Este domingo, Toni Roberto rescata las palabras de Bea Bosio a propósito de la presentación del último libro de nuestro cronista urbano, “Relatos de barrio”.
- Por Toni Roberto
- tonirobertogodoy@gmail.com
Don Agustín Cálcena Lovera era el zapatero del barrio hasta bien entrados los años 80, sobre la vieja calle Alberdi, con todos los elementos y la capacidad para convertirse en el mejor médico de los viejos zapatos. En ese viaje que hacía desde mi casa a su local, el más corto del mundo, puesto que estaba pegado a mi domicilio, llegaba, me sentaba en una maltrecha butaca y empezaban los recuerdos con aquel digno trabajador que reparaba desde los desgatados zapatos de Carlos Miguel Giménez, los impecables calzados de don Remberto Giménez, hasta los de charol de algún músico del Hermitage, que pasaba por su vereda rumbo a alguna actuación.
De ese mismo modo viajo de nuevo hoy por estas casi 100 páginas, ahora de la mano de Bea Bosio en su presentación de mi libro, por un corto tramo de la avenida Mcal. López, dando vuelta al mundo como en la historia de Julio Verne, que lo hizo en 80 días sin salir de su pueblo en Francia.
AMALGAMA
“Buenas tardes a todos. Es para mí un orgullo acompañar a mi amigo y colega Toni Roberto en este hermoso emprendimiento que nos reúne hoy y que toca tantas aristas interesantes. Porque tiene que ver con la escritura en la pluma de nuestro gran cronista urbano, con el arte de su lápiz, con la arquitectura, el patrimonio, la memoria y en esa amalgama de cosas con lo más importante, que es nuestra identidad de ciudadanos de esta hermosa capital del Paraguay.
A lo largo de los años siempre admiré la pasión de Toni por rescatar las historias del pasado y verterlas en el tintero de su sensibilidad exquisita, para que broten sus famosas crónicas que nos deleitan a todos. He sido testigo de su interés genuino por ir armando el rompecabezas de nuestras calles, de nuestros barrios, juntando piezas, uniendo las puntas sueltas del cotidiano de antaño para luego ir sacando de su baúl de anécdotas su inmenso conocimiento y plasmarlo en sus fantásticas crónicas del diario. Y en ese mismo espíritu trabaja en la radio y reina en su espacio, sirviendo de vínculo entre los oyentes en las tardes o noches amenas, despertando la participación y la fidelidad absoluta de quienes lo siguen.
De cada programa en donde he asistido, siempre brota alguna nueva pista a ser investigada por su pluma ávida y así han pasado los años y no creo que exista entre nosotros un recolector de historias tan entusiasta y prolífico. Pero más allá de las historias que nos cuenta, hay toda una dimensión humana en la fuente de sus relatos, que son en su mayoría personas entradas en años que comparten sus vivencias, logrando nuevamente un protagonismo olvidado. Y eso es maravilloso en la sensibilidad de Toni: a alguien le importa. Alguien escucha. No estamos solos. Eso hace este cronista en cada entrevista rememorando el pasado y al final el resultado es un intercambio emotivo de anécdotas invaluables que conforman nuestra identidad ciudadana en voz de sus ancianos.
MAPA URBANO
Con este libro que presenta esta noche, una vez más, vuelve a hacerlo. Fiel a su estilo de cronista ilustrado, realiza un zoom en el mapa urbano logrando acercarse a “la casa Louteiro y sus alrededores”, al génesis del barrio conjugado en tiempo pasado, para traernos una nueva joya de antropología urbana a través de fotografías, mapas y testimonios de los antiguos vecinos que colaboraron. Es fantástico cómo al hacer una suerte de radiografía de una zona en específico sale a la luz el espíritu de las familias pobladoras, de las costumbres, de la confraternidad vecinal, de los recuerdos y brotan los colores de este libro a través de la memoria auditiva, visual y olfativa de los entrevistados.
A Toni no se le escapa ningún detalle de lo que narran los protagonistas y consigue traernos una imagen bastante nítida de aquella ciudad diluida en la nebulosa del pasado.
‘Bajo el amparo de una gran planta de mango’, escribe en un momento y es imposible no trasladarse no solo a la sombra de aquel árbol frondoso, sino a los ritmos más lentos de una ciudad somnolienta que se movía a otro ritmo, totalmente ajena al caos del presente cotidiano.
‘La casa de los abuelos era como una estación terminal’, alguien recuerda en otro momento, y la metáfora se hace mágica no solo porque de ahí partían en tranvía al centro, sino por ser la casa de los abuelos la plataforma indiscutible de donde zarpan todos los sueños de infancia en cualquier latitud del mundo y en eso este libro se agiganta, porque aunque sea un muestrario de una zona en específico, trasborda los límites del vecindario y de esta casa Louteiro para volverse universal a través de los relatos del pasado: las familias numerosas, las festividades y encuentros, los amigos y termina cumpliendo entonces la premisa de aquella frase que menciona mi amigo Toni, tanto en la presentación como el epílogo de este libro:
‘Conoce tu aldea y conocerás el mundo’”.