A más de 153 años de la finalización de la guerra contra la Triple Alianza, la persistencia en la búsqueda de tesoros continúa en Paraguay. Parte importante de la ciudadanía tiene el convencimiento pleno de la existencia de tales tesoros y no escatima recursos ni esfuerzos en la búsqueda de estos valores, muchas veces poniendo en riesgo su vida.

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Este artículo de Mito o Realidad busca dilu­cidar la existencia o no de tales tesoros desde la perspectiva del historiador Claudio Velázquez Llano, miembro de la Asociación Cultural Mandu’arã, quien realizó una investigación al respecto y la ponemos a dis­posición de nuestros lectores.

ELISA LYNCH Y EL TESORO SECRETO

Con posterioridad a la guerra contra la Triple Alianza, en numerosas ocasiones se insi­nuó que Elisa Alicia Lynch tenía conocimiento de un importante tesoro enterrado en Paraguay. Aparentemente se trataba del tesoro con pertenencias de Francisco Solano López. En una oca­sión, Lynch informó a emisa­rios paraguayos en París, en 1874, que podía hacer revela­ciones acerca de dinero que pertenece al Estado y del que nadie sabía. Higinio Uriarte, quien llegó a ser presidente de Paraguay, llegó a sostener que “ella debe conocer algunos entierros (de tesoros) reali­zados por López”.

Todas estas intrigas desper­taron el interés del presidente Juan Bautista Gill, quien mantuvo correspondencia con la misma y la invitó a Paraguay según dos misivas fechadas el 23 de marzo de 1874 y el 11 de julio de 1874. Pero, de acuerdo a Lillis y Fanning (2010), los amigos de Elisa le insistían que no viaje a Paraguay porque las cartas de Gill son “una trampa para tomar el control de su per­sona y forzarle bajo tortura a revelar sitios de entierros de dinero y joyas que, según afirmaba la prensa, conocía íntegramente”.

A Gill le importaba el supuesto tesoro y a Elisa recuperar algunas de sus pro­piedades confiscadas por el Estado al término de la gue­rra. Finalmente, en octubre de 1875 Elisa volvió a Para­guay, pero no logró recupe­rar ninguna propiedad ni Gill logró dar con el supuesto tesoro.

Elisa Alicia Lynch

TESOROS DE OTRO TIPO: VINOS

En abril de 1869, ya con Asun­ción ocupada por los aliados, se reporta la existencia de un supuesto tesoro enterrado de abundantes joyas en Tri­nidad. Un informe de la fecha refiere que se “ordenó que fuese un oficial acompañado de escolta al lugar indicado para, en caso de que hallaren los valores, sean recogidos de aquella repartición una vez cumplida la misión”. Agrega que se encontró “un depósito pequeño de vinos, que fue des­tinado para los hospitales”.

Otra situación reportada, pero en Piribebuy, refiere que tras la batalla del 12 de agosto de 1869, cuando allanaron la casa donde provisoriamente residió Lynch, se encontraron con una “habitación llena de artículos ricos, porcelanas, camas doradas y un piano en buen estado”. También se hizo una excavación en el patio de la vivienda en búsqueda de otro tesoro y nuevamente hallaron una “gran canti­dad de vinos delicados y lico­res”. Estos hallazgos reporta­dos indican que, en algunas familias pudientes, era común tener lo que se conocía como cavas: los depósitos donde se guardaban vinos.

Recientemente, en trabajos de mantenimiento realiza­dos en el Palacio de López, se halló una bóveda cerrada, que posiblemente fue cerrada entre fines de los siglos XIX y XX. Se trataría de un sitio para depósito de bebidas.

Juan Bautista Gill

JULIÁN NICANOR GODOY

Al hablar de supuestos teso­ros durante la guerra contra la Triple Alianza, es imposi­ble no traer a colación la vida de Julián Nicanor Godoy, narrada por el historiador Alberto del Pino Menck.

Godoy se destacó por partici­par activamente en los enfren­tamientos de la guerra contra la Triple Alianza y por haberse adjudicado “la misión de diri­gir el enterramiento de valo­res y elementos diversos en la zona central cordillerana, en los escasos meses en que se mantuvieran inactivas las operaciones bélicas en 1869. Al parecer, Godoy tuvo actua­ciones sigilosas nunca sufi­cientemente aclaradas en la zona de San José de los Arro­yos”, refiere Del Pino.

Él sobrevivió a la guerra y se radicó en Areguá, donde tuvo una vida opulenta. Aparente­mente, contaba con una for­tuna importante cuyo origen el lector sabrá interpretar.

El cónsul italiano Lorenzo Chaperón sacó en el buque Confidenza joyas de fami­lias italianas y paraguayas, que nunca volvieron a saber de estas. Incluso, se menciona que como consecuencia de esto Chaperón terminó ase­sinado años después en Bue­nos Aires, Argentina.

SISTEMÁTICOS SAQUEOS DE ASUNCIÓN

El primer día de 1869 llega­ron a Asunción aproximada­mente 1.700 hombres, que se dedicaron a saquear la ciu­dad. Algunas casas contaban con lujosos muebles y artícu­los de decoración, objetos de arte, pianos, además de vaji­llas y ropas de fina calidad.

Diferentes fuentes hablan de un saqueo total de parte de los brasileños. Los argen­tinos se instalaron inicial­mente en Santísima Trini­dad y su jefe, Emilio Mitre, no pretendía formar parte de los saqueos, que se realizaban incluso durante la noche. Ni el cementerio de la Recoleta pudo salvarse, ya que las tum­bas eran saqueadas en bús­queda de uniformes, amule­tos y hasta dientes de oro.

La gran cantidad de saqueos testimoniados dan la pauta de que no hubo tiempo sufi­ciente para planificar el ocul­tamiento de pertenencias. Es posible que alguno haya podido hacerlo, pero en situa­ciones de mucha dificultad.

CARROZAS DE TESOROS HACIA AMAMBAY

Un fragmento del periódico El Jornal do Commercio de Río de Janeiro, de setiembre de 1869, hace alusión a que “un oficial del regimiento San Martín encontró unas botas de López bordadas en oro, con chapas de metal y dise­ños de mucho gusto y riqueza. La silla toda decorada, freno, estribos de oro macizo, con sus iniciales”. Más que teso­ros, se trataban de artícu­los de propiedad personal de Francisco Solano López.

El historiador Juan E. O’Leary, en su obra cum­bre “El libro de los héroes”, narra el testimonio del combatiente José María Romero, quien formó parte de la 5.ª División al mando del coronel Juan Bautista Delvalle. Esta supuesta­mente transportaba armas y municiones con la orden de ocultarse y resguardar la carga del enemigo.

Luego de la muerte de Fran­cisco Solano López, el 1 de marzo de 1870, los brasile­ños tomaron conocimiento de su ubicación y los ejecuta­ron, salvo al entonces capitán Miguel Alfaro. “Escapó con vida el entonces capitán, des­pués coronel, Miguel Alfaro, quien con un rico reloj de oro sobornó al sargento que lo custodiaba, huyendo en la grupa de su caballo”. ¿De dónde obtuvo el reloj de oro? Una de las respuestas podría ser que lo extrajo del carga­mento que transportaba, que no era de armas, sino de valo­res. Romero también logró escapar con vida y volvió a San Lorenzo.

DE SEPULTURERO A BUSCADOR DE TESOROS

Francisco Lino Cabriza fue el encargado de enterrar al mariscal en Cerro Corá. No fue Elisa Lynch en medio de una tormenta, sino este ofi­cial paraguayo que tenía la particularidad de ser bueno cavando.

En la posguerra, y dada su fama, el poderoso Juan B. Gill lo mandó a buscar teso­ros en propiedades ajenas. Es así que llegó a la propiedad de Eduardo Aramburu, quien se encontraba preso y de quien se decía tenía una importante cantidad de dinero que le habían mandado de Europa. En todo momento se pensó que esas ganancias estaban en Paraguay, pero esto nunca llegó a confirmarse.

PLATA YVYGUY

La plata yvyguy o enterrada es una leyenda alimentada fuertemente desde la gue­rra contra la Triple Alianza y que vincula tesoros enterra­dos con actividades sobrena­turales. Según la leyenda, la presencia de estos tesoros se hace manifiesta a través de llamas que aparecen repentinamente ante los que están llamados a desenterrarlo.

Otra versión apunta a la apa­rición de un perro blanco, de pelo corto y sin cabeza, que es señal indiscutible de la existencia de un tesoro. Esta creencia perdura hasta hoy y personas que acrecentan su capital repentinamente lo explican con el hallazgo de plata yvyguy.

Desde principios del siglo XX, era frecuente encontrar publicaciones en diarios loca­les sobre personas que decían tener conocimiento de sitios de probable ubicación de tesoros. Incluso, había un trá­mite que debía hacerse ante el Ministerio del Interior pre­vio a la excavación en busca de tesoros.

Julián Nicanor Godoy

PAGOS CON ESPECIAS O MERCADERÍAS

En el periodo colonial y parte del independiente, la moneda no era de circulación muy frecuente. No había una tradición monetaria afian­zada y los pagos general­mente se hacían con espe­cias o se recurría al trueque de mercaderías.

Durante la larga dictadura de José Gaspar Rodríguez de Francia, Paraguay estuvo cerrado al comercio exterior. Esto produjo una escasa cir­culación de oro y el recu­rrente uso del trueque para adquirir valores. Es cierto que Carlos Antonio López abrió el Paraguay al mundo y aumentó notoriamente el comercio, pero aun así es difí­cil que en tan breve tiempo haya aumentado en dema­sía la circulación de mone­das. Incluso, se menciona que a los británicos venidos de Europa a trabajar en Para­guay se les pagaba con yerba mate en ocasiones.

Estos hechos deben ser teni­dos en cuenta al momento de analizar la posibilidad de la existencia de tesoros ocultos de la época de la con­tienda. A decir del historiador Luis Verón, Paraguay no era precisamente un país rico y donde abundaba el capital. A lo mucho, algunas familias de clase media para arriba con­taban con valores consisten­tes en joyas de plata, jarras y utensilios valiosos. Pero no en cantidad importante como para constituir un tesoro de alto valor.

Las apresuradas órdenes de evacuación y el seguimiento no permitían a los poblado­res enterrar debidamente sus pertenencias y menos contar con mapas de ubicación.

INTERROGANDO AL PASADO

En octubre de 2021, se publicó una colección de 8 libros denominada Interro­gando al Pasado, que trae entre sus anexos un supuesto mapa de la Quinta de Santí­sima Trinidad, donde se ubica la Casa Carrillo y unas bóve­das que aparentemente con­tienen tesoros, según su des­cripción.

“Bóveda I y II. Tesoros de la Nación y de las antiguas reducciones. Aquel de buen corazón y con amor a la patria lo encontrará. Dios lo guarde”, dice el mapa, que forma parte de la colección y cuya autenticidad es cues­tionada por la Academia de Historia del Paraguay.

“Proveniente de una o diver­sas fuentes de falsificación, pero con dos o tres desti­natarios distintos, se ha producido y se sigue pro­duciendo casi por encargo para satisfacer vanidades de personas o familias, dando a personajes históricos cono­cidos rasgos y honores que jamás tuvieron, narrando situaciones y conversacio­nes imposibles, así como inventando de la nada otros personajes e historias, a total placer del consumidor final, que paga en efectivo por todo esto”, reza la Aso­ciación sobre la publicación.

CONCLUSIONES

Al poco tiempo de termi­nar la guerra, hubo varias personas (muchas vincula­das al Gobierno) interesa­das en ubicar los supuestos tesoros enterrados. Durante la última fase de la con­tienda, entre los cargamen­tos transportados se lleva­ban objetos de valor, pero las dificultades mismas del tránsito y el hostigamiento constante de los invasores hicieron que parte de ellos se pierda y que no se encuen­tre una fuente que los tenga inventariados.

Otra parte fue enterrada en algunos parajes del camino y el caso del teniente coro­nel Nicanor Godoy nos da la pauta de esto. Una parte del cargamento aparentemente llegó hasta Cerro Corá, con la división del coronel Del­valle, que fue saqueada el 3 de marzo de 1870.

Es difícil creer que el supuesto cargamento ente­rrado durante el tránsito haya permanecido enterrado durante mucho tiempo. Al término de la guerra, parte de los sobrevivientes habrán hecho el mayor esfuerzo en ubicarlos por las condicio­nes económicas mismas de los sobrevivientes.

La sociedad paraguaya no era de mucho capital, tam­poco de excesiva moneda circulante. Esto descarta las posibilidades de grandes y numerosos tesoros ente­rrados en el país. Los que poseían capital y cargamen­tos de valores estaban vincu­lados al Gobierno. Algunos reportes de batallas desarro­lladas en mayo de 1869 citan a mujeres que llevaban sus escasas pertenencias con ellas y no mencionan que las enterraran.

La posibilidad de planifi­car y organizar entierros de valores en sitios apropiados y registrarlos en mapas era escasa, primero por el dina­mismo y movimientos cons­tantes de la guerra en sus últimas fases. Por otro lado, el Gobierno ejercía un férreo control de todos los ciudada­nos, lo que también descarta la posibilidad de que se hayan podido hacer grandes excava­ciones enterrando gran can­tidad de valores. La probabili­dad de que estos tesoros sean posibles de encontrar a partir de grandes excavaciones es muy poca.

También se debe tener en cuenta que parte de los car­gamentos de valores fue­ron sacados del país. Para esto, los propietarios se valieron de diplomáticos y comerciantes.

La clandestinidad e irres­ponsabilidad con la cual se recurre frecuentemente a la búsqueda de valores son grandes. El Estado, a través de la Secretaría Nacional de Cultura, debe desarro­llar campañas de concien­ciación y aplicar sancio­nes ejemplares a quienes atenten contra el patrimo­nio. Si este flagelo persiste, llegará un momento en el que un patrimonio cultu­ral (no precisamente vin­culado al oro) sea afectado de manera irreversible.

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