El artista visual y comunicador cultural Toni Roberto presentó el pasado jueves 28 de noviembre su último libro, “Relatos de barrio. De la Casa Louteiro a la Casa de la Integración”, donde concentra historias particulares de habitantes y residencias ubicadas en la zona de la avenida Mcal. López de Asunción, entre República Dominicana y Brasilia.

  • Por Jimmi Peralta
  • Fotos Cristóbal Núñez

“Esto de indagar, de preguntar, tiene que ver con mi infancia. Se dio desde chico naturalmente el tema del indagar. Me crié con mi abuela, me crié con la ausen­cia de un abuelo héroe de la guerra del Chaco, el papá de mi mamá. Siempre todos me hablaban de él, el Cnel. Emmanuel Godoy. Crecí en ese contexto. Eso sumado a la vida de barrio, mi barrio General Díaz. Iba al Colegio Cristo Rey, me tocaba cami­nar por el barrio y en todo mi trayecto tenía un sentido de saludar a los vecinos. A los nueve años caminando los conocía y sabía algunas de sus historias”, comenta Toni Roberto.

“Mi primera forma de exte­riorizar esas historias y lugares fueron mis dibujos, y después esos dibujos con el tiempo tomaron conciencia y empecé a escribir”, agrega.

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Para Toni, el encanto surge de la conjunción contradic­toria de espacio y tiempo. Su mirada para contar historias no se enfocó con el mentón arriba. Al contrario, el lugar de donde, sin quererlo en un prin­cipio, fue a recoger historias y anécdotas es el más cercano: el barrio. Si bien al principio se enfocó en relatos del presente, su interés se despertó con el tiempo en el pasado. Las dis­tancias hacen que para contar historias de sus lugares cer­canos muchas veces recurra a la memoria de sus protago­nistas. “Las pequeñas historias, las historias persona­les, las historias del trayecto de una calle se convierten en universales. Todos tenemos esas calles que caminamos de chico que, al contar sus histo­rias, terminás siendo la histo­ria de todo el mundo, porque todo el mundo se siente iden­tificado”, comenta.

El autor junto con la arquitecta Patricia Ygarza, el arquitecto José María Calvo y la escritora Beatriz Bosio, durante la presentación

VIVENCIAS DE UNA SOCIEDAD

A lo largo de 93 páginas, Toni aborda historias de familias y lugares, como la de doña Consuelo Faraone, o la de la familia Berganza, relatos que son particulares, pero que al mismo tiempo son vivencias de una sociedad.

“Algo que me acerca a ese barrio es que cuando yo era chico una tía se hizo una casa en Villa Morra y de camino a su casa con mi abuela íbamos por Alberdi hasta la esquina del Bolsi para tomarnos el tranvía. Yo era chico, 1974 o 1975, y de ese tiempo recuerdo que en ese trayecto todavía medio pueblerino se olían azahares. Otra cosa que me involucra con ese espacio es que todavía vive ahí, en la manzana, en ese trayecto, la última vecina, Consuelo de Palazón, con la que yo tengo mucho trato”, señala.

“Relatos de barrio” da con­tinuidad a un interés que viene trabajando el comu­nicador y artista, tanto en libros como en periódicos, respecto a la comunidad, el vínculo humano que se teje en la ciudad de Asunción, que está presa de la dinámica del tiempo y que a veces parece estancarse y otras veces volar.

¿QUÉ ES EL FUTURO?

“Yo siempre digo que todas estas cosas, todas estas histo­rias no deberían quedar sola­mente en la anécdota, como mucha gente piensa, sino que contar historias debe ser­vir para el futuro. Por eso al final del libro yo digo ‘¿qué es el futuro?’, y es empujar el pasado hacia adelante”, sen­tenció.

Entre algunos de los episo­dios más resaltantes, “la his­toria que me impresionó a mí es la historia del doctor Riart. Me la contó su sobrino bis­nieto, quien dice que su tío el doctor Fratta Bello, que vivía en esa casa, escuchó una vez detrás de la puerta de vidrio la discusión entre el doctor Luis Riart y José Félix Esti­garribia, en la que el primero se negaba de manera tajante a un atropello constitucional”, comentó.

La fascinación por los barrios, y particularmente por los de antaño, no se res­tringe a un territorio o estrato social, según comenta Toni, puesto que las historias de los barrios lo emocionan en sí mismas.

“Lo importante no es contar nomás las historias y resca­tarlas para guardarlas en un viejo desván, en un cajón antiguo, sino que sirvan para algo para el futuro. Y sobre todo en una ciudad como la nuestra, que vive el mundo acelerado en el vyrorei y en la pantalla del celular las 24 horas del día”, concluyó.

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