Al cumplirse seis años de publicaciones de estos “Cuadernos de barrio” en el Gran Domingo de La Nación, Toni Roberto habla de la muestra que presenta actualmente en la Galería Exaedro.
- Por Toni Roberto
Allá por 1979, estando en el casco histórico de un tambo en Yaguarón, venían bajando de hacia Cerro León unos músicos con una guitarra, arpa y acordeón. Un silencio, luego unas cortas palabras: “Permiso, capitán, para pasar por tu propiedad. Vamos a tomar el micro en la ruta 1″. De esta manera, por la amabilidad del propietario, el cantante dedicaba una música paraguaya y seguían el viaje rumbo al sur.
De esta misma forma, hoy después de seis años de publicaciones de domingo, les pido permiso a los amables lectores para hablar de una historia personal, una muestra no referencial, solo unos dibujos desde el corazón, que tratan de recordar momentos del pasado, tratando de atrapar instantes perdidos desde un rincón del alma.
PSICOANÁLISIS EN EL MARZO PARAGUAYO
Eran los últimos días de marzo de 1999. Desde el gran ventanal del piso 3 del edificio Coomecipar veía el centro de Asunción ardiendo en aquel denominado Marzo Paraguayo.
En la reducida sala acondicionada para charlar con el Dr. Freud, estaba sentada Beatriz Rivarola, esperando el inicio de la primera de aquellas sesiones semanales donde se enseñaba a conversar con uno mismo. Al final de los 50 minutos, unas escuetas pero concisas palabras, una devolución como decían en aquellos programas de concurso musical televisivos de los años 2000.
Así, después de profundos encuentros psicoanalíticos, que empezaba conmigo mismo, venían frenéticas carreras dibujísticas, que había suspendido a principios de los años 90, casi 10 años después, salían consciente o inconscientemente ríos de líneas descargadas en cada trazo “sin un porqué”, parafraseando al joven músico, psicólogo, poeta y escritor paraguayo Diego Carmona, ganador del premio a la mejor novela infantil digital de Itaú en 2023.
LOS DIBUJOS EXTRAVIADOS EN SAJONIA
Pasaron dos décadas y por primera vez me senté como si fuera en un diván a mirar el malón de hojas convertidas, bajo el mando de la línea, en nuevas historias de viejas emociones personales y también como una manera de encontrarme con aquel añejo espejo que había perdido de dos maneras.
Una de ellas, en dibujos, que terminaron sin querer allá por 1980 en bolsas de basura de una casa amiga del barrio Sajonia; diseños escondidos, casi prohibidos por mí mismo, como decía Ticio Escobar en mi presentación de la muestra que realizara en el año 2003 en el hoy desaparecido Centro Cultural Citibank, con un aditamento, un pseudónimo, Aladino; “la luz que iluminaba la oscuridad de mis dibujos”, como diría Toto Rojas, músico, poeta y arquitecto.
LILIAN Y SU LUGARTENIENTE ÁNGELA
En esos sillones artísticos de Exaedro, sentadas frente a mí Lilian Ojeda y su lugarteniente, la más antigua enmarcadora de Asunción Ángela Meaurio, tratando de armar un discurso de muchas carpetas de dispersos dibujos de más de dos décadas. Así fueron apareciendo las series “Tornado”, “De la señora”, “De los lugares que no pudieron ser”, “De la unione italiana”, “La de Paz y Hamaca”, entre otras.
Hoy, aquí en esta vieja casa de los años 40 que se encuentra sobre la calle Acá Carayá al 595, en esta muestra se deposita la mirada de estas dos mujeres, de ese torrente, tornado o terremoto que daba vueltas en mi cabeza y que devienen de un archivo de dibujos originales, tratando de atrapar la dispersión frenética de quien escribe estas palabras en el primer día del mes de abril del año 2025 desde Asunción, desde un imaginario barrio, convertido en un sanador “Tornado de barrio”.