La Cámara de Diputados dio media sanción a un proyecto que otorga a la irlandesa Elisa Alicia Lynch la ciudadanía honoraria y pide el traslado de sus restos desde la Recoleta al Panteón de los Héroes. Historiadores analizan la idea y reviven la polémica que las figuras del mariscal Francisco Solano López y su inseparable compañera provocan en la lectura del pasado nacional.

La condición de mujer separada de Elisa Alicia Lynch le causó más de un problema en la sociedad de su tiempo histórico. Increíblemente, algunos de ellos sobreviven hasta nuestros días.

Recientemente, a instancias de los diputados colorados Rocío Abed y Rodrigo Gamarra, la Cámara Baja dio media sanción a un proyecto que pide su inclusión en el Panteón de los Héroes, situación que despierta ya algunas polémicas.

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Se estima que durante este 2025 será analizado por el Senado para ver si procede o no. Esto atendiendo a que hay voces que señalan que en el emblemático oratorio del centro de la capital no están los próceres de la Independencia u otros héroes de la Guerra del 70, o la del Chaco, e inclusive otras mujeres que tienen mérito suficiente.

DISCUSIÓN PÚBLICA

Para el historiador Herib Caballero Campos, “el tema de quién debe estar o no en un sitial destacado como el Panteón de los Héroes siempre abre una discusión pública. En el caso concreto de Elisa Alicia Lynch, la justificación presentada en el proyecto de ley habla de su rol de pareja del mariscal Francisco Solano López. En ese caso ella tiene como méritos reconocidos por los que escribieron su biografía que introdujo una serie de costumbres y modernizó en parte la vida social asuncena a fines de la década de 1850. Asimismo, tanto en vida como con posterioridad tuvo muchos detractores que cuestionaron su accionar en materia de rubros como el negocio y, por sobre todo, por las críticas que recibió López sobre su mandato y la represión a las principales familias asuncenas y concepcioneras en el marco de la guerra”, recuerda.

Su colega, Eduardo Ortiz Mereles, presidente de la Asociación Cultural Mandu’arã, entiende que “Elisa Lynch no debe estar en el Panteón de los Héroes porque hay otras mujeres paraguayas que sí se merecen. Podemos hablar de las enfermeras de la guerra del Chaco, las residentas, las hermanas Adela y Celsa Speratti, la profesora Rosa Peña de González, y otras mujeres que reconstruyeron y que siguen construyendo nuestro país hasta la fecha”, expone.

El historiador Eduardo Ortiz Mereles

“Desde mi punto de vista, tampoco debería estar Julia Miranda Cueto, que fue la esposa del mariscal José Félix Estigarribia (y falleció junto con él en el accidente de avión, ndr), y esto no es una cuestión de género”, plantea.

“Para mí no corresponde que los restos estén en el Panteón de los Héroes porque ella tuvo una conducta inapropiada en cuanto al manejo de los bienes del Estado. Ella reclamó muchísimas leguas de territorio y ya en la época de Patricio Escobar, en 1885, se dejó en claro que esas tierras que ella reclamaba como suyas eran del Estado”, agrega.

En tanto, para Caballero “es importante que, además de figuras históricas que estén vinculadas a ambos conflictos bélicos (guerra contra la Triple Alianza y del Chaco), se contemple desde el Congreso la introducción de personalidades que representen la cultura, la educación y la ciencia. Es necesario que también reconozcamos el rol de otros personajes históricos que sirvieron al país más allá de las situaciones extremas que implican las guerras. Durante la pandemia, por ejemplo, se habló, pero luego perdió fuerza, el hecho de introducir a algún representante de las profesiones de salud en el Panteón”, comenta.

CIUDADANÍA

Al hablar de la ciudadanía paraguaya que le brinda a Elisa Alicia Lynch el proyecto de marras, Caballero entiende que es algo habilitado por la Constitución y que ya existen anteceden­tes como “el otorgamiento al jurista argentino Juan Bau­tista Alberdi por haber defen­dido la causa paraguaya jus­tamente durante la guerra contra la Triple Alianza”.

En este sentido, coincide Ortiz Mereles en que la ciudadanía “realmente podría dársele sin mayores dramas. Ella es una mujer que vino a cambiar las costumbres en un Paraguay semicolonial allá por mitad del siglo XIX, en los años 1854 y 55. En una pequeña ciudad cuyos habitantes iban máximo a la plaza Uruguaya, que en aquel tiempo era la plaza del con­vento San Francisco y de ahí hasta el Puerto, ella introduce costumbres muy a la euro­pea y eso fue positivo para el Paraguay, aunque es cierto que las propias mujeres de la alta sociedad tenían un recelo hacia ella”.

Entiende que la situación se daba porque “ellas esta­ban con la intención segu­ramente de tenerle al sol­tero más codiciado de la época, que era justamente Francisco Solano López, de quien ella vino embarazada de Francia y luego dio a luz al famoso Juan Francisco López Lynch, Panchito, que muere también en la bata­lla de Cerro Corá aquel 1 de marzo de 1870 en defensa de su madre”.

POLÉMICA

Para Caballero, la “polémica surge no tanto por su propia actuación, sino más bien por la figura de Francisco Solano López, que luego de más de un siglo y medio sigue siendo un personaje histórico que genera encendidos debates en torno a su actuación pública, principalmente como jefe de Estado durante un proceso histórico que cala hondo hasta hoy en día en la memoria colectiva de nuestro país”.

Agrega que “en ese sentido la polémica tiene diferentes orí­genes. En el caso de Lynch, hay trabajos muy interesantes que se han escrito recientemente desde la academia en los que se revisan todas las obras que se escribieron sobre ella, tanto históricas como literarias. En este sentido, el tra­bajo de Luis Arroyo es suma­mente esclarecedor. Por otro lado, trabajos como los de Ana Barreto o de Michael Lillis y Ronan Fanning son obras que aclaran mucho la polémica en torno a la figura de la señora Lynch”.

El historiador Herib Caballero Campos

Por su parte, Ortiz Mereles recuerda que hasta el día de hoy “se siguen reproduciendo mentiras en torno a su figura. Para mí es una mujer que supo hacerse querer por un grupo de personas, fue muy admirada por las mujeres de clase media para abajo, de la clase popular, porque buscaban imitarla en la moda, pero en la alta sociedad asuncena no la querían porque ella era divorciada”.

“También muchas veces la culpan de ciertas cuestiones en las que ella no tuvo nada que ver como que por culpa de ella Paraguay fue a la gue­rra, pero eso no tiene asidero historiográfico porque fueron una conjunción de factores los que determinaron el inicio de la contienda en diciem­bre de 1864″, apunta el historia­dor.

REPATRIACIÓN

Ortiz Mereles recuerda que los restos de Elisa Lynch fueron repatriados en el año 1961 por la dictadura de Alfredo Stroessner en el marco de la recordación del centenario de la epopeya nacional.

Recuerda que ya en aquel tiempo de la llegada de sus res­tos, “ella estuvo sin poder entrar en el Panteón en aquel año 1961 porque la Iglesia católica se opuso porque no estaba casada con Francisco Solano López y era su con­cubina. Por eso, el propio Estado deja los restos de Lynch en el Museo del Ministerio de Defensa y estuvo ahí hasta casi fines de la década del 60, cuando se le construye un mausoleo finalmente en el cementerio de la Recoleta, donde hasta la fecha están sus restos”.

Para el historiador, Lynch es “sin ninguna duda una mujer que hizo histo­ria en Paraguay, para bien o para mal. Recomiendo el libro ‘Calumnia’, de los muy buenos historiadores irlan­deses Lillis y Fan­ning, para conocer un poco más de su vida, incluyendo también lo escrito por ella misma, que es ‘Exposición y protesta’, como se llama un pequeño folleto de no más de 25 páginas en el que sentó sus posiciones”.

EXPOSICIÓN Y PROTESTA

Aquí un extracto de “Exposición y protesta”, de Elisa Ali­cia Lynch, escrito publicado en la Imprenta Rural de Bue­nos Aires en 1875:

“No he podido ser la mujer a quien han pintado mis ene­migos.

El antecedente más desfavorable a mi reputación ha sido el hecho de mi matrimonio. Casada y pasando a ser la compa­ñera del mariscal López, era autorizar el cargo de adúltera.

Hasta hoy no he querido desmentir esa acusación por moti­vos de delicadeza que me obligaban a no perjudicar la posi­ción que ocupa Mr. Quatrefages. Pero ahora estoy obligada a romper ese silencio; porque me debo a mis hijos, y mi nom­bre está ligado a una época histórica, para que consienta sea atacada tan despiadadamente por personas que buscaban un lenitivo a sus escándalos y liviandades, ensañándose contra el nombre de una mujer.

Mi matrimonio con Mr. Quatrefages fue considerado nulo por no haberse cumplido las formalidades exigidas por la ley; y la prueba más concluyente de ello está en que él se vol­vió a casar en 1857 y tiene varios hijos de este matrimonio.

Dados estos antecedentes respecto a mis primeros años, no necesito detenerme a dar cuenta de mi vida durante los 15 que residí en el Paraguay; porque nadie, nadie se atreverá ni se ha atrevido a acusarme de una vida desleal al hombre al cual ligué mi porvenir.

(…) El 1º de marzo de 1870 caí prisionera del ejército brasi­lero en Cerro Corá, después de haber visto caer atravesados por las balas al mariscal López, a mi hijo mayor, Francisco, y a muchos fieles compañeros de campaña.

De Cerro Corá fui llevada a bordo del vapor Princesa, habiendo cumplido con el deber más doloroso y tremendo de dar sepultura con mis propias manos a los míos.

Largo tiempo he guardado un silencio profundo, a pesar de haber sido mi nombre explotado durante seis años por ene­migos de causa, por personas que buscaban un lucro escri­biendo folletos y libros que revestían de escenas espantosas, presentándome como el tipo de la prostitución y del escán­dalo, y como a una de esas fieras humanas que se complacen y deleitan en el exterminio de la sociedad.

He sido el blanco de los furores aparentes de los hombres que han subido al poder en el Paraguay para gobernar sobre las ruinas de su opulencia y grandeza, sacrificadas a la defensa de su independencia y dignidad.

(…) Ajena a los hechos de la administración del mariscal López, a su política, sin mezclarme en otras cosas durante la guerra que, en atender a los heridos, a las familias que seguían al ejército y procurando disminuir las penalidades de la situación; no por eso dejo de aceptar la responsabili­dad que quiera dárseme en la defensa que el pueblo para­guayo hizo de sus derechos y territorio.

No conocía los libros que se han publicado en mi contra, y de ellos he tenido conocimiento al llegar a Buenos Aires. Si los hubiese conocido en tiempo oportuno, antes del plazo señalado por la ley para poderlos acusar, mi vindicación la habría hecho ante los tribunales, marcando a mis difama­dores con el estigma de calumniador.

(…) Los falsos telegramas que se han publicado respecto a mi viaje, las narraciones inexactas que se han dado a luz, los actos que han tenido lugar y que han sido desfigurados, todo ello me obliga a consignar en este escrito la verdad de lo ocurrido, una protesta respecto al despojo de mis pro­piedades y una vindicación de las calumnias prodigadas en libros, diarios y folletos, que si bien han podido formar una creencia desgraciada respecto a mi persona, no han podido anonadarme ni quebrantarme; porque mi concien­cia me levanta sobre todos y me fortalece para afrontar la difamación”.

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