• por Jimmi Peralta
  • Fotos: Jorge Jara

Beterete Kue es un lugar que descubrir desde la humanidad y la naturaleza. Es una localidad fronteriza de Nanawa, departamento de Presidente Hayes, que se extiende desde cerca del centro de Clorinda hasta el río Paraguay, siguiendo el paso zigzagueante del surco que dejó el Pilcomayo, seco en ese tramo. Cerca de 1.000 personas resisten al río en cada subida, pero también encuentran en él su forma de vida.

Los caudales que irrigan nuestro suelo marcan el devenir de su gente, su naturaleza y su historia. La economía de la pequeña población respira en torno al largo y serpenteante río Paraguay y el pueblo se refleja en sus aguas como un espejo.

La población de Beterete Kue se dibuja en el mapa al borde del río menguado, rodeada de un verde exuberante y un ensordecedor canto de cigarras y pájaros.

Si bien se encuentra a apenas 40 km de Asunción, esconde la historia de su tierra y sus habitantes en ese río sin murmullo que lo traza en el mapa: el seco Pilcomayo, que le sirve de frontera con Clorinda, Argentina.

Dibujando la línea recta al noroeste desde Itá Enramada, cruzando la isla Banco Morales, se inicia el territorio de este pueblo con la Oficina de Control de Marina, en ese lugar donde desembocaba en otros tiempos el río Pilcomayo.

Beterete Kue, como bien lo sugiere su típica toponimia, debe su nombre a un antiguo poblador de la zona. Desde 2021 dejó de pertenecer al municipio de Villa Hayes para pasar a formar parte de la jurisdicción de Nanawa, ubicado al sur del departamento de Presidente Hayes.

POBLACIÓN

Con más de 200 viviendas, la zona cuenta con poco menos de 1.000 habitantes, entre ellos productores rurales, prestadores de servicios y profesionales de todo tipo. Algunos desarrollan actividades en Nanawa, otros en la Gran Asunción y una parte en Clorinda.

“Yo nací acá, en Beterete Kue, en el barrio Juventud. Mis padres eran de Sajonia y ponele que hace 70 a 80 años vinieron a poblar esta zona”, comenta Eladio Dionisio Centurión (56), quien se aprestaba a limpiar su cultivo de verduras y hortalizas emplazado al costado de su vivienda.

“Yo persigo más la construcción, pero la agricultura hago porque me gusta. Siempre cultivo lo necesario para el autoconsumo, para no comprar todo. Todo lo que se pueda tengo en mi huerta”, señala.

La zona cuenta con una escuela y un colegio, comisaría, puesto de salud, iglesias y una relación constante con el vecino país. Así como en otras zonas fronterizas, muchos niños estudian en el vecino país e incluso otros padres prefieren que sus hijos nazcan y se registren en Clorinda.

Eladio Dionisio Centurión comenta que, si bien la construcción es su fuerte, se dedica a la agricultura porque le gusta. Foto: Jorge Jara

AGRICULTURA

La agricultura es para los pobladores tradicionales una salida laboral regular. La producción para el autoconsumo se complementa con la posibilidad de la venta directa de sus productos, sin intermediarios, pero bajo el condicionamiento de la fluctuante coyuntura económica de Argentina. “Con la construcción me voy donde haya trabajo. Trabajo acá, me voy a Asunción, a Buenos Aires, me voy a Brasil. En la construcción hago de todo, hasta plomería, lo que no hago es electricidad. En Argentina estuve primeramente 10 años. Ahí hacía armado, mampostería, de todo. Después fui yendo y viniendo en distintos tiempos”, explica Centurión, padre de dos hijos y seis hijas. Además de su esposa, actualmente vive junto con dos de sus hijos y una nieta.

Si bien a una de sus hijas le gusta la agricultura, considera muy difícil dedicarse a este oficio, principalmente por la cercanía de la frontera, donde “muchas estiban pequeñas cosas para el comercio de frontera y ven que rápido ahí hay algo de plata. Los jóvenes hoy en día trabajan en eso”, indica.

CRECIDAS

El río fue el lugar de la niñez de Gaspar Noguera (62) y el medio para comercializar en el Mercado 4 o en el barrio Sajonia lo que sus padres cultivaban. En ocasión de la recordada crecida de 1983, Gaspar conoció el amor de la mano de una joven villarriqueña que coincidió con él en el Mercado, donde trabajaba por entonces con su padre. Su casa había quedado cubierta hasta el filo del techo aquella vez, pero el río también le trajo una compañera con la que tuvo cinco hijos.

“Yo soy nacido y criado acá. Mamá y papá son de acá también y viven todavía acá. Ellos vivían antes de la agricultura, vendían verduras en el Mercado o entregábamos a gente en Sajonia. Nos íbamos semanalmente a llevar los productos. Cuando eso el Pilcomayo tenía todavía agua”, refiere Noguera, quien tiene su casa a unos 50 metros del que era el cauce del Pilcomayo, donde ahora está encallada su canoa, que ya no lo puede llevar a ninguna parte.

Gaspar Noguera vive a 50 metros del que era el cauce del Pilcomayo. Foto: Jorge Jara

“Este es mi lugar. No nos queremos ir de acá. Si no fuese por las crecientes, habría mucha más gente en la comunidad. El agua es la que los echó. Ahora que se dragó mucho el río, esperemos que ya no suba tanto”, comenta.

Gran parte de las tierras de Beterete Kue son de dominio del Instituto Nacional de Desarrollo Rural y de la Tierra (Indert) y están a merced del comportamiento del río Paraguay, que en sus periódicos ciclos de crecidas desborda gran parte de la zona.

“Mucha gente se fue en los últimos años, la mayoría por la inundación. Esto llega más o menos hasta ahí”, dice mientras señala con un dedo el marco inferior de su ventana. “Por acá pasa el Pilcomayo seco, pero hay una boca del río Paraguay acá cerca y se junta todo cuando sube”, explica, por su parte, Centurión.

“Cuando sube el río nos tenemos que ir. Son buena gente los argentinos, que nos dan para mudarnos ahí en la ruta. Y nos atienden como un argentino más, no nos joden”, asegura.

“DEPORTE”

“La inundación ya es casi como un deporte. Sabemos lo que tenemos que hacer, nos avisamos entre nosotros para salir. Antes venía con menos frecuencia, habremos tenido como diez inundaciones, pero en el último tiempo casi cada año subía el agua”, agrega Noguera, quien además de sus cultivos se dedica junto con otros pobladores a la apicultura, una oportunidad económica a la que accedieron al recibir las cajas para la producción.

Los rubros cultivados por la pequeña agricultura familiar incluyen mandioca, batata, cebollita, poroto, maíz, acelga y locote. Además, crían chanchos y gallinas para la venta. Otras salidas laborales para los pobladores son el comercio de frontera, el acopio y clasificación de basura, ya sea plástico o chatarra.

La población de Beterete Kue encontró una forma de vivir y producir a su manera. Foto: Jorge Jara

La relación de los pobladores de Beterete Kue con los ríos no es siempre armónica, pero, además del transporte, el curso de agua es también una importante fuente de provisión de alimentos.

“Trabajábamos en la chacra de día y de noche ya nos íbamos con nuestro espinel al río a pescar”, refiere Noguera sobre el modo tradicional de vida de la comunidad, que se fue transformando con la llegada del comercio.

AUSTERIDAD

La comunidad se ha acostumbrado a vivir con tan poco al punto de que recién en 2022 se habilitó la planta de tratamiento de agua en Nanawa, desde donde se provee al distrito, pero el vital líquido tiene su punto de toma sobre el río Negro y el agua salada, que tampoco llega a todas partes, no es apta para el consumo.

Ante esta situación, autoridades de la comuna refirieron que en el transcurso de este año se licitará la construcción de una nueva toma de agua, esta vez sobre el río Paraguay.

En definitiva, como los bañados del lado de Asunción, Beterete Kue es un territorio donde, a pesar de la falta de lo más elemental, su población encontró una forma de vivir y producir a su manera en un lugar al que consideran su hogar.

La relación con el río no es siempre armónica, pero es al mismo tiempo medio de transporte y fuente de provisión de alimentos. Foto: Jorge Jara



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