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Un homenaje a los 30 años del Mito Real, grupo pictórico que integra nuestro compatriota Enrique Collar, se desarrolló en San Juan, Argentina. Aquí, el artista plástico paraguayo residente en Países Bajos cuenta la experiencia.

Concluye en estos días la exitosa muestra del grupo de artes visuales fundado a mediados de 1993 en Buenos Aires conformado por los pintores Enrique Collar (1964, Paraguay), Carlos Gómez Centurión (1954, San Juan) y Víctor Quiroga, oriundo de Tucumán y fallecido en 2021.

El origen del grupo fue gestado por el maestro argentino Luis Felipe Noé, que coordinó la primera exposición del grupo en el Centro Cultural Recoleta de Buenos Aires el 1 de setiembre de 1994 con un gran impacto en el mundo artístico y público general.

A manera de homenaje y recordatorio, la muestra reivindicó a estos tres artistas que “renovaron los enfrentamientos entre vanguardia y tradición desde la construcción de un imaginario regional”, destacó el curador Roberto Amigo.

Obras de Enrique Collar

ATMÓSFERA ESTÉTICA Y CULTURAL

El Mito Real se manifiesta dentro de lo que podemos entender como espacio-oral y descriptivo. Una atmósfera estética y cultural que representa un hecho real o del imaginario colectivo, donde la condición humana, el paisaje, los animales y el mito popular abren posibilidades hacia el misterio, el miedo, el humor, la locura, la muerte, aquellas emociones primarias que heredamos desde el comienzo de nuestra presencia humana en este planeta.

“Lo que descubrí como familiar y punto de encuentro en las pinturas de Víctor Quiroga y Carlos Gómez Centurión cuando el maestro Luis Felipe Noé nos convocara a mediados de 1993 fue el sentido espacial-pictórico de los relatos orales que sobrevolaban nuestros lugares de origen: Paraguay, San Juan y Tucumán. Casi como una necesidad biológica, los tres necesitábamos plasmar en el plano bidimensional la ilusión tridimensional, y lo hacíamos de acuerdo al proceso artístico y ámbito que elegíamos como escenario para crear nuestras imágenes”, señala Collar.

Luego añade que el Espacio Oral siempre estuvo latente en la historia del arte latinoamericano y universal, pero, dentro del escenario del arte argentino, paraguayo y latinoamericano contemporáneo, y de los comienzos de los 90, esta idea estaba inexplorada en las artes visuales.

ESCENARIO

En el caso personal de Collar −migrante paraguayo de lengua materna guaraní y criado en Buenos Aires− en la época pos-Malvinas y regreso de la democracia, con Charly García juntándose con Mercedes Sosa, o la Trova Rosarina con Fito Páez hurgando en la música folclórica del interior.

Fue un excelente momento para repensar la identidad, más aún que el posmodernismo se encontraba en boca de todos. Haberse formado en una escuela de Bellas Artes clásica, sin internet, con libros “amarronados” de los clásicos y en especial Rembrandt; con un Carlos Alonso cuestionado si era más dibujante que pintor; Antonio Berni era el más cercano a lo que el artista buscaba, con una pintura social y experimental. Solo que veía en su obra una tendencia fuerte hacia el arquetipo y el canon, a lo italiano.

También lo grotesco y caricaturesco lo alejaban de su estética, pero es un gigante e inspirador sin dudas.

“Me faltaba el hoy, el jeans, la campera azul con tiras blancas, las remeras con logos y demás cuestiones de lo urbano. Una luz en esta bruma había sido el encuentro con la obra de Hector Giuffré, con quien además tuve la suerte de establecer una larga amistad hasta su fallecimiento en Chicago, donde residió por muchos años. Giuffré y su obra me hablaban de la composición contemporánea, de la luz, de la figuración y el realismo. Yo ya necesitaba pintar Paraguay, retornar a mis primeros años en el pueblo, en ese paisaje de tierra roja y verde pthalo. Y eso hice, a partir de 1989. Trabajar en Buenos Aires desde la memoria, motivado también por la colectividad paraguaya y sus actividades sociales y culturales, nucleada en la sede social de un club de fútbol en el barrio de San Telmo”, relata Collar.

A continuación sigue contando que luego de la caída del Tiranosaurio, trajo su primera producción pictórica al Paraguay, una docena de telas. A los meses una nueva galería realizaría su primera muestra individual en Asunción.

“A partir de aquí solo me dediqué a pintar, a profundizar en mis búsquedas. Pintaba en Buenos Aires y exponía en Asunción, todo iba viento en popa. Mis amigos y colegas de Bellas Artes llegaron a decirme ‘¿qué hacés, Collar, pintando campesinos en Buenos Aires?’. Lógico. En la City todo era sonido a Sumo, Soda Stereo y Ratones Paranoicos, puro rock and roll y urbanidad”, añade.

YUYO NOÉ

En uno de sus viajes a Asunción, Yuyo Noé vio sus pinturas. Sorprendido, se preguntó cómo no lo conocía si él vivía en Buenos Aires. Le dio una cita y fue llegando un día a su casa y le dijo: “Hola, tengo un problema, solo diez minutos, pero pasá, es algo importante que quiero contarte”.

“Fue increíble encontrarme por primera vez con Yuyo y con los dos hermanos de ruta artística y humana que me presentó. Me habló de lo que veía en los tres, de la importancia de conformar un grupo y, sobre todo, la posibilidad de llegar a exponer juntos”, sigue contando.

30 AÑOS

El Mito Real cumple 30 años de creación desde “La luz mala”, título de la primera exposición llevada a cabo en el Centro Cultural Recoleta. El grupo celebra estas tres décadas con la Quinta Exposición del grupo, en el Museo Franklyn Rawson de la provincia de San Juan, con la curaduría de Roberto Amigo. A su vez, será una muestra póstuma de Víctor Quiroga (1955-2021).

“En tres décadas que han pasado de la conformación del grupo, la objetualización del arte se ha recrudecido; de la caja de zapatos, pasamos al vaso de agua o al plátano pegado a la pared con cinta. Es tiempo de reflexionar y confrontar en este contexto aquella mirada, aquellas emociones y pensamientos que nos condujo a vivir la realidad del mito en función del espacio-oral y nuestras propuestas pictóricas”, concluye Collar.



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