Este domingo, Toni Roberto relata un episodio que guarda relación con una forma de amor mediante la cual una obra de arte deja por un instante de ser un simple objeto.

Estaba en una sala de la galería, la miré y al ins­tante fue amor a pri­mera vista. Así considero la relación con una obra deseada a la que uno puede decir “es para mí”.

Esa pieza gráfica en aquel anti­guo cuarto convertido en sala de exposiciones, uno de los espacios de Exaedro sobre la calle Chaco Boreal, se comu­nicó conmigo.

Invitación al canal de WhatsApp de La Nación PY

Informaciones acumuladas por mi experiencia con el arte moderno paraguayo hablaron por sí solas; un austero grabado en madera que en primer lugar me llevó a recordar a la Cateura de los amores del autor, Jacinto. ¿La obra es solo lo que se lee literalmente? No, es antes que nada lo que traemos nosotros mismos en nuestra gastada maleta de las experiencias, no es solo lo que vemos y es lo que se puede convertir en las tantas formas de amor.

LA OBRA VERTICAL QUE ME LLEVA AL SUR DE ASUNCIÓN

El cuadro vertical, austero, como si tuviera tres planos, el agua, las canoas y las casas, la vieja costanera, los edificios del corazón de Asunción, el cielo; en medio de todo, una solitaria marchante que baja las escale­ras, yendo a “no sé dónde”, que me recuerda a la memoria de infancia en Loma Tarumá del escritor Augusto Casola (1944-2020), que contaba cómo de mañana temprano por la calle Caballero venían bajando desde el sur vendedoras hasta el Mercado 1.

Además, mirando el cielo, en línea recta, el hogar del autor, figura principal de este domingo, al que podemos via­jar imaginariamente en un dron, pasando por el centro, los barrios Gral. Díaz, Obrero, Roberto L. Petit y Republicano.

EL AMOR Y LA REPRODUCCIÓN

El grabado en el arte para­guayo trajo nuevas posibilida­des desde mediados de los años 50. Si bien es cierto que ya se remonta a los del Cabichuí, a las experiencias de Wolf Ban­durek, quien introdujo lo social en el arte del país, además del matrimonio Campos Cerve­ra-Plá. La multiplicidad de copias permitió que más per­sonas accedan a poseer una obra de arte. En ese camino se ubica la obra de Jacinto Rivero (1932-1997).

Así, que estos días de festejos de amores sirvan a esa otra manera de encuentro. ¿Puede una obra de arte dejar por un instante de ser un simple objeto? Sí, a través de esta sen­cilla obra en blanco y negro que se convierte en amor por un momento en estos tiempos de San Valentín.

Déjanos tus comentarios en Voiz