Ilana Gritzewsky (30), experta en repostería, fue una de las 250 personas secuestradas por terroristas del grupo Hamás en colaboración con civiles de la Franja de Gaza. Ella y su pareja, Matan Zangauker (25), fueron llevados de manera forzosa y violenta del kibutz Nir Oz, uno de los lugares contra los que Hamás se ensañó particularmente el 7 de octubre de 2023.

  • Por Juan Carlos dos Santos X: @juancads
  • Fotos: Juan Carlos dos Santos / Gentileza

Ilana fue liberada tras el primer acuerdo entre Israel y el grupo terro­rista Hamás luego de 55 días de cautiverio, pero su pareja y sus amigos siguen secuestra­dos en Gaza y se desconoce cuál ha sido su destino.

Ella cuenta en una entre­vista concedida a algunos medios de Hispanoamérica, entre ellos Nación Media, su terrible experiencia durante el secuestro y los abusos a los que fue sometida por un maestro y un profesor mien­tras estuvo retenida en Gaza.

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Durante la entrevista, ges­tionada por Media Central y Fuente Latina, con el apoyo del Foro de Familias de Rehe­nes, Ilana comparte su histo­ria íntima, personal y dolo­rosa porque es conciente de que debe hacer todo lo posi­ble para ayudar a la libera­ción de Matan y del resto de los secuestrados que aún per­manecen en poder del grupo terrorista.

“¿QUÉ HICE YO QUE ELLOS NO?”

“Cinco meses atrás, retorné del cautiverio en Gaza. Mi cuerpo es libre, pero mi mente y mi alma aún están en Gaza con Matan, con mis amigos y con todos los demás secues­trados que aún permanecen allí. Desde el momento en que fui liberada, todo el tiempo me pregunto qué hice yo y qué no hicieron ellos para no estar con los suyos, como yo lo estoy ahora. Y aunque no tengo la respuesta, solo tengo una misión: no perder la esperanza de que eso suceda”, dijo Ilana al leer un manifiesto personal en inglés, previamente publi­cado en The New York Times.

Para Ilana, cada momento representa una lucha por sobrevivir y no perder la esperanza. “El tiempo pasa y temo a la oscuridad. No puedo regresar a la normalidad, no puedo tener calma ni paz. Estoy aquí con ustedes por­que me niego a permanecer en silencio. Fui secuestrada, golpeada y abusada”, expresó al comenzar la entrevista.

Intenta contener las lágri­mas cuando dice que no sabe si Matan sigue con vida o no. Hace un llamado a sus gober­nantes y a los mediadores para que no dejen de inten­tar traer de nuevo a los secues­trados a casa.

“PROMETÍ LEVANTAR LA VOZ”

Ella decidió contar sus dolo­rosas vivencias. “Sé que los abusos sexuales no son solo contra nosotras, las mujeres. También les pasa a los hom­bres que siguen en cautiverio. Les prometí a los que dejé en los túneles que iba a levantar mi voz lo más posible para ayudar a su liberación y que regresen a casa. Si puedo ser la luz de alguien en el túnel, si alguien allí me está escu­chando, solo quiero decir que seguimos luchando por ellos. Es la única manera en que podría sentirme libre, porque la única forma en que pueda comenzar mi rehabilitación es cuando mi novio y mis amigos sean liberados. Solo así dejaré de preguntarme por qué yo sí y ellos no”, con­fiesa Ilana, ya entre lágrimas, que van cayendo a medida que transcurre su relato.

Nir Oz fue uno de los kibutz más afectados por la masacre cometida por Hamás y los civiles de Gaza que ingresaron a Israel

NO ESTÁ LISTA PARA REHABILITACIÓN

Afirma que no está lista para una rehabilitación ni física, ni mental, ni espiritual. “Es muy difícil tratarme o hacer reha­bilitación cuando la persona con quien debería pasar el resto de mi vida sigue en cau­tiverio. Cada vez que abro el refrigerador, me pregunto por qué yo puedo y él no”, relata.

Nos cuenta que la misma sen­sación se repite cada vez que va a comer, a bañarse, a dormir en una cama o simplemente cuando recibe el abrazo o el cariño de sus seres queridos. “¿Cómo puedo ir a rehabili­tación cuando hay gente que hace sus necesidades en un recipiente frente a todos en un túnel oscuro? ¿Cómo puedo ir a rehabilitación sabiendo que mi pareja aún está en ese infierno? Mis heridas físicas no son importantes, pero todo el tiempo estoy contando al mundo lo que mi novio y mis amigos están sufriendo. Me cuesta hablar de esto como me cuesta hablar de todo”, asegura.

Ilana afirma que existen prue­bas de que varios hombres han sufrido abusos sexuales al igual que las mujeres. Tam­poco puede creer que haya personas en el mundo que nieguen esta realidad. “Me duele que muchas organiza­ciones de protección a muje­res no levanten su voz. Estoy aquí contando mi historia y muchos dicen que son cosas que no pasaron”, se lamenta.

EL ABUSO EN GAZA

El tema es tan delicado que ha sido difícil para todos los par­ticipantes contener la emo­ción y mantener la serenidad para realizar las preguntas.

“Todos los días sueño con el momento en que podamos reencontrarnos con Matan, pero también tengo miedo porque no sé si nuestras almas podrán volver a estar en la misma sintonía que antes. El secuestro nos cambia la vida. El 7 de octubre, cuando los terroristas nos llevaban en las motos, uno de ellos decidió comenzar a tocarme: metió su mano bajo mi blusa, luego me tocó las piernas y me desmayé. Soporté todos los golpes, me rompieron la cadera, me que­maron la pierna y, cuando des­perté, me encontré semides­nuda en un lugar destruido con varios terroristas encima mío. Les rogaba que no me vio­laran y entonces se molesta­ron, me golpearon y me tira­ron a un coche mientras me gritaban (en inglés): ‘Bienve­nida a Gaza, bienvenida a tu nueva vida’. Dentro de la casa a la que llegué, un terrorista me abrazó, me dijo que era bonita, que nos íbamos a casar y que íbamos a tener hijos, todo esto mientras me apuntaba con un arma”, narra con dolor Ilana.

CON DIABETES Y SIN ATENCIÓN

Tener diabetes le ayudó de alguna manera, ya que per­manecía desmayada casi todo el tiempo y vestida con hiyab. Recuerda que la despertaban de madrugada para ser some­tida a interrogatorios y que nunca recibió atención médica ni de los terroristas, ni de los civiles, ni de la Cruz Roja.

Solo recuerda que se sentía como una marioneta mientras la trasladaban de los túneles a las casas y de las casas a los hospitales para luego volver a los túneles. En las casas en las que permaneció oculta estuvo al cuidado de un profesor y en otra de un médico, ambos per­tenecían a Hamás.

“Mi vida pendía de un hilo y no aguantaba más. Estaba des­esperada, pensando que esa iba a ser mi vida para siem­pre. Por eso, mi misión es ser la voz de los 59 secuestrados, entre ellos mi novio”, con­cluye Ilana.

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