- Por Paulo César López
- paulo.lopez@nacionmedia.com
- Fotos: Roberto Zarza/Gentileza
Con motivo de los 487 años de la fundación de Asunción, que se celebraron el pasado 15 de agosto, los arquitectos Carlos Zárate y Marli Delgado nos guían en un recorrido a través del punto fundacional de la ciudad, el conjunto conocido como plaza de Armas, que está dividido en varios sectores que han sufrido diversos cambios en su composición a lo largo del tiempo.
La fresca y soleada tarde ofrecía un ambiente propicio para un paseo que sacuda el letargo del primer día de la semana. La plaza está desierta y el único movimiento que se observa es el de las personas que estacionan sus vehículos frente al edificio del viejo Cabildo, la comandancia de la Policía Nacional y la Catedral.
Carlos Zárate y Marli Delgado son fundadores de la cátedra de Historia de la Arquitectura del Paisaje en Paraguay de la Facultad de Arquitectura, Diseño y Arte (FADA) de la Universidad Nacional de Asunción (UNA).
Tras los saludos de rigor, Zárate empezó explicando que el conjunto conocido como plaza de Armas es asumido como el sitio fundacional de Asunción posincendio de 1543, pues es muy probable que el punto real haya estado ubicado más cerca del río y que con la erosión se haya perdido el rastro de la locación original.
“Este lugar quedó como el primer sector consolidado después de ese incendio. Este espacio público es génesis del país. Siempre sostenemos que la historia del país y de Asunción empieza con la historia de sus espacios públicos”, sostiene Zárate para abrir el recorrido guiado.
LEYES DE INDIAS
A renglón seguido señaló que ese espacio fue constituido antes de la promulgación de las Leyes de Indias, por lo que presenta un perímetro irregular y no sigue el planeamiento territorial estipulado en aquella legislación colonial que buscaba regular la vida social, civil, política y económica de los territorios americanos bajo dominio del Imperio español.
En este mismo sentido, Delgado acotó que las plazas mayores o puntos fundacionales de las ciudades latinoamericanas se caracterizan por presentar trazados de inspiración jesuítica o franciscana, con una iglesia o el monumento de un santo como centro de la plaza. En cambio, en nuestra capital la catedral se encuentra a un costado y no como eje principal debido a que, al tratarse de la madre de ciudades, es anterior a la mencionada ordenanza que regulaba el trazado y disposición de los espacios públicos.
Así, en ese perímetro se fueron construyendo los edificios de interés de la metrópoli como la Casa de los Gobernadores, cuarteles y el Cabildo, que no es el edificio actual, pero conserva su emplazamiento original y hasta parte de los cimientos.
El lugar nunca contó con un diseño propiamente y recién durante el gobierno de Carlos Antonio López el Semanario de Avisos y Conocimiento Útiles da cuenta de unos trabajos de “puesta a punto”, pero no se detalla en qué consisten ni se cuenta con registros visuales de aquellas labores, precisa Zárate.
Lo que sí está documentado es que en 1869, cuando ingresan las tropas aliadas a la capital, el ingeniero polaco Robert Chodasiewicz, quien estaba al servicio del Ejército argentino, realiza un relevamiento de carácter militar para definir los lugares en los que estarían emplazados los puntos de defensa en caso de una contraofensiva paraguaya desde el río.
“En ese croquis, que no es arquitectónico ni urbano ni estético, se tiene el cuidado de definir un perímetro detrás del Cabildo donde se hace una iconografía de jardines. Otro dato llamativo es que marca un sector y le pone un nombre, plaza de la Constitución, y se diseña el monumento, que es el más antiguo de Paraguay. Personalmente tengo dudas de que Chodasiewicz haya tenido algo que ver con la escultura que está arriba (que simboliza la libertad), ya que no se conoce ninguna otra escultura de él. Además, hay que tener en cuenta que esto se dio un año antes de la Constitución del 70, lo que quiere decir que simbólicamente ya tenían definidas las estrategias para legitimar la invasión”, aseveró Zárate.
ACONDICIONAMIENTO
A fines del siglo XIX se realizó un acondicionamiento, aunque no se trató propiamente de un diseño, y en 1900 la administración municipal taló completamente los árboles sin motivo aparente, lo cual incluso generó un conflicto con el Congreso, que interpeló al jefe comunal de entonces para conminarlo a realizar mejoras en el lugar.
A inicios del siglo XX, el lugar fue objeto de importantes intervenciones paisajísticas en dos momentos distintos. Primeramente, el denominado jardín del Cabildo, creado en 1910, y posteriormente los jardines de la antigua Costanera, creados entre 1928 y 1930.
Por su parte, Delgado explicó que con vistas a los festejos del primer centenario de la Independencia se empezaron a implementar los primeros diseños neoclacisistas en la plaza y luego la instalación de esculturas zoomorfas y antropomorfas de la prestigiosa fundición francesa Val D’Osne, que representan las cuatro estaciones.
“Para nosotros tienen muchísimo valor estas esculturas de Val D’Osne. Siempre que viajamos a espacios públicos de otros países encontramos estas esculturas, lo cual muestra el nivel con que ya se trabajaba en los espacios públicos en ese tiempo”, indicó Delgado mientras señalaba unos orificios de bala que atraviesan varias esculturas como vestigios de los levantamientos y revoluciones que tuvieron lugar en el sitio.
Un hito que cabe resaltar en la evolución paisajística de esta área es el que se dio en 1928 con la contratación del pintor Juan Anselmo Samudio, quien realizó un diseño de extensión de los jardines hasta el pequeño muro de la costanera, un terreno que fue ganado con la expropiación y demolición de los cuarteles que se encontraban en el lugar.
Con relación a qué principios estilísticos respondieron los cambios posteriores a aquellos jardines públicos, Delgado apuntó que no hubo ningún criterio de diseño más que la predominancia del modelo de ciudad basado en el automóvil, pues los jardines sufrieron un cercenamiento con el trazado de calles en su interior.
A su turno, Zárate indicó que en las tomas antiguas de la plaza se puede apreciar la delimitación de los sectores destinados a la circulación de los peatones, la zona de los bancos y la superficie con cobertura vegetal. Sin embargo, con el tiempo solo quedaron remanentes de espacios cuya función no termina de definirse, además del violento contraste que implicó la introducción de cordones.
ETAPA AUTORITARIA
El proceso de diseño de jardines públicos que fueron admirados por los visitantes extranjeros que visitaban la ciudad se interrumpe con la emergencia de los gobiernos dictatoriales en los años 40, que borran los vestigios de la etapa precedente e introducen trazados rectilíneos y panópticos que disuaden los usos colectivos del espacio.
“Aparecen por ejemplo elementos que definen una manera de entender cómo debería funcionar el Estado, que es el tema de los cordones. ¿El cordón qué es lo que hace? Delimita y te dice ‘hasta acá nomás’. Antes las diferencias estaban marcadas por niveles y texturas. Este cambio es la manifestación visual de una ideología. Así también, se expresa un desprecio del espacio público a favor del automóvil. Abrir calles de 100 metros para que el auto pueda llegar hasta el baño más o menos. Primero no se nota mucho porque en los 60, aunque pierde el diseño, se mantiene un criterio de limpieza y después en los 90 sí empieza la degradación”, indicó Zárate.
ALFOMBRA BIDIMENSIONAL
Luego seguimos el recorrido hasta el sector conocido como plaza Juan de Salazar, fundador de la casa fuerte bajo la protección de Santa María, Nuestra Señora de la Asunción.
“Este espacio tenía un diseño 2D. Era una alfombra con parterres. Había un recorrido lineal al borde, era un terraplén sin ningún piso. Luego de marzo de 1999 se introdujo ese intento abusivo que no fue ni pileta, ni fuente, ni espejo de agua porque la piscina tiene una profundidad y el espejo de agua otra. Esto no era ni lo uno ni lo otro”, afirmó Delgado destacando al mismo tiempo que este experimento fallido terminó siendo removido.
“Los jardines de la costanera cumplían con las premisas de diseño propias del neoclasicismo, replicando incluso algunas características de su predecesor del sector (jardín del Cabildo) al presentarse como bidimensionales. No tenían espacios acondicionados para estancia, por lo que se asume que estaban diseñados estrictamente para el goce visual. Estaban compuestos a partir de una matriz de módulos, donde posiblemente existían justificaciones simbólicas para el número de veces que se reiteraba el módulo, así como por las formas escogidas”, se lee en un extracto de una ponencia presentada meses atrás por los catedráticos en el Centro Cultural de la República El Cabildo. Respecto al enrejado que rodea la plaza desde hace algunos años, Delgado recalcó que un “espacio público, como dice su nombre, debe ser de acceso público. No debe estar enrejado y para prevenir su ocupación hay que buscar solución a las problemáticas sociales, además de que las rejas no son parte de su diseño original”.
LOS NO-LUGARES
Para graficar cómo fue evolucionando ese espacio, Zárate se remite al concepto de no-lugar desarrollado por el antropólogo francés Marc Augé para referirse a “espacios del anonimato muy propios de la posmodernidad”.
“Los no-lugares son espacios que están en todos lados, son todos iguales y ninguno tiene carácter propio. Todo es familiar, pero a la vez ajeno. La idea es que uno vaya mucho a ese lugar, pero por poco tiempo. Por muy familiar que sea, no hay empatía. Hoy eso se encuentra en los aeropuertos, los centros comerciales y cadenas de comida rápida. Se desentiende del criterio estético porque es un modelo seriado. Por su organización espacial todo te lleva a un centro donde hay un elemento de culto que se mira un rato y luego se sigue”, argumenta.
No obstante, el catedrático e investigador se mostró optimista respecto a las posibilidades de recuperación de este espacio y enfatizó que cualquier proyecto de restauración de jardines públicos debería ser iniciado precisamente en dicho lugar.
Con vistas a ello, la legislación que protege el patrimonio debería contemplar los jardines históricos que tuvo la ciudad y proceder a restaurarlos, una omisión que afortunadamente se está empezando a corregir y citó como ejemplo que recientemente el Estado conformó una comisión sobre jardines históricos a la cual fueron invitados a participar como representantes de la academia.
“Los jardines públicos son un producto cultural y en ese carácter forman parte de la historia, la identidad y la memoria colectiva de la ciudad. Por eso es importante su reconocimiento como patrimonio histórico y llevar a cabo acciones tendientes a su recuperación. Pero hay que tener en cuenta que restaurar es hacer que un espacio vuelva a ser como era. No se trata de hermosear entre comillas pintando los árboles y los cordones, sino restituir al sitio su diseño original”, concluyó Zárate.
INVENTARIO VEGETAL
El agrónomo Leopoldo Benítez fue director de Parques y Jardines de la Municipalidad de Asunción durante los años de apogeo de los jardines públicos capitalinos y hasta mediados de la década del treinta.
Egresado de la primera promoción de la Escuela Nacional de Agricultura, en 1903, fue un discípulo aventajado del botánico suizo Moisés Bertoni, de amplia y prolífica labor en nuestro país.
Benítez fue enviado en 1926 por el entonces intendente Miguel Ángel Alfaro para colectar información sobre las labores que se venían realizando en la materia en las ciudades de Montevideo y Buenos Aires.
Un informe de 1918 elaborado por Benítez, que se destaca por su precisión y puntillosidad, ofrece un detallado inventario sobre las especies vegetales arbóreas y ornamentales –nativas y exóticas– que cubrían la superficie de este espacio de la ciudad, detallando en cada columna el nombre común, el nombre científico, la familia y la cantidad de ejemplares de cada especie, como puede corroborarse en la imagen que ilustra este recuadro.
Al hacer alusión al sector denominado plaza de Armas, señala que “háse podado y catalogado en la primera quincena de octubre, todos los árboles y plantas perennes siguientes:”