- Por Gonzalo Cáceres - periodista
- Fotos: Gentileza
Zygmunt Bauman fue poseedor de una gran sensibilidad, tan aguda que a través de sus estudios pudo constatar una serie de cambios radicales en el paradigma de la sociedad contemporánea con relación a otras del pasado. Con su enfoque interdisciplinario, ofreció una visión compleja de la experiencia humana en el mundo globalizado.
Nacido en 1925 en el seno de una humilde familia de origen judío de Poznán (Polonia), Bauman se formó en la Universidad de Varsovia, donde se graduó en 1947. En un principio el interés de su investigación se centró en la estratificación social y en el movimiento obrero, para después adentrarse en temas tales como la naturaleza de la modernidad. Ejerció la docencia en varias instituciones académicas, incluyendo la Universidad de Leeds en el Reino Unido, donde pasó la mayor parte de su vida.
Este gran pensador se dedicó de lleno al estudio de la sociología y la filosofía, explorando el efecto de las transformaciones sociales en la identidad y la moral. En este contexto, Bauman se destacó por sus importantes contribuciones a las diferentes ramas del pensamiento sociológico, ejerciendo especial influencia en toda una generación de teóricos con su aclamado concepto de modernidad líquida, que desarrolló desde la década del 50 con el fin de comprender la fluidez de la aldea global (en los meteóricos años pos II Guerra Mundial).
Desafió las ideas de su época al cargar contra el concepto de modernidad sólida, abriendo el debate sobre la estabilidad social con la construcción de la modernidad líquida.
DE LA RIGIDEZ AL CAMBIO CONSTANTE
Los supuestos de la modernidad líquida de Bauman establecen que las certezas y las estructuras estables o rígidas –que solían dar cierta armonía a la vida– como el trabajo, la familia o la comunidad son cada vez más inestables, lo que genera una sensación de inseguridad propia del cambio.
A su parecer, en la modernidad líquida las estructuras sociales y las identidades son más cambiantes si se compara con la modernidad “sólida” de hace unas décadas atrás. “En el pasado, nos encontrábamos en un mundo predecible y controlable, uno sólido. La rutina, la visión a corto plazo, las costumbres, las colectividades eran unas de sus características. Todo este panorama empezó a ‘derretirse’, cambiando aquella sociedad que estaba estancada y era demasiado resistente a los cambios por una líquida y maleable. Con la llegada de la modernidad todo se individualizó. Ser moderno significa estar eternamente un paso delante de uno mismo; es decir, debemos transformarnos en lo que cada uno es”, escribió.
Así se entiende que las identidades ya no son fijas. Es decir, las personas pueden adoptar múltiples identidades en diferentes escenarios, lo que refleja “una mayor flexibilidad, pero también una falta de cohesión con el entorno”.
CONSUMO
Para Bauman, la sociedad contemporánea es sinónimo de consumismo: el valor de unos y otros se mide –muy a menudo– en términos de poder adquisitivo (consumo es igual a deseos efímeros), lo que lleva al conjunto (sociedad) hacia una eterna búsqueda de satisfacción que rara vez se alcanza.
Bauman plasma la identidad como algo dinámico e influenciado por los distintos factores sociales, culturales y económicos, por lo que en un mundo donde el consumo es regla las identidades están fragmentadas. “Las personas enfrentan el reto de construir significados y relaciones en un mundo que cambia rápidamente, lleno de excesos y desperdicios”, sostiene.
Consecuentemente, las relaciones humanas también se han vuelto más superficiales. Es decir, las conexiones son temporales y basadas en el interés, lo que “puede generar una mayor libertad individual, pero también a una sensación de soledad y desorientación”.
Bauman insistió en que la modernidad líquida tiene por bandera una fuerte interconexión global, donde las decisiones y los eventos en un lugar pueden tener repercusiones inmediatas en otra (por ejemplo, los conflictos de un determinado sector pueden elevar el precio del crudo y desencadenar así fuertes crisis económicas en países no inmiscuidos).
SUPERFICIALIDAD
Entre otras, Bauman exploró la ética del mundo globalizado, cuestionando la cada vez más notable ausencia de las relaciones significativas y un sentido de responsabilidad (compromiso para con el otro) en una época de incertidumbre. Su obra “Amor líquido” aborda la superficialidad de las relaciones modernas y la necesidad de una mayor faceta ética.
Por otro lado, en “Vida de consumo” se explayó sobre la estética del consumismo y la manera en que afecta la percepción de la belleza y el deseo, proponiendo que la cultura de nuestros días está marcada por la búsqueda reiterada de inmediata satisfacción (se centró en las relaciones interpersonales, describiendo la erosión de la conexión emocional y la intimidad).
Bauman fue un ácido crítico de las redes sociales. En sus últimos artículos difundidos a través de la prensa expresó que el mundo virtual “constituye una herramienta para crear una comunidad propia”, pero realmente es “una zona de confort donde no se necesitan habilidades sociales”, porque “no hay diálogo real, ya que esta comunidad se crea a medida del individuo; no existe controversia ni conflicto, su colectivo es seleccionado según necesidad y el capital afectivo se mide por el número de contactos en sus distintas cuentas”.
Zygmunt Bauman falleció el 19 de enero de 2017 en Leeds a la avanzada edad de 91 años. Su legado se extiende a través de 57 libros y más de 100 ensayos muy importantes para la sociología contemporánea y los movimientos altermundistas. Su pensamiento continúa siendo relevante para comprender los desafíos de la vida en nuestros tiempos.