• Toni Roberto

Este domingo, Toni Roberto habla sobre su llegada al mundo radial a partir del Premio Albert Camus a la comunicación radial, que le fuera entregado el viernes pasado en el teatro Amba’y de la Universidad del Norte.

Era cualquier sábado de 1980. Caminaba desde mi casa por la calle Alberdi hasta su intersección con Benjamín Constant, ahí donde se miran desde hace más de un siglo el palacio Patri y el Teatro Municipal. Giraba hacia el puerto y llegaba al viejo diario Última Hora solamente para comprar y llegar directamente a las páginas del antiguo Correo Semanal.

Todos los fines de semana Jenaro Pindú graficaba artículos de Juan Andrés Cardozo, Guillermo Ares o Antonio Pecci. Acto seguido, volvía a mi hogar y empezaba a dibujar o intentar imitar a aquello que en esos años me hacía viajar a algún lugar desconocido o al mismo barrio donde nací, además de escribir textos referentes a esas travesías imaginarias o, mejor, como Julio Verne, a dar la vuelta al mundo sin salir de su pueblo.

Es ahí, en ese suplemento, donde también conozco sobre la vida de otros artistas paraguayos a mi corta edad –tendría 13 o 14 años– a través de la “Ciudad en que vivimos”, las crónicas urbanas y sus personajes que hacía Manolo Prieto.

EL ESPACIO DE MANOLO PRIETO

En esa misma época, conocí a una eximia paraguaya, Nelly Jiménez, que le había hecho música a las arcas de Pindú, lo que potenció más mi camino decidido a seguir dibujando y escribiendo. Como es la ley de la vida, con el tiempo partieron de este mundo tanto Pindú, nombre artístico de Jenaro Espínola Tami, y Manolo Prieto.

Es así que un día me propone Pecci escribir en el espacio que había dejado Prieto en la contratapa del hoy ya legendario Correo Semanal y, como una cosa lleva a otra, leyendo mis artículos Gloria Rubin me llama para ir una vez por semana a su viejo programa radial, que se llamaba “Matiné 14”, para charlar. Ella leía los artículos y yo hacía acotaciones sobre el tema.

EL INICIO RADIAL Y GLORIA RUBIN

Desde entonces, hago mi camino de comunicador cultural radial en la vieja radio escuela de la avenida Choferes del Chaco. Una tarde de sábado de aquellos mediados de la primera década del siglo XXI, estando en ruta camino a un casamiento en San Bernardino, recibo el llamado de doña Gloria, quien me dice: “Mi hijo, quiero que estés en Casa Abierta conmigo”.

Di la vuelta y con el traje encima fui directo a Ñandutí. Así empecé a hacer radio formalmente, lo que luego de un año se convirtió en “Cuadernos de barrio”, un programa radial cultural, que tenía como centro la gente, los vecinos y sus historias. Así llegué a músicos de Pinozá, pianistas del Ateneo, al poeta quiosquero de la calle Pettirossi o simplemente a vecinos que querían contar sus minúsculas historias urbanas de Asunción o de otras ciudades.

LA LICENCIA

El camino seguía y aquellas viejas arcas de Pindú y los relatos urbanos de tío Manolo me daban la licencia para seguir contando historias y escuchando a vecinos que relataban hechos de los más inverosímiles; desde aquella pareja alemana que trajo una foca en barco a Asunción en los años 50, pasando por las historias de Mery Poppins, el pseudónimo de Ilda, una vecina del barrio Pettirossi, que una madrugada apareció a la radio vestida de negro, hasta lo más increíble. Una noche me llama la oyente Alba, quien me dice: “Mañana no voy, tengo una consulta con una doctora. Un rato después, otro telefonazo, era la propia doctora que le hacía decir a la otra oyente que no le iba a poder atender esa tarde”, acto que en el fondo es el origen de la radio, el servicio.

Así sigue este camino radial sin perder jamás su esencia, magia y sencillez desde un pequeño transistor. Tratando siempre de generar contenido genuino todas las noches y desde hace seis años por Universo AM y los sábados por el canal GEN.

LA INSEPARABLE COMPAÑÍA

Al final de este recorrido en esas viejas naves dibujísticas con la excelsa música de aquella pianista e investigadora poco recordada, un pequeño transistor y leyendo “El extranjero”, de Albert Camus, una de las más conocidas piezas del escritor franco-argelino, donde habla de aquellos que siempre buscan lo foráneo, que son extranjeros de sí mismos.

Yo, por el contrario, trato de buscar en la sonoridad de la compañía radial el mundo que me rodea. Como reza al inicio de dos libros a los que denominé “Sajonia” y “Relatos de barrio”, “conocé tu barrio y conocerás el mundo”.

La inseparable radio AM nos seguirá acompañando eternamente, más allá del frenético, imparable e impredecible camino al que nos llevan las nuevas tecnologías.

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