• Ricardo Rivas
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El Día Mundial del Sueño se celebra el viernes anterior al equinoccio de otoño, en el hemisferio sur, para concienciar sobre la importancia de un sueño saludable para mejorar la calidad de vida. No obstante, todo indica que crece el número de hombres y mujeres que dicen tener problemas para dormir.

“I have a dream...” (Yo tengo un sueño). Esas cuatro pala­bras resonaron con la fuerza de millones de personas que forzaron sus gargantas para hacerse oír en aquel mundo de entonces que era mundial y para nada global. Washing­ton era el lugar desde donde Martin Luther King Jr. se hizo escuchar en el nombre de todas y todos aquel 28 de agosto de 1963.

El sol caía a plomo. El verano sofocaba. Entre 200 y 300 mil personas rodeaban el monumento a Abraham Lin­coln. Los derechos civiles era el sueño. El reverendo King lo sabía y lo dijo, pero era lo que cada oprimido y opri­mida soñaba para poner fin a la histórica violación masiva de los derechos humanos en los Estados Unidos, donde negros y blancos no eran suje­tos sociales en condiciones de igualdad ante la ley.

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Los supremacistas blancos padecían y padecen aque­llas palabras como pesadilla. “Sueño”, para la Real Acade­mia Española (RAE), es una “cosa que carece de realidad o fundamento, y, en especial, (es un) proyecto, deseo, espe­ranza sin probabilidad de rea­lizarse”.

¿Será así? Claramente, defi­nir, significar o, más aún, pro­ducir sentido son cosas bien diferentes. Pero sueño tam­bién es el “acto o la gana de dormir”... o acaso son aque­llos “sucesos o imágenes que se representan en la fantasía de alguien mientras duerme”. La palabra siempre presenta y (re)presenta. Por ello, sueño también puede ser “pro­yecto, anhelo, deseo, aspira­ción, ensueño”. Los sueños son una suerte de constante en la historia de la humani­dad que, pese a todo, no deja de soñar ni de soñarse. No existe “ensueño angustioso y tenaz” alguno que pueda con los sue­ños. Que pueda derribarlos.

PESADILLAS

Si se llama pesadilla a la “pre­sión del corazón y dificultad de respirar durante el sueño”, sin miramiento alguno me animo a significar el sueño como una forma de hipe­roxia vinculante con el buen dormir que en modo alguno tiene sinonimia con la idea de dormir bien. Los sueños atra­viesan las civilizaciones. Casi veinte años atrás, en el Museo de Antropología de Ciudad de México, un guía explicó que “para los mayas soñar era la apertura de un portal para llegar a otros mundos, donde estar más cerca de los dioses y de los ancestros”.

Aquel experto, mientras que con un grupo de colegas periodistas que en América Latina trabajábamos para la agencia de noticias Xinhua, recorríamos ese centro cul­tural y educativo, detallada­mente, sobre la maqueta de una vivienda familiar como las que eran comunes en aque­lla civilización originaria, explicó que antes de dormir hombres y mujeres “limpia­ban exhaustivamente el lugar donde habrían de descansar. Inmediatamente después esparcían incienso de copal para que la recámara se purifi­cara. Luego, en el punto exacto donde apoyarían la cabeza al acostarse –siempre orientada hacia el este, hacia la renova­ción que llega con cada ama­necer– colocaban trozos de jade o de cuarzo para prote­gerse. Finalmente, en algún lugar de ese recinto, ofrenda­ban a los dioses con alimentos y/o bebidas”.

En la cultura maya, siempre según aquel experto cuyas palabras atesoro en la memo­ria, “el sueño es el momento preciso en que el cuerpo se separa del espíritu para vivir una vida completa, mante­nerse vivos y ver con el alma aquello que no es posible de entender con la mente”.

PRÁCTICA SOCIAL

En ese contexto, describió como una práctica social mile­naria en los pueblos mayas el “preguntar cada mañana si soñaste”. Explicó también que “a niñas y niños se los alentaba para que soñaran y, más aún, para que contaran sus sueños porque pueden traer anuncios que el pixán (espíritu en maya yucateco) desentrañará para saber sobre el futuro cercano”.

¿Tenían pesadillas?, pre­gunté. “Sí, y las interpreta­ban como una llamada de atención para limpiar el pixán, para sanar, para alejarse de lo malo que hubo, que hay o podría haber en el entorno familiar o personal”.

Sueños… siempre los sue­ños. Alguna vez, durante una sobremesa en Oslo después de compartir un exquisito esto­fado de reno con colegas perio­distas y luego de repetidos skål (expresión tal vez equivalente a salud en el instante de un brindis) cuando el descanso ya era una demanda física inevitable, un viejo y hospi­talario mesonero explicó que en la cultura nórdica la creen­cia es que con algunos sueños se puede predecir el futuro y saber sobre el destino.

“Entre los vikingos –explicó también– el futuro se pre­senta como una especie de tapiz que en cada caso es tejido artesanalmente por las Nor­nas que, según la mitología, marcan el destino de hombres y dioses”.

Se cuenta por aquellas aleja­dísimas tierras para quienes habitamos en el sur del sur que culturalmente los sueños se asumen como vías de comu­nicación con otros mundos, con deidades, con antepasa­dos, con espíritus diversos que, en algunos casos y situa­ciones particulares, bendicen a quienes sueñan.

REVELACIÓN ONÍRICA

“Desde siempre se cuenta que Bjorn, uno de los pione­ros en Islandia, obviamente campesino y colono, durante un sueño recibió el mensaje de un espíritu que le aseguró prosperidad para él y su pue­blo. Inmediatamente, decidió quedarse allí con su rebaño de cabras y, desde entonces, es conocido como Goat-Bjorn”, explicó el mesonero.

Sueños... siempre los sueños. Entre los griegos Hýpnos (sueño), es hijo de Nix (noche) que lo concibió sin interven­ción humana junto con su hermano gemelo, Tanatos (muerte). Los que se cono­cen como poetas latinos ase­guran que Sueño vive en una profunda caverna al interior de una montaña donde jamás llegan ni habrán de llegar los rayos del sol. De Nix también se asegura que engendró una multitud de Ensueños (óni­ros) –”a los que dio a luz sin acostarse con nadie”– y con­forman una “tribu alada de mil hermanos que duermen plácidamente en una caverna ubicada en el inframundo”. Sueños… siempre los sueños.

No fue un día más el viernes que pasó. Definitivamente, no. Desde su inicio. Exactamente a las 6:48 de esa mañana, salió el sol. Un par de calandrias, sin embargo, cantaban desde unas dos horas antes desde las ramas de un enorme cedro azul que reina en el parque de Posta Tachuela, en el barrio La Florida de Mar del Plata, unos 1.725 kilómetros al sur de mi querida Asunción. Por ellas estaba bien despierto. Un rato después, Alexa me confirmó, como lo hace cada día, que la llegada del otoño parece ade­lantarse. Unos segundos des­pués me recordó que cada 14 de marzo –desde 2008– es el Día Mundial del Sueño.

Desde la pantalla del telé­fono inteligente Constanza Cilley, directora ejecutiva de la consultora Voices, después de contarme y aportar infor­mación sobre los resultados de una encuesta de alcance glo­bal para saber cómo duermen los que duermen en nuestra insomne aldea global, me dice que “los datos (recolectados en este país) reflejan una rea­lidad preocupante (porque) el 66 % de la población (argen­tina) admite que ha sacrifi­cado horas de sueño por el uso de pantallas” y puntualiza que ese dato “nos ubica entre los países más afectados por este fenómeno en el nivel global”.

Dejé de escuchar a las calan­drias que, a pesar de mi desa­tención, continuaban con el gorjeo porque, como lo ase­guraba doña Juanita, nues­tra querida abuela, “nos avi­san que pronto cambiará el tiempo y hará frío”. La ciencia la desmiente, pero, así y todo, el viernes último, junto con el canto del sinsonte, la tempe­ratura se desplomó.

Según los griegos, Hýpnos es hijo de Nix (noche), que lo concibió sin intervención humana. Sueños... siempre los sueños en la historia de la humanidad

INTERFERENCIA EN EL DESCANSO

Cilley precisa en su reporte que la afectación en el sueño “es particularmente alar­mante entre las mujeres y los jóvenes de entre 18 a 24 años, ya que son quienes presen­tan los mayores niveles de impacto” y enfatiza que con “urgencia (es necesario) gene­rar mayor conciencia sobre los efectos (que el) uso excesivo de la tecnología (afecta en) el descanso y (por ello es pre­ciso) promover hábitos más saludables para mejorar la calidad del sueño”.

El #DiaInternacionalDel­Sueño fue impulsado por la Asociación Mundial del Sueño (WASM) para, justamente, concienciar sobre la relevan­cia que tiene un sueño salu­dable para mejorar la calidad de vida.

“El sueño es fundamental para el bienestar general, pero nuestros hallazgos mues­tran que cada año más per­sonas están teniendo dificul­tades para dormir”, sostiene Richard Colwell, presidente de Worldwide Independent Network (WIN), quien ade­más en tono de advertencia precisó que “el aumento de los problemas de sueño es una señal de alerta que no debe ser ignorada” porque, después de entrevistar a 34.946 perso­nas en 39 países, asegura que “la calidad del sueño está en declive” y que esa situación es “una preocupante tendencia global”. Todo indica que crece el número de hombres y muje­res que dicen tener problemas para dormir. Voices y WIN reportan que “el 62 % de las personas afirman que duer­men bien en la edición 2025 de la encuesta global. Esto quiere decir que lo hacen “siempre/ con mucha frecuencia o regu­larmente”.

Por su parte, quienes dicen tener problemas para dormir “aumenta constantemente” y detalla que “en los últimos cuatro años la secuencia es desde el 35 % en 2021 hasta el 38 % en 2025 entre entre­vistados que manifiestan que rara vez, casi nunca o nunca duermen bien”.

“El sueño es fundamental para el bienestar general, pero nuestros hallazgos muestran que cada año más personas tienen dificultades para dormir”, sostiene Richard Colwell, presidente de WIN International Association

TENDENCIA PREOCUPANTE

Las y los analistas conside­ran que se trata de una ten­dencia “especialmente preo­cupante” porque “en 35 de los 39 países analizados, más de una cuarta parte de la pobla­ción dice tener problemas de sueño”.

En ese contexto, destacan que “Hong Kong registra el indicador más alto con un alarmante 59 % de personas con mala calidad de sueño, seguido de Chile (56 %), Bra­sil (52 %) y Turquía (51 %)”.

Por el contrario, resaltan que “solo cuatro países presen­tan menos de un cuarto de su población con dificultades para dormir” y detallan que son ellos “Indonesia (23 %), Paraguay (19 %); Vietnam (15 %) e India (15 %)”.

A la hora de buscar las causas de esos indicadores sociales, las y los pesquisantes coinci­den en que “el mal descanso es un problema que afecta a todos los segmentos sociode­mográficos en todos los paí­ses”, aunque “ciertos gru­pos (aparecen como) más vulnerables” porque “los factores sociales y persona­les influyen en la calidad del sueño” por múltiples causales. la hora de buscar las causas de esos indicadores sociales, las y los pesquisantes coinci­den en que “el mal descanso es un problema que afecta a todos los segmentos sociode­mográficos en todos los paí­ses”, aunque “ciertos grupos (aparecen como) más vulne­rables” porque “los factores sociales y personales influyen en la calidad del sueño” por múltiples causales.

“El desempleo –se ejempli­fica en el reporte al que tuvo acceso #ElGranDo­mingo– tiene un impacto significativo” porque “el 47 % de las per­sonas sin trabajo respon­den que tienen problemas para dormir bien”.

La información además da cuenta de que son “las mujeres, las personas de entre 35 y 64 años y aquellas con menor nivel educativo las que responden que tienen un descanso más deficiente”.

COMBINACIÓN COMPLEJA

Por todo ello, el informe de Voices y WIN sugiere que “la calidad del sueño está deter­minada por una combinación compleja de factores sociales, económicos y personales”, por lo que “se hace necesario analizar más profundamente sus causas”. Pero, más allá de tal sugeren­cia, entre los moti­vos del problema puntualizan que se encuentra “el tiempo frente a las pantallas (que señalan como) un factor clave en la falta de sueño” por­que “la mitad de la población mun­dial (52 %) reconoce que se ha que­dado despierta hasta tarde usando el teléfono o la com­putadora siempre/con mucha frecuencia, regularmente o a veces”.

Asimismo, destacan que en el segmento social que se cons­tituye “entre los jóvenes de 18 a 24 años, las cifras se dispa­ran (porque) siete de cada diez consultados admiten que se desvelan por el uso de la tec­nología siempre, con mucha frecuencia, regularmente o a veces”.

Consignan como dato “curioso” que “este compor­tamiento se incrementa con el nivel educativo”. La pesquisa global concluye que “en 28 de los 39 países analizados, no menos de la mitad de la pobla­ción consultada declara que su calidad de sueño se ve afec­tada por la tecnología” y deta­lla que los más afectados son Marruecos (78 %), Chile (77 %), Malasia (72 %), México e India (69 %), Grecia (68 %) y Argentina (66 %)”, por lo que sugieren como “urgente nece­sidad” desarrollar políticas públicas para “monitorear la relación entre el uso de la tec­nología y la salud del sueño, especialmente en las genera­ciones más jóvenes”.

Sueños… siempre, desde siem­pre, los sueños. Aunque con algunas novedosas inter­pretaciones que, en ciertos casos, procuran ser motiva­cionales. John Baldoni, edu­cador y entrenador ejecutivo que interviene en el desarro­llo de los liderazgos, habla y diferencia entre sueños y visiones. Explica que “si bien las visiones se componen de sueños, los sueños no son visiones (porque) son fanta­sías (en tanto que) las visio­nes son directrices”. Y va por más. Define que “los sueños son divagaciones de la ima­ginación”; los describe como “nubes imaginarias en el cielo” y, desde esa percepción, sostiene que “las visiones son esfuerzos planificados para lograr el cambio (que) ocu­rren (tanto) a nivel personal (como) organizacional”.

Etiquetas: #sueños#vida

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