Este domingo, Toni Roberto evoca los importantes cambios que experimentó nuestra ciudad capital en los años ochenta con la construcción de edificios en altura con gran valor arquitectónico.

Eran las tres de la tarde de un día cualquiera de clases en 1980. Desde el gran iluminado ventanal del moderno y austero edificio del Cristo Rey, creado allá por 1964 por Cacho López Urbieta sobre la excalle Amambay, empezábamos a ver la transformación.

Las alturas de los nuevos edificios en construcción, bañados por el sol que pegaba la tarde en el antiguo centro de Asunción, emergían con ganas de llegar al cielo. El Aurora 1, construido por Barrail Hermanos con diseño de M. López Moreira y la participación de Juanchi Netto; el Armele, el Deline, el Apolo, los Líder, el Beton, El Dorado, con sus brillantes rubias persianas amarillas y el elegante edificio El Alto, diseñados por Goldenberg Perelló, que trajo varios cuestionamientos por su ubicación al lado de la legendaria escalinata.

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En aquellos años, la picota llegaba con toda su furia para demoler restos de una Asunción con “sus naranjos y sus flores, los recuerdos sin igual”, como dice el argentino Heriberto Altinier en su “Canto al Paraguay”. Así, en nombre del progreso desaparecieron joyas de la arquitectura como el antiguo Circolo Italiano o casas doblemente patrimoniales que albergaban a connotados paraguayos.

EL BETON Y EL 131 DE DOÑA CLARA

Con la misma emoción de aquel músico, como si fuera un extranjero mirando al centro de Asunción desde aquellos balcones, aquellos niños de los 70 y 80 observábamos maravillados el crecimiento de esas obras. Era la época en que se popularizaba el moderno coche Brasilia, aparecían los potentes Peugeot 604 V6 de origen francés, Volvo imponía seguridad y lujo con los 264 GLE, Mercedes inmortalizaba el 300 D y doña Clara Benza paseaba con su Fiat 131 Supermirafiori.

En ese mismo tiempo nacía el ultramoderno Edificio Beton construido por Carlos Ocampos y Carlos Cataldo, reunidos en Ocampos Cataldo y asociados, bajo la fiscalización de Ángel Auad, que proponían la primera torre de oficinas con ascensores para vehículos. “Cocheras exclusivas con montacoches automáticos”, decía el reclame publicitario de la época, allá por 1977, y que podemos comprobar en la publicidad gráfica, un arte realizado por los dibujantes publicistas de aquellos años.

Publicidad Edificio Beton. Ocampos, Cataldo y Asociados. Asunción, c. 1977

EL GENERAL Y EL MONUMENTAL

Las anécdotas de aquellas primeras familias de Asunción que decidieron mudarse a un departamento en altura en los primeros años de la década del 70 son interminables como el ministro de Defensa del antiguo régimen, el general Samaniego, y su señora Dominga Ocáriz, que vivían sobre la avenida Quinta casi Colón, que decidieron vivir en su casa y al mismo tiempo en un departamento del piso 12 del edificio Monumental del legendario Jacobo Tauber.

Debido a la cantidad de personas que los visitaban, hacían vida social en la casa y vida familiar en aquella torre. En la otra punta del centro, en la calle Montevideo y Palma, desde las alturas del Astral, construido por el Ing. Marcial Jiménez, bajaba todos los días Bicho Pesoa, político liberal del eterno sombrero beige, caminando erguido por la calle Palma dirigiéndose a algún café de los años 70, mientras el señor D’Amore, del edificio Segesa, representante de Alitalia en aquellas décadas, cruzaba la calle para sentarse a la mesa de los italianos del café San Marcos y en el edificio Apolo Rosita Edan vendía algún pasaje para volar a algún lugar del mundo.

UN DÉJÀ VU DESDE EL PUENTE DEL MARISCAL

Hoy, después de más de 40 años, como si fuera un déjà vu, la historia se repite como la de muchas familias que habitan el nuevo centro de Asunción. Una mirada desde el puente de vidrio del Mariscal me remonta a esos principios de los años 80, cuando desde aquellos modernos colegiales ventanales mirábamos cómo el centro se llenaba de altas arquitecturas contando y sumando la evolución de sus pisos, día a día, como si fueran clases de matemáticas, aquellos rascacielos con gran valor arquitectónico que hoy ya son parte del patrimonio del paisaje del viejo centro de Asunción, donde muchos crecimos y nos criamos.




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