Si bien creció de manera importante la escolarización de los pueblos originarios, la llegada a la universidad todavía sigue siendo un tema a reglamentar. Aquí un panorama de un tema que merece la agenda nacional. La posibilidad de incrementar cultivos y mejorar su producción ganadera desde instrumentos científicos ayudará a la consolidación de las comunidades, aseguran los jóvenes aspirantes.

“Me interesaría especializarme en el maíz y el algodón, el algodón tiene un buen futuro por aquí porque tiene buen rendimiento”, dice Rodney Núñez, de 18 años, quien recientemente ingresó a la filial Boquerón de la carrera de Ingeniería Agronómica de la UNA. “Es una zona bastante seca donde llueve poco y aguanta bien el cultivo, no se necesita de tanta agua y quería especializarme en eso”, dice con entusiasmo.

Habla con Nación Media desde la comunidad de Santa Teresita del pueblo guaraní, en el kilómetro 524, cerca de Mariscal Estigarribia, en el profundo Chaco paraguayo. “Hice la secundaria acá en la comunidad hacia Neuland, el colegio La Huerta está hacia la comunidad Yalve Sanga, es una institución indígena donde obtuve el título de bachiller técnico agropecuario”, comienza contando. “Me anoté en ingeniería agronómica porque me gusta mucho el tema de las plantas”, apunta.

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Rodney Núñez, estudiante nativo de Ingeniería Agronómica de la UNA

Núñez cuenta que en la chacra familiar siempre se hizo “cultivo de poroto, sésamo y un poquito de maíz. Sembramos 10 hectáreas máximo que es lo que podemos hacer”, comenta.

El joven dice que no ve la hora de comenzar las clases: “Me siento bien, satisfecho por haber ingresado en la facultad, muy agradecido, no fue tan fácil, pero pudimos hacerlo. Las matemáticas por suerte me gustan, siempre venía haciéndolo, pero no me es tan fácil, tengo que estudiar y practicar, pero está bien, estoy en lo mío”, celebra.

Alentado por su familia, sus padres y sus dos hermanos, Rodney viajaba en moto los 95 kilómetros entre su comunidad y la facultad, teniendo que hacer un tramo por camino de tierra, lidiando con el polvo omnipresente, pero con el entusiasmo creciente del desafío. “En el período del cursillo, iba y venía en moto, tres días a la semana tenía que juntar unos 60 mil guaraníes para la ida y 60 para la venida”, recuerda.

Por ello celebra haber conseguido cobijo en la ciudad. “Ahora nos dieron un albergue de los profesores y nos dan una oportunidad de poder vivir allí, porque somos 5 los que vivimos muy lejos y se haría difícil ir y venir. Ahora solo resta conseguir el viático para la comida”, dice entusiasmado.

DESTINO CLARO

José Cruzabie tiene 18 años y 9 hermanos, que crecieron en la comunidad Santa Teresita, del pueblo guaraní. Es el primer universitario de la familia: “La verdad desde el principio del año pasado me fue gustando veterinaria y en el mes de noviembre ya estaba decidido y a principios de este año me fui a Concepción y por motivos personales volví, por el dinero, era difícil sostenerse”, cuenta de su primera aventura estudiantil.

“Como no quería perder el año lectivo, entonces decidí hablar con mi hermano que está en Neuland y me comentó que había lugar todavía para ingeniería y administración, y entonces estuve pensando en ingeniería o administración, después me decidí bien con la agronomía”, cuenta de su nueva elección.

José Cruzabie ya consiguió un trabajo en la ciudad donde está su facultad y con eso puede pagarse un alquiler y mantenerse

El trabajo de campo no le es ajeno a José: “Desde pequeño estuve luego en el campo de mi papá, hacía de todo, sanitación, recolección, completo. Es una granja y con mis otros hermanos nos dedicamos a eso desde el amanecer hasta la noche… siempre fue mi trabajo con vacas, cabras, ovinos, y también supe hacer sanitación en otras comunidades”, comenta de su experiencia.

También hay cultivos en la granja familiar. “Hacemos horticultura y parte de fruticultura, hemos intentado con la agricultura, pero por el tema de la sequía no pudimos concretar. Plantamos sorgo y maíz para hacer ensilaje, pero la sequía afectó tanto que no pudimos hacer nada”, cuenta. “Nda’ipóri la y (no hay agua)”, dice.

“Desde pequeño siempre me gustó lo agropecuario, me enfoqué en eso, quería hacer y después ya entré en el colegio La Huerta y tres años estuve allí internado y terminé la secundaria con el título de Bachiller Técnico Agropecuario, con el que tengo una base para mi carrera, algo que me va a ayudar en la facultad”.

El trabajo del estudiante José

Ahora, para solventar sus gastos, Cruzabie cuenta que ya tiene tarea rentada: “Comencé a trabajar en Neuland, soy semillero, en una empresa de un menonita que se dedica a la venta de materias primas. Comencé como recibidor y ahora soy medidor de temperatura de maíz, sorgo, soja, semillas para pastura y forrajeras, todo lo que se necesita para sembrar en el Chaco”, cuenta.

“Gracias al trabajo me pude quedar en un local muy cerca de la facultad. Soy una persona que se levanta a la mañana con orgullo y una meta muy clara a cumplir”, asegura.

Piensa que “los pueblos indígenas necesitamos apoyo en agricultura para ir consiguiendo más experiencia en la parte de agricultura y ganadería para que mejore también nuestra situación económica”, dice.

CONTINUIDAD

Rebeca Núñez es la directora de Educación Escolar Indígena y celebra que estudiantes indígenas chaqueños puedan encarar su formación universitaria. “Ellos son egresados del Colegio Técnico La Huerta, que es el único colegio que tenemos en la región Occidental que otorga el título de Bachiller Técnico Agropecuario”, comenta la destacada funcionaria indígena del Ministerio de Educación, quien refiere que a Núñez y Cruzabie se suman David Valdez y César Carema, un grupo de 4 entre el total de 17 que aprobaron el ingreso.

Núñez cuenta que en la actualidad hay 80 colegios de nivel medio para educación indígena pero que, a pesar de ello, “tenemos muy pocos jóvenes indígenas que llegan a cursar la carrera universitaria por lo que es un logro muy importante el poder continuar el sueño”, indicó.

Rebeca Núñez, directora del Centro de Capacitación Agrícola

En colegios de todo el país los indígenas matriculados llegan a 35 mil, pero solo un pequeño porcentaje de ellos llega a las universidades. “Tenemos 170 instituciones que ofrecen el tercer ciclo y 80 nomás que son colegios indígenas a nivel país. En muchos casos desde la dirección le proveemos de materiales en lengua materna para los diferentes pueblos, como los enlhet y nivaclé en el Chaco”, apunta. La ventaja de recibirse de bachilleres agropecuarios les permite “incursionar en lo que ellos se recibieron, hacer pasantías en empresas y estancias permitiéndoles tener un trabajo. Es decir, ya tienen una base para lo agropecuario que además les permite ingresar a la carrera universitaria”, dice.

Núñez menciona la Ley n.º 5347/2014 que dispone el libre acceso de postulantes indígenas a las carreras de nivel terciario habilitadas tanto en universidades públicas como privadas que nunca tuvo una reglamentación que permitiera operativizarla. También que hay una idea para fomentar cupos para los indígenas en todas y cada una de las facultades.

Dice que, por el momento, desde la dirección pueden apoyarlos con una carta institucional ante la presentación de los jóvenes a las casas universitarias, pero no mucho más que ello: “Muchas veces vienen jóvenes y le orientamos, algunas universidades piden una nota desde la dirección y allí les decimos que son jóvenes indígenas y que de acuerdo a lo que ellos quieran acceder, damos constancia o sino esa constancia la expide el Indi para que puedan incursionar en las universidades”, cuenta. En el 2013 llegó a sancionarse la Ley n.º 3733 que asignaba al sector indígena el uno por ciento (1 %) de las becas de estudio ofrecidas para el nivel terciario, aunque tampoco resultó operativa.

El Centro de Capacitación Agrícola La Huerta es la escuela de varios estudiantes indígenas que salen de esas aulas tras un sueño. Rebeca Núñez es la directora

UN PROYECTO DE AÑOS

La entonces diputada Marlene Ocampos (ANR-Alto Paraguay) presentó hace 10 años ya un proyecto de ley “Que modifica y amplía la Ley n.° 5347/2014, ‘Que dispone el libre acceso de postulantes indígenas a las carreras de nivel terciario habilitadas tanto en universidades públicas como en universidades privadas’”, con el objetivo de precautelar, aún más, el derecho de las personas indígenas para el acceso a una formación universitaria.

En él se ampliaba el art. 4 de la referida ley, en donde se dispone que las becas de estudio concedidas por las universidades tanto públicas como privadas abarquen, igualmente, el costo que implica la elaboración y defensa de tesis y cualquier otro arancel que sea exigible durante el año lectivo. La proyectista recordó que, si bien es cierto, se les garantizan a los estudiantes indígenas, a través del Indi, un monto de dinero fijo, resulta insuficiente. El proyecto establecía la figura de la responsabilidad social de las universidades privadas, enfocadas al sector indígena, indicando que las mismas deberán conceder becas completas de formación académica, en un equivalente al 10 % de la matrícula anual contemplada por cada carrera habilitada. En el mismo sentido se obliga a las universidades públicas que también deberán prever un mínimo de plazas de acceso directo a todas las carreras que en ningún caso será inferior al 10 % de la matrícula anual contemplada por cada carrera.

SUBSIDIOS QUE AYUDAN

Los subsidios a la educación universitaria por parte del Instituto Paraguayo del Indígena (Indi) se vienen aplicando desde hace 8 años y “cada año se van extendiendo nuestros cupos, que son limitados”, comenta Bruno Paredes, que es jefe de Promoción y Capacitación en el organismo.

Los subsidios son de 500 mil guaraníes por 8 meses, cubriendo el tiempo de cursado desde abril hasta noviembre y se entregan mensualmente en el propio Indi y en las cabeceras departamentales para evitarles a los estudiantes viajes prolongados y costosos.

“A principios de año recibimos las solicitudes para el beneficio y este año tuvimos mil solicitudes, pero solo tenemos 700 cupos”, contó explicando que este año se logró una ampliación presupuestaria que permitió otorgar la ayuda a 100 estudiantes más que el año pasado.

Paredes entiende que los estudiantes universitarios indígenas orillarían el millar de personas porque también hay algunos que no solicitan el apoyo económico estatal o por desconocimiento o porque eventualmente no lo necesitan.

Comentó además que el Indi “tiene un convenio con la UNA y este año estuvimos beneficiando a 40 estudiantes con beca completa en diferentes filiales y carreras del país”.

Carlos Castro es también de la Dirección de Etnodesarrolllo del Indi y cuenta que de los 700 beneficiarios del subsidio más o menos la mitad de los jóvenes estudian la Licenciatura en Educación para ser profesores. “Después ya le sigue la carrera de Licenciado en Enfermería y después varias otras entre las que destacan Administración Agraria y Tecnicatura en Formación Docente y también hay un grupo importante estudiando para el Profesorado en Lengua Guaraní en el Ateneo”, comentó.


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