­Las psicólogas Belén Espínola y Alexandra Vuyk opinan sobre el proyecto de ley presentado recientemente en la Cámara de Diputados que plantea prohibir el uso de celulares en las escuelas y colegios de todos los niveles, sean estos públicos, privados o subvencionados. Más allá de los trastornos de aprendizaje vinculados al uso de estos aparatos y otras conductas nocivas, las profesionales instan a analizar la problemática en toda su complejidad y evitar soluciones simplistas basadas en la mera prohibición.

  • Por Jimmi Peralta
  • Fotos Archivo / Gentileza

Este marzo se cum­plen cinco años de la declaración de la pan­demia del coronavirus en el mundo, que generó una alta dependencia de los dispositi­vos móviles en la educación, incluso después de la vuelta progresiva a la presenciali­dad de las clases.

Si en principio se pensó que el uso con fines educativos de estas herramientas llegó para quedarse, en la actua­lidad hay una ola de países que están restringiendo el empleo de los aparatos celu­lares en las escuelas con el fin de “salvaguardar la salud mental, física y psíquica de los niños y adolescentes”, según la intención declarada de un proyecto recientemente aprobado en Brasil.

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Naturalmente, nuestro país no está ajeno a esta discu­sión. En este mismo orden, el diputado por capital José Rodríguez, de la Asocia­ción Nacional Republicana (ANR), presentó un proyecto “que prohíbe totalmente el uso de teléfonos celulares y dispositivos electrónicos personales en instituciones educativas públicas, priva­das y privadas subvenciona­das del Paraguay”.

“Los estudiantes que infrin­jan esta ley serán sanciona­dos conforme al reglamento interno de cada institu­ción educativa”, refiere un extracto del proyecto presen­tado en la Cámara de Dipu­tados.

Entre estas sanciones se citan la notificación a los padres, la retención de los dispositivos y otras medidas disciplinarias no especificadas.

DIFICULTADES EN EL APRENDIZAJE

La bibliografía especiali­zada asocia el uso de teléfo­nos con problemas como la pérdida de atención y la con­centración, dificultades para el aprendizaje y otras condi­ciones, tanto en niños como en adultos.

Estas consecuencias son ple­namente congruentes con el desarrollo por parte de las grandes plataformas de algo­ritmos que ofrecen sin descanso estímulos para retener la atención de los consumido­res a través de recompensas.

“El uso intensivo de disposi­tivos genera una alteración en los niños, ya sea en la aten­ción, en niveles conductua­les y emocionales. También suele tener relación con alte­raciones en el lenguaje, por­que es una estimulación muy significativa para el cerebro y a veces las pantallas distor­sionan ciertas habilidades en los niños e incluso sue­len generar irritaciones que posteriormente se ven a nivel conductual y en el manejo de sus propias emociones, prin­cipalmente de la ira, porque tienden a copiar conduc­tas agresivas, por ejemplo, de videojuegos, y ansiedad o frustración a la hora de per­der, por ejemplo, en algunos juegos o al no acceder a las pantallas”, explica la psicó­loga infantil Belén Espínola, quien atiende en consultorio este tipo de casos.

NUEVO ESCENARIO

El cuestionamiento a la pre­sencia de los dispositivos den­tro de los colegios ya lleva más de una generación, pero la masificación del consumo y las barreras que derribó la pandemia, que hizo que los celulares sean prácticamente de tenencia obligatoria, cons­tituyen un nuevo escenario.

“Yo entiendo el espíritu de la ley, que buscaría prote­ger a la infancia y a la ado­lescencia, porque la tecnolo­gía sin control es de mucho riesgo para niños y adoles­centes. Sin embargo, habría que ver los pros y contras de una legislación así, ver si esa medida sería la mejor manera de proceder”, sostiene, por su parte, la doctora en psicolo­gía Alexandra Vuyk.

Alexandra Vuyk, doctora en Psicología

El marco legal y la reglamen­tación y prácticas del Minis­terio de Educación y Cien­cias (MEC), si bien hacen referencia a los celulares, no son taxativos en cuanto a una prohibición total, tal como lo dispone este nuevo proyecto.

En cuanto al almace­namiento seguro de los dispositi­vos en los cole­gios, donde coinciden ambos tex­tos, en el proyecto reciente­mente presentado se obliga a las instituciones escolares a contar con casilleros o for­mas de guardar los disposi­tivos durante el periodo de permanencia de los alumnos dentro de ellas.

PROS Y CONTRAS

“Los aparatos electrónicos y las pantallas tienen sus pros y contras. Son al mismo tiempo distractores y recur­sos válidos para el aprendi­zaje. Depende de cómo se usen para que sean favora­bles o desfavorables con res­pecto al proceso de apren­dizaje. Claramente, no es lo ideal que un niño, niña o adolescente esté expuesto exclusivamente a panta­llas para el proceso de aprendizaje. Al contra­rio, se sugiere más un aprendizaje concreto a través de experien­cias sen­soria­les, por ejemplo. Sin embargo, dado el contexto actual no pode­mos abstraernos y decir ‘cero pantallas’, porque en reali­dad es imposible. Entonces, utilizarlos como una estra­tegia dentro del proceso de aprendizaje no está mal, pero hay que saber usarlos. Esto debido a que si no se sabe usar, pueden ser distractores muy significativos, dado el nivel de estimulación que generan en el aspecto neuropsicológico”, asevera Espínola.

De su lado, Vuyk refiere que “parte de los contras de la tecnología es la dismi­nución de la capacidad de atención. Un video de Tik­tok dura 10 a 20 segundos y luego ya cambia a otra cosa. Ahora, si un profesor tiene que enseñarte sobre las cau­sas y los antecedentes de la Independencia del Paraguay y tiene que competir con un video de 20 segundos, que encima está acelerado en su reproducción para que la persona esté aún más enfo­cada, entonces se pierde esa capacidad cerebral. Ahora bien, eso tampoco se solu­ciona prohibiendo los celu­lares en los colegios. Eso se soluciona cambiando el sis­tema educativo y enseñando mejores estrategias de con­centración. El problema es mucho más grande”.

El planteamiento de un marco legal que propicie ciertas prácticas y restrinja otras en las instituciones educativas revela una lógica que, en lugar de enmarcarse en principios pedagógicos, se basa en acciones punitivas.

TRABAJO CONDUCTUAL

“El trabajo que se tiene que hacer con los chicos en casos problemáticos es conduc­tual al cien por cien. En este caso, el entrenamiento para padres y el manejo emocio­nal para los niños son las estrategias que general­mente se suelen utilizar en terapia para poder trabajar las adicciones a las panta­llas”, añade Espínola.

Sobre el rol que deben cum­plir los padres para comba­tir el uso problemático de los celulares, la profesional indicó que esto debe par­tir de la misma rutina dia­ria evitando prácticas como poner a los niños las tablets, los celulares o los televisores para que se alimenten.

“Hay que estructurar el acceso. Habría que estable­cer horarios y que no sea una cuestión natural usar el teléfono a la hora de cenar o almorzar o para distraer algún momento de explosión emocional en los niños, ya que también se usan mucho para calmarlos cuando hay algún berrinche”, expuso.

Belén Espínola, psicóloga infantil

ACCESO PRECOZ E INCONTROLADO

Los alcances y posibles repercusiones del uso intensivo de dispositi­vos todavía no pueden ser observados a plenitud. Sin embargo, resulta innega­ble que existe una carrera entre las plataformas para desarrollar formas más efi­cientes de promover el uso adictivo, por lo que los efec­tos en el aprendizaje bien podrían ir multiplicándose con el paso de los años. A esto cabe agregar la emer­gencia de una tecnología con efectos aún más incier­tos de cara al futuro como la inteligencia artificial.

No obstante esto, resulta innegable que el acceso pre­coz y no controlado de los menores a los dispositivos es una de las principales cau­sas del problema. “En con­sultorios se observan casos de niños que accedieron a información que no tenían que acceder, que tienen más relación con el mundo adulto, principalmente por­nografía y conductas agre­sivas.

El acceso a información de adultos generalmente suele ser muy común cuando los niños tienen You­tube libre, por ejemplo. Ahí apare­cen miles de cosas que los niños van clickeando y van acce­diendo y recepcionando. Entonces, es común que cuando el problema suele ser el acceso a las pantallas, el niño cuente, por ejemplo, que vio cosas que no tenía que ver o copia en su con­ducta cuestiones relacio­nadas a la sexualización o la agresividad. Así también, va incorporando términos inadecuados en su reper­torio lingüístico”, remata Espínola.

En resumidas cuentas, más allá de los diversos abordajes posibles a la problemática, en las decisiones finales que se vayan tomando deben prevalecer los criterios técnicos y pedagógicos por sobre las medidas meramente puniti­vas o reactivas.

BRAIN ROT

Las crecientes preocupaciones sobre el efecto en la salud mental y en las aptitudes cogni­tivas de la sobreexposición a contenidos en línea banales se reflejan en la elección de la palabra del año en el idioma inglés, que es rea­lizada anualmente por la Oxford University Press. En su edición 2024, la palabra elegida fue “brain rot” o “podredumbre cerebral”.

Este término es definido como “el supuesto deterioro del estado mental o intelectual de una persona, especialmente visto como resultado del consumo excesivo de material (ahora en particular contenido en línea) con­siderado trivial o poco estimulante. Tam­bién: algo caracterizado como susceptible de conducir a dicho deterioro”.

Según refiere la institución en su sitio ofi­cial, “el primer uso registrado de la palabra ‘podredumbre cerebral’ se encontró en 1854 en el libro ‘Walden’, de Henry David Thoreau, que relata sus experiencias de vida senci­lla en el mundo natural. Como parte de sus conclusiones, Thoreau critica la tendencia de la sociedad a devaluar las ideas comple­jas, o aquellas que pueden interpretarse de múltiples maneras, en favor de las simples, y ve esto como un indicador de un declive general en el esfuerzo mental e intelectual”.

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