• por Jimmi Peralta
  • Fotos: Gentileza

La Alianza Francesa de Asunción dio a conocer a los ganadores de la 27.ª edición del Premio Henri Matisse. Paola Cabrera obtuvo el primer lugar con un potente simbolismo sobre la resiliencia tras el bullying, mientras que María José Jara fue reconocida con el segundo puesto por autorretratos epidérmicos intervenidos con inteligencia artificial generativa.

La competencia, organizada por la ya mencionada institu­ción cultural, la Embajada de Francia en Paraguay y la Asociación para las Artes Visuales en Paraguay/ Gente de Arte distinguió a Paola Cabrera Muñoz con el primer premio por sus tra­bajos “Nada es para siem­pre - Sostenerse a sí misma” (instalación) y “Nada es para siempre - Al otro lado del dolor” (videoperfor­mance).

En tanto, el segundo pre­mio fue para María José Jara Fioro, por “Phanerā” y “Rutina II”. El galardón otorgó una mención especial a Brune Poletti por una obra sobre lo corporal y la disiden­cia de género.

Invitación al canal de WhatsApp de La Nación PY

El jurado estuvo compuesto por Laura Gerard (Cité des Arts, Francia), Lucie Brechette (Institut Français, Francia), Félix Cardozo, por la Asocia­ción Internacional de Críticos de Arte (AICA) Capítulo Para­guay; Alfredo Quiroz y Mirian Chamorro, por Gente de Arte.

PAOLA CABRERA

La artista aborda la ins­talación y la perfor­mance como modos de expresión. Estudió la carrera de Artes Visua­les en el Instituto Supe­rior de Arte (ISA) de la Facultad de Arquitec­tura, Diseño y Arte de la Universidad Nacional de Asunción (FADA/UNA). Formó parte de la resi­dencia artística en Asun­ción de Estación Lab 13 de Tranvía 13, impulsada por Silvana Domínguez y Joaquín Sánchez.

–¿Cómo surge la idea del tema y forma de tus obras?

–La idea es algo que ya se estaba gestando hace años. Fue un pro­ceso largo de sanación por el trauma que dejó el bullying que viví en la adolescencia. Y este año, después de haber tenido una pesadilla que me volvió a conectar con todo eso vivido, sentí las ganas de querer, de una vez por todas, “sacarlo de mi cuerpo”, por así decirlo. Y fue así, como algo muy instinto, el de hacer una obra que hablara de ese momento de mi vida.

Paola Cabrera estudió la carrera de Artes Visua­les en el Instituto Supe­rior de Arte (ISA) de la Facultad de Arquitec­tura, Diseño y Arte de la Universidad Nacional de Asunción (FADA/UNA)

FUERZA SILENCIOSA

–¿Podrías brindarnos una sinopsis de tus tra­bajos?

–”Nada es para siempre - Sostenerse a sí misma” funciona como autorre­trato de un momento de mi vida en el que atra­vesé por un bullying muy fuerte y para sobrevivir a ese momento me tuve que hacer de piedra.

Contiene en sí una memo­ria guardada como testi­monio de lo vivido. Cada una de estas piedras, como partes de mí, como frag­mentos de una historia que construyen un todo. Las mismas, envueltas en tela de “segunda piel”: elástica, resistente, pero no indes­tructible. Como la piel. Mi piel.

“Nada es para siempre” fue el mantra salvavidas. Entender que todo cam­bia, que incluso el dolor se va, me dio la confianza para seguir (frase que me regaló mi papá ese año que todo estaba pasando). La obra cuelga de un árbol. Un árbol que es testigo y sos­tén. Como una fuerza silen­ciosa que, pese a todo, sigue en pie. Representa lo que nunca desapareció en mí: mis ganas de seguir viva.

–¿Qué representa para vos este reconocimiento?

–Un impulso para seguir apostando a mi carrera artística. Estoy aún más comprometida de lo que ya estaba de seguir formándome y transitar este camino. Además de la sensación de que se abren puer­tas ahora en el exterior para poder profundizar mucho más. Muy agra­decida y emocionadí­sima.

–¿La pregunta por lo antropológico y por el deber ser vitalista está tal vez detrás de la resi­liencia expuesta en tu trabajo?

–Sí, creo que en mi pro­ceso de creación hay una búsqueda sobre lo humano, sobre el deve­nir de la vida –de mi vida–. Y sí, pienso que el hecho de existir, sim­plemente estar acá, ya es un acto de resiliencia.

MARÍA JOSÉ JARA FIORIO

Artista visual, fotó­grafa y gestora cultural. Es licenciada en Artes Visuales por la Univer­sidad Nacional de Asun­ción, donde actualmente ejerce la docencia. Es ges­tora y curadora.

–¿Cómo surgen estas temáticas y formas pro­puestas en los trabajos seleccionados?

–La obra “Phanerā” forma parte de una serie de registros interveni­dos que se inicia con fotografías que tomé de imperfecciones y cicatrices de mi piel. Podrían considerarse autorretratos que inten­tan abordar un estado real y visible. Estas imágenes fungen como matriz a ser interpre­tada por los algoritmos de la IA generativa, los cuales siguen la tenden­cia social de allanar relie­ves, aplanar y arreglar aquello “no deseado”. A partir de una indicación (prompt) se opera una intervención algorítmica secuencial en donde pau­latinamente se va aumen­tando la “fuerza” de la IA, pasando por formas que asemejan a lo orgánico, pieles que intentan ser limpiadas, dejando atrás paulatinamente aquellas marcas y cicatrices pro­pias de un cuerpo, de una historia, y avanzan hacia una imagen llana, defor­mando el registro para lle­varlo a algo hegemónico sin llegar a serlo del todo. Aparece el disenso entre el cuerpo y la apariencia.

–¿Cuál es tu relación rutinaria y política con la tecnología?

–Al trabajar en comuni­cación, creación de con­tenidos y gestión de redes sociales, uso bastante la tecnología en mi rutina diaria. No obstante, trato de aportar desde mi espacio firmando peticiones, com­partiendo información que podría ser de utilidad para otras personas y, cuando me es posible, participo en debates. Considero que la tecnología y todo lo que esta ofrece pueden concebirse como herramientas poderosas para la participación ciudadana , pero también deben ser abordadas con criterio y responsa­bilidad.

María José Jara Fiorio, licenciada en Artes Visuales por la Universidad Nacional de Asun­ción

IMPULSO

–¿Qué repre­senta para vos este reconoci­miento?

–Representa un importante y valioso impulso para la crea­ción y producción de obras; así también, me brinda una oportunidad de cono­cer importantes eventos internacionales como una bienal de la región, además de que me permitirá reali­zar mi primera exposición individual, en este caso en el Centro Cultural de la Ciudad Carlos Colombino/ Manzana de la Rivera. Fue la primera vez que me pre­senté a este premio, por lo que estoy satisfecha con los resultados y con el cuerpo de obra presentado.

BRUNE POLETI

Cursa la licenciatura en Artes Visuales en el ISA. A lo largo de 2024 parti­cipó de distintas muestras colectivas en Fundación Texo, Espacio E, el Centro Cultural Juan de Salazar, entre otros lugares.

–¿Cómo surge la idea del tema y forma de tu obra seleccionada?

–Lo corporal y la disidencia de género son ejes impor­tantes para muchos de mis proyectos. Es una de mis líneas principales de trabajo. Esta obra en par­ticular viene de un interés por el lenguaje, la palabra como una forma de cons­truir cuerpo. Me interesa pensar el lenguaje como un cuerpo inmaterial que se construye entre las per­sonas, entre varios entes. Una amiga muy cercana me había regalado unos pedazos de cerámica rota que habían sido de una tina que ella misma rompió. Por supuesto que hay una cues­tión que también se escapa de lo meramente racional, un interés estético por la materialidad, por el frag­mento en sí mismo y tam­bién un poco de la historia que se forma en ese gesto de pasar de mano en mano los pedazos de algo roto.

VÍNCULOS

–¿Eso representó para vos algún tipo de simbo­logía?

–Ahí me di cuenta de que esa cuestión material coincidía con lo que, diga­mos, conceptualmente me estaba preocupando en ese momento, esto de un cuerpo que atraviesa a varios seres por vín­culos que trascien­den lo material, afec­tos, dolores, recuerdos, etc. Cuando empecé a trabajar en la obra venía leyendo unos cuantos poe­marios de escritores que me inter­pelaban muy fuer­temente, entonces incluí algunos de sus versos entre los pedazos. Creo que es importante escuchar las voces de estas personas. Y fue así como de a poco fui cons­truyendo un cuerpo hecho de varios otros cuerpos, disí­miles, fraccionados, angu­losos que, sin embargo, ter­minan formando un todo y, extrañamente, se relacionan entre sí a pesar de que no haya conexiones explícitas a primera vista. Escribiendo sobre cada uno de estos pedazos terminé llegando a la cifra 108, que para mí es un símbolo de, en simultáneo, represión y comunidad, y me parecía importante hacer referencia a este suceso tan contundente que aconteció en nuestro país.

–¿Cómo podrías trazar un hilo conductor entre arte, política e historia, ya sea desde lo reflexivo o lo sen­sitivo?

–Este es un tema que hasta el día de hoy sigue siendo dis­cutido, es una conversación constante. Yo personalmente creo que hoy por hoy es muy difícil, o incluso hasta inge­nuo, pretender separar el arte de lo histórico y lo político. El gesto artístico tiene sus significaciones políticas. Al hacer una obra, se está arti­culando, de alguna manera, una declaración, un discurso. Me interesa pensar que el arte puede ser un espacio importante para construir memoria, porque la memo­ria apela a construir vínculo con lo lejano, sentir por más de que no me haya sucedido a mí. Entonces, yo creo que vincular lo artístico, lo his­tórico y lo político demanda de ambos aspectos, tanto lo reflexivo como lo sensible, e incluso más.

Brune Poleti cursa la licenciatura en Artes Visuales en el ISA
“Phanerā”
“Verborragia” o “108 cuerpxs y uno”

Déjanos tus comentarios en Voiz