Ubicada a 100 km de Asunción, esta ciudad del sur del departamento de Cordillera fue escenario de hechos que marcaron a fuego la memoria popular. Desde una antigua iglesia y su retablo hasta numerosos balnearios con frescas aguas, Valenzuela invita a los visitantes a sumergirse en sus bellezas y en los recodos de un pasado poco conocido fuera de la comunidad.
- Por Paulo César López
- paulo.lopez@nacionmedia.com
- Fotos Jorge Jara
El trazado del casco urbano de la ciudad es típicamente colonial. La iglesia –en cuyo frontispicio se destaca el campanario, que fue un añadido posterior– se erige en el centro y a los costados las instituciones principales como la escuela, la comisaría y el ayuntamiento. Frente a la sede de la Municipalidad, una edificación de estilo ecléctico, nos recibe Virgilio Cantero, director de Cultura de la comuna.
Cantero menciona en primer lugar que desde la dirección a su cargo trabajan por el establecimiento de políticas públicas culturales y turísticas con un enfoque de responsabilidad y respeto hacia el medioambiente y los recursos naturales. En cuanto al desarrollo del turismo histórico, plantean una investigación de los acontecimientos acaecidos en Valenzuela principalmente durante la guerra contra la Triple Alianza y la resignificación de esos hechos desde el presente.
El primer punto del recorrido es la Casa de la Cultura y Museo Histórico José Anuncio Salinas, donde nos aguardaba la profesora jubilada Benita Salinas, quien tras su retiro de la docencia se dedica a dirigir ad honorem el espacio que lleva el nombre de su padre. Desde 1844 funcionó allí la Escuela 45, la primera de la ciudad, y posteriormente el Colegio Nacional San José.
Luego del traslado de estas instituciones a sus respectivas sedes propias, el lugar quedó en desuso, sufrió un proceso de deterioro y hasta se planteó la posibilidad de su venta o alquiler. Ante esta situación, bajo iniciativa de su padre se conformó una comisión para la puesta en valor del lugar y de esta manera evitar la pérdida de parte de la historia del distrito.
DOBLE FUNCIÓN
“Este es un espacio cultural con biblioteca y también se habilitó como museo histórico. Cumple dos funciones a nivel de comunidad. Este es un espacio que se utiliza para las reuniones de los docentes, ya sean activos o jubilados, presentación de libros de autores locales y otro tipo de actividades con concurrencia de hasta 40 personas”, detalla. Otro hecho histórico importante vinculado a la escuela es que figura entre las instituciones que colaboraron activamente durante la guerra del Chaco para la asistencia a los combatientes y sus familias.
Posteriormente, nos dirigimos al salón contiguo, donde funciona propiamente el museo. Entre su acervo se pueden apreciar herramientas de la fábrica de azufre que funcionó en la ciudad durante la guerra contra la Triple Alianza, donde en sus momentos de mayor actividad llegaron a trabajar hasta 150 personas, bajo la dirección del ingeniero de minas inglés Charles Twite. Así también, balanzas de precisión, pisones, balas de cañón, cantimploras y un libro de oro de 1932 a 1933, en el que están registradas las donaciones en oro y alimentos que hicieron los pobladores para ayudar al ejército en campaña.
El 7 de agosto de aquel año, cuando llegaron los aliados a la ciudad, se encontraban de reunión en la sacristía, entre otros, Francisco Maíz, un sacerdote al igual que su hermano, para organizar la resistencia con los pocos varones que quedaban. De hecho, Maíz moriría pocos días después en la batalla de Piribebuy.
Así también, hay una lista y retratos de los valenzolanos que sirvieron en la guerra del Chaco, entre los que figura monseñor Teófilo Torres, quien llegó a capellán del Ejército, y el teniente Eligio Montanía, quien tenía apenas 19 años cuando murió incinerado a mano de los bolivianos.
EL ORATORIO
Posteriormente, nos dirigimos a la iglesia principal de la ciudad, un edificio colonial de estilo franciscano que fue inaugurado en 1758 y que está enclavado en una manzana bellamente arborizada y ambientada con un bullicioso coro de pájaros y cigarras. Una estatua del padre Valenzuela se alza frente a la fachada y detrás de ella convergen dos camineros que vienen de los accesos laterales al templo. En este sentido, Salinas explica que existe un proyecto para construir un caminero principal, pues actualmente el acceso es solo desde los costados.
El retablo de estilo barroco-rococó que luce la iglesia es una joya del arte sacro. Al respecto, la profesora Benita explica que la parte que sobresale es el sagrario, que tiene dos compartimientos: el de abajo, donde están guardadas las ostias consagradas, y el de arriba, el ostensorio donde se guarda el Santísimo Sacramento. En el centro aparecen san José Esposo, además de san Pablo, san Pedro, la Inmaculada Concepción y en la cúspide la personificación del sol.
“El retablo en sí es una catequesis porque esa era la función del padre Valenzuela y para que sea más atractivo para los niños la apertura del sagrario donde se guarda el Santísimo es como un pequeño teatro. Este mecanismo es único en América. El engranaje es totalmente de madera y se pasa la manivela para que pueda abrirse la puerta del sagrario. El mecanismo pudo funcionar otra vez después de la restauración hecha por técnicos del MOPC (Ministerio de Obras Públicas y Comunicaciones). Cuando se desmontó para la restauración, inventariamos 1.300 piezas. Se pueden apreciar también detalles de flores de la zona como el clavel, mburukuja, hojas de tabaco, palmeras, etc. Las flores talladas en el retablo representan el jardín eternal”, explica mientras hace funcionar el artefacto.
MINAS KUE
Seguidamente enfilamos hacia Minas Kue, en las afueras del casco urbano, en el camino que la une con Itacurubí. El predio está ubicado frente a una semiterminada subestación construida en el marco de la nueva línea de 500 kV.
Las instalaciones de la desaparecida fábrica consistían en dos piezas y un sótano donde se guardaban los materiales, además de pozos de más de dos metros del que se extraía la materia prima. Esta parte fue declarada de protección arqueológica por haber albergado la fábrica donde se procesaba el azufre para la fabricación de pólvora.
El 9 de agosto de 1869, en las postrimerías de la campaña de las Cordilleras, un brazo del Ejército aliado comandado por el brigadier Vasco Alves Pereira llegó hasta la ciudad. Según las crónicas, en el establecimiento cumplían su faena unas treinta paraguayas. Además, también había una decena de extranjeras entre brasileñas y correntinas que habían sido tomadas prisioneras por los paraguayos, además de francesas e inglesas que habían venido con técnicos europeos.
Las mujeres extranjeras habrían sido liberadas y, tras cometer todo tipo de desmanes, los soldados aliados encerraron a las mujeres paraguayas en una de las piezas, donde las habrían quemado vivas.
Con la excepción de las placas conmemorativas, en el lugar solo quedan los restos derruidos de un horcón. A merced del largo tiempo de abandono y olvido, en el sitio se realizaron excavaciones ilegales en busca de plata yvyguy y durante las cuales se habrían llevado objetos de la época.
En recordación a la horrenda muerte de las mujeres que trabajaban en la fábrica, en 2023 la comuna instituyó el 9 de agosto como el Día de la Mujer Valenzolana.
“En el libro del vizconde de Taunay, cuando habla de la campaña de las Cordilleras, dice que la fábrica fue tomada el 9 de agosto. Sin embargo, según otras fuentes lo más probable es que la fábrica haya sido tomada el 7, el día mismo de la ocupación, porque es improbable que se esperen dos días para tomar una posición militar estratégica. Pero igual se reconoce el 9 como la fecha oficial. En el recuerdo popular quedó que 30 obreras fueron violadas y quemadas dentro de la fábrica. Lo que da consistencia a la historia es que esa misma estrategia de terror fue utilizada en Piribebuy con la quema del Hospital de Sangre, además de los campos en Acosta Ñu y cerca de acá en Ka’aguy Juru, que fue una batalla de avanzada en la que también se apeló a la estrategia de quemar todo. Si bien no existen documentos que mencionen directamente estos hechos, es muy posible que se hayan dado teniendo en cuenta los acontecimientos posteriores”, sostiene.
HÉROES CIVILES
Además de episodios de la historia bélica, Cantero trabaja en el rescate del legado de personas destacadas de Valenzuela en la historia local y nacional, dando énfasis a mujeres notables como es el caso de las docentes Isabel Llamosas de Alvarenga, quien trabajó por la alfabetización de las personas privadas de libertad, y Adela Sánchez Torres, quien promovió la educación en épocas de inestabilidad política y revoluciones.
Por último, comenta que otro de los planes que están llevando a cabo es la promoción de bibliotecas móviles, que son dispuestas en varios puntos de la ciudad para que los niños puedan incluso llevar los libros a sus casas para luego devolverlos y canjearlos por otros.
“La biblioteca es asumida generalmente como un espacio reservado y muy serio. Entonces, estamos apuntando a las bibliotecas callejeras en las escuelas, las plazas, establecimientos turísticos y zonas rurales, que son visitadas por muchos niños. Están plenamente funcionales y muy activas”, finalizó.
TOPONIMIA
El nombre de la ciudad rinde homenaje al padre Víctor Antonio Fernández de Valenzuela, quien fue un sacerdote secular que no pertenecía a ninguna congregación religiosa. El actual centro de la ciudad era el casco de su estancia y la iglesia era su oratorio privado, que luego fue donado a la comunidad en homenaje al patrono San José Esposo.
En sus inicios fue un táva indígena dependiente de la ciudad de Piribebuy, conocida con el nombre de Ybyraity, por la gran predominancia en la zona de arbustos muy duros con flores blancas. La fecha exacta de su fundación no está registrada. Sin embargo, los datos dan cuenta de que como parroquia se independizó un 14 de marzo de 1814, durante el gobierno de José Gaspar Rodríguez de Francia, y como distrito un 18 de abril de 1844, ya en la era de Carlos Antonio López.
Según refiere la historiadora Margarita Durán Estrago, el padre Valenzuela “provenía de una familia de arraigo en el Paraguay. Gozaba de buena posición económica y de sus cinco hermanos varones, cuatro llegaron al sacerdocio. Se supone que se ordenó sacerdote en 1744, año en que su padre le otorgó una fuerte ayuda económica. En 1753 adquirió tierras en el paraje de Ybyraity (...). Se radicó en el lugar con ministerio libre y erigió una capilla de grandes dimensiones, semejantes a una iglesia parroquial, que se conserva con pocas innovaciones”.
A renglón seguido añade que “en 1770 ocupaba el cargo de vicario juez eclesiástico y presbítero domiciliario correspondiente a la región de Cordillera. La capilla del padre Valenzuela dio nombre al pueblo, situado al sur del tercer departamento de Cordillera, y desde un comienzo sirvió a la población rural dispersa que iba aumentando considerablemente”.
“Además de acaudalado, el padre Valenzuela contaba con una buena formación académica y se hallaba interesado en apoyar la apertura de una universidad en Asunción. Desistió de su propósito debido a las desavenencias que tenía con los dominicos que para entonces –segunda mitad del siglo XVIII– otorgaban títulos de licenciado y doctor por el término de ocho años. Vivió el resto de su vida en Ybyraity y en su homenaje dicho pueblo lleva el nombre de Valenzuela”, escribe la historiadora.