En esta edición del programa “Expresso”, del canal GEN/Nación Media, Augusto dos Santos recibe a la consultora psicológica en educación y crianza Marcela Peña, quien aborda la problemática de la adicción digital, que afecta especialmente a niños y adolescentes. Frente a la sobrestimulación permanente que impone internet, Peña reivindica un momento de desconexión y de contacto humano que no rehúya incluso del aburrimiento, pues es en estos momentos cuando la creatividad se activa para sacar provecho del tiempo muerto.

  • Fotos Pánfilo Leguizamón

–¿Cuál es el desa­fío de educar en un contexto de hiperpresencia mediá­tica, digital, juegos y todo lo demás?

–El gran desafío de hoy de los papás y las maw más, y todos los adultos es tratar de com­partir más tiempo humano con ellos, encontrar momen­tos de calidad sin tecnología, pero vivimos con la tecnolo­gía. Todo el tiempo estamos en contacto con la tecnología y hoy nuestro teléfono pasa a ser nuestra billetera, nues­tra agenda, nuestro lugar de juego, nuestras notas. Enton­ces, yo creo que el gran desa­fío es intentar volcarnos a estas habilidades humanas, que muchas veces terminan hasta casi desapareciendo en el día a día.

–Quisiera detenerme y que nos ayudes un poco más con esa expresión que es el tiempo humano, que hace 30 años hubiera parecido una obviedad, pero cuando eso humano se fue reem­plazando ahora lo estamos reivindicando.

–Hace poco también se hizo un estudio sobre las bibliote­cas humanas, o sea, no ir a bus­car un libro, sino ir y buscar el saber de otra persona para que te pueda contar y te pueda transmitir su saber. Enton­ces, en eso estamos teniendo tiempo humano. El tiempo humano se da en esa calidad que es “cocinemos un rato juntos”, “leamos un cuento”, “creemos un cuento”. En esos momentos de creación con nuestros hijos hay un mon­tón de recursos y estrategias no solo pedagógicas, sino que también emocionales y para compartir en familia, que si uno empieza a nadar sobre ese mundo de recursos, hay un montón para poder vincu­larte y salen cosas extraordi­narias de esas conversaciones.

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–Tampoco la cuestión es ubicar a la figura del papá culpable porque final­mente los padres son un resultado de la sociedad, del trabajo y de todo lo que sucede.

–La palabra culpable es fuerte. Pero inevitablemente cuando después sucede algo, en ese momento inevitablemente como papás o como adultos responsables de los menores en general nos vamos a sentir culpables porque o no lo vimos, no nos dimos cuenta, qué nos pasó, nos pasó el día por encima. Y ahí, como adul­tos, empezamos a tener un montón de cuestionamien­tos y decir ¿y qué hice?, ¿por qué? ¿o por qué a mí?

LA COMUNICACIÓN

–¿Cuál tendría que ser la relación óptima entre los padres y los hijos en estos tiempos bastante difíciles?

–Yo creo que el pilar y donde se basa mucho es en la con­versación, la comunicación. Es decir, en esos momentos el teléfono o la tecnología hay que sacarlos. Eso trae incon­venientes en el momento por­que uno cuando le dice a un adolescente o un hijo “dejá de usar el dispositivo que estés usando”, no lo quieren dejar. Y eso genera un conflicto y en general padres o madres pre­fieren evitar tener esa discu­sión. Entonces, el padre y la madre o el adulto tienen que en general poder dar el per­miso y poner el límite.

–¿Cómo se superan esas barreras que hay en la comunicación?

–Para mí lo importante en ese sentido es saber quién soy yo como persona, yo como mamá o yo como papá, o yo como abuela o abuelo, y a par­tir de ahí reconocer que tengo ciertas limitaciones y mi hijo va a ser mi reflejo, mi hijo es mi espejo, mi hija es mi gen. Ellos son parte de nosotros y aún si los que estamos al cui­dado de otros no tienen nues­tro vínculo de sangre, copian lo que hacemos. Hay también estudios donde se refleja que la persona copia más de lo que adquiere individualmente.

–De pronto también puede tener que ver con esa cul­tura autoritaria, ¿no?

–Y también somos padres analógicos con hijos digita­les. Se habla mucho esto den­tro de la consulta. Entonces, nosotros si somos padres analógicos, tenemos una his­toria enorme, tenemos que aprender de la digitalidad. Entonces, sentarnos a con­versar es también intentar entrar en ese mundo donde la parte adulta tiene un mon­tón de resistencias. Enton­ces, yo tengo que trabajar en mis resistencias porque la tecnología va muy rápido. Lo que hay que plantearse es si uno va a dejar solo a su hijo en la esquina o a 10 cua­dras durante cinco horas. ¿Voy a estar tranquila? Por supuesto que no.

PREGUNTAS

–¿Hay algunos padres que consideran un gesto de debilidad el preguntarse?

–Puede ser, depende de la generación, depende de la sensibilidad que tengan sobre diferentes aspectos o temáticas. Normalmente inician esas preguntas sobre temáticas que lo trascien­den o una enfermedad, pero cuando ya la situación está. O sea, previo no mucho. Depende de las escuelas, depende cómo sea el lugar donde se educa a los hijos y a las hijas, tienen mayores o menores recursos de poder cuestionarse. Las institucio­nes educativas suelen hacer encuentros para sensibili­zar, para dar a conocer, pero generalmente los que asis­ten siempre son los mismos padres. Normalmente se actúa cuando hay una acti­tud y una conducta preocu­pante. Cuando ya no existe el control.

–¿Hay estadísticas res­pecto a la población y momentos en que se pre­sentan los casos de ludo­patías y adicción digital?

–Desconozco si hay estadís­ticas, pero por lo menos en mi profesión del día a día hay prevalencia del género feme­nino, que tiene que ver con la madurez más temprana o por una búsqueda que empie­zan a tener en su surgir feme­nino, sobre todo a través de las redes.

–¿Cuáles son algunos avi­sos al respecto de que una persona menor está empe­zando a abstraerse porque está metida en ese tipo de adicciones?

–Acá tendría que ir como un poco más. Es el tema de cuánto acceso tiene un padre, un adulto a ese celular o al dispositivo que esté uti­lizando. Lo primero que van a hacer es ocultar, resguar­darse, van a estar más irri­tables, van a tener mayores espacios de silencio, tal vez no se lo está contando a alguna amiga o deja de frecuentar alguna amiga o algún amigo. Esos rasgos en general sue­len ser como parecidos, pero de vuelta la presencia de los padres y de las madres o de los abuelos, muchas veces las abuelas o abuelos que cuidan a sus nietos y a sus nietas gene­ralmente son los primeros en detectarlo. Entonces, hay que preguntar con quién te juntás, con quién vas. Hay una frase también muy típica de “no lo conocés”. “Bueno, si no lo conozco, entonces no vas”. Ahí de vuelta tenemos que empe­zar a jugar con los límites.

AUTOESTIMA

–Una de las víctimas en estos procesos suele ser la autoestima. ¿Qué acciones pueden generar los padres para mejorar eso?

–La autoestima hay que estar acompañando desde tem­prana edad, desde cuando empiezan a gatear, desde cuando empiezan a cami­nar, desde que empiezan a ir al colegio, cuando empiezan a estar en nuevos grupos, es estar cerca, acompañarlos, darles recursos y herramien­tas de fortaleza personal. El “vos podés si estás bien”. Y de vuelta la conversación y si nosotros como mamás y como papás somos más huma­nos con respecto a todo lo que sensibiliza la vida de nuestros hijos y de nuestras hijas, ellos van a estar seguros y no vamos a poder evitar que eso suceda, porque a veces hay cierta diferencia, ¿no? Bueno, “yo lo acompaño, pero que no pase”. Al contrario, tiene que pasar y tenemos que estar ahí al lado acompañándolos para que puedan enfrentar y desplegar esos recursos personales que ellos tienen. La autoestima va a estar a partir de que nosotros como adultos les permitamos a ellos desplegar esas habili­dades. Los hijos van varias horas a la escuela haciendo cosas que generalmente por ahí mucho no les gustan, mate­mática, lengua, etc. ¿Y dónde está el desarrollo de esas habilida­des innatas que tie­nen propias?, donde ellos seguramente van a estar más seguros.

–¿Qué arco de situacio­nes se pueden dar desde la situación más leve hasta la más grave?

–Lastimarse existe mucho, autodañarse porque no son escuchados porque hacer grupos de otros que estén compartiendo la misma sen­sación de no sentirse bien y eso cada vez los hunde más. Acceso a drogas. Para no lle­gar a ese punto tan extremo tenemos de vuelta el contacto, el contacto físico, el abrazo, el beso, ¿cómo te fue?, ¿qué te disgustó?, ¿qué serie estás viendo? Hay que estar cerca. Hoy y toda la vida los jóvenes y los adolescentes tienen su pro­pio lenguaje. Entonces es importante también saber cuál es el len­guaje que ellos están teniendo hoy. Entonces, si yo no estoy cerca de ellos, yo no voy a poder saber qué lenguaje están manejando.

–Yo también me pongo en la situación de los niños de que al llegar son abordados por una especie de interrogato­rio policial, ¿verdad?

–A veces son cajitas de tarje­tas donde es empezar a con­tar. Y en esos cuentos a veces me sorprende cómo los chi­cos te empiezan preguntando “¿y cómo era cuando vos eras chica?”, “¿qué hacías?”, “¿cómo lo hacías?”, “¿a qué jugabas?”. Y yo no tenía teléfono. Miraba las estrellas, buscaba ver los dibu­jitos con las nubes, hablába­mos en familia.

EL ARTE DE ABURRIRSE

–Que por cierto era bien aburrido, pero era lo que había.

–Pero está bien aprender a aburrirse. Esto tiene que ver de vuelta con la autoestima y todo. El aburrirse desarrolla mucho la creatividad. Enton­ces, en ese sentido nosotros necesitamos una estimulación y en esa estimulación hay que aburrirse y hay que aburrirse cada vez más. Sin embargo, siempre estamos pendientes de que los niños no se aburran.

–¿Por qué hay que aburrirse cada vez más?

–Para poder tener creatividad. Si no, la vamos perdiendo y si la vamos perdiendo, ¿cómo nosotros como adultos vamos a tener una conversación con nuestros hijos? Porque tam­bién vamos a perder la creativi­dad de conversar con los hijos.

–Fijate que una aprehensión de nuestro tiempo es tener todo el tiempo ocupado y se perdió también ese hábito de la observación, de la reflexión, de parar un poco.

–Hace poco estaba leyendo un libro de filosofía japonesa y hablaba bastante de esto, de la vida contemplativa. ¿Cuándo nos olvidamos de contem­plar? ¿En qué momento eso dejó de ser una actividad? Antes era tan básico sentarte y poder mirar pasar las nubes, las estrellas, el agua, el río, el mar, simplemente estar con un otro en silencio y simple­mente contemplar juntos la vida. También es importante si yo quiero hijos fuera de los cuartos, fomentar la práctica deportiva. No ser el mejor ni nada, puede ser hasta caminar simplemente. A veces cami­nar e ir en silencio también es bueno para el vínculo familiar, compartir un sándwich, etc.

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