• por Gonzalo Cáceres
  • Fotos: Gentileza

El arrianismo provocó una de las mayores crisis doctrinales del cristianismo primitivo. Condenado ¡dos veces!, su irrupción desembocó en la formulación definitiva del dogma trinitario. Aunque como movimiento desapareció, dejó una huella indeleble en la historia de la Iglesia y del pensamiento occidental.

La Trinidad es un misterio central de la fe y de los pilares en los que se sustenta la amplia filosofía cristiana. Hablamos de la definición de la identidad de Dios, la naturaleza de Cristo y la obra del Espíritu Santo. Un concepto complejo, ampliamente debatido y desarrollado, no sin tropiezos, a lo largo de los siglos.

A diferencia de las otras dos grandes religiones abrahámicas (judaísmo e islam), el cristianismo no entiende a Dios como estrictamente uno, sino como relacional y amoroso en sí mismo. Los fieles oran al Padre en el nombre del Hijo y por el poder del Espíritu Santo, conforme dicta la doctrina.

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Si bien el término no aparece explícitamente en la Biblia, la idea de Dios como tres en uno se deja ver de manera implícita: “Ahora me ha enviado Dios el Señor y su Espíritu” (Isaías 48:16). No hubo consenso con los primeros argumentos y se dieron posiciones encontradas hasta en las altas esferas de preponderantes centros de la vida religiosa.

ARRIANISMO

Se cuenta que Arrio (c. 256-336 d.C.) fue un presbítero, de presumible origen libio, radicado en la ciudad de Alejandría (actual Egipto), muy famoso en su momento por predicar una interpretación radicalmente contraria de la relación entre Dios Padre y Jesucristo. Básicamente, Arrio basó su tesis en tres premisas: Dios es único y absoluto, Cristo es una criatura “creada” (el Hijo fue creado por el Padre “antes de los tiempos”, en la interpretación de Proverbios 8:22. “El Señor me creó al principio de su obra”, como prueba de que el Hijo tuvo un comienzo), por lo que Cristo es divino en cierto sentido, pero inferior al Padre (un intermediario).

Arrio aseguraba que el Hijo (Cristo) no era coeterno (ni de la misma esencia) del Padre, sino “la más perfecta de sus criaturas” (lo que implica que fue “creado” en un momento determinado); presuntos por el que se ganó una fuerte reprimenda por parte de Alejandro de Alejandría (su propio obispo).

Igual de radicales, sus seguidores agitaban discusiones a lo largo y ancho de las costas del Mediterráneo con expresiones como “hubo un tiempo en que el Hijo no existía” o “el Hijo es similar al Padre, pero no de la misma sustancia”.

Arrio (Libia, 250 o 256-Constantinopla, 336)

CONCILIO DE NICEA

Las enseñanzas de Arrio llevaron, primero, al cisma dentro de la Iglesia de Alejandría y, luego, a una controversia que se extendió a todo el Imperio romano, por lo que fue el tema central del Concilio de Nicea del 325.

Bajo la atenta mirada del emperador Constantino, los obispos rechazaron las ideas de Arrio y no perdieron más tiempo para establecer el Credo de Nicea, donde quedó firme que el Hijo es homoousios (de la misma sustancia) que el Padre (coeterno).

Consecuentemente, se declaró al arrianismo como una herejía, sus misioneros fueron perseguidos y Arrio terminó excomulgado.

Después de un tiempo en el exilio, Arrio recibió el favor del obispo Eusebio de Nicomedia y la aprobación del emperador Constantino, por lo que logró regresar a Alejandría en el 335. Sin embargo, su reingreso a la Iglesia fue obstaculizado por sus detractores.

Del final de Arrio se sabe poco o nada. Según la tradición, murió repentinamente en el año 336 en circunstancias extrañas, cuando estaba a punto de ser readmitido en la comunión eclesiástica de Constantinopla (se dice que sufrió una mortal hemorragia intestinal).

DECLIVE

El rechazo de los distintos sectores hirió de muerte al arrianismo, tanto que fue desvirtuado como doctrina teológica y filosófica, siendo un tema muy reservado entre los filósofos y teólogos posteriores. Los seguidores de Arrio continuaron promoviendo su doctrina a pesar de una nueva condena en el Concilio de Constantinopla (381).

El movimiento ganó la consideración de algunos emperadores romanos (Constancio II y Valente), quienes apoyaron liderazgos menos agresivos de esta línea, porque tenía cierta influencia entre los fieles germánicos (visigodos, ostrogodos y vándalos), quienes lo adoptaron a través de misioneros como Wulfilas (el evangelizador de los godos).

Sin embargo, con el tiempo, la ortodoxia nicena se impuso. Finalmente, con la conversión de los visigodos al catolicismo en el siglo VI, el arrianismo perdió toda fuerza y desapareció como corriente significativa del cristianismo.

Oficialmente condenado, el impacto de Arrio fue enorme porque es indudable que forzó a la Iglesia a desarrollar una teología más clara sobre la divinidad de Cristo. Así también, demostró la forma en que los emperadores romanos podían influir en estas decisiones.

ESTUDIOS POSTERIORES

Con el paso del tiempo, pensadores del calibre de Hegel, Nietzsche y Barth se han inmiscuido en la discusión sobre la naturaleza de Cristo, dando ambiguas respuestas a las preguntas planteadas por esta controversia temprana.

En su obra “La ciudad de Dios”, San Agustín de Hipona, quien vivió en una época en la que las herejías cristianas eran un tema candente,

Etiquetas: #Arrio#dogma

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