significados: pancho (niño), pizza (niña), queso (niña muy pequeña), pollo y pasta (niño muy pequeño), salsa (orgía), entre otras cosas.
Un caso muy sonado fue el del pediatra Ricardo Russo, del Hospital Garrahan de Buenos Aires, Argentina, acusado de integrar una red de pornografía infantil. A partir de su detención y la incautación de su computadora, se difundieron símbolos utilizados por los depravados.
La “mariposa violeta” era la forma de expresar atracción hacia menores de ambos sexos. El triángulo, BLogo, representa la atracción a los varones menores y lo usan quienes se denominan “BoyLovers”. El corazón, conocido como GLogo, es la atracción hacia las niñas y lo usan quienes se denominan “GirlLovers”.
Russo fue condenado en noviembre pasado a 10 años de cárcel por producir, tener y facilitar la distribución de explotación sexual infantil.
En Paraguay, el promedio semanal de casos de pornografía infantil es de 100, según la Fiscalía de Delitos Informáticos. Los pervertidos comparten los materiales por Instagram, Facebook, WhatsApp y también correos electrónicos.
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