• Fotos: Emilio Bazán

En esta edición del programa “Expresso”, del canal GEN/Nación Media, Augusto dos Santos recibe al sociólogo Carlos Peris y al filósofo José Manuel Silvero para reflexionar sobre los cinco años de la irrupción de la pandemia del coronavirus en el mundo. Además del saldo de muertes y pérdidas económicas, los catedráticos advierten que la emergencia sanitaria generó una ola de desinformación que ha persistido, además de un miedo que ha socavado la confianza y polarizado a las sociedades.

–¿Cómo podrían describir lo que nos pasó como sociedad con la pan­demia?

–CP: Ya pasaron cinco años y me parece que podríamos decir que la pandemia nos vino a mostrar las debilida­des de nuestra sociedad en el sentido de que muchas veces vemos a nuestras socieda­des como un todo armó­nico, racional, hiperconec­tado y de repente vino un virus que nadie sabe bien en dónde apareció y nos metió a todos en nuestras casas. Y lo segundo es que vino a acelerar un montón de pro­cesos que ya estaban pre­sentes, pero que con la pan­demia se aceleraron como, por ejemplo, las noticias fal­sas, la sociedad que se divide en dos partes dicotómicas, irreconciliables. Las socie­dades están más fanáticas, cada vez se dialoga menos. Eso no es evolucionar hacia tiempos mejores.

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–JMS: La pandemia vino a demostrarnos la fragilidad de ciertos sistemas que, en función a ciertos relatos, eran casi indestructibles. Desde el relato podemos decir que todo está bien y luego cuando un hecho como una pandemia te confronta ahí te das cuenta cómo los relatos van cayendo. Y a mí especialmente me interesa reflexionar sobre el impacto que la pandemia pudo haber tenido o tuvo en cierta franja etaria, especialmente en los niños, que tuvieron que que­dar confinados y el proceso de socialización, que es fun­damental en cierta edad, se interrumpió y todo el sis­tema escolar a nivel mun­dial en gran medida tuvo que sostenerse gracias a la solidaridad, entre comillas, de grandes empresas tecno­lógicas.

Es decir, los Esta­dos no estaban preparados para enfrentar esta pande­mia. Estoy hablando de la educación, podemos tras­ladar luego a los sistemas sanitarios, pero en cuanto a la educación se impusieron ciertos criterios tecnológi­cos, tuvimos que aprender a convivir con ciertas lógi­cas que no eran propias de la didáctica y de las teorías que veníamos discutiendo y en un momento dado de la noche a la mañana todo cambió. Evidentemente no hemos podido construir una autonomía digital y en un momento dado nos dimos cuenta de que efectivamente ciertos desarrollos tecnoló­gicos son indispensables.

RUPTURA DEL PACTO SOCIAL

–Esta pandemia ocu­rrió en un momento de máximo orgullo cientí­fico en el mundo médico, en el que prácticamente ya hay pocas enfermedades irreversibles. ¿Hubo una cuestión de frustración que fue muy marcante en este proceso?

–CP: Yo creo que fue volver a la realidad. Es cierto que ya había ciertos aires de la posverdad y quizá se pensó que se podía controlar y que iban a volver los discursos racionales, que otra vez iban a volver ciertas perspectivas de confianza en la ciencia. Después vino la pandemia y cuando se impone el discurso sanitario los propios médicos te decían “nosotros tampoco sabemos qué hacer, nosotros tampoco sabemos cómo actuar”. Es más, se estaban desarrollando múl­tiples vacunas y esas múlti­ples vacunas otra vez se iban a acelerar los pasos para que estén lo antes posible. Es decir, todo ese discurso que se tenía de la ciencia, del pro­greso, de cómo le vas a discu­tir a la ciencia, también vino la pandemia y de un hachazo cortó. Y volvimos a discutir absolutamente todo. Antes nunca habíamos discutido el censo, pero ahora tanto discutimos absolutamente todo que aparecen los dis­cursos que dijeron que el censista se va a ir a tu casa a sacarte información per­sonal para que utilicen las empresas de (George) Soros. Es decir, esos pactos sociales que nunca se discutieron, de creer que algunas políticas públicas tienen que llevarse sí o sí, ahora todo se discute. Eso tiene su origen en la pan­demia. Es decir, la pandemia fue una vuelta a la realidad.

–Si tan solo fuera debate o discusión, estaría genial, pero estamos hablando de la polarización que hubo entre nada menos que entre creencia y razón, que es un problema.

–CP: Pero también nos viene a mostrar la pande­mia cuánto cambiaron los medios de comunicación y los referentes de opinión en la sociedad. ¿Por qué? Por­que probablemente si ocurría la pandemia hace 20 años, cuando no existían las redes sociales, cuando no existían los influencers, cuando no existían las plataformas que en un día te pueden llegar a tener 200 millones de vis­tas, entonces aparecían esos referentes de opinión en los medios de comunicación y en gran medida ellos impo­nían una visión que después bajaba a la opinión pública. Ahora el conspiranoico, el que duda de todo, el que tiene esa posición extrema, ya tiene su canal en Youtube, ya tiene su canal en Facebook, ya tiene su canal en un mon­tón de plataformas, tiene un alcance global, tiene un alcance mucho más rápido, puede inte­ractuar al instante y efectivamente que es un discurso que se expande mucho más rápido y que a lo mejor tiene más efecto que los medios tradicionales.

Carlos Peris, investigador. Foto: Emilio Bazán

SHOW DEL YO

–Pero vamos al asunto de la comunidad mun­dial orgullosa versus el sopapo de la pandemia.

–JMS: La vacuna en gran medida nos ayudó a prote­gernos contra una enferme­dad, pero la situación que hemos vivido de alguna forma ha multiplicado un verdadero ejército de idio­tas y voy a ir al término. “Idiotes” en griego signi­fica el que se ocupa única­mente de sus cosas y se des­entiende de las cuestiones sociales y de las cuestiones políticas. Yo llegué a ver pro­fesionales que te hablaban de que podías beber lejía para enfrentar la enferme­dad y un montón de barba­ridades. Y muchas veces esa actitud irracional, oscuran­tista, retrógrada si se quiere, violenta al mismo tiempo, está muy ceñida, muy ligada al show del yo, en función a esa necesidad de generar contenido de manera cons­tante.

–¿Podés explicarnos cómo actúa esto?

–JMS: Hay una urgencia de que el yo esté constan­temente en una especie de escenario siempre vigente. No se desarma ese escena­rio. En ese sentido, a mí me parece preocupante que la academia haya perdido fuerza. Que la comunidad de científicos, de todos esos profesionales que investi­gan, que trabajan y que han ayudado a que la vacuna se desarrollara, eso se vio confrontado por un verda­dero ejército de charlata­nes, de idiotas, que se ocu­pan solamente de sus cosas, que al mismo tiempo gana­ron adeptos a una velocidad impensable en otros tiem­pos. Y en poquísimo tiempo empezamos a tener un grupo grande de jóvenes y adultos que se resistían a la fuerza de la ciencia, a la fuerza del conocimiento, a la fuerza de la razón, que históricamente ha sido motivo de orgullo de la humanidad. Por otro lado, yo creo que la pande­mia también vino a acelerar ese proceso de adopción de ciertas tecnologías que rápi­damente se convirtieron en hegemónicas y globales. No nos preparamos, eso signi­fica que en el cálculo pros­pectivo hemos fallado, de que tenemos que insistir en imaginar escenarios. Nece­sitamos imaginarnos cómo sería la reacción de los Esta­dos de aquí a diez años si vuelve otra pandemia. Pero esa imaginación tiene que empujarnos a prepararnos.

VIVENCIA DE LA MUERTE

–Hablemos del fenó­meno de la muerte y cómo golpeó como fenó­meno comu­nitario.

–CP: Hay un autor extremadamente interesante, Norbert Elias, que escribió un pequeño ensayo que se llama “La soledad de los moribun­dos”. Y él dice que el hecho de morir no es solamente el estar en los minutos finales de la vida, sino que es ade­más también cómo le tra­tamos a los ancianos, es decir, el proceso de enveje­cimiento y luego el proceso final. Todo eso implica el hecho de morir. Él dice que las sociedades más desarro­lladas están más lejos de la idea de la muerte, porque la muerte deja de ser coti­diana. En definitiva, si estás enfermo tenés un mejor sis­tema de salud, tenés más sis­tema de contención social, tenés más posibilidades de otros tipos de terapias y en el caso de que no se pueda los cuidados paliativos son más grandes. Ahora, en los paí­ses menos desarrollados se mueren los más jóvenes, se mueren los niños, se mueren los adolescentes, se mueren los presentes, pero en defini­tiva en las sociedades menos desarrolladas cualquiera se puede morir. Entonces, la muerte se vuelve más coti­diana y uno en definitiva se puede morir por cualquier cosa, por dengue, por agua en mal estado, etc.

En la pan­demia no hubo ni sociedad desarrollada ni sociedad no desarrollada, porque trajo consigo una gran cantidad de muertes, les niveló a todos porque todos los sistemas de salud colapsaron y en todo el mundo la muerte se hizo cotidiana. En el punto más álgido de la pandemia fue noticia de todos los medios de comunicación el mostrar durante toda una mañana el lugar donde se iban a incine­rar a los muertos. Esa es una escena que ni en guerra hay. Entonces, vino la muerte, se volvió cotidiana y nos niveló a todos.

José Manuel Silvero, filósofo. Foto: Emilio Bazán

–¿Y qué representa hablar de lo que no se habla en una sociedad humana?

–JMS: Tabú. La muerte en gran medida es un finiquito incómodo. La pandemia vino a mostrar nuestra fragilidad. La condición humana sigue siendo una condición de fragi­lidad. Ahora bien, desde hace más o menos 30 años hay un movimiento muy importante transhumanista que habla de la posibilidad de que el ser humano pueda vencerle a la muerte. Y es un movimiento que algunos consideran extre­madamente fantasioso y otros sí lo están agarrando muy en serio. Tan en serio que hay un laboratorio dentro del conglo­merado de Alphabet donde están investigando cómo pro­longar la vida. Calico se llama el laboratorio y están invir­tiendo mucho dinero. Esta­mos en una época en la que hay grupos de investigadores que creen firmemente que de aquí a 50, 100 años y ahora con la inteligencia artificial vamos a tener novedades con respecto a la muerte.

ESCENARIO FUTURO

–¿Y qué pasaría si en ese periodo enfrenta­mos otra pandemia?

–JMS: Yo no sé si ahí por el medio aparece otra pande­mia cómo vamos a reaccio­nar, pero nos estamos entu­siasmando con la posibilidad de que los seres humanos le podemos vencer a la muerte. La pandemia nos demostró de manera fehaciente los frá­giles que somos. ¿Cuál fue la respuesta? Por un lado, investigadores trabajando en superlaboratorios y, por el otro lado, charlatanes que te vuelven a inundar de rela­tos donde el exitismo está en el orden del día. La fiesta ha subido el consumo de alco­hol de manera considerable y la enorme cantidad de jóve­nes y de niños incluso que se aferran a las ideas de youtou­bers, influencers como gran­des referentes de una socie­dad y de una comunidad que está tratando de reen­cantarse. Después de tanta muerte, después de tanto sufrimiento, hay que reencantar el mundo. ¿Cómo lo estamos haciendo? A fuerza del show del yo, por un lado, por el otro lado invir­tiendo más en tecnología en ciertos lugares del mundo, mien­tras que en otros lugares del mundo se están reti­rando los fondos para la investigación.

Etiquetas: #Expresso#GEN

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