Un antiguo volcán extinto, una rica comunidad vegetal y refugio de animales silvestres, un monumento de inspiración franquista, además de motivo de disputa entre la capital y un barrio devenido en municipio, el cerro Lambaré es un símbolo ribereño cuyos secretos te contamos en esta nota.

Un santuario, además del templo donde se venera a alguna dei­dad o imagen de un santo, es también un lugar donde se protege un bien valioso como los recursos naturales y la vida en su conjunto.

Esta acepción no existía ori­ginalmente en español y el “Diccionario de la lengua española” aún no lo recoge. Sin embargo, el uso como equivalencia directa del anglicismo “sanctuary” se ha ido asentando y ganando reconocimiento oficial. La academia Oxford define san­tuario como “un área donde pájaros y animales son prote­gidos y se fomenta su repro­ducción”.

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Hecha la digresión, vaya­mos al tema que nos ocupa puntualmente. La Reserva Municipal del Cerro Lam­baré es un área protegida de 12 hectáreas ubicada a orillas del río Paraguay, al suroeste de Asunción, en el barrio Jukyty. Forma parte de la cadena de cerros de la cordillera de Ybytypanemá y es la primera unidad de conservación declarada en el país como zona nacional de reserva y catalogada como paisaje protegido por Reso­lución N.° 25764 del 31 de marzo de 1948.

Asimismo, por Ley N.° 5793 del 24 de marzo de 2017 fue declarada “Área silvestre pro­tegida bajo dominio público municipal”, con la categoría de manejo de paisajes pro­tegidos. Es una de las pocas áreas protegidas de la capi­tal junto con el Jardín Botá­nico, la bahía de Asunción, el parque Ñu Guasu y el parque Guasu.

El biólogo Jhon Mongelós

BIODIVERSIDAD Y BELLEZA ESCÉNICA

El biólogo Jhon Mongelós explica que esta área “ofrece servicios ecosistémicos de apoyo y culturales, entre los cuales destacan los valores estéticos (belleza escénica), la protección de elementos de biodiversidad, la recreación y los usos turísticos. También servicios de regulación como la reducción del efecto de isla de calor en la zona, purifica el aire y protege el suelo con­tra la erosión e inundacio­nes. Funciona como un refu­gio para especies silvestres, aportando conectividad eco­lógica y manteniendo la bio­diversidad”.

Respecto a las especies en peligro de extinción que se refugian en ese nicho ecoló­gico, citó “el árbol de incienso (Myrocarpus frondosus) y la zarzaparrilla (Herreria mon­tevidensis), conocida planta medicinal. Ambas especies están categorizadas como en peligro en el país. Si bien no se reportan otras especies con­sideradas en peligro de extin­ción, la mayoría de especies de aves, mamíferos y anfi­bios utilizan el cerro Lam­baré como corredor debido a su ubicación entre el río Para­guay y el Área Metropolitana. El plan de manejo del paisaje protegido reporta 110 espe­cies de aves registradas en el cerro y la zona de amortigua­miento. Cabe destacar que el cerro forma parte del cir­cuito de vuelo de los gua­camayos de la ciudad de Asunción (Ara chlo­roptera) y se repor­tan avistamientos de mono karaja (Alouatta caraya), aguara’i (Cerdo­cyon thous) y teju guasu (Salvator merianae)”.

Sobre la importancia de conservar este ecosistema, Mongelós subraya que “su ubicación dentro de la ciu­dad lo convierte en un refu­gio clave para la flora y fauna. Es además un recuerdo de los bosques secos estaciona­les neotropicales, que han existido desde hace miles de años en Sudamérica, adap­tándose a largos perío­dos de sequía. Tener esta fisonomía en un área urbana es valioso por­que conserva una vegetación que ha per­durado, que mantiene espe­cies únicas y contribuye a la estabilidad ambiental de la ciudad”.

Entre las amenazas que enfrenta este espacio verde, el biólogo enumera la expan­sión urbana y asentamientos en el borde de la reserva, la presión humana a través del turismo sin regulación y la contaminación, las especies de plantas exóticas como Melia azedarach (paraíso), la presencia de animales domésticos, los incendios provocados y erosión del suelo generada por compe­tencias y entrenamientos ciclísticos que se realizan en la parte boscosa.

En relación con qué medidas se deberían tomar para mejo­rar la protección de este espa­cio, señaló que es necesario fortalecer la gestión con más recursos humanos y financie­ros; implementar un control más estricto del ingreso de vehículos y visitantes; reha­bilitar los cauces hídricos aledaños y zonas degrada­das; aumentar la educación ambiental para concienciar a los visitantes y promo­ver más estudios científicos para respaldar estrategias de conservación, pues aunque es la primera área protegida declarada en el país, existen muy pocas investigaciones al respecto.

Esto a pesar del gran poten­cial que ofrece para estudios sobre biodiversidad urbana, especialmente en flora y fauna; el monitoreo de espe­cies de reptiles al tratarse de un ambiente fundamental­mente rocoso, investigacio­nes en ecología del paisaje por su función como corre­dor biológico y servicios de regulación, así como estu­dios sobre impacto de espe­cies invasoras en ecosistemas urbanos.

Con un poco de suerte y paciencia se pueden divisar ejemplares de teju guasu en el cerro

CONO VOLCÁNICO

Ahora bien, vayamos mucho antes en el tiempo. Según explica el geólogo Moisés Gadea, el cerro Lambaré es un “cono volcánico que no supera los 150 metros y que fue desarrollado durante el Cenozoico inferior. El último pulso magmático en el terri­torio paraguayo se expresa por medio de las rocas de los cerros Tacumbú, Ñemby y Lambaré, y otros cuerpos ígneos menores en Asunción y alrededores”.

A continuación detalla que la separación de Gondwana Occidental (América del Sur, África y la península arábiga) conllevó la forma­ción del océano Atlántico durante el Mesozoico (Jurá­sico tardío – Cretácico infe­rior). Este quiebre geográfico de escala planetaria afectó profundamente la configu­ración estructural de Amé­rica del Sur.

A finales del Mesozoico e inicios del Cenozoico infe­rior (60 millones de años), empezó la elevación de la cordillera de los Andes y las fallas geológicas locales (y del rift de Asunción, que es una fosa o valle establecido por el dislocamiento masivo de la corteza terrestre), ori­ginadas anteriormente por la separación de América del Sur y África, fueron reactivadas.

Estas mismas fallas fueron los conductos que facilitaron el ascenso del magma hacia la superficie y la formación de conos volcánicos como el cerro Lambaré. A este tras­torno termotectónico regio­nal se lo conoce como la reac­tivación del ciclo andino, que es consignado como el prin­cipal regulador del aspecto fisiográfico visible en la actualidad en esta parte del país, detalló.

A modo de conclusión, Gadea acota que “el último episo­dio volcánico en Paraguay tuvo efecto con aquel evento regional, particularmente en torno a la vecindad del actual territorio de Asun­ción. Según la investigación realizada por geólogos bra­sileños a través de medicio­nes radiométricas, las mani­festaciones volcánicas en ese tiempo se dataron en el lapso de 61 a 39 millones de años. El cerro Lambaré, por medio del método K/Ar (potasio-ar­gón), fue datado en 48 millo­nes de años”.

EL MONUMENTO A LA PAZ VICTORIOSA

El punto más alto de la ciudad cuenta con un camino asfaltado que conduce a la cima, donde se alza el Monumento a la Paz Victoriosa. Encargado por el dictador Alfredo Stroessner para su mausoleo, el obelisco está inspirado en el monumento el Valle de los Caídos o Valle de Cuelgamuros, como se llama oficialmente desde 2022, de España, construido por orden del dictador Francisco Franco.

Para la obra fue contratado uno de los escultores del Generalísimo, Juan de Ávalos y Taborda. Concluida en 1982, consiste en un obelisco en cuya cima está empla­zada la estatua de un ángel, que hace las veces de ester­colero de las aves de rapiña que planean a su alrededor.

En la base está la imagen de un indio, que sería el mito­logizado Lambaré, según algunos, en tanto que para otros es el igualmente mitológico indio José, con una virgen en sus manos. La estructura también exhibe figuras helenísticas y las estatuas del Dr. Gaspar Rodríguez de Francia, Carlos Antonio López, el maris­cal Francisco Solano López y Bernardino Caballero.

Para equipararse con estas figuras, el dictador tam­bién dispuso una imagen suya, que fue derribada el 7 de octubre de 1991 por disposición del entonces jefe comunal capitalino, Carlos Filizzola.

Desde arriba puede observarse una estrella pare­cida a la de la bandera paraguaya, en tanto que otros observadores señalan que se trataría de la estrella flamígera, un símbolo masónico.

DISPUTA TERRITORIAL

La jurisdicción sobre esta porción de territorio y su área circundante fue motivo de sucesivas disputas entre los municipios de Asunción y Lambaré. De hecho, en el imaginario popular es señalado fre­cuentemente como una supuesta paradoja que el cerro Lambaré se encuentre en Asunción y no en la ciudad del mismo nombre.

No obstante, es preciso apuntar que hasta la segunda mitad del siglo pasado Lambaré era apenas un barrio de la capital. Esto hasta que, en 1962, mediante la ley 791, el dictador Stroessner cercenó una cuña triangular de 27 km2 para la creación de una nueva burocracia administrativa que absorbiera las demandas de la creciente clientela política.

Encubriendo las apetencias tributarias bajo la supuesta bandera de la recuperación del “cerro Lambaré para los lambareños”, cada tanto las autoridades del novel municipio de 62 años reflotan la iniciativa de despojar de una porción de su territorio a la Madre de Ciudades, que en poco más de una década cumplirá cinco siglos de su fundación.

Según las fuentes históricas, el 11 de enero de 1537 los explora­dores europeos al mando de Juan de Ayolas se enfrentaron a los cario-guaraníes liderados por Avambare en las faldas del cerro. La transcripción errónea del cronista y soldado alemán Ulrico Schmidl con una “L” al principio, un fonema que no existía en el guaraní, pasaría a dar nombre al cerro como recordación de este hecho de resistencia a la colonización española.

De acuerdo a la antropóloga Branislava Susnik, la provincia de los carios o distrito de Paragua’y (léase con la “y” guaraní final, tal como es el nombre de Asunción en la lengua vernácula) abarcaba desde la desembocadura del río Pilcomayo hasta Villeta.

Si es que las crónicas hablan de un encuentro amistoso entre los españoles y los carios en el punto fundacional de la ciudad, esto se debió a que los combates en Villeta y el cerro Lambaré fueron favorables a los “hombres del fuego mágico”, en referencia al poder letal de los arcabuces, por lo que los moradores nativos tuvieron las expectativas, violentamente desmentidas por los hechos posterio­res, de que ayudando a los invasores a seguir su camino rumbo al Potosí en la búsqueda de oro y plata los alejarían de sus dominios.

Cabe observar finalmente que aquel combate legendario que ter­minaría dando nombre al cerro es un antecedente directo de la fundación de Asunción, que tendría lugar el 15 de agosto de aquel mismo año de 1537 a poco más de 10 km aguas arriba.

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