• Por Bernardo Neri Farina
  • Fotos: Gentileza

Qué pasó entre Paraguay y España después de la Independencia no suele ser un tema recurrente en la historiografía paraguaya, una omisión que viene a ser reparada con el libro “La hija pequeña de la Madre Patria”, del historiador y diplomático Ricardo Scavone Yegros.

Luego de 1811 y, sobre todo, con el régimen de José Gaspar Rodríguez de Francia, tuvimos un largo periodo de aislamiento que nos ocultó de la atención del mundo. No dábamos referencias de nuestra realidad y solo se exportaban algunas referencias merced a las publicaciones de visitantes extranjeros que luego exponían su visión del Paraguay de Francia, como un escenario exótico, que quedaba en un espectro de singularidades, como singular era su dictador gobernante, pero sin despertar mayor curiosidad ni constituirse –mucho menos– en un país aspiracional para negocios ni relacionamiento relevante.

Encima, éramos pobres de sobrada pobreza, en un aislamiento adormecedor que nos llevaba a una sobrevivencia parsimoniosa, a una vida de austeridad suprema como suprema era la autoridad del gobernante. Una vida frugal, modesta; una dilatada siesta, con un silencio ensordecedor solo quebrado por las voces naturales de la selva. Pues las voces humanas estaban restringidas y solo eran murmullos prudentes.

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El advenimiento del gobierno de Carlos Antonio López cambió sustancialmente el tipo de gestión gubernamental. El país se abrió ante la necesidad de pasar del estadio de sobrevivencia bucólica, agreste, a un estado de crecimiento en varios sentidos. Y para ello era imperioso el relacionamiento con el exterior, tanto América como Europa.

PRIMEROS CONTACTOS

En este contexto histórico se dan los primeros contactos con vistas al reconocimiento de la independencia del Paraguay por parte de España.

Con el rigor que lo caracteriza, y que ha exhibido en sus obras sobre la Independencia y el relacionamiento exterior del Paraguay, Scavone Yegros nos va guiando diestramente, de posta en posta, por ese intrincado camino que siguió el conjunto de negociaciones que culminarían muchos años después de iniciado con el reconocimiento buscado.

Esto nos lo relata el autor como en un libro de aventuras, un libro lleno de peripecias y de giros sorprendentes; de idas y venidas, de lances de esgrima diplomática (sutiles unas veces; agresivas, otras), de rupturas temporales y reencuentros posteriores.

Además de la minuciosa y sólida información basada en fuentes seguras, una de las riquezas mayores del libro es la profusión de testimonios muy atendibles de la vida en el Paraguay de la preguerra y de la posguerra contra la Triple Alianza.

Esos testimonios nos ayudan a reconstruir la vida de nuestro país en sus albores y entender mejor ciertas manifestaciones, desconocidas hasta hoy, mediante el cruzamiento con otros testimonios ya conocidos.

El libro describe los primeros acercamientos entre funcionarios paraguayos y españoles en 1846, en Montevideo. Del Paraguay fueron enviados Bernardo Jovellanos y Atanasio González. El representante de España fue el cónsul general y encargado de Negocios en el Uruguay, Carlos Creus, cuyos informes a su gobierno contienen párrafos sumamente llamativos. Creus tendía al reconocimiento del Paraguay, pero las negociaciones no serían fáciles.

Al tiempo de informar de las conversaciones con los agentes paraguayos, el cónsul Creus también describió el proceso que llevó a la independencia del Paraguay y, de acuerdo con lo señalado por el autor, desaprobó la postura de Juan Manuel de Rosas al desestimar tal condición paraguaya. Es decir, la de país independiente.

En respuesta a las gestiones de Creus, el Gobierno español dejó en claro que reconocer la independencia del Paraguay crearía nuevos obstáculos para las negociaciones con Buenos Aires, que seguía considerando al Paraguay como una provincia.

España reconoció la independencia del Paraguay el 10 de setiembre de 1880

LA MISIÓN DE FRANCISCO SOLANO LÓPEZ

Otro de los notables pasajes del libro es el dedicado a la misión de Francisco Solano López en Europa y, específicamente, su paso por Madrid, descrito con una admirable minuciosidad fruto de un meticuloso trabajo en archivos. Y con revelaciones novedosas.

López partió para Europa el 15 de junio de 1853, ya luego de que, pocos meses antes, la independencia del Paraguay fuera reconocida por Gran Bretaña, Francia, el Reino de Cerdeña y Estados Unidos de América.

Pese a esta circunstancia, las negociaciones de López en España fueron harto difíciles. Llegar a la firma de un tratado se hizo cuesta arriba.

LA GUERRA GRANDE

Durante la guerra contra la Triple Alianza, España mantuvo una posición neutral. Pero muchos informes destacaban la valentía, como la falta de preparación del Ejército paraguayo.

Después de la guerra, pese a la postración del Paraguay, España recobró el interés en un tratado. Más aún cuando hubo una importante cantidad de españoles que se afincaron en Asunción tras la contienda. Muchos de esos españoles dejarían profundas huellas en nuestra sociedad.

Las gestiones continuaron siendo duras, pero alguna vez se debía dar. Así, el 10 de setiembre de 1880 don Francisco Otin, por España, y don Carlos Saguier, por el Paraguay, firmaron en Buenos Aires el tratado de paz y amistad entre ambos países.

De esta manera, la hija pequeña, pero pícara ella, logró que la Madre Patria se ajustara a su circunstancia y la respetara, tal como se lo merecía.


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