Su anfitriona, Manuelita Peña, recibe este año a más de 1.500 personas en el sitio que por tradición familiar, desde hace 52 años, acoge a personas necesitadas de refugio que peregrinan a la capital espiritual del país para pedir y agradecer a la Virgen de los Milagros de Caacupé.

En el kilómetro 52 y medio, frente al trián­gulo que hace la bifur­cación de la Ruta PY02, está el Descanso del Peregrino. Toda una institución en Caacupé, en el departamento de Cordi­llera, y en el país todo.

Se trata de un terreno de 6.371 m2 que todos los diciembres “está a dispo­sición de los peregrinantes para descansar, tomar agua o asearse antes de llegar a la Virgen”, define su celosa cuidadora, Manuelita Peña, más conocida como ña Tita, quien tiene 95 años y una vida viendo caminar al pueblo en homenaje a la virgencita azul de Caacupé.

La idea fue de su padre, Jaime R. Peña, que donó el predio a la Iglesia. La historia del sitio nace con una vivencia fami­liar. “Vivíamos en las afueras de Caacupé y cuando venía­mos no teníamos dónde refu­giarnos. Nosotros somos siete hermanos, yo soy la cuarta y la única que se quedó. Los otros se fueron digamos ‘al cielo’. Soy originaria de San José de los Arroyos, toditos nacimos allí y de ahí venimos, pero más tarde viví en Asunción para estu­diar y trabajar. Le doy gracias al Señor, que me dio muchas oportunidades”, dice ña Tita.

“Así que en esas peregrina­ciones le fue naciendo a don Jaime la idea de ayudar al prójimo a que tenga dónde pasar la noche, un abrigo”, cuenta. “Él era el presidente de la Comisión Pro San­tuario (1964-1982), que se formó para terminar la basí­lica, para continuar la obra”, memora señalando que hubo un tiempo en el que la cons­trucción del principal templo nacional quedó paralizada.

“Él era muy amigo de mon­señor Ismael Rolón, primer prelado de Caacupé… Llegó a verla terminada, murió en el 82″, dice de su padre, que sin­tió una misión cumplida al ver la cúpula coronar la ciudad.

El lugar cuenta con la ayuda de voluntarios para ofrecer sus servicios

SERVICIO

“Soy muy devota de la Vir­gen de Caacupé”, confiesa Manuelita, sintiendo que “es una alegría estar en Caacupé. El Descanso está muy bien preparado, con honores para recibir al que menos puede”, dice como quien se sabe con­tinuadora de un legado.

Entre tantas anécdotas, ate­sora con especial cariño un recuerdo: “Estábamos sen­tados un grupo de señoras e iba pasando por la vereda una mujer morenita con un hijo en el brazo, otro en el embarazo y dos tomados del vestido de ella… desdentadita… la vi y le pedí que entre a descansar y ella se negaba porque ‘debe ser muy caro’, me decía… pero al final la convencí, entró la señora y le dimos el agua y lo que teníamos de cocido pre­parado para nosotras y con­versamos. Es muy lindo poder ayudar”, asegura.

Cuenta que lo hace hon­rando el Mateo 25: “Porque tuve hambre, y me disteis de comer; tuve sed, y me disteis de beber; fui forastero, y me recogisteis; estuve desnudo, y me cubristeis; enfermo, y me visitasteis; en la cárcel, y vinisteis a mí”.

El cocido y el puchero son los alimentos con los que el sitio recibe a sus visitantes

COCIDO Y PUCHERO

Ña Tita, quien vive especial­mente estos días cercanos al 8 de diciembre, comenta sobre el servicio que “tengo ocho cace­rolas enormes para hacer mate cocido las 24 horas y caldo para mil platos y sus cucha­ras, y cuando terminan de usar se lava y continúa el servicio. Cargamos en termos de cuatro litros y damos en tazas a cada chico, a cada adulto”.

En las ollas suele hervir, además del cocido, puchero de vaca y también de pollo, que se sirve con la ayuda de manos amigas. “Me ayu­dan voluntarios. Tienen que venir, les va a gustar y la ale­gría que le da a quien sea que le puedas pasar un vaso de agua y el mate cocido con una galleta reconforta”, invita Manuelita.

Para esta temporada, espera a unas 1.500 personas, la mayo­ría de comunidades indígenas de los alrededores de Pedro P. Peña, Boquerón, de las etnias nivaclé, ayoreo y guaraní, “que vienen en 21 colectivos. Hace unos 25 años que atendemos a los indíge­nas y hay que estar preparados porque cuando termina la misa, los autobuses no los esperan. Así que hay que acercarles el avío, panificados o lo que tengamos en ese momento”, dice.

Por tradición familiar el sitio ofrece un refugio a los peregrinantes desde hace 52 años

AMOR AL PRÓJIMO

Manuelita recuerda que en 2023 la ambulancia que se pone a disposición de los peregrinos en el Descanso llevó a una mujer de urgen­cia hasta el hospital, donde alumbró un niño.

Al año siguiente, como todas sus compañeras “le decían que no se descuide de la criatura, se quedó sentada en la silla, se quedó con el bebé y casi pierde el bus. Así que cuando me con­taron me ocupé de hacerle venir para que le pongan en el bus para irse de regreso. Ahora va a tener 2 años la cria­tura”, cuenta.

El intercambio con los indí­genas tiene sus particulari­dades. “Una señora me llama y me dice que me quiere saludar y una vez con ella, me dice que quería mi ves­tido. ‘Ahora no te puedo dar, pero te mandaré’, le dije, y le tuve que dar mi vestido”, narra divertida.

Además, los niños le gene­ran una especial ternura a ña Tita: “Todos los años nos preparamos especialmente para atenderlos, porque son muchos, pero son muy bue­nos. Lo que hemos obser­vado es que ellos, si se tie­nen 100 pelotas y no alcanza para todos, el resto no estará protestando o lloriqueando, porque son educados, no son para nada egoístas ¡¿Se dan cuenta?!”, expone.

El sitio hace las veces incluso de taller para los ciclistas que se dirigen a la basílica

¿GUSTO U OBLIGACIÓN?

“¿Hago porque me gusta o porque tengo que hacer?, es la pregunta que una se hace y finalmente la respuesta es que es por las dos cosas, me gusta y tengo que hacer”, cuenta.

Manuelita no suele estar el 8 en el Descanso porque “hay demasiada gente y me sobre­pasa. Generalmente rezo en mi casa o estoy cerca de la iglesia”, cuenta explicando que de alguna manera quiere que su tarea se sienta, pero que no se vea tanto.

“En realidad quiero estar, así como soy, que nadie sabe lo que yo hago”, pide finalmente.

DE REZOS Y VISITAS

El Descanso del Peregrino da refu­gio a más de mil personas cada 8 de diciembre desde hace 50 años. “Todos durmiendo con un pedazo de cartón, nadie se está peleando, es algo muy lindo”, dice Manue­lita Peña, que decora el espacio con banderas paraguayas y del Vaticano. “Acá hay una vereda ancha que cerré para que se ocupe como dormitorio”, apunta explicando que en el predio se hacen misas y se reza acompaña­dos de “una imagen de la Virgen de Caacupé que tiene 40 años”, destaca.

Ña Tita recuerda que con motivo de la visita del papa Francisco, en julio de 2015, se prepararon para recibir un saludo: “Estaba esperándole en el Descanso y no pudo parar porque recibieron noticias no agradables y aceleraron para llevarle al papa a la iglesia. Todo nuestro preparativo fue en vano. Teníamos guardias de todas las clases, así que nos toma­mos fotos con los guardias mba’e”, recuerda.

En las tareas la ayudan sus dos hijas. Meli Peña apunta que “el Descanso es el único lugar donde siempre hay agua, ya que hay un arroyo. El sábado se hace una misa, que es la preparatoria para la del domingo en la basílica. Mamá no tiene ninguna fundación ni pide ayuda al Estado. Hace todo motu proprio y no acepta efectivo como donación. La gente que le conoce dona yerba, azúcar, galletas”, dice. “La peregrinación es la fe de los católicos porque cree­mos que la Virgen ayuda. Al que reza y pide de todo corazón la Virgen le ayuda”, asegura.

“Mi abuelo estuvo en la Comisión Pro Santuario de la basílica de Caa­cupé y la propiedad le donó a la Igle­sia. Así que desde 1972 es un lugar para los peregrinos donde tienen agua, baños y un lugar donde des­cansar antes de llegar a la basílica”, remarca.

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