Este domingo, Toni Roberto habla de un importante presente que recibió y que reaviva la memoria de fructíferas y amenas charlas de décadas pasadas.

Corrían los prime­ros años de los 80. Una taza de café en su blanca casa de la calle Acá Carayá. Una charla. De repente me dice: “¿Sabés sobre la mesa de quién esta­mos tomando café?”. Le res­pondo con un “no”.

Después de un rato, un silen­cio, y luego: “Esta era la mesa de Bernardino Caballero” y me cuenta la historia de cómo llegó a la casa. Chino, su marido, era el nieto. En las paredes unos tajy de Pablo Alborno, blanco, amarillo y rosado. Sobre la chimenea una mujer de mirada pene­trante que me hacía recor­dar a una pintura, “Mujeres de mi tierra”, de Andrés Gue­vara; un enorme óleo de los años 50, de la época cubista de Olga Blinder, entronado en ese importante espacio del salón.

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La charla sigue. Me cuenta sus historias de París, donde nació cuando su padre, el general Ayala, se estaba pre­parando para lo que se venía: la dura guerra del Chaco. Me hablaba de su vida recién lle­gada en el barrio General Díaz de la zona de Loma Tarumá, sobre la calle Caballero; sus idas a la Chacarita, sus diálo­gos con mujeres desposeídas del barrio Ricardo Brugada, de donde se inspirara para escribir su novela en jopara “Ramona quebranto”.

Con el tiempo, ella se mudó a otra casa del barrio Reco­leta en una esquina con pare­des de ladrillos vistos, donde aparecieron de nuevo todos esos retratos, la mesa del gene­ral, las pinturas de Alborno y otras de Da Ponte, y el eterno cuadro de la mujer cubista pintado por Blinder, todo esto acompañado de las historias familiares, su amistad con Jaime Bestard, y con las escri­toras paraguayas como Mar­garita Prieto, Renée Ferrer, Lita Pérez Cáceres y sus eter­nas fructíferas discusiones con Beatriz Rodríguez Alcalá de González Oddone y, por supuesto, nuestras charlas.

UN LLAMADO

Todos estos recuerdos me llegaron cuando me llamó su nuera, Paz Benza, para decirme: “Toni, quiero tomar un café contigo, tengo algo que entregarte”. Luego de unos días nos encontramos, ella con una bolsa y me dice ‘esto era de Margot y creo que tiene que quedar en tus manos’; eran dos libros, uno del pai­saje paraguayo con textos de Josefina Plá editado en 1986 por la Fundación La Cande­laria, dirigida por Margarita Casaccia Taboada de Hen­nessy, en aquel entonces con la comisión directiva integrada por Alejandro Bibolini Pecci, Monseñor Agustín Blujaki, Andrés Rivarola Queirolo, Blanca Zuccolillo, entre otros.

Además, un gran libro de Ignacio Núñez Soler con tex­tos de Ticio Escobar de dos­cientas cincuenta y cinco páginas, editado por el Banco Alemán en 1999, que serán de gran utilidad para consul­tas de estos “Cuadernos de barrio”.

A veces, la vida da vueltas, así como lo hiciera en mi pri­mera juventud con Margot en la mesa del general Caba­llero hace muchos años sobre la calle Acá Carayá. Hoy en 2024, cuarenta años después, de nuevo, café de por medio, la entrega de Paz recibiendo estos dos ejemplares que se convierten para mí en una “herencia de barrio”.

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