- Fotos: Pánfilo Leguizamón
A manera de homenaje póstumo al papa Francisco, Augusto dos Santos dialoga en este “Expresso”, de GEN/Nación Media, con el padre José Zanardini sobre las conquistas y las materias pendientes que hay en el campo del reconocimiento de la alteridad y la protección de la casa común de la humanidad. Para el sacerdote y antropólogo italiano, las ideas de Jorge Bergoglio sobre la urgencia de la protección del medioambiente constituyen al mismo tiempo una defensa de la vida y de la dignidad de todos los seres humanos, así como del sentido de búsqueda de trascendencia cuando reivindicaba los derechos humanos de las personas migrantes.
–En medio de esta conmoción que se vive por la partida de Francisco, que ha sido un papa cercano, creo que vale la pena destacar esto para este tiempo que vivimos.
–Yo creo que si hablamos de la defensa de los indígenas, es fundamental partir del papa Francisco. Cuando estuvo en Puerto Maldonado, que es un río de la Amazonía ecuatoriana, ahí empezó a lanzar la idea de que salvar la Amazonía era salvar a los pueblos indígenas, o sea la relación ambiente-persona, cultura-naturaleza y persona-cultura. Y entonces ahí organizó aquel famoso sínodo de la Amazonía, que reunió a pueblos indígenas. Hubo un trabajo de años para llegar a un documento en el que él recogió todas estas ideas que vinieron ya en Roma. Se reunieron representantes de los indígenas, pastores católicos y otros pastores que están en la Amazonía, que está amenazada en términos territoriales. Entonces, la gran idea del papa Francisco fue aunar esfuerzos para salvar la Amazonía.
–Antes de la llegada de los españoles, ¿qué se sabe sobre el origen de las poblaciones que habitaban esta región?
–Los guaraníes que tenemos nosotros ahora cuando vinieron los españoles habían llegado al Paraguay aproximadamente entre 2.500 y 3.000 años atrás. Y cuando llegaron aquí, ¿de dónde vinieron? Vinieron de la Amazonía. Le decían tupí-guaraní porque esa familia lingüística se abrió tanto durante esos miles de años yéndose, separándose, la lengua se va diversificando en pocos centenares de años cuando vivimos separados. Actualmente, la familia lingüística guaraní de la Amazonía tiene 52 pueblos guaraníes. Cuando hablo de pueblos no digo aldeas, hablo de lenguas afines al guaraní, pero diferentes, como el mbyá, el aché, el pãi tavyterã, el avá-guaraní, el guaraní occidental. Todas tienen la lengua guaraní, pero son diferentes unas de otras como el italiano, el español o el portugués.
–¿A qué obedecieron las grandes migraciones que realizaron?
–De la Amazonía se esparcieron porque en la Amazonía, según los arqueólogos, hace unos 4.000 años hubo una catástrofe natural, quizá una sequía, una inundación. No está bien precisado geológicamente qué sucedió. Pero sí que esos indígenas fueron abandonando y tuvieron que salir de esa zona. Migraron hacia el norte, hacia el sur y bajaron hasta aquí. Y bajaron también hacia el sur de la selva atlántica y llegaron a la región Oriental del Paraguay, Argentina y Uruguay también. Se pararon en el Río de la Plata.
ANSIA DE TRASCENDENCIA
–¿Pero antes de dónde habían venido?
–Los guaraníes habían venido del océano Pacífico en una travesía que era más complicada que ir nosotros ahora a la Luna o a Marte en ese tiempo, era una empresa quijotesca. Y entre paréntesis, eso responde a que todos los seres humanos tienen una chispa de trascendencia. Buscar lo que hay más allá, lo que había más allá del sol. Está adentro de todos los seres humanos. Entonces, esa ansia de trascenderse, de conocer, es una actitud espiritual. Vinieron de la isla de Malasia, de Oceanía. Eran pueblos probablemente acuáticos, tenían cierta experiencia porque no se meten tampoco en el océano Pacífico uno que viene de la Mongolia, por ejemplo, que está dentro del continente.
–Lo cual también hace su afinidad histórica con el agua.
–Y tenemos evidencia hablando en términos de cuándo vinieron. No sabemos exactamente, pero en el norte del Brasil las evidencias más antiguas, según los arqueólogos, hasta el momento de presencia humana, es de hace 38.000 años atrás. O sea, hace 38.000 años confirman los arqueólogos que hubo presencia humana ahí en el norte, noreste del Brasil, en la Amazonía.
–¿Era el único origen de estas comunidades o hubo otros orígenes también más allá del continente?
–Esos guaraníes en la migración hacia el sur, que es la que nos interesa, encontraban pueblos indígenas que ya habían llegado, que ya estaban asentados. Y esos guaraníes, según las crónicas también, no eran muy pacíficos. Cuando encontraban esos pueblos, los sometían cultural y físicamente, casi los esclavizaban. ¿Y de dónde venían esos? A esos les llamamos protopobladores, los pobladores anteriores, que tenían la cultura paleolítica, o sea más antigua, las herramientas, etc., mientras que esos indígenas que vinieron de la Amazonía ya desarrollaron la cultura del neolítico, la herramienta más refinada, que al llegar aquí a Paraguay, suspende o asimila o le mata a lo que está en el paleolítico, se instala aquí en la región Oriental del Paraguay. Las cuevas que están en el Amambay, también en Itá Letra (Villarrica), no son de esos guaraníes, son de los anteriores porque están fechados entre 5.500 y 6.000 años atrás.
–¿Hay alguna comunidad o familia originaria que haya venido de otro sitio que no haya sido Asia?
–Ellos venían del sur de Asia. Los americanos, los que están en Alaska, los indígenas y otros que bajaron así, se mezclaron con otros, han venido por el norte. Entonces venían de la Mongolia, venían de la Siberia, del norte de Asia. Son los norteños, que son los que le decían los pieles rojas. Y eso también es notable porque los primeros homínidos, o sea, los primeros seres humanos homínidos, que después se desarrollaron como homo sapiens, partieron de África, de donde se realiza la primera migración de los homínidos que van hacia Europa y hacia Asia. Y después los asiáticos dan la vuelta. Es impresionante. La exploración del ser humano.
DERECHOS DECLAMADOS
–¿Cómo está la salud de las familias guaraníes y las familias originarias en general?
–Tenemos una excelente protección jurídica. La Constitución Nacional, el capítulo quinto, es excelente. El artículo 62 dice “el Estado reconoce la existencia de los pueblos indígenas como anteriores a la formación del Estado pa raguayo”. Y después los otros artículos sobre el respeto a su cultura, su tradición, su sistema educativo, sus creencias, sus territorios. Después un artículo de la Constitución que dice que el Estado dará gratuitamente tierra a los pueblos indígenas en cantidad y calidad suficiente para su sistema tradicional de vida. Y otro sobre el derecho consuetudinario, que también es reconocido dentro del Código Penal, o sea, el juez debe tener en cuenta cuando hay conflicto interno el derecho penal consuetudinario de los pueblos indígenas. En la educación, yo creo que se hicieron pasos adelante a partir de la ley de 1981. Actualmente hay un 70 % aproximadamente de pueblos indígenas que tienen la tierra asegurada. Y cuando la tierra es asegurada, no digo que están bien, pero por lo menos tienen la tierra asegurada. El problema viene con los otros que o no tenían títulos o son títulos débiles. Y en ese tiempo, sobre todo en el tiempo de la pandemia, han sido desalojados forzosamente. Varios casos dolorosos donde llega un nuevo propietario con el fiscal, con la policía, con un título fabricado en el año en alguna escribanía y ahí le echan al pueblo indígena. Esta es la causa de que los indígenas anden vagando aquí delante del Indi (Instituto Paraguayo del Indígena) para reclamar un pedazo de tierra.
–¿Cuáles son algunos pasos imprescindibles que tendrían que encararse para que la suerte de estas comunidades mejore y tengan las mismas oportunidades que los paraguayos?
–Primero, un acompañamiento en recuperar parte de los territorios tradicionales, la devolución del territorio. Porque la tierra no es solo tantas hectáreas porque para el pueblo indígena la tierra no es un producto comercial. Para ellos la tierra es la madre que da vida, la madre que te da los alimentos, los medicamentos. Ese es el primer paso y luego un acompañamiento por parte del Estado en la capacitación. La capacitación es fundamental porque el indígena viene de miles de años con una mentalidad de cazador y recolector. No está acostumbrado a cuidar cerdos, gallinas, cabras, ovejas, ni de pla nt a r, aparte el maíz, que eso sí es tradicional. Entonces, esa educación.
–¿Algo positivo que puedas destacar de lo que se está haciendo?
–Lo positivo es que hay más de 1.000 maestros indígenas que tienen sueldo del Estado. Es un aspecto positivo. Nosotros desde la Universidad Católica estamos organizando un curso para el maestro ya en ejercicio de educación intercultural. El maestro, aparte de ahondar en sus raíces, en su idioma propio, también debe conocer el castellano, conocer la cultura que le envuelve, entrar en diálogo con las culturas envolventes, que ya es algo inevitable, ya no pueden vivir aislados. Y en ese encuentro cultural, hacer que no sea un choque, sino que sea un diálogo intercultural que no se base en imposiciones.
–¿Qué se tiene que hacer para que el Indi funcione mejor?
–Primer paso, vamos a lo económico. Hace 12, 13 años, en los primeros años de la década de 2010, tenía un presupuesto que era por decir 100. Ahora tiene un presupuesto de 50, la mitad. Entonces te encuentras con el Indi y qué sucede en un caso de desalojo. Tiene que correr ahí el funcionario del Indi a ver qué sucede y no tiene para comprar el combustible. Si tiene para el combustible, no hay abogado porque hay que pagarlo y no tiene rubro para el abogado. Entonces, el primer punto es eso, aparte de la voluntad política. Otro problema es que el Estado ya no tiene tierras fiscales.
UNA IMPRESCINDIBLE
–Quiero que me hables de Marilín Rehnfeldt y de su presencia tan fuerte en nuestra historia.
–Le estamos recordando en estos días en la biblioteca del Congreso y con esa semana del indígena. Fue una figura muy luminosa, una mujer que aparte de ser antropóloga –ella se recibió en Estados Unidos en antropología social– dedicó su vida con amor a los pueblos indígenas. A nivel personal, a nivel comunitario, recorrió todo el país por diferentes comunidades, especialmente de la región Oriental, los mbyá sobre todo, donde ella también hizo sus investigaciones. Y entró de lleno en el proyecto Pionero, el proyecto Marandú, donde estaban Chase Sardi, estaba Sinforiano Rodríguez, Moreno Soreros, entre otros, que empezaron a querer aplicar los principios que habían salido de la declaración de Barbados de 1971, que pedían a los Estados el territorio, derecho a la cultura, derecho a la vida indígena, el respeto a la educación indígena, respeto a sus creencias, su sistema tradicional de vida. Ese proyecto Marandú suscitó también muchas oposiciones en el periodo político de aquel tiempo y Marilín hasta fue presa, así como otros de ese grupo.
–Una historia de imprescindible.
–Ella siguió su lucha hasta el último día. Últimamente fue asesora del Arzobispado de la Pastoral Indígena Urbana. O sea, asesoraba las acciones que hay en la Pastoral Social y de los obispados.
–¿Cómo es la relación de las comunidades indígenas con el sistema de la ciudad?
–Hay varias comunidades urbanas en Villeta, Nueva Italia, Luque, Areguá, el camino que va a San Bernardino. Son pequeños territorios, pero dentro de ellos están construyendo una cultura indígena urbana. Hay como 5.000 indígenas en la zona del Gran Asunción que están en un territorio. Entonces, van construyendo una nueva identidad porque ya no es la identidad del bosque grande, de la selva, y eso es posible porque la cultura es una construcción. Lo importante es que esa construcción sea hecha por ellos. Lo importante es que ese proceso sea un proceso autónomo que no sea impuesto desde afuera y que pueda crear nueva identidad propia.