El lingüista y filósofo estadounidense Noam Chomsky es autor de una tesis que tuvo una incidencia relevante en los campos de la lingüística, la filosofía y hasta en la inteligencia artificial. Todo empezó con una simple pregunta: ¿cómo podemos ser tan hábiles al hablar y/o escribir, incluso sin pensar mucho?

  • Por Gonzalo Cáceres
  • Periodista
  • Foto AFP

Chomsky en sus inves­tigaciones insiste en el lenguaje como ventana para estudiar el funcionamiento del cerebro humano.

Con su aclamada teoría de la gramática universal, Chomsky básicamente rompe todos los moldes al proponer que los humanos no aprendemos el lenguaje desde cero, sino que nacemos con una suerte de manual básico, una capaci­dad innata que nos permite entender y producir frases, incluso aquellas que nunca antes hemos escuchado.

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La idea de que existe una suerte de conocimiento trans­versal explicaría la razón por la que los niños pueden apren­der cualquier idioma al que estén expuestos, sin impor­tar lo complejo que sea.

Ya sea español, inglés, gua­raní y/o chino, este “manual” ayuda a descifrar las reglas lingüísticas. Por ejemplo, un niño nacido en Japón apren­derá japonés, mientras que otro nacido en Paraguay aprenderá castellano y/o gua­raní, aunque los idiomas ten­gan reglas diferentes.

Chomsky divide su teoría en competencia y actua­ción, dos aristas claves. La primera encierra el cono­cimiento implícito que un hablante posee sobre su len­gua (incluidas en las reglas gramaticales); mientras que la segunda implica el uso real del lenguaje, en contex­tos específicos, lo que puede llegar a través de la influencia de elementos externos como la memoria y las emociones. A su vez, se establece una jerar­quía entre los tipos de gramá­ticas formales: desde las más simples (como las gramáticas regulares) hasta las más com­plejas (gramáticas sensibles al contexto).

NIVELES

Chomsky también entiende que el lenguaje consta de dos niveles. Una estructura pro­funda, que sería el esqueleto de las ideas (lo que queremos expresar) y otra superficial, o las palabras que visten a esas ideas (cuando hablamos o escribimos). Consecuente­mente, se dejan ver las deno­minadas reglas de transfor­mación (como un estilista que decide la forma de presentar cada frase). Así, la gramática sería nuestro motor lingüís­tico interno que toma ideas (estructura profunda) y las convierte en oraciones con­cretas (estructura superfi­cial) usando reglas univer­sales (transformación).

Veamos un ejemplo sencillo: “el gato duerme”. En la mente, esta oración arranca como una idea abstracta (estruc­tura profunda, “hay un gato que realiza la acción de dor­mir”). Para comunicar esta idea, el cerebro aplica reglas gramaticales para compo­ner la oración (y su sentido) en el idioma correspondiente (estructura superficial, “el gato duerme”, en español).

Y aquí entran las transforma­ciones:

-Pregunta: “¿Duerme el gato?” (cambiamos el orden de las palabras).

-Negación: “El gato no duerme” (se agrega la nega­ción).

-Pasiva: “El sueño es reali­zado por el gato” (cambiamos el énfasis al “sueño”).

Lo impresionante es que toda esta ecuación, situación por situación, se puede generar incluso si nunca antes había­mos visto estas oraciones. Según Chomsky, es posible porque el cerebro ya conoce de antemano las reglas gene­rativas del idioma.

UTILIDAD

La teoría de la gramática uni­versal se aplica en una intere­sante amalgama de campos. La jerarquía de Chomsky cla­sifica los lenguajes según su complejidad, lo que resulta esencial en informática. Por ejemplo, los lenguajes regu­lares y libres de contexto son importantes para compilar código y crear aplicaciones.

A su vez, la gramática univer­sal y el concepto de gramática generativa han cobrado impor­tancia en la construcción de máquinas capaces de proce­sar el lenguaje humano, como lo último en asistentes virtuales, chatbots y traducción automá­tica, muy en auge en estos días.

Este mecanismo también juega su papel en el diseño de algoritmos que generan texto o interpretan coman­dos, o en la parte médica con la investigación de condicio­nes como la dislexia o la afasia (para entender qué aspectos del motor lingüístico innato podrían estar afectados).

ESTÍMULOS EXTERNOS

Chomsky no se centró solo en la lingüística, sino tam­bién cargó contra las teorías conductistas, como las de B. F. Skinner, que explicaban el aprendizaje del lenguaje únicamente como una res­puesta a estímulos externos (el lenguaje no puede expli­carse solo por exposición, ya que los niños generan ora­ciones nuevas y gramatical­mente correctas que nunca han escuchado antes).

La gramática universal repre­senta un punto caliente para debates filosóficos sobre la naturaleza del conocimiento y la mente, especialmente en la oposición entre las tesis racionalistas y empiristas, aportando elementos para entender cómo procesamos información, pensamos y nos comunicamos, y hasta se hacen analogías con el pensamiento cartesiano debido a la idea de la existencia de un conocimiento innato, pues Chomsky llegó a la revolucionaria conclusión de que el lenguaje funciona como un software preinstalado en el cerebro.

Entre la vasta y polifacética obra de Chomsky, uno de los intelectuales más influyen­tes del siglo XX, sin dudas su principal aportación fue el vuelco radical que imprimió a los estudios sobre el lenguaje humano, aproximando esta área a la psicología y a la biolo­gía, constituyendo el embrión de disciplinas totalmente nue­vas como la psicolingüística.

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