A la figura mitificada de Hermes Trismegisto se le atribuye una prolífica colección de tratados filosóficos y religiosos que influyeron en los pensadores de la Edad Media y el Renacimiento europeo.
- Por Gonzalo Cáceres
- Periodista
- Fotos Gentileza
La sabiduría atribuida a Hermes Trismegisto adquiere gran relevancia para los interesados en la interrelación entre lo mundano y lo divino.
Se cree que este personaje nace de la síntesis realizada por la cultura grecorromana al identificar al dios Hermes-Mercurio (asociado a la comunicación, conocimiento y astucia) con el dios egipcio Thoth (deidad de la sabiduría y la magia). Este último, mencionado por Platón, es presentado como el supuesto inventor de la escritura y mecenas de todas las artes que dependían de ella (como la medicina y la astronomía). El epíteto Trismegisto (en griego “tres veces grande”) se le otorgó en reconocimiento a los amplios saberes emanados de su inspiración. Sus escritos forman parte del “Corpus hermeticum”, una colección de 17 tratados (en su forma más divulgada) que data del período helenístico y los primeros siglos de la era cristiana. El “Corpus hermeticum” se enfoca en temas como la naturaleza divina y la creación del universo, la inmortalidad del alma y la unidad del cosmos, al tiempo de combinar especulaciones cosmológicas con influencias astrológicas y astronómicas de diversas culturas muy antiguas (como la caldea), con elementos de la física aristotélica y la antropología pitagórico-platónica (se presentan como un medio para alcanzar la salvación espiritual).
PROFETA PAGANO
La similitud con ciertas doctrinas de la Iglesia cristiana primitiva (para algunos pensadores medievales, Hermes fue un profeta pagano que anunció el advenimiento del cristianismo) llevó a considerar que podrían representar una revelación anterior, “evidenciando” un conocimiento de origen divino compartido por todas las primeras filosofías de la historia conocida.
Los textos herméticos fueron altamente valorados por figuras como Cicerón, Lactancio, san Agustín y numerosos autores medievales y renacentistas. Esto al punto de que fueron traducidas al latín por Marsilio Ficino en 1471, situación que –conforme indican los estudiosos del tema– habría transformado toda una corriente basada en la búsqueda de unión con Dios (debido a su difusión en la lengua culta más importante de la época), equiparándola a una forma de dogma y/o religión.
Por ejemplo, Cicerón lo menciona en el libro III de su obra “De natura deorum” como un venerado sabio y legislador, siendo uno de los fundadores de la cultura religiosa y espiritual del antiguo Egipto, asociándolo con la transmisión de conocimientos sobre los dioses y la naturaleza.
El hermetismo también se hizo conocer con reflexiones sobre la unidad del ser y la trascendencia y las ideas sobre la transmutación de los metales, que influenciaron la astrología, el tarot y las ciencias ocultas con textos como el “Asclepio” y la “Tabla esmeralda” (un enigmático estudio alquímico que contiene la famosa frase “como es arriba, es abajo”).
VARIEDAD DE AUTORES
A pesar de la romántica idea del erudito único, lo cierto es que la crítica filológica (iniciada ya por Isaac Casaubon en 1614) demostró que toda la producción hermética puede tener un origen comprobable (suponiendo que alguna vez se conozca una obra similar y/o comparable) en una serie de autores, en su mayoría desconocidos o que no llegaron a nuestros días, que vivieron entre los siglos II y III d. C., probablemente griegos, egipcios o bizantinos (o una mezcla de los tres), en los que se entrelazan sin rigor las mencionadas doctrinas. Los alquimistas creen poder rastrear la obra hermética hasta el periodo ptolemaico de Egipto, Babilonia y otras fuentes del mar Mediterráneo y el Éufrates.
Por ejemplo, en 1908 el abogado y comerciante estadounidense William Walker Atkinson (1862-1932) publicó el “Kybalión”, en el que afirmó –sin aportar ninguna sola evidencia historiográfica– que Hermes sería contemporáneo del patriarca Abraham.
Hermes Trismegisto es señalado como el supuesto artífice de cientos –o incluso miles– de textos atribuidos tardíamente (dependiendo del periodo y la tradición), pero la realidad es que es visto más como un símbolo que como una figura histórica. Representa la incansable búsqueda de la sabiduría universal y la integración del conocimiento científico, filosófico y espiritual en un legado que sigue siendo fuente de inspiración para filósofos, ocultistas y buscadores espirituales.