Su anfitriona, Manuelita Peña, recibe este año a más de 1.500 personas en el sitio que por tradición familiar, desde hace 52 años, acoge a personas necesitadas de refugio que peregrinan a la capital espiritual del país para pedir y agradecer a la Virgen de los Milagros de Caacupé.
- Por Jorge Zárate
- jorge.zarate@nacionmedia.com
- Fotos Archivo / Gentileza
En el kilómetro 52 y medio, frente al triángulo que hace la bifurcación de la Ruta PY02, está el Descanso del Peregrino. Toda una institución en Caacupé, en el departamento de Cordillera, y en el país todo.
Se trata de un terreno de 6.371 m2 que todos los diciembres “está a disposición de los peregrinantes para descansar, tomar agua o asearse antes de llegar a la Virgen”, define su celosa cuidadora, Manuelita Peña, más conocida como ña Tita, quien tiene 95 años y una vida viendo caminar al pueblo en homenaje a la virgencita azul de Caacupé.
La idea fue de su padre, Jaime R. Peña, que donó el predio a la Iglesia. La historia del sitio nace con una vivencia familiar. “Vivíamos en las afueras de Caacupé y cuando veníamos no teníamos dónde refugiarnos. Nosotros somos siete hermanos, yo soy la cuarta y la única que se quedó. Los otros se fueron digamos ‘al cielo’. Soy originaria de San José de los Arroyos, toditos nacimos allí y de ahí venimos, pero más tarde viví en Asunción para estudiar y trabajar. Le doy gracias al Señor, que me dio muchas oportunidades”, dice ña Tita.
“Así que en esas peregrinaciones le fue naciendo a don Jaime la idea de ayudar al prójimo a que tenga dónde pasar la noche, un abrigo”, cuenta. “Él era el presidente de la Comisión Pro Santuario (1964-1982), que se formó para terminar la basílica, para continuar la obra”, memora señalando que hubo un tiempo en el que la construcción del principal templo nacional quedó paralizada.
“Él era muy amigo de monseñor Ismael Rolón, primer prelado de Caacupé… Llegó a verla terminada, murió en el 82″, dice de su padre, que sintió una misión cumplida al ver la cúpula coronar la ciudad.
SERVICIO
“Soy muy devota de la Virgen de Caacupé”, confiesa Manuelita, sintiendo que “es una alegría estar en Caacupé. El Descanso está muy bien preparado, con honores para recibir al que menos puede”, dice como quien se sabe continuadora de un legado.
Entre tantas anécdotas, atesora con especial cariño un recuerdo: “Estábamos sentados un grupo de señoras e iba pasando por la vereda una mujer morenita con un hijo en el brazo, otro en el embarazo y dos tomados del vestido de ella… desdentadita… la vi y le pedí que entre a descansar y ella se negaba porque ‘debe ser muy caro’, me decía… pero al final la convencí, entró la señora y le dimos el agua y lo que teníamos de cocido preparado para nosotras y conversamos. Es muy lindo poder ayudar”, asegura.
Cuenta que lo hace honrando el Mateo 25: “Porque tuve hambre, y me disteis de comer; tuve sed, y me disteis de beber; fui forastero, y me recogisteis; estuve desnudo, y me cubristeis; enfermo, y me visitasteis; en la cárcel, y vinisteis a mí”.
COCIDO Y PUCHERO
Ña Tita, quien vive especialmente estos días cercanos al 8 de diciembre, comenta sobre el servicio que “tengo ocho cacerolas enormes para hacer mate cocido las 24 horas y caldo para mil platos y sus cucharas, y cuando terminan de usar se lava y continúa el servicio. Cargamos en termos de cuatro litros y damos en tazas a cada chico, a cada adulto”.
En las ollas suele hervir, además del cocido, puchero de vaca y también de pollo, que se sirve con la ayuda de manos amigas. “Me ayudan voluntarios. Tienen que venir, les va a gustar y la alegría que le da a quien sea que le puedas pasar un vaso de agua y el mate cocido con una galleta reconforta”, invita Manuelita.
Para esta temporada, espera a unas 1.500 personas, la mayoría de comunidades indígenas de los alrededores de Pedro P. Peña, Boquerón, de las etnias nivaclé, ayoreo y guaraní, “que vienen en 21 colectivos. Hace unos 25 años que atendemos a los indígenas y hay que estar preparados porque cuando termina la misa, los autobuses no los esperan. Así que hay que acercarles el avío, panificados o lo que tengamos en ese momento”, dice.
AMOR AL PRÓJIMO
Manuelita recuerda que en 2023 la ambulancia que se pone a disposición de los peregrinos en el Descanso llevó a una mujer de urgencia hasta el hospital, donde alumbró un niño.
Al año siguiente, como todas sus compañeras “le decían que no se descuide de la criatura, se quedó sentada en la silla, se quedó con el bebé y casi pierde el bus. Así que cuando me contaron me ocupé de hacerle venir para que le pongan en el bus para irse de regreso. Ahora va a tener 2 años la criatura”, cuenta.
El intercambio con los indígenas tiene sus particularidades. “Una señora me llama y me dice que me quiere saludar y una vez con ella, me dice que quería mi vestido. ‘Ahora no te puedo dar, pero te mandaré’, le dije, y le tuve que dar mi vestido”, narra divertida.
Además, los niños le generan una especial ternura a ña Tita: “Todos los años nos preparamos especialmente para atenderlos, porque son muchos, pero son muy buenos. Lo que hemos observado es que ellos, si se tienen 100 pelotas y no alcanza para todos, el resto no estará protestando o lloriqueando, porque son educados, no son para nada egoístas ¡¿Se dan cuenta?!”, expone.
¿GUSTO U OBLIGACIÓN?
“¿Hago porque me gusta o porque tengo que hacer?, es la pregunta que una se hace y finalmente la respuesta es que es por las dos cosas, me gusta y tengo que hacer”, cuenta.
Manuelita no suele estar el 8 en el Descanso porque “hay demasiada gente y me sobrepasa. Generalmente rezo en mi casa o estoy cerca de la iglesia”, cuenta explicando que de alguna manera quiere que su tarea se sienta, pero que no se vea tanto.
“En realidad quiero estar, así como soy, que nadie sabe lo que yo hago”, pide finalmente.
DE REZOS Y VISITAS
El Descanso del Peregrino da refugio a más de mil personas cada 8 de diciembre desde hace 50 años. “Todos durmiendo con un pedazo de cartón, nadie se está peleando, es algo muy lindo”, dice Manuelita Peña, que decora el espacio con banderas paraguayas y del Vaticano. “Acá hay una vereda ancha que cerré para que se ocupe como dormitorio”, apunta explicando que en el predio se hacen misas y se reza acompañados de “una imagen de la Virgen de Caacupé que tiene 40 años”, destaca.
Ña Tita recuerda que con motivo de la visita del papa Francisco, en julio de 2015, se prepararon para recibir un saludo: “Estaba esperándole en el Descanso y no pudo parar porque recibieron noticias no agradables y aceleraron para llevarle al papa a la iglesia. Todo nuestro preparativo fue en vano. Teníamos guardias de todas las clases, así que nos tomamos fotos con los guardias mba’e”, recuerda.
En las tareas la ayudan sus dos hijas. Meli Peña apunta que “el Descanso es el único lugar donde siempre hay agua, ya que hay un arroyo. El sábado se hace una misa, que es la preparatoria para la del domingo en la basílica. Mamá no tiene ninguna fundación ni pide ayuda al Estado. Hace todo motu proprio y no acepta efectivo como donación. La gente que le conoce dona yerba, azúcar, galletas”, dice. “La peregrinación es la fe de los católicos porque creemos que la Virgen ayuda. Al que reza y pide de todo corazón la Virgen le ayuda”, asegura.
“Mi abuelo estuvo en la Comisión Pro Santuario de la basílica de Caacupé y la propiedad le donó a la Iglesia. Así que desde 1972 es un lugar para los peregrinos donde tienen agua, baños y un lugar donde descansar antes de llegar a la basílica”, remarca.