El microclima del salto Cristal lo ha convertido en un concurrido sitio de turismo de naturaleza ideal para dar tregua al inclemente verano paraguayo. Un equipo de La Nación/Nación Media visitó este santuario de la naturaleza ubicado en el distrito de Borja, al oeste del departamento del Guairá, para retratarlo y narrar las aventuras y emociones que proporciona el recorrido.

La ruta a salto Cristal se empalma con la ruta PY18 a la altura del distrito de La Colmena, departamento de Para­guarí, y cuenta con una señalética que hace muy fácil su pronta identifica­ción para quien lo visite por primera vez.

A lo largo de unos 14 km, el desvío alterna tramos de tierra, empedrado y asfal­tado que se encuentran en buenas condiciones, aunque los días de lluvia las partes no pavimentadas podrían ser dificultosas para auto­móviles urbanos.

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Si bien es un destino que en el imaginario del común de la gente es muy asociado con Ybycuí, la reserva natural y el magnífico salto de 45 metros se encuentran en la jurisdicción de Borja, al otro lado del arroyo Cris­tal, a 150 km de Asunción.

Esta localidad tiene una extensión de 329 km² y una población de 7.758 habitan­tes, según datos del último censo de 2022. Su densi­dad poblacional es de 20,72 hab./km², la gran mayoría asentada en el sector rural. Las principales fuentes de ocupación de los poblado­res son la agricultura y la ganadería, en especial esta última por las característi­cas del suelo.

EL ARRIBO

Promediando la calu­rosa media mañana del pasado miércoles, llega­mos a la entrada princi­pal de la Reserva Natural Salto Cristal Ecoaventura. En la recepción nos recibe Roberto Bravo, propietario del sitio desde 2011, quien nos detalla que el estable­cimiento tiene una dimen­sión total de 200 hectáreas, que están destinadas en su mayor parte a la explotación ganadera.

La zona de la reserva ocupa 25 hectáreas de un bosque remanente del ecosistema conocido como Bosque Atlántico, que ha adqui­rido creciente populari­dad para los amantes de la naturaleza y la aventura. En el lugar trabajan unas 20 veinte personas asis­tiendo a los visitantes en sus diversas necesidades.

Bravo detalla que cuentan con zona de camping, hos­pedaje, restaurante y juegos de aventura como tirolesa, rápel y puente doble.

Roberto Bravo, propietario de la Reserva Natural Salto Cristal Ecoaventura

RECOMENDACIONES

Respecto a cuáles son las recomendaciones que los visitantes deben tener en cuenta, pidió conciencia ante la temporada de sequía y no hacer fuego fuera de las áreas designadas para el efecto, así como tampoco arrojar las colillas de ciga­rrillos en cualquier parte, pues estas pueden provocar incendios que podrían tor­narse incontrolables. Tam­bién remarcó que está pro­hibida la polución sonora, al igual que el ingreso y con­sumo de bebidas alcohóli­cas en la zona de la piscina.

“Este no es un balneario para poner música a alto volumen y arrojar latas en cualquier parte, sino para disfrutar de la naturaleza”, indicó.

En relación con el volumen actual del chorro, señaló que la seca ha afectado el flujo de agua, pero que en contrapartida la pileta se encuentra más límpida por el menor transporte de sedimentos que son depo­sitados durante las lluvias.

Luego de concluir la con­versación, nos dirigimos a observar las instalaciones. Óscar Soilan, un entusiasta joven de unos 25 años, nos dirige a ver las habitaciones para los visitantes, que tie­nen una magnífica vista a la serranía del Tebicuarymi.

ATMÓSFERA

Tras las tomas de rigor, por fin iniciamos el itinerario rumbo al salto. A medida que nos adentrábamos en los senderos, nos sumer­gíamos en una atmósfera propia de una expedición de Indiana Jones. Unos enormes mamangas y káva pytã hacen vuelos rasantes a nuestro alrededor. El guía advierte que el turismo de naturaleza manda actuar con calma ante cualquier avistamiento de víboras u otros reptiles o al ser rodeado por insectos. De esta manera, estos segui­rán en sus quehaceres sin hacer caso a los extraños.

La cascada principal está rodeada de un exuberante entorno de nacientes, caí­das menores, cauces cris­talinos y playadas de pie­dra, todo coronado por una pileta natural de 18 metros de profundidad.

Para ingresar a él es obliga­torio el uso de chalecos sal­vavidas. “Y ko ndaijyvái” (el agua no tiene brazos), dice un dicho popular, por lo que a pesar de los chalecos no me aventuro a alejarme de la costa. Yo prefería más bien desafiar a las alturas.

A continuación seguimos el trayecto rumbo a un pico frontal a la espectacular caída de agua, a la cual se llega a través de una tirolesa de 200 metros de largo y 100 metros de alto. El piloto Armindo es el primero en desertar. Ya familiarizado con este juego, hago el cruce sin sobresaltos, aunque sin perder la cuota de emoción de siempre. Luego, sujeto a un arnés se cruza unos cinco metros a través de un cabo que hace de puente para lle­gar a la desembocadura en la que el agua se estrella en el vacío formando un cenote celestial.

Tras cruzar la tirolesa, nuestro reportero gráfico Kilito es asistido para colo­carse el equipo de seguridad para bajar por el rápel. Mien­tras, Óscar me sigue con­tando algunos de los porme­nores de su rutina diaria, de la cual destaca la alegría de servir y brindar seguridad a los visitantes. Asimismo, dice que en su oficio ha hecho muchos amigos y que su principal satisfacción es que el cliente le confía su vida y su integridad física.

GRAN MOVIMIENTO

En plena mitad de semana el sitio presentaba un gran flujo de personas. En tem­porada alta en días hábi­les visitan la reserva unas 400 personas por jornada, pero los fines de semana esta canti­dad puede trepar hasta más de 2.000 personas.

No obstante, para los jue­gos extremos hay un cupo máximo de 60 personas por día. Esto no solo por el cansancio físico que pro­voca la tarea, sino por la misma concentración que demanda cuidar cada deta­lle de la seguridad.

Además de ayudar a las per­sonas a superar el miedo, los guías deben estar siempre atentos para actuar rápi­damente en caso de que el aventurero se paralice y no pueda realizar las manio­bras para superar los obs­táculos.

“Todas somos personas capacitadas y usamos equi­pos certificados. Es una gran satisfacción ayudar a la gente. Hacerle superar el miedo y atreverse a superar sus límites”, afirma.

Javier, quien cuenta que vino de Areguá junto con su familia, se une a la conver­sación y a la ronda de tereré mientras aguardamos nuestro turno para bajar por la cascada. “Hermoso el lugar. No es necesario salir del país para ver cosas lindas. Si es por el contacto con la naturaleza, yo reco­miendo mucho más esto a la gente que cualquier playa del Brasil, de donde encima la gente vuelve enferma”, señala.

ACROFOBIA

De pronto Kilito se echa atrás y anuncia que bajará caminando. El miedo quizá sea el sentimiento más contagioso, por lo que de inmediato sentí la fuerte tentación de emularlo. “No tenés que pensar mucho. O sino nunca lo vas a hacer. Tampoco mires abajo”, me anima Óscar.

Sin embargo, lo primero que hago es echar un vis­tazo a la pileta, desde donde la concurrencia me obser­vaba apuntándome con sus cámaras en espera del des­enlace. Sigo dando rodeos para posponer el descenso. Finalmente me apresto a bajar.

“Bienvenido al rápel más extremo del Paraguay”, suelta cuando ya no hay marcha atrás. Entonces inicio un descenso chapli­nesco hasta que, cuando parecía que ya no podía seguir sosteniendo la cuerda y que no me que­daba más que sucumbir a la gravedad, respiro aliviado al comprobar que mis pies ya estaban hollando suelo firme.

El deporte es muchas veces no una competencia con los demás, sino con uno mismo. Ir superando nuestras pro­pias marcas, los miedos y plantearnos nuevos desafíos.

Entre tanto iniciamos el camino de regreso, pienso que todo paraguayo debe­ría visitar el salto Cristal al menos una vez en la vida. Bien podría consti­tuirse en la meca de nues­tra sociedad del agua. “Y”, la palabra más corta y pro­funda en guaraní. Agua, la desinencia que remata el nombre de nuestra nación.

Para ello hay un gran equipo humano que te ayudará para vivir de manera segura esta fabulosa experiencia.

DATOS A TENER EN CUENTA PARA EL VIAJE

Entrada general: G. 30.000 por persona

Niños de 5 a 12 años: G. 15.000

Zona de camping: G. 10.000 adicional con per­manencia de 24 horas

Tirolesa: G. 50.000

Rápel: G. 50.000

Puente doble: G. 20.000

Combo de juegos de aven­tura: G. 100.000

Chaleco salvavidas: G. 10.000. Obligatorio para nadar en la piscina natural. Quienes dispon­gan pueden llevar los suyos propios.

Hospedaje, incluyendo acceso y desayuno

Pareja: G. 300.000

Familiar: G. 450.000

Individual: G. 250.000

* Debido a la alta demanda, las personas que deseen pasar la noche en las habitaciones deben realizar sus reservas al (0981) 363-084.

CARACTERÍSTICAS GEOLÓGICAS

Moisés Gadea, catedrático de Petrolo­gía Ígnea y Sedimentaria en la Facul­tad de Ciencias Exactas y Naturales (Facen) e investigador categorizado del Consejo Nacional de Ciencia y Tecno­logía (Conacyt) PRONII 1, explica que esta región se localiza en la serranía de Tebicuarymi y pertenece al bloque Cordillerita, equivalente orogénico de la cordillera de los Altos hacia el sur, y se constituye principalmente por rocas sedimentarias del sistema Ordovíci­co-Silúrico del Paleozoico inferior en la región Oriental del Paraguay, en el borde inferior de la fosa tectónica de Asunción conocida como rift de Asun­ción, en su segmento este-oeste.

“Las rocas que constituyen la cascada en salto Cristal se componen por rocas sedi­mentarias del tipo areniscas, que fueron depositadas en el periodo Ordovícico (alrededor de 485-443 millones de años) durante la era Paleozoica. Con la evolu­ción posterior del paisaje en el tiempo geológico (que incluye tectonismo, ero­sión y sedimentación) y el desarrollo de la red de drenaje, fue configurada la cas­cada”, detalla el geólogo.

Por otra parte, sobre sus elementos cli­máticos, el relatorio de impacto ambien­tal de la reserva detalla que “se encuen­tra en la zona subtropical húmeda, con inviernos suaves y veranos largos y calu­rosos de abundante precipitación. Posee un clima en general benigno y saludable, con una temperatura media de 21 °C. En verano, la máxima alcanza los 38 °C; en invierno, la temperatura desciende hasta 1 °C bajo cero. Durante el año se totali­zan 1.537 mm de precipitaciones. El pro­medio es de 80 mm en julio y agosto y 138 mm en los demás meses”.

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