Hay mucho para reflexionar y muy poco bueno o, al menos, auspicioso para imaginar o proyectar en dirección a los tiempos que vienen.

  • Por Ricardo Rivas
  • Periodista
  • X: @RtrivasRivas
  • Fotos: AFP

“Es bastante poco probable que se pueda estable­cer (sin forzarlo) algún tipo de paralelismo entre Donald (John Trump) y Teddy (Theo­dore) Roosevelt (1858-1919). Por lo menos hasta el momento de esta conversación”, dijo un respetado, respetable y vete­rano diplomático norteameri­cano cuando le consulté sobre los perfiles públicos y políticos de Donald (78) y Teddy.

“Es natural que así ocu­rra, cuando la vida nos pone frente a dos presidentes nor­teamericanos tan particula­res y extrovertidos”, agregó. Nos conocemos –sin ser ami­gos– desde no menos de tres décadas. No puedo revelar su nombre porque, desde algún tiempo, no son pocas ni pocos las y los poderosos quienes, cuando escuchan palabras que ponderan como “desa­gradables”, sin miramientos avanzan brutalmente con­tra quienes solo practican la libertad de expresión.

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Ante mi silencio, aquel inter­locutor de identidad preser­vada, inmediatamente, pro­curó argumentos para sostener sus pareceres. No necesitó de mucho para que este perio­dista comprendiera. Fue sim­ple y claro. “Desde los tiempos en los que Teddy –26.º presi­dente norteamericano– fina­lizó su mandato en 1909, hasta este regreso de Donald –47.º mandatario estadounidense– pasaron 116 años”, precisó.

PREGUNTAS

El diálogo no se extendió mucho más. De tanto coin­cidir, debo admitir que care­cía de sentido informativo e intelectual prolongarlo. Me envolvió el silencio con los primeros pasos de una cami­nata en procura de preguntas. Mucho para leer. Mucho para tratar de entender. Mucho para reflexionar y... muy poco bueno o, al menos, auspicioso para imaginar o proyectar en dirección a los tiempos que vienen.

Con un grupo de amigas y amigos nos reunimos en el café Gran Vía de Mar del Plata –unos 1.720 kilómetros al sur de mi querida Asunción– y fuimos por el tema del día justo en la esquina de las ave­nidas Constitución y Carlos Tejedor.

Andrés –joven owner y apa­sionado por el gym– saluda y nos mira desde detrás de su notebook. Nuestro grupo –con algunos nacidos, naci­das, criadas y criados (NyCs) aquí, junto con otros que lle­gamos años después por elec­ción de vida– en tiempos de la llamada Galaxia Gutenberg (Johannes, orfebre alemán que inventó la imprenta de tipos móviles) y, pese a ello, acudimos a la cita con nues­tras tabletas y teléfonos inte­ligentes.

Nadie trajo un diario. Incluso, un par llegaron con sus note­books. La tele (¡qué antigüe­dad!) que supimos dejar atrás no aporta nada más que las repetidas intrascendencias entre gentes que parecen dis­frutar de los chismeríos que luego devienen en temas que se construyen como centra­les y no son más que cotilleos entre mediáticas y mediáti­cos sobre intimidades entre mediáticos y mediáticas. Exi­tosas boludeces para propo­ner el consumo masivo de todo tipo de productos.

“AMISTAD”

Sobre el cambio de gobierno en los Estados Unidos, lo que nos interesa, muy poco y/o nada, aunque en todos los casos, siempre que se filtra algo de ello se plantea desde la perspectiva de las bondades que resultan de esas cuestio­nes para la gestión del presi­dente argentino Javier Milei, que disfruta del recambio en la Casa Blanca.

“¡Es amigo de Trump!”. ¿Será tan así? Habrá que ver. Desde siempre se sostiene que paí­ses, presidentas y presiden­tes por sobre amistades tie­nen, priorizan y atienden intereses de Estado. ¿Será tan así cuando quienes lle­gan al poder son comercian­tes, inversores, emprendedo­res o apenas pueden exhibir tiempos mínimos en el ser­vicio público? Enorme inte­rrogante.

Claramente, en este grupo somos consumidores mul­tipantallas. Nuestros ojos hacen focos sobre los dis­positivos cuando llega la que con el pasar del tiempo será la primera ronda de café. Desde esas platafor­mas las imágenes que una y otra vez saturan las comu­nicaciones reticulares lle­gan desde el interior del Capitolio en Washington DC, la capital de los Esta­dos Unidos.

“¡Qué solo que está Trump!”, dice JET, académico y ana­lista político destacado ad honorem, quien agrega que “cuando finalice su mandato, dentro de cuatro años, será el presidente más anciano de la historia norteamericana”.

RETIRO

Es verdad. La que inicia es su segunda presidencia y, cuando la concluya, en 2029, deberá dejar la Casa Blanca para siempre. Así lo prescriben la Constitución y las leyes que juró respe­tar y defender, “with God’s help”. Tendrá 82 años en ese momento en el que segura­mente no quiere pensar en esta jornada relevante.

“Tiene fecha de vencimiento”, tal vez, alguien podría decir aquí en el ecosistema político rioplatense tan prolífico para crear dolorosos eslóganes y burdos eufemismos. Vuelan los pensamientos.

Tal vez, Donald piense en cómo será su día 1.461 a partir de hoy –en la noche– cuando finalicen los bailes, los festejos, los brindis, la música deje de sonar y en el segundo piso de la vieja y tradicional residencia, en el 1600 de la avenida Pennsyl­vania, en el corazón mismo del DC, cada rincón lo ocupe el silencio.

“Good evening, Mr. presi­dent”, seguramente dirá –incluso quizás deseándolo sinceramente– algún colabo­rador o colaboradora. ¿Qué oración rezará Trump antes de cerrar sus ojos después de escuchar la oración que pro­nunció Marian Edgar Budde, obispa episcopal de la Dióce­sis de Washington? ¿Rezará? Por qué no.

Tal vez agradezca que 2028 será un año bisiesto porque le permitirá estar un día más en lo que seguramente cree que es la cima del poder global y así lo siente. ¿Qué podrá entris­tecer a poderosas y poderosos como este señor presidente? Cómo saberlo desde la llanura que trashuma la ciudadanía en su conjunto. ¿Por qué dices que Donald está solo?

PRESENCIAS

“Claramente, es un suceso doméstico relevante con proyección global”, dice JET, pero señala que “pese a algu­nas presencias importantes como unos visibles líderes neoreaccionarios –posibles de ver en la transmisión de los fastos– me animo a decir que la visita más destacada es la de Georgia Meloni, la primera ministra de Italia”.

La observación hegemonizó nuestra atención. Verifique­mos. No están porque no fueron invitados Keir Star­mer, primer ministro britá­nico; Pedro Sánchez, jefe de gobierno español; Emmanuel Macron, presidente de Fran­cia; Olaf Scholz, canciller de Alemania; Ursula von der Leyen, presidenta de la Comi­sión Europea. Claudia Shein­baum, presidenta de México, y Justin Trudeau, primer ministro de Canadá, ignora­ron la celebración.

Tal vez, agobiados por las múl­tiples agresiones recibidas de boca del repitente mandata­rio estadounidense. “Donald y sus punteros políticos qui­sieron una especie de festejo íntimo en un espacio de gran visibilidad”, bromeó una ter­tuliana. Risas... y otra vuelta de café en marcha. Ahora, con medialunas, chipa y mbeyú que, con excelencia prepara Hernán, el elevadísimo chef del lugar, a quien sus tías en Encarnación le confiaron una vieja y misteriosa receta fami­liar para preparar ese manjar paraguayo que guarda celo­samente.

Con la espera volvimos a las pantallas. Sobre la mesa se acomodó el silencio. Aunque, seguramente, ese misterio será transitorio… En otra mesa y en un tono de voz mediana­mente alto, una mujer con impronta doctoral lee para que escuchen quienes la acompa­ñan “algunos párrafos del dis­curso de Trump”.

“AMERICA FIRST”

Así lo dijo o, más precisa­mente, lo anunció. “A partir de hoy, nuestro país florecerá y volverá a ser respetado en todo el mundo. Seremos la envidia de todas las naciones y no permitiremos que se sigan aprovechando de nosotros. Durante todos, y cada uno de los días de la administra­ción Trump, sencillamente pondré a Estados Unidos pri­mero”. Hace una pausa. Mira a sus contertulios. Pareciera que quiere mensurar even­tuales pareceres.

Continúa: “Estados Unidos pronto será más grande, más fuerte y mucho más excepcio­nal que nunca (quien locuta respira profundo y continúa) el declive de América ha ter­minado (...). Dios me salvó (cuando un tirador solitario, Thomas Matthew Crooks –abatido inmediatamente por la policía– disparó con­tra él durante la campaña presidencial en Pensilvania) para hacer a Estados Unidos grande de nuevo (...). Esta semana también pondré fin a la política gubernamental para tratar de imponer social­mente la raza y el género en todos los aspectos de la vida pública y privada. Forjare­mos una sociedad basada en el mérito. A partir de hoy, la política oficial del Gobierno de Estados Unidos será que solo hay dos géneros, mas­culino y femenino (...). Den­tro de poco, cambiaremos el nombre del golfo de México por el de ‘golfo de América’ (...) el canal de Panamá, que ha sido tontamente dado al país de Panamá después de que los Estados Unidos (...) gastaron más dinero que nunca antes en un proyecto y perdieron 38.000 vidas en la construc­ción (...) se nos ha tratado muy mal con este tonto regalo que nunca debió hacerse (...) a los barcos estadounidenses se les está cobrando gravemente de más (el peaje que) incluye a la Marina de Estados Unidos (...) y, sobre todo, China está ope­rando el canal (...) y, nosotros no se lo dimos a China. ¡Se lo dimos a Panamá y vamos a recuperarlo!”.

A ese grupo también lo invadió el silencio. La lectora va por más. Las miradas con­vergen sobre su figura: “Estados Unidos volverá a considerarse una nación en crecimiento que aumenta su riqueza, expande su terri­torio, construye sus ciuda­des, eleva sus expectativas y lleva su bandera a nuevos y hermosos horizontes, y per­seguiremos nuestro destino manifiesto hacia las estre­llas, viendo a los astronautas estadounidenses plantar las barras y estrellas en el pla­neta Marte (...). El futuro es nuestro y nuestra edad de oro acaba de empezar”...

Solo cinco mesas están ocu­padas en Gran Vía. ¡Rarí­simo! El termómetro vera­niego marca 31°. La playa parece la mejor opción. El agua del Atlántico –en el sur del sur– muy pocas veces supera los 17° o 18° en los eneros. Pese a ello, nuestro grupo de amigos y amigas, y dos más, deci­dimos que nuestro lugar es aquí. En nuestro alrededor mese­ros, meseras a la vez que pacientes amigos y amigas –Joaco, Juan, Belu, Charo, Fer­nanda, Guillermina, Tomy, Cata y Tiago– están aten­tos para satisfacer con dili­gencia y simpatía cada uno de nuestros pedidos.

LA LIBERTAD DE LOS LOBOS

ADG pide atención y lee para todos y todas. “Clinton (Bill, 42.º presidente de los Esta­dos Unidos, 74) y Reagan (Ronald, 40.º mandatario en ese país, 1911-2004) ‘die­ron libertad a los lobos’ con la desregulación financiera”, dice Joseph Stiglitz (81), Nobel de Economía 2001, al diario El País de España. Escuchamos en profundo silencio.

Stiglitz analiza cada pala­bra de Trump y, como ciu­dadano estadounidense, reflexiona, pregunta, se pregunta y dice: “Hay demasiada incertidum­bre y caos. Cuando dijo (Trump) que se apoderaría del canal de Panamá y de Groen­landia, ¿significa que vamos a ir a la guerra?”.

Miles nos preocupamos y pre­guntamos lo mismo. Nuestra amiga continúa. El galardo­nado maestro responde a una consulta del colega perio­dista Justo Barranco sobre las ideas de Friedrich von Hayek (1899-1992), también Nobel de Economía en 1974, liberal de la Escuela Austríaca y quienes adhieren a su pen­samiento: “No entendían que la libertad de una persona es la falta de libertad de otra. La libertad para los lobos es la muerte de las ovejas. La liber­tad de las corporaciones para hacer lo que quisieran signi­ficaba que eran libres de con­vertirse en monopolios, de que los bancos explotaran a todo el mundo asumiendo riesgos excesivos”.

Respecto del hoy, Joseph sos­tiene que “está comenzando un tiempo nuevo ante nues­tros ojos (...) hemos llevado (la globalización) demasiado lejos (y) es muy difícil des­enredar el caos. Somos muy interdependientes, pero los problemas de seguridad (...) ya se han amplificado. Con el aumento de la hostilidad, especialmente con Trump, es casi seguro que esto tam­bién se reflejará en China. Y si Estados Unidos invade Groenlandia o Panamá, lo cual es una posibilidad, es difícil imaginar que China no invada Taiwán”.

Es palabra de Joseph Stiglitz. ADG abandona la lectura. Nuevo triunfo del silencio. Avanzan las preocupaciones reflexivas. En las redes una y otra vez lo mismo. “No son medios”, sostiene acertada­mente José María Ridao. Pero son soportes eficientes para que a través de ellos –sin que sus operadores exijan respeto explícito por diferencias y/o diversidades– circulen dis­cursos de dudosa vocación democrática.

ALBOROZO

Desde Washington DC con gestos de satisfacción y alborozados por el regreso de Donald a la Casa Blanca celebran en primera fila Jeff Bezos, Mark Zuckerberg, Elon Musk, megarricos, ultra­poderosos y propietarios de Amazon, Meta y X, respecti­vamente. Una colega perio­dista de Brasil pregunta sobre la relación futura de Estados Unidos con Brasil y América Latina. Trump res­ponde. “Debería ser genial. Nos necesitan más de lo que nosotros los necesitamos a ellos. Nosotros (enfatiza) no los necesitamos”.

¡Tal vez, Panamá sea solo la punta de un iceberg. ¿Donald irá por más? Consulté nueva­mente con aquel respetado, respetable y veterano diplo­mático norteamericano ya mencionado. Esta vez con un mensaje de texto. Siem­pre con su identidad preser­vada, responde a mi consulta con otro envío que llega a mi móvil con su opinión.

“Dear friend. In off. In the deep history of the Uni­ted States for Latin Ame­rica and Caribe is possible to remember another deep relationship with gunboat policies, big sticks, finan­cing of coups, trade imba­lances, very low tech­nological transfers and political obscurities. But I don’t think it’s possible to go back to that in just four years. It will be important to see what the regional lea­ders do from now on. They won’t be able to say that they were caught in good faith. The future will not be simple. Bye. (Querido amigo. En off. En la histo­ria profunda de los Estados Unidos para América Latina y el Caribe es posible recor­dar otra relación profunda con políticas de cañoneras, garrotes, financiamiento de golpes de Estado, desequi­librios comerciales, trans­ferencias tecnológicas muy bajas y oscuridades políticas. Pero no creo que sea posible volver a eso en solo cuatro años. Será importante ver qué hacen los líderes regio­nales de ahora en adelante. No podrán decir que fue­ron atrapados de buena fe. El futuro no será sencillo. Adiós)”.

Posible o no, exacta o no, es la respuesta contundente de un veterano de las relaciones transnacionales. ¡Qué bueno sería, con el tiempo, verificar que no se equivoca!

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