- Por Paulo César López
- paulo.lopez@nacionmedia.com
- Fotos. Jorge Jara
La isla Banco’i está situada a 47 km del casco urbano del distrito de Arroyos y Esteros, en el departamento de Cordillera. Si bien está localizada a menos de 80 km de la capital, en la práctica se encuentra más aislada que muchos sitios más remotos del país. Un equipo de La Nación/Nación Media realizó una expedición a esta maravilla de la naturaleza que alberga a humildes familias campesinas, que con dignidad luchan por un mejor mañana en medio de austeras condiciones de vida.
A la altura del kilómetro 50 de la ruta PY03 torcemos el rumbo hacia la izquierda y atravesamos sucesivamente unos 10 portones hasta llegar a la estancia Olivares. Allí nos recibe Arturo Alvarado, propietario de la Estación Puerto Olivares, un complejo turístico medioambiental cuyas instalaciones tienen motivos vinculados a los ferrocarriles y que brinda distintos tipos de servicios recreativos a los visitantes.
Nos munimos de abundante agua fría y nos dirigimos al puerto, donde ya nos estaba aguardando Ever Martínez, un hombre de poco más de 30 años curtido por el sol, con su canoa amarrada al lado de la balsa en la que el sitio turístico ofrece paseos a los visitantes.
Si bien lacónico, Ever es de trato afable y por breves intervalos hasta algo conversador. Durante el lento avance nos cuenta que es originario del islote, donde también nacieron sus padres, además de otros pormenores de la vida diaria en medio del semiaislamiento. Esta recluida comunidad está compuesta de 21 familias, que totalizan unas 70 personas, cuya principal actividad es la pesca, la pequeña agricultura y la cría de ganado menor.
DELTA
Tras casi una hora de travesía, llegamos al extremo de esta isla de unas 600 hectáreas bañada por las aguas de los ríos Manduvirá, Yparaguaymi y Paraguay, donde estos dos últimos cursos se cruzan en el delta sin mezclarse manteniendo sus respectivas tonalidades, más oscuro el uno y más blanquecino el otro.
Desembarcamos en el banco de arena donde cazaban los mbiguá y las garzas mora para hacer unas tomas. A lo lejos se observa unas vacas pastando. Cuando le pregunto sobre la demanda más inmediata que tienen los habitantes, Martínez dice que “ko veda aja heta gente oikotevê peteî ayudita’i. Oî gente imboriahúva ha heta ifamilia ha oikotevêva porque ko veda-pe ndocobrái como pescador porque reimeva’erã asociado ha repagava’erã 100.000 por año. La mayoría ko ndaikatúi opaga umía. Ápeko tres o cuátronte ocobra kuri ha oî otros cuátro ocobráva por la tercera edad” (en esta veda mucha gente necesita un poco de ayuda. Hay personas muy pobres y que tienen muchos hijos, y necesitan, porque en esta veda no cobraron el subsidio como pescadores porque hay que estar asociado y pagar una cuota anual de 100.000 guaraníes. La mayoría no puede pagar eso. Acá cobraron solo tres o cuatro y otros cuatro cobran la pensión a la tercera edad).
De manera inmediata hace la salvedad de que “chéko gracias a Dios areko peteî almacen’i che tio ndive ha péicha aaguanta la 45 días ha aipytyvõ avei che rapichakuérape ha ambodeve chupekuéra. Ápe ko nde remaña ha ha’ete ku entero iporãmbáva, ndaha’éi ko péicha hyepýpe. Che añandu la che vecino pyapy mba’éicha hína” (yo gracias a Dios tengo un pequeño almacén con mi tío y así aguanto los 45 días y también les ayudo dándoles fiado. Acá vos mirás y parece todo muy lindo, pero no es así allá adentro. Yo siento cómo es la preocupación de mis vecinos).
Si ya de por sí la pesca encierra un fuerte componente de azar, con la veda y la bajante de los ríos la economía de subsistencia se hace aún más estrecha. A más de ello, el descenso de las aguas ha profundizado el aislamiento, pues en algunos tramos del río Manduvirá es preciso encharcarse los pies para bajar y empujar las canoas a través de las piedras. En ciertos trechos el curso se troca en una senda pedregosa que proyecta la imagen acabada de la isla rodeada de tierra de la que hablaba nuestro escritor supremo.
Actualmente el único punto desde el cual el trayecto a la isla es cien por ciento navegable, incluso para pequeñas embarcaciones, es la estancia Olivares. Esto convierte a este sitio en parada obligatoria para cualquier expedición, así como para los macateros que surten a la ínsula de los productos básicos necesarios.
LA ESCUELA
Luego retornamos aguas abajo para casi a mitad de camino hacer escala en la escuela, donde arribamos cerca del mediodía. Bajo el “sopor de la siesta calcinada” los niños jugaban a la pelota con los pies descalzos. Una límpida bandera paraguaya flamea aletargada en la cúspide del mástil.
En la Escuela 10260 Isla Banco’Yparaguaymi nos recibe su director, unidocente y licenciado en Guaraní, Agripino Acosta, quien vive en Arroyos y Esteros y llega los lunes a la comunidad para permanecer durante toda la semana en la más completa soledad luego de que los niños retornan a sus casas. El maestro nos explica que la institución a su cargo alberga a un total de 13 estudiantes del primero al sexto grado, siete en el primer ciclo y seis en el segundo, en los turnos tarde y mañana, respectivamente.
El rasgo más predominante de los escolares es la timidez y el sacrificio, pues además del poco hablar algunos deben caminar diariamente hasta siete kilómetros para ir y volver de la escuela bordeando el río.
El principal pedido del maestro es la ampliación de los rubros docentes para poder brindar hasta el noveno grado, es decir, la totalidad de la educación primaria obligatoria y gratuita que manda la Constitución Nacional.
“Acá los chicos llegan hasta el sexto y ya abandonan sus estudios porque no quieren salir de su hábitat. Para terminar la primaria deben ir 30 km por el río hasta Itá Pirú, que remando aguas arriba lleva unas cinco horas de viaje”, señala Acosta, quien asegura que la ampliación hasta el noveno grado atraería a estudiantes de comunidades circundantes y se podría llegar a los cuarenta alumnos aumentando el plantel docente.
UNA VOCACIÓN
El profesor Agripino no oculta su angustia ante la apremiante situación y admite que a veces se siente tentado a arrojar la toalla, aunque de súbito recobra la energía para seguir bregando merced al profundo amor que tiene a su vocación. El docente añade que otra de las necesidades más urgentes que tienen es la energía eléctrica y agua corriente, pues algunos deben desplazarse de dos a tres kilómetros hasta el río para recoger el agua en bidones. No obstante, no se queja de la potabilidad del vital líquido que proveen los ríos circundantes asegurando que cualquier malestar asociado a beber de ellos es solo “psicológico”.
Otro de los pedidos es la extensión del almuerzo escolar hasta el mes de noviembre, pues la provisión acabó el pasado octubre y no se pueden racionar los insumos por falta de medios para refrigerarlos.
El maestro hace notar con orgullo que la escuela se encuentra impecablemente limpia, algo que asegura es de todos los días y no fue algo montado en ocasión de nuestra visita. Acosta apunta que esta rutina de aseo es una cuestión de vida o muerte debido a la gran cantidad de víboras y la falta de un puesto de salud para atender una emergencia de este tipo. Esta es otra de las razones por las que les urge la energía eléctrica para poder iluminar sus hogares durante las noches a fin de estar prevenidos ante el acecho de reptiles venenosos y otras alimañas.
LA EDUCACIÓN Y SUS PORQUÉS
Luego lo acompañamos al aula para el desarrollo de la rutina escolar. “Ma’erã ñande ja estudia” (para qué estudiamos), pregunta como preludio de la lección de matemática en la pequeña aula multigrado ornamentada con un retrato del papa Francisco, carteles del abecedario, fechas y algunas operaciones matemáticas elementales.
“Anive hagua ñanembotavy avavéa” (para que nadie nos engañe), responde uno de los más grandes con el sudor brotándole desde la frente y moviendo inquietamente sus polvorientos pies descalzos luego del partido de fútbol que rutinariamente precede a las clases. De hecho, esta es una de las principales razones que atrae a los chicos a la escuela, pues allí se guarda la única pelota que hay en toda la comunidad.
Acto seguido, alternando el guaraní y el español, empieza a impartir las lecciones de suma, resta, división y multiplicación aplicándolas al contexto real de las operaciones de venta y trueque de pescado y miel.
La temperatura máxima pronosticada para la jornada fue de 38 grados con una sensación térmica que holgadamente superaba los 40 grados. La ventana oeste escupe fuego al interior, mientras que la abertura este refresca levemente la salita transportando el microclima de los árboles sembrados hacia la fachada que da al río.
MENSAJE
Mientras nos vamos retirando para que pueda continuar con su clase, le pregunto si desea dar un mensaje final. Entonces Acosta desenfunda una carpeta en la que escribió un mensaje que tenía preparado y procedió a leerlo:
“Una mirada a la vida. Enseñar a ver y mirar es el gran desafío y el futuro de la educación. Queridos educadores, hemos anclado el barco de la escuela. Es hora de que nuestros niños y niñas naveguen sobre todo y ante todo en el mismísimo mar de la vida, no solo para estudiarla, sino sobre todo y ante todo para vivirla y gozarla, y después no olvidarse de nosotros los docentes.
Si nuestros niños y niñas desean conocer algo, no les demos la espalda ni los dejemos sin respuesta, y cuando llegue el fin de curso, que el año no sea un puerto aburrido de aguas estancadas y no olvidemos nunca cómo seremos en mares agitados.
Hay que enseñarles que el alcohol y las drogas son semillas de la muerte. La vida es el mayor don que Dios nos ha dado y por ser don de Dios está vinculado ineludiblemente al amor. Nuestra vida es fruto del amor, enseñemos con amor y seriedad, pero sobre todo con vocación, no por ocasión.
Rememos siempre hacia el bien y luchemos contra la corriente. Vendamos al mercado de la vida nuestra imagen de felicidad y lancemos en ella nuestros mejores frutos. De nosotros depende”.
A lo paraguayo porte, nos despedimos una y otra vez, pero seguimos charlando. El profesor Agripino insiste en que espera que esta no sea nuestra primera y última visita, tal como las promesas vacuas de cada lustro, por lo que me veo obligado a comprometerme a regresar.
Además de la humildad y la timidez, la escuela Banco’Yparaguaymi se caracteriza por su profunda devoción católica. Amén de las primeras letras y las operaciones matemáticas básicas, el profesor Agripino instruye en la fe, pues la misma precariedad de recursos hace que en muchas ocasiones no quede más opción que delegar algunas tareas a la buena de Dios.
CARIDAD
Antes de cerrar estas líneas, googleo sobre el significado de la caridad cristiana, que según la página oficial del Vaticano es la “virtud teologal por la cual amamos a Dios sobre todas las cosas por Él mismo y a nuestro prójimo como a nosotros mismos por amor de Dios”.
Pienso entonces que –aunque no creo en Dios, amo a mi patria (¿y cuál es la expresión viva de esa entidad abstracta a la que llamamos patria si no quienes viven en ella?). Esto me hace concebir que sería un bello acto de humanidad y patriotismo ir el venidero Día de los Reyes Magos a obsequiar pelotas, útiles escolares, algo de vestimenta y calzados a estos pequeños compatriotas.
Después de todo quizás no todo está perdido o, en todo caso, como afirma Julio Cortázar, “nada está perdido si se tiene por fin el valor de proclamar que todo está perdido y que hay que empezar de nuevo”.