Aquí el discurso de presentación de las obras de Esteban Bedoya en la Feria del Libro de Rabat, Marruecos. Un breve e intenso repaso de las letras nacionales en las últimas décadas y las tendencias que se observan hacia el futuro que compartimos con los lectores. También un paseo por esas tierras exóticas, plenas de tiempo, soles y leyendas.

Para hablar de la literatura paraguaya actual, creo conveniente referirme al proceso de desarrollo de esta, haciendo un análisis de los últimos cincuenta años de nuestra historia.

Al respecto, no se puede olvidar el largo período de dictaduras en Sudamérica. La mordaza a la libertad de expresión que produjo la falta de acceso del pueblo a la literatura. En el Paraguay, esta situación se remonta a la guerra civil de 1947, la que significó la emigración de un veinticinco por ciento de la población, y prácticamente destruyó la clase media, afectando gravemente el consumo de la literatura y de las artes en general. Parte de esa gran masa de emigrantes llevaba consigo, a quienes serían los escritores que se destacarían en el exilio, aquellos que supieron reflejar la literatura nacional como crudo reflejo del desgarramiento y la desarticulación social, generados por los sucesivos movimientos migratorios.

El escritor Esteban Bedoya

Algunos escritores paraguayos, entre los que se pueden mencionar a Augusto Roa Bastos (Premio Cervantes), Gabriel Casaccia, Rubén Bareiro Saguier (Premio Casa de las Américas), Elvio Romero, etc., fueron quienes más hicieron para superar los límites que nos imponía la circunstancia sociopolítica de entonces. Ellos se encargaron de transmitir el modo de sentir paraguayo, y fueron quienes nos posibilitaron abrir nuevas sendas para el desarrollo de una literatura que comunica experiencias que van más allá de lo vernáculo, sin abandonar los temas nacionales. Se notaba en esos autores el fuerte vínculo entre la literatura y la política, porque escribir era actuar: a través de los cuentos, de las novelas, de los poemas, se ejercía la condición de ciudadano, de miembro de una comunidad que tiene la obligación social y cívica de participar en el debate y la solución de los problemas de su sociedad. En el mismo periodo, dentro del país un reducido pero activo grupo de escritores de gran calidad seguía produciendo con las limitaciones de la censura y las consecuentes restricciones para su proyección internacional, tales los casos de Josefina Plá, Carlos Villagra Marsal y Óscar Ferreiro.

Sobre el tema, hay que hacer notar que varias décadas antes, el Paraguay se nutrió de escritores llegados del exterior, tales los casos de la poetisa Josefina Plá, que, aunque nacida en España, identificó su nombre y su obra con la cultura paraguaya, a la que dedicó toda su vida. Ella, al igual que el brillante Rafael Barrett, también español, echaron raíces y germinaron en los autores paraguayos mencionados anteriormente, quienes a diferencia de estos dos españoles, fueron “expulsados” –¿absurdo?–. Unos acogidos, otros expulsados, y en todos los casos fueron autores que denunciaron las injusticias sociales; especialmente Rafael Barrett, sobre quien Roa Bastos dijo: “Nos enseñó a escribir a los escritores paraguayos de hoy; nos introdujo vertiginosamente en la luz rasante y al mismo tiempo nebulosa, casi fantasmagórica, de la ‘realidad que delira’, de sus mitos y contra mitos históricos, sociales y culturales”.

DICTADURA

Luego del primer medio siglo, se instaló la más larga y feroz de las dictaduras en el Paraguay, entre los años 1954 y 1989; ese periodo, en el cual el país debería haber dedicado sus mayores esfuerzos para educar al pueblo, que todavía cargaba con el lastre de dos guerras, se convirtió en un periodo de oscurantismo, que inhibió la actividad literaria, incluida la crítica.

En un simple ejemplo podremos tener una idea aproximada de la represión a la libertad de expresión. Me refiero a la ocasión cuando allanaron la biblioteca de la Universidad Católica, de donde confiscaron una gran cantidad de libros por ser considerados subversivos, entre los que puedo mencionar:

“La filosofía de Carlos Marx” del autor R.C.Want, “Marxismo y existencialismo” de Jean Paul Sartre; “Introducción al existencialismo” de Enmanuel Mounier, “Respuesta al comunismo” de Douglas Hyde, “Filosofia del comunismo” de Charles J.MC Tadden (Augustino), y un “tratado sobre el cubismo”… la palabra cubismo fue confundida con la revolución cubana, y por si acaso, el libro fue destruido.

Estos gestos autoritarios y represivos desanimaron la lectura de ciertos autores, y mucha gente limitó la lectura, y en el caso de muchos escritores, optaron por autocensurarse.

FIN DE LA DICTADURA ESTRONISTA

A partir del año 1989, con la caída del régimen dictatorial, la gente fue perdiendo el temor a expresarse; la transición a la democracia no solo en el Paraguay sino en toda Sudamérica favoreció la libre circulación de las ideas, así como el regreso de gran cantidad de paraguayos, quienes, al haber interactuado en sociedades más abiertas ayudaron a crear condiciones para la configuración de una mentalidad menos censurada.

Con el auge de las comunicaciones y la globalización se fue superando el aislamiento, las nuevas generaciones comenzaron a compartir conceptos culturales con el resto del mundo. Pasaron los tiempos, en los que en el Paraguay dictatorial se miraba al escritor como enemigo del poder.

LOS AÑOS 90

A diferencia de la tendencia en la literatura latinoamericana, que parece dirigirse hacia la balcanización y el debilitamiento de la relación temática, literatura-nación, en el Paraguay ese vínculo se mantiene gracias al uso cada vez más extendido del idioma guaraní como lenguaje de difusión de temas, que van desde lo telúrico, folclórico, a temas de interés para la comunidad nacional tratados desde una óptica más urbana (tanto en poesía como en narrativa, castellano-guaraní). En el caso del guaraní, la producción se centra básicamente en la poesía. Como resultado de la revalorización de la lengua aborigen, basta mencionar dos ejemplos, el de Martínez Gamba, maestro de la narrativa paraguaya en guaraní, quien obtuvo el Premio Nacional de Literatura en el año 2003, y el del poeta Ramiro Domínguez, director ejecutivo de la Comisión Nacional del Bilingüismo, quien también recibió el mismo premio, en el año 2009.

En este periodo se puso de manifiesto el crecimiento de la actividad literaria, y se produjo un mayor compromiso gubernamental hacia los temas culturales, y se crea la Secretaría Nacional de Cultura –entre cuyas direcciones figura la de “fomento del libro”–, que permitió el surgimiento de publi­caciones mensuales dedica­das a la cultura. Algunas de estas se imprimen gracias a la ayuda del Fondec (Fondo Nacional de la Cultura y las Artes). Sin embargo, nuestro principal déficit sigue siendo no llegar convenientemente al lector. No somos una sociedad de lectores, no podemos olvi­dar que la mayoría del pueblo no considera al consumo de literatura como a una necesi­dad para mejorar la calidad de vida. Por un lado, por la falta de estímulo en los programas de educación, y por el otro, el precio de los libros, aunque cabe mencionar que gracias a algunos empresarios –edito­res– con visión comercial se logró la alianza con periódi­cos de circulación a nivel nacio­nal, hecho que permitió publi­car de manera sostenida libros y a menor costo, garantizando una mejor distribución.

Estamos en un periodo en el que se nota una ebullición de la producción literaria, con obras de diferente valía, esto nos hace prever ser optimistas acerca de la próxima aparición (más temprano que tarde) de una gran obra paraguaya con proyección internacional.

Por el momento, la literatura paraguaya sigue siendo poco conocida en el exterior a pesar de la existencia de estudios en universidades norteamerica­nas y europeas. El obstáculo para la divulgación de las nue­vas obras podría estar en los pocos estudios críticos sobre la narrativa o la poesía paraguaya actual dentro del país, paso pre­vio para acceder a la considera­ción de la crítica en el extran­jero. Necesitamos cimentar una tradición de crítica literaria científica, que legitime la repu­tación de los buenos escritores. “En general, la investigación rigurosa es bastante escasa, los estudiantes universitarios deben recurrir a los prólogos de las obras que no siempre son muestras de trabajos estructu­rados con técnicas avanzadas”, señala en un ensayo la escritora Maribel Barreto.

NUEVOS AUTORES

A partir de los años 80 veni­mos asistiendo a tres fenó­menos importantes: la con­solidación de la novela en el Paraguay, la enorme par­ticipación de mujeres en la narrativa, y el repliegue del tema rural a favor de la novela urbana y de los temas históricos. Como prueba de la creciente actividad lite­raria, hay que destacar la “masiva” respuesta a las convocatorias a concur­sos, debiendo destacarse la creación del Premio Nacio­nal de Literatura, y el Pre­mio Municipal de Literatura, como los más importantes.

El mito y los textos legenda­rios ya no constituyen el eje de las creaciones tanto en la narrativa como en la poesía, (salvo excepciones, escritas en guaraní). Después de Roa Bastos con “Yo el supremo” los temas van más allá del rea­lismo mágico. El contacto con las obras y los autores foráneos, teniendo como eje la influencia de la cuentística de Borges con relación a la ficción especula­tiva, más la conciencia de los problemas ecológicos, van pro­duciendo una mayor incursión en el terreno de lo fantástico, en lo que concierne al futuro de la humanidad.

Otros temas que han influido sobre la ficción tienen que ver con obras localizadas en la transición democrática, (revisionismo histórico), el análisis de la situación de los indígenas y la del joven cam­pesino en el contexto de la sociedad urbana; así como la preocupación por la pérdida de nuestros recursos natura­les, negocios sucios y crimen organizado.

Hay un “semillero” de nue­vos escritores, preparándose para incursionar a nivel inter­nacional, experimentando sin complejos uno o varios esti­los literarios, despojándonos de a poco de la indiferencia impuesta por años de censura.

Que lo hasta aquí expresado sirva como marco para ubicar mi producción literaria, una producción que es el resul­tado del exilio de mis padres, una migración forzada por la falta de oportunidades para quienes no comulgaban con la dictadura. Como consecuen­cia de haber dejado el país siendo niño, tuve la necesidad de expresar mis quejas hacia la sociedad y sus hipocresías; primeramente, lo hice a tra­vés de mis dibujos infantiles, llenos de monstruos, pero a medida que fui madurando, eso me resultó insuficiente, y fue cuando decidí ingresar a un taller literario en Buenos Aires para aprender algu­nas técnicas para contar de la mejor manera posible las historias encarceladas en mi memoria.

Como la patria está en la infancia, mis novelas y cuen­tos siempre tienen protago­nistas viajeros, migrantes, gente que busca su lugar en el mundo, y siempre (o casi) los personajes de mis relatos son paraguayos. Pero no solo el Paraguay me marcó, también muchos otros países con cul­turas diferentes, y por eso, mis temas varían de acuerdo con la época y países donde haya estado viviendo. En todos los casos, mi trabajo se dirige a un lector invisible, imaginado, desconocido. Escribo con la esperanza de publicar el libro y que sea leído por mucha gente, a sabiendas de que cuando el lector termine de leerme, se habrá vuelto dueño de la his­toria, y tendrá derecho a inter­pretarlo como se le dé la gana.

Como podrán ver, al igual que a la mayoría de los escritores, las injusticias que generan rabia, o malestar, resulta ser un esti­mulante muy poderoso para crear. Con el paso de los años fui pasando facturas a perso­nas y a distintas instituciones, tal el caso del papa Benedicto XVI… ahora mis historias, si bien pueden seguir siendo muy críticas del sistema imperante, ya no responden a mis urgen­cias o problemas existencia­les. Pero sigo escribiendo para mejorar mi calidad de vida. Rabat forma parte de mi bús­queda, y me genera un opti­mismo que vence al cansan­cio, con el solo hecho de pensar en todo lo bueno de vivir las maravillosas diferencias que seguramente me deparará este país.

RABAT, 4 DE JUNIO DE 2023

(*) Escritor, diplomático, destacado actualmente en Canadá, y arquitecto. Más información sobre el autor está disponible en el siguiente enlace: www.este­banbedoya.com.au

UN BOCADO DE MARRUECOS

  • Por Esteban Bedoya

Como escritor, observo con curiosidad todo lo que me rodea, tal vez por el simple disfrute del Flâneur, que busca incesantemente la inspiración para un cuento o una novela; esta puede surgir no solo de cosas admirables, sino de un encuentro accidental con alguien, cuyo aura o ideas, puedan deslumbrar. Ibelise (mi esposa) y yo teníamos la sospecha de que en Marruecos encontraríamos todo eso, y lo comprobamos.

La excitación por lo novedoso nos llevó prime­ramente a Casablanca, ciudad costera y balnea­ria, de comercio intenso vinculado al mundo, que, entre tanta mundanidad y recuerdos hollywoo­denses, conmueve con la grandiosidad de la Mez­quita Hassan II, que, si bien recuerda a un rey, nos habla de la necesidad humana de expresar el homenaje al supremo creador, hecho tangible que impacta en los visitantes, sin importar la religión de pertenencia. Desde allí –como si estuviésemos compitiendo en un rally– salimos en dirección a Marrakech, camino que nos fue sumergiendo en un paisaje agreste, que, como cuadros de un film, nos iba mostrando pequeñas casas de campe­sinos, los pastores y sus ganados caprinos, mar­chando en busca de brotes verdes escondidos en la tierra roja, o trabajadores agrícolas cubriéndose del sol bajo generosos arbustos; un paisaje bucó­lico que nos entusiasmó y nos ilusionó, con todo lo que nos restaría por descubrir.

Finalmente llegamos a la antigua ciudad impe­rial de Marrakech, donde inmediatamente fuimos cautivados por su arquitectura, allí se pueden admirar antiguas mezquitas, palacios y zocos lle­nos de vida. Perderse en los estrechos callejones de la medina es como adentrarse en un laberinto mágico lleno de colores, aromas y sonidos fasci­nantes. Ahí mismo, nuestro guía comenzó un diá­logo ficticio en el que nos “vendía un Riad”, con un patio central lleno de plantas y una fuente sonora y fresca que deleita mientras se viaja en el tiempo.

Siguiendo con el juego, acordamos que yo paga­ría la propiedad con la suma de dos mil camellos… ¡El abogado pasará al día siguiente por su hotel en Rabat para sellar el trato! Fue un juego delicioso, en el que hice feliz a mi esposa, quien por algún momento se sintió propietaria de un palacete en Marrakech. Cuento esta anécdota, no por lo inve­rosímil y humorístico, sino porque habla muy bien del carácter amable y genuinamente amistoso de los marroquíes para invitarnos a representar una improvisada obra de teatro. Al final del juego, y cuando el sol comenzaba a entibiar la Medina con el atardecer, escuchamos a lo lejos, la llamada a la oración, un canto reparador que llega desde la Kutubía. Es hora de regresar a Rabat.

MÁS BOCADOS

Las aventuras abren el apetito, y ¿dónde lograr la mejor satisfacción que, en un sitio con la diversi­dad cultural de Marruecos, que refleja en su cocina la deliciosa fusión de influencias bereberes, árabes, africanas y europeas? Los platos tradicionales como el couscous, que acompaña el tajine, las Koftas y el Mechoui, especialidades culinarias ineludibles.

Pero las preferencias de un gourmand van más allá del paladar, y abarcan los “sabores” de las distintas vivencias, y en esto, debo decir, que como aquel comensal que quedó con hambre, Rabat nos dejó con enormes ganas de regresar; en mi caso, llevo

en mi memoria el viaje en automóvil desde el hotel al Zoco, que es un deleite, al transitar los intermi-nables y bien cuidados jardines, hasta pasar por delante de una colina verde coronada por la forta-leza Chellah Rabat, antigüedad que se ve resaltada por una perspectiva profunda, donde a la distancia puede observarse las construcciones de edificios de vanguardia arquitectónica, y la silueta de una obra maestra de la arquitecta Zaha Hadid. Chellah Rabat me hizo transportar a siglos pasa-dos y me puso en la piel de un aventurero que tiene la urgencia de contar sus vivencias (estoy tra-bajando en ello). La ensoñación provocada por la fortaleza continuó durante la cena de pescados y mariscos, en la vereda de un restaurante popular, frente al mar sereno, que se dejaba escuchar tras el murmullo amigable de los comensales. Más allá de lo mucho que nos queda por cono-cer de Marruecos, estamos convencidos de que lo más memorable de nuestras experien-cias fue disfrutar la hospitalidad de su gente, quienes nos han hecho sentir su calidez y ama-bilidad, requisitos indispensables para querer regresar. En tanto, como diplomático, entiendo que tenemos una relación bilateral promete-dora; estoy convencido de las grandes posibili-dades para impulsar el turismo, aprovechando la riqueza de nuestras culturas; que, aunque distantes geográficamente, poseen afinidades y similitudes, a partir de nuestras trayectorias históricas y sociológicas que han resultado en valores culturales que promueven el respeto por la diversidad. ¡Salud, Marruecos!

Dos de las obras publicadas de Esteban Bedoya



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