En esta edición del programa “Expresso”, transmitido por GEN/Nación Media, Augusto dos Santos recibe al sociólogo Carlos Peris, quien habla de la historia del narcotráfico en Paraguay y de la actualidad de este flagelo en nuestro país. Peris sostiene que, además de la necesidad de fortalecer su capacidad represiva y de control, el Estado debe priorizar la implementación de políticas públicas y sociales a fin de que los sectores vulnerables no hallen en la ilegalidad el camino para mejorar sus condiciones materiales de vida

  • Fotos Carlos Juri

¿Cuándo se puede citar un primer episodio vincu­lado al narco en la historia del Paraguay?

–El imaginario popular nos dice que el narcotráfico empieza con (Joseph) Ricord. Estamos hablando de finales de la década del 60 y comien­zos de los 70. A él se le apresa en el 71 y se le extradita en el 72. Los investigadores dentro de la academia siempre tene­mos esa curiosidad de decir “a lo mejor hay un origen pre­vio”. Y fue así como empe­zamos a recabar periódicos del Brasil, más precisamente los periódicos fronterizos, y ellos hablan de que a finales de la década del 50 estaba un gran jefe de la marihuana, quien era João Morel, hasta que en 2001 por órdenes de Fernandinho Beira-Mar, del Comando Vermelho, él y sus hijos son asesinados.

–Una historia larguísima entonces.

–Es una historia larguísima y por sobre todas las cosas nos muestra cómo la historia cri­minal siempre tiene un tras­fondo social. ¿Cómo llega la marihuana al Paraguay? La marihuana estuvo en Para­guay desde los ibéricos porque ellos usaban el hilo de canna­bis para sus ropas, pero tam­bién para sus barcos. Nosotros encontramos una Cédula Real de 1712 en el cual el virrey de España premia a todos los que se animan a plantar cáñamo en su tierra. ¿Por qué? Por­que era un producto estraté­gico. El cáñamo en otros luga­res donde hubo una población africana esclava como, por ejemplo, era Brasil, era de uso ritualístico. Era una materia prima completamente norma­lizada hasta 1920. A partir de 1920 empiezan a aparecer los primeros discursos o los pri­meros estudios que pedían la prohibición de la marihuana.

–¿Por qué?

–Eso es muy interesante. En Los Ángeles, California, autoridades locales asocian el consumo de la marihuana a la población afroamericana de los Estados Unidos que estaba asociada con vandalismo, con robos y con la bohemia. Los primeros discursos prohi­bitivos vienen por una cues­tión hasta si queremos decir racista, es decir, esto está aso­ciado a un tipo de población.

PROHIBICIÓN

–O sea que al tiempo que se utilizaba con fines textiles la marihuana ya venía uti­lizándose para el consumo recreativo o ritualístico.

–Esas ondas prohibitivas lle­gan a Brasil en la década de 1930 y se cancela la cultura de la maconha. La producción de marihuana en aquella época estaba en tres zonas portua­rias con alta población prove­niente de África esclavizada.

Cuando aparecen esas leyes prohibitivas, la producción de marihuana migra a otros lugares que no estaban tan a la vista de la opinión pública. Y es así como llega a la fron­tera con Paraguay, más pre­cisamente llega a Punta Porá, en donde existía una empresa que se llamaba Matte Laran­geira, que tenía tierras tanto en Punta Porá como también en Pedro Juan Caballero. A partir de ahí la historia ya se cuenta sola. Ya entra por la lógica de ciudad espejo, por una onda prohibitiva y por la lógica del mercado un nego­cio que estaba en baja, que era la producción de yerba mate, esa misma población es la que empieza las prime­ras plantaciones de mari­huana y luego João Morel se encarga de organizar ese ecosistema criminal.

–¿Y cuáles son algunas etapas de este proceso?

–La primera etapa son las plantaciones incipientes de marihuana, que va desde la década de 1950 hasta finales de los 60. En paralelo, ocu­rre la otra etapa, que es la de los jerarcas del régimen de Alfredo Stroessner. Y eso es también un mito interesante que tenemos que desmontar y que lo pudimos desmontar con documentos. El imagi­nario dice “fue tal persona de Caballería el que organi­zaba la cuestión del narco­tráfico”. Y en verdad es ante­rior. Es decir, encontramos los nombres de Patricio Col­mán, encontramos los nom­bres de José María Argaña, que era el edecán de Stroess­ner, que muere en el año 1964, y el del croata Batric Kontic. De hecho, el asesinato del cine Splendid en el 61 y la explosión del avión de Aero­líneas Argentinas en los 60 en Formosa se tiene la pre­sunción de que las perso­nas que tenían que ser eli­minadas eran informantes que pasaban información a agencias internacionales sobre las actividades crimi­nales de estos tres sujetos.

–¿Y la investigación supra­nacional todavía no estaba organizada respecto a lo que es hoy?

–Prácticamente nada hasta la década del 70. La DEA (Administración de Con­trol de Drogas) y los servi­cios de inteligencia empie­zan a manifestarse a partir de que (Richard) Nixon en la década de los 70 declara la guerra a las drogas. Ahí es cuando ya aparecen las agencias e incluso se ins­tala el término narcotrá­fico, que es una palabra relativamente nueva como concepto, no tiene más de 60 años.

–¿En qué momento se produce la irrupción de la cocaína?

–Los jerarcas del régimen no eran solamente milita­res, sino eran verdaderos empresarios. Eran personas que tenían campos, cervece­rías, casas de cambio, ban­cos, un montón de iniciati­vas privadas. Ellos empiezan a acumular una gran canti­dad de campos de tierras en el Chaco. Esto les permite empezar a montar las pri­meras pistas clandestinas en donde bajaba la cocaína que venía principalmente de Bolivia y de Colombia, y de Paraguay ya se iba para el mercado brasileño, que siem­pre fue el gran configurador.

–¿Qué significa gran con­figurador?

–Para explicar el narco­tráfico en nuestro país no podemos sacar las necesi­dades de consumo de Bra­sil. El narcotráfico en Para­guay es más o menos con sus muchas diferencias parecido al caso de México y Estados Unidos. No se puede expli­car la producción en México si no entendemos los hábi­tos, los consumos y las polí­ticas de los Estados Unidos. Los grandes jerarcas histó­ricamente fueron patrones de frontera o que tenían una relación de origen con Brasil. Ahí empiezan los primeros transportes de cocaína y eso después se internacionaliza con Ricord, que se dedicaba a la heroína. Ricord era un proxeneta y durante la ocu­pación nazi en París él se hace amigo de los oficiales de la Gestapo a través de su red de proxenetismo. Cuando los nazis tienen que aban­donar París, él va a Madrid, de allí va a Milán, de Milán viene a Buenos Aires. Él se establece en Buenos Aires y funda tres bares, que eran prostíbulos. Con su activi­dad de proxeneta hace los primeros envíos desde Amé­rica Latina de heroína.

ALIANZAS

–¿Cómo va evolucionando este esquema?

–Ricord es extraditado en el 72 y ahí empiezan a aparecer las alianzas de los jerarcas militares con patrones zona­les. Con la caída de la dicta­dura los militares pasan a una segunda línea por la pro­pia lógica de la dictadura y esos patrones zonales llevan el negocio durante toda la década de los 90. El caso más conocido es el de Fath Yamil. En los 2000 aparecen las empresas del crimen trans­nacional. El Comando Ver­melho con Fernandinho Bei­ra-Mar y el Primer Comando de la Capital (PCC) no son solamente mafias, sino que se organizan como empre­sas del crimen transnacional.

–¿Qué lógica le imprimen al negocio ilícito estas nue­vas organizaciones?

–Desde hace un buen tiempo se dice que el Paraguay se está cocainizando, porque los volúmenes de las incau­taciones son récord. Eso sig­nifica que está circulando más la cocaína. Eso tiene una relación directa con la presencia de grupos como el PCC. Hay un estudio del año pasado que hizo la Univer­sidad de Milán y ellos dicen que la empresa más rentable del mundo tiene una renta­bilidad de un 25 %, pero la cocaína tiene una rentabili­dad del 200 %. La cocaína se transporta fácil en gran volu­men y tiene demasiado buen precio de venta.

–¿Cuál es la estimación que existe sobre el volumen que se incauta en los puertos de Europa de la cocaína que va de América Latina?

–Por más que un puerto esté lleno de containers, esté lleno de personal, esté lleno de tecnología, como a lo mejor pueden ser esos grandes puertos europeos de Hamburgo, Amberes, Amsterdam, ellos tienen un promedio de escanear sola­mente el 2 % del total de con­tainers. Porque vivimos en un capitalismo globalizado en que lo más importante es que la mercancía se mueva. Los grupos narcotrafican­tes saben que pueden enviar 100 containers con drogas y que solamente dos van a ser escaneados en el mejor de los casos. De ahí sale una estadística que utilizan los organismos internaciona­les de que si en los grandes puertos se puede solamente escanear el 2 %, eso significa que de toda la droga que se incautó en un país está alre­dedor también del 2 %. Puede ser el 2, 4 o el 10 % también, pero igual sigue siendo un porcentaje muy ínfimo de lo que verdaderamente circuló.

LOGÍSTICA CRIMINAL

–¿Cuál es hoy en día el grupo criminal con mayor presencia en Paraguay?

–Sin lugar a dudas es el Pri­mer Comando de la Capi­tal. Ellos no ven a lo mejor al Paraguay como un territorio de reivindicación política, pero entendieron desde hace 15 a 20 años que es un lugar perfecto para poder hacer sus operaciones. Es decir, poder hacer tráfico de armas, gran­des asaltos, como de hecho lo hicieron en años anteriores. Es decir, comandar o dirigir la logística del movimiento de la cocaína.

–¿Y cómo conviven con estas organizaciones nacionales como clan Rotela, por ejemplo?

–Yo destaco mucho del actual gobierno lo importante que fue el operativo en Tacumbú a finales del año pasado por­que el clan Rotela disminuyó mucho en su estructura, pero antes de eso el clan Rotela históricamente fue micro­tráfico. El PCC es narcotrá­fico. Como ellos buscan la máxima ganancia, el micro­tráfico para ellos es un chi­quitaje, es algo que no le da tanta plata como llevar la cocaína hasta Italia, hasta la ‘Ndrangheta. Ahora sí es cierto que hubo una disputa dentro de las prisiones.

–Fue más territorial que de negocios.

–Fue más incluso simbólico. Uno tiene que establecer un poder en la cárcel. Cuando ellos establecen esos recluta­mientos, vos tenés que estar conmigo o vos tenés que estar con los otros, hasta era una disputa más simbólica.

PODER DE NEGOCIACIÓN

–Últimamente se está hablando con mucha fuerza sobre la utilización de comunidades indíge­nas para el narcotráfico. ¿Cuáles son las fortalezas que los narcos ven en esa operación?

–No voy a utilizar la palabra participación, pero el con­tacto indígena con redes de narcotráfico a nosotros nos salta a finales de la pri­mera década de los 2000, cuando la organización Tie­rraviva lanza un libro en el que denuncia el asesinato de pãi tavyterã a manos de un grupo narcotraficante. Nosotros en 2022 tuvi­mos un trabajo de campo en comunidades rurales campesinas tradicional­mente indicadas como res­ponsables de gran parte de la producción canábica en San Pedro. Y en los propios relatos de los informantes nos dicen que en el 2000 de 100 familias, para poner un número redondo, 60 % estaba en la cuestión del cannabis. Hace 10 años eran 40, pero hoy son 20, porque mucha de la produc­ción de la marihuana se está haciendo en territorio indígena. Por­que el narcotraficante o intermediario, como le lla­man, encontró demasiadas ventajas con las poblacio­nes indígenas. La primera es una ventaja de precio y de negociación. El intermedia­rio cuando tiene que nego­ciar con el sector campesino tiene que negociar el precio familia por familia, pero en las comunidades indígenas se negocia el alquiler del terreno solo con el líder de la comunidad.

–¿Cuánto era normal­mente el alquiler de una propiedad para fines de cultivo?

–Por hectárea cultivada en una tierra campesina son 5 millones de guaraníes. Mien­tras que el alquiler de toda la tierra indígena que se le da al líder está entre, y es una oscilación muy grande, los 5 a los 25 millones de guara­níes. O hay veces se da un 10 millones de guaraníes y una camioneta por ejemplo. Para lo que es el valor de la tierra y para el uso que le van a dar y para lo mucho que se afecta a la comunidad es ni siquiera irrisorio, es inexistente. Lo segundo es que el indígena está menos empode­rado en organi­zación social que el campesino. El campesino todos los mar­zos tiene sus marchas, tiene sus organizacio­nes, incluso son un grupo de pre­sión que tiene sus demandas y reivindicaciones.

–¿Cómo se analiza la complejidad y los desa­fíos que representa para el Estado combatir una situación enclavada den­tro de la comunidad social más debilitada en nuestra sociedad?

–No es fácil y por sobre todas las cosas en un pro­ceso extremadamente com­plejo y mucho más lento de lo que son los tér­minos políticos eleccionarios. ¿Por qué? Por­que uno tiene que hacer un trabajo social de conciencia­ción, trabajar con la comuni­dad e incluso hasta tras­tocar ciertos conceptos que hoy en día son norma­les para ellos. Muchas veces para ellos el narcotraficante es sinónimo de oportunidad. Hay que entrar a trabajar socialmente para cambiar ese concepto. Entonces es un proceso muy largo, es un trabajo que tiene que tener diferentes patas. Entende­mos que es importante que el Estado tenga la fuerza repre­siva, tiene que estar organi­zado, tiene que luchar por mantener el monopolio de la fuerza y del orden dentro de su territorio. Esto es impor­tante para un mecanismo de entrada, pero luego tiene que actuar la cuestión social. Las políticas sociales, oportuni­dades reales en todos los sen­tidos. Es decir, que vean los mecanismos legales como el camino para un mejor futuro, no el narcotráfico.

RUTAS

–¿Se puede hacer un mapa de los puntos críticos en el territorio paraguayo y entender cuál es la diver­sidad de cada polo?

–Sí se puede hacer. Es Alto Paraguay, particularmente ahí está toda la cuestión de las pistas clandestinas y en un 80 % se puede explicar el tráfico de cocaína en esa zona y luego empieza a bajar. El Chaco es la ruta porque es el lugar interme­dio que tienen para bajar las aeronaves de los países andinos. Luego tenemos Concepción, Canindeyú, San Pedro y Amambay, que están en la dinámica de ser una ruta estratégica para el paso de la cocaína, pero además también mantienen su producción histórica de marihuana. Y desde hace 15 años Caazapá se volvió uno de los centros marihuane­ros más importantes, una región sumamente pobre.

–¿Cuáles te parece son las prioridades para las políticas de lucha contra el crimen organizado y el narco en particular?

–Me parece que son en varios sentidos. Algunas son más situacionales y otras a lo mejor son más de mediano a largo plazo. Las situacio­nales o de respuesta rápida serían una formación más de élite de los que van a interve­nir en operaciones del narco­tráfico. Los que intervienen en operaciones del narco­tráfico tienen que tener el resguardo, porque la acti­vidad que están haciendo es muy peligrosa. Eso es muy importante. Equipar mejor a la fuerza, pero también dotar de mayor tecnología a los organismos de control, ya sean aviones, radares, dejar de tener lo que en la literatura criminal se llaman fronteras porosas o fronteras grises. Si el Paraguay logra forta­lecer sus fronteras y dejen de ser grises o porosas, eso va a ser un gran paso. A lo mejor a mediano plazo más medidas de contrainteligen­cia. La otra vez saltó un caso de una carga histórica que fue producto de contrain­teligencia y de un montón de información que dieron los diferentes organismos del Estado entre sí y gra­cias a eso pudieron detec­tar la carga de cocaína que iba a salir. Bueno, más cosas como esas, que corra más la información, que haya más contrainteligencia en todos los sectores. A largo plazo que el Estado se convierta en la opción a seguir para un mejor futuro.

–Estábamos hablando de dos fases, la expor­tación y el consumo en origen. ¿Cómo catalo­gás los niveles de coope­ración de estas regiones, por citarte tres, Estados Unidos, Brasil y Europa, al respecto de este pro­blema compartido?

–Hay una relación de coo­peración en el sentido de que muchas de las fuerzas se capacitaron con agen­cias de los Estados Unidos. Es cierto que también hay intercambio de informa­ción de inteligencia entre las diferentes agencias. Acá a lo mejor la crítica que podemos hacer es que muchas veces se le apunta al Paraguay desde esos grandes países y dicen “ahí está el problema”. Nadie puede decir que está exento de problemas, pero hay también una región que es la mayor consumidora de cocaína. Al decir una región mayor consumidora de cocaína, estamos hablando de cuatro países y te lo digo por orden: Inglaterra, Alema­nia, Francia y España. Estos son los cuatro grandes con­sumidores de cocaína a nivel mundial. Es decir, muchas veces la política de coope­ración que está activa, que está presente, tiene que ser no tanto señalar con el dedo, sino materializarse más de lo que está.

“Para explicar el narcotráfico en nuestro país no podemos sacar las necesidades de consumo de Brasil. El narcotráfico en Paraguay es más o menos con sus muchas diferencias parecido al caso de México y Estados Unidos. No se puede explicar la producción en México si no entendemos los hábitos, los consumos y las políticas de los Estados Unidos. Los grandes jerarcas históricamente fueron patrones de frontera o que tenían una relación de origen con Brasil”.


“Desde hace un buen tiempo se dice que el Paraguay se está cocainizando, porque los volúmenes de las incautaciones son récord. Eso significa que está circulando más la cocaína. Eso tiene una relación directa con la presencia de grupos como el PCC. Hay un estudio del año pasado que hizo la Universidad de Milán y ellos dicen que la empresa más rentable del mundo tiene una rentabilidad de un 25 %, pero la cocaína tiene una rentabilidad del 200 %”.

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