El A23a es una masa de hielo más grande que toda la Gran Asunción y se desplaza hacia las islas Georgias del Sur, monitoreado por científicos de todo el mundo. Esto pasa mientras crece el temor de que en un futuro no muy lejano el deshielo haga crecer la altura de los mares e impacte sobre importantes ciudades del mundo.
Por Jorge Zárate
Fotos AFP
Tiene una impresionante superficie de 3.600 km², su altura llega a los 400 metros y pesaba originalmente casi un billón de toneladas. Se desprendió de la Antártida hace más de un año tras décadas de estar anclado en el fondo del mar de Weddel.
El iceberg A23a se irá descomponiendo a medida que vaya tomando contacto con aguas más templadas en trozos más pequeños que, según informaron científicos, se irán derritiendo lentamente y reduciendo su tamaño, por lo que habrá un seguimiento para ver qué aportan esos hielos a la vida marina. Entienden que podrían brindar nutrientes a las aguas, como el hierro, creando ecosistemas prósperos que favorezcan el desarrollo de especies como el fitoplancton y el krill.
En estos días está al suroeste de la Georgias del Sur, por lo que la Prefectura de Argentina, que reclama soberanía sobre las islas hoy ocupadas por Gran Bretaña, aconsejó “navegar con precaución en la zona y evitar aproximaciones innecesarias a la masa de hielo a fin de disminuir riesgos”.
UN PROCESO
El iceberg A23a es, en realidad, el fragmento principal de los tres en que se partió el aún más grande A23 que se desprendió de la plataforma Filchner-Ronne en 1986.
Científicos británicos lo reportaron atrapado en el fenómeno natural conocido como Columna de Taylor, es decir, girando sobre sí mismo con un mínimo desplazamiento ya en 2020.
Pero, hace menos de un año, en un momento, la masa del A23a se desprendió del fondo marino y con el impulso comenzó a alejarse del epicentro emprendiendo su viaje hacia el norte.
CAMBIO CLIMÁTICO
El informe “Protegiendo a un cambiante océano austral” de la Coalición Antártida y del Océano Austral (ASOC) alertó sobre las “anomalías sin precedentes” reflejadas en temperaturas récord, olas de calor marinas más frecuentes y un deshielo acelerado que obligan a hacer un llamado a detener las causas humanas del cambio climático.
A pesar de ello, la propia organización ambientalista Greenpeace dijo: “Hay que ser cautos al momento de atribuir a un planeta más caliente la causa del desprendimiento original de este témpano gigante o si, en el caso de A23a, se trata del proceso natural de vida de los icebergs, que a medida que se desprenden de la plataforma antártica navegan hacia aguas más meridionales”, reportó.
El A23a, entre tanto, seguirá la ruta conocida como el “callejón de los icebergs” al ser arrastrado por la corriente circumpolar antártica y se desvanecerá en poco tiempo más.
LA MISTERIOSA ANTÁRTIDA
El término “Antártida” proviene de dos palabras griegas: “anti” (lo opuesto de) y “arktos” (el oso). Los griegos denominaban “arktos” al Polo Norte, por la constelación de la Osa Menor, referencia guía para ubicar rápidamente el norte durante la noche.
La Antártida cubre una superficie aproximada de unos 14.000.000 km2, de los cuales menos del 1 % constituyen áreas libres de hielo. Es el continente más frío, seco, ventoso y con mayor altura media (más de 2.000 m sobre el nivel del mar) del planeta.
Tiene dos grandes regiones climáticas: las zonas costeras (con una subregión situada en la Península Antártida) y la Meseta Polar. Alrededor de las costas antárticas la temperatura media de verano ronda los 0 °C, e incluso trepa hasta algunos grados positivos en la zona norte de la península. Ya en invierno las marcas descienden hasta -10 °C, -20 °C o hasta -30 °C, dependiendo de la región.
En cambio, en la meseta polar difícilmente las marcas estivales superan los -20 °C y los promedios invernales suelen ser inferiores a -60 °C. El verano, que aparece y desaparece repentinamente, es extremadamente corto y no suele prolongarse más de un mes o dos, como máximo, explica la Cancillería de Argentina en su página web.
CADA VEZ MENOS HIELO
Montañas, valles y mesetas cabeza pueden verse debajo de los hielos antárticos, según comprobaron científicos suecos. “Nos sorprendió; existen estas formas. Hay un paisaje de hielo ahí abajo del que antes no teníamos ni idea”, dijo Anna Wåhlin, profesora de oceanografía física en la Universidad de Gotemburgo, citada por la BBC.
En 2022, un sumergible no tripulado llamado Ran pudo escudriñar por debajo el hielo antártico de 350 metros de espesor. “Durante 27 días, viajó más de 1.000 kilómetros de ida y vuelta bajo la plataforma de hielo Dotson, escaneando el hielo con un sonar avanzado”, cuenta el reporte citado. Penosamente, en 2024 el sumergible se perdió en la oscuridad de las aguas del Polo Sur.
Para Wåhlin, la experiencia se asemejó a ver el lado oscuro de la luna por primera vez. “La capa de hielo de la Antártida occidental (WAIS, por sus siglas en inglés) es una cantidad enorme de hielo (NDR, tiene el mismo tamaño que India); sería dramático si terminara en el océano”, dijo al alertar sobre el cambio climático.
El hielo se derrite, pero no se sabe a ciencia cierta a qué velocidad. “Estamos muy preocupados”. La situación afecta a los glaciares Isla Pine, Thwaites, Haynes, Smith, Pope y Kohler, que pierden masa a un ritmo que se busca establecer.
“En los últimos 30 años, la tasa de derretimiento del glaciar Thwaites prácticamente se ha duplicado y sabemos que se está acelerando. Creemos que seguirá acelerándose y en algún momento podría ser mucho más rápida”, advierte Alex Brisbourne, geofísico de glaciares del British Antarctic Survey (BAS), el instituto nacional de Reino Unido dedicado al estudio de la Antártida.
“Estamos muy preocupados por la rapidez con la que la Antártida va a depositar todo este hielo adicional en el océano. Pensemos en todas las grandes ciudades costeras: Londres, Nueva York”, ejemplificó. “Si se derrite todo el hielo del glaciar Thwaites, se elevarán los niveles del mar en 65 centímetros, que es el aumento medio del nivel del mar en todo el planeta”, planteó el especialista.