• Por Jimmi Peralta
  • Fotos: Gentileza

El músico ofrecerá a mediados de agosto tres conciertos en el país junto al arpista paraguayo Sixto Corbalán, además de dos conversatorios en Areguá y San Juan Bautista, Misiones.

La identidad y la búsqueda de ella y del arte son dos ideas que obligatoriamente se tejen al conversar con el arcordeonista argentino Chango Spasiuk. La certeza sobre el quién se es es un manto que perturba el ejercicio largo de descubrir con años cómo se manifiesta en uno el lugar de origen y sus modos.

El Chango se presentará en Paraguay el 14, 15 y 16 de agosto, con tres conciertos y dos conversatorios, junto al arpista local Sixto Corbalán.

Invitación al canal de WhatsApp de La Nación PY

La obra de Spasiuk, originario del norte argentino, está impregnada no solo del matiz y el género sonoro de esa región, el chamamé, sino también de su sensibilidad personal, que conecta con su público a lo largo de más de 30 años de carrera.

Esta búsqueda de la belleza y de la identidad a través del arte lo llevó a principales escenarios del mundo y a compartir proyectos con grandes artistas. Es así que en 2023 presentó su último disco “Eiké”, en donde colaboró con figuras como Gustavo Santaolalla, Carlos Núñez, Jaques Morelembaum, Erik Truffaz, Per Einar Watle, Steinar Raknes, Boubacar Cissoko, Marcelo Dellamea, Majid Bekkas, Franco Luciani y el paraguayo Corbalán.

El Chango y Sixto se presentarán el miércoles 14 de agosto en el Club Centenario, el jueves en la Bioescuela El Cántaro, de Areguá, y el viernes16 en el conservatorio “Ha che valle”, en San Juan Bautista, Misiones.

La Nación conversó el con artista del vecino país sobre su búsqueda, la identidad y su relación con la música paraguaya.

-¿Qué propuestas traés para los shows en Paraguay y cómo eligieron los lugares?

-Tenemos una relación de hace un montón de años con Sixto Corbalán, y cuando no encontramos con Sixto no solamente es para tocar un repertorio según la ocasión, sino que todo el tiempo estamos hablando y pensando en voz alta cuestiones sobre la música, de cómo ver la música desde nuestras raíces, de cómo pararnos de una manera contemporánea con lo que el mundo está pidiendo, con lo que circula en el mundo, de cómo puedo yo compartir mi color y mi mirada al mundo desde nuestra tradición. Entonces hablábamos con Sixto, ¿por qué no salir a tocar? Pero que lo más importante sea compartir esas conversaciones, compartir esas miradas que tenemos en común, compartir esas preguntas que nos hacemos, de dónde estamos parados ahora y en qué dirección ir, desde nuestros instrumentos y desde nuestros lenguajes. Esa es un poco la intención de este encuentro, de estos conciertos y de estas charlas también. Los lugares los sugirió la producción de Paraguay, los sugirió Sixto y yo encantado de la vida de poder viajar por el interior del país que tanto amo.

-¿Cómo surgen las colaboraciones para “Eiké” y cuál fue tu experiencia que recogiste con Sixto?

-La colaboración en “Eiké” surgió de cuando yo empecé a grabar el disco, y que debo reconocer que la palabra “eiké” me la pasó, me la enseñó y me la desarrolló Alejandra Peña Gill, mi amiga de hace un montón de años y que siempre me ayuda a encontrar una palabra que diga lo que quiero decir, lo que quiere decir el proyecto. Cuando yo empecé a grabar ese disco en mi casa, había escrito a muchos artistas de diferentes lugares del mundo: Jaques Morelenbaun, Gustavo Santaolalla, Carlos Núñez en Galicia, Erik Truffaz en Francia, y por supuesto a Sixto Corbalán, que es parte de estos artistas que yo conozco y que son de otros países, porque veía en este proyecto una oportunidad de que grabáramos algo juntos, aunque sea a la distancia. Y la experiencia siempre es superadora, porque una cosa es lo que me imaginaba que podía sonar, lo que podría llegar a tocar. cómo podría llegar a sonar, y otra cosa es cuando llega esa devolución y el artista toma el convite, agarra esa canción que yo compartí y me la devuelve desde su mundo sonoro, y eso para mí ha sido maravilloso. Pero yo a Sixto Corbalán lo conozco desde hace muchos años atrás, cuando había visitado el Paraguay para hacer “Pequeños universos”, un capítulo alrededor del arpa y ahí es donde nos conocimos, y a partir de ahí es que tenemos una relación de años, nunca hemos perdido el contacto.

-¿Cómo relacionás tu música y sonido con el territorio que habitaste y habitás?

-Bueno, no es tan fácil explicarlo literalmente, pero tampoco es tan difícil. Cuando uno nace en un lugar, es el lugar. Y cuando uno trata de contar cosas desde la tradición en la cual nació, ese territorio se expresa de alguna manera tan poderosa que no hace falta que uno haga un esfuerzo intelectual para que ese territorio se exprese. Se expresa porque uno es el territorio. El hombre es el territorio. Como dice Atahualpa Yupanqui: “El hombre es tierra que anda”. Entonces no es que uno tiene que hacer un esfuerzo para que el sonido y la música expresen el territorio, porque uno es el territorio y la cultura donde nació. A lo sumo uno tiene que ir hasta el hueso de la cultura a la cual pertenece o la raíz o el lenguaje para poder lograr una combinación y una construcción estética que esté a la altura de eso que está dentro del corazón del hombre.

Chango Spasiuk, acordeonista argentino

-¿Cuál es el sonido que buscabas en tu música de más joven y cuál te convoca en este momento?

-Cuando era más joven, estaba más deslumbrado por el virtuosismo, me sentía estimulado por el virtuosismo de otros acordeonistas como Raúl Barbosa o Richard Galeano, que en ese momento uno los tenía ahí y te daban ganas de estudiar tu propio instrumento. Pero con el tiempo, cuando uno empieza a buscar su propio rostro en una tradición que tiene infinitos rostros, pero uno tiene que encontrar el suyo, aparecen otros elementos, otras texturas, aparecen otras leyes, otras cosas y cuando uno les presta atención a esas otras cosas de alguna manera aparece el rostro de uno y aparece el sonido de uno. Desde hace un tiempo estoy parado ahí, pero siempre todos los días me levanto y busco, o trato de mantenerme en contacto con eso que siento que soy yo y que se expresa en mi manera de componer y en mi manera de desarrollar mi música.

-¿Sentís que con tu arte exponés o mostrás tu identidad, o es más bien un camino que en la búsqueda la vas descubriendo?

-No es tan literal o es muy difícil esto, pero como decía Sócrates o en algún momento lo había leído estas palabras del gran filósofo que decían: nada más urgente que lo que lleva mucho tiempo para su realización, y a veces mostrar algo es algo de toda la vida. Se necesita mucho tiempo como para que empiece a aparecer algo de verdad y algo que tenga peso objetivamente, y que uno pueda decir creo que hay algo de la identidad, de la identidad en términos de territorio, porque cuando uno habla de identidad no está hablando de la identidad del individuo. El individuo también es una herramienta para expresar algo que es mucho más grande y más amplio y más inabarcable.

-En tu programa televisivo se veía ese interés por las formas de los pueblos de tu país, ¿sigue viva en vos esa inquietud antropológica?

-Cuando hacía “Pequeños universos” exponía parte de un interés, obvio que ese interés por aprender sigue. Aprendíamos juntos haciendo el programa, aprendía junto con la audiencia, y sigo aprendiendo, nunca se termina de aprender, jamás. El día que no tenga interés por aprender algo, no tiene ningún sentido seguir. Siempre hay algo por aprender, siempre hay algo más por descubrir, siempre hay algo nuevo para ver, hasta inclusive, sobre lo que uno cree que conoce en su totalidad. Siempre aparece algo nuevo que uno puede aprender, y a partir de ahí, resignificar, profundizar, enriquecer y enriquecerse de eso que uno está buscando y tratando de aprender. Ya no soy tan joven, pero mi entusiasmo por aprender siempre está sobre el instrumento, sobre la música, sobre mi tradición, sobre otras tradiciones, sobre de qué manera tan bella muestran su tradición otros y de qué manera puedo yo tratar de demostrar la mía, con el estímulo de ver a otros grandes artistas. Es algo que nunca se agota.

Chango Spasiuk, acordeonista de Argentina

-En resumen, ¿se puede decir que tu música muestra tu forma de ser o tu búsqueda?

-En el fondo todo se reduce a una búsqueda desesperada de la belleza. Pero no la belleza en términos estéticos nada más, sino como dice Atahualpa Yupanqui, “a veces no entiendo mi rodar por el mundo, sino de hallar la sombra que el corazón ansía, tal vez lo encuentre en un acorde profundo como un llanto”. Ese acorde profundo como un llanto que nos lleva a un estado del corazón que no es entretenimiento, es una belleza que nos lleva a un otro lugar, a un no lugar.

-¿Cómo te llega la música paraguaya y cómo la vas descubriendo hermana de la música que hacés?

-Ojalá que, si hay una próxima vida, yo pueda nacer en el Paraguay y aprender a hablar primero en guaraní, que es un idioma que me toca profundamente. Cuando yo era muy chiquito, mi papá, antes de ir a la escuela, mi papá tenía la radio prendida en la carpintería y cuando terminaban los programas de chamamé, él giraba hacia la radio de Encarnación, Paraguay, y escuchábamos Quemil Yambay y los Alfonsinos y escuchábamos purahéi jahe’o y toda esa fonética que tiene el guaraní y más cuando es cantado, a mí me toca muy, muy, muy adentro. Entonces yo me siento muy cerca del Paraguay, no solamente porque nací en una región en la que estamos y compartimos un territorio, sino que emocionalmente y anímicamente me siento muy cerca de esa cultura y todo lo que suena en la raíz de la música del Paraguay, resuena en mí de una manera muy fuerte.

-Poner al guaraní siempre presente, ¿qué implica como intensión?

-Con respecto a poner al guaraní siempre presente, uno puede interpretar de tantas maneras esa pregunta, pero ustedes están parados sobre un tesoro. A veces hay que sacudirlos y sacudirnos entre todos para darnos cuenta de que estamos parados sobre un tesoro maravilloso. El territorio en donde hemos nacido, la cultura en la cual hemos nacido, la diversidad tímbrica de colores, de sonidos que nos rodean es un tesoro. Y a veces, no sé, o la pantalla o los medios de comunicación o las redes sociales te llevan de las narices a prestar atención a otras cosas y uno pierde la perspectiva del paraíso y del tesoro que está debajo de los pies de uno. Muchas veces este tipo de proyectos, de encuentros, como el que estamos haciendo con Sixto Corbalán es simplemente sacudirnos colectivamente para no perder de perspectiva lo maravilloso que está en frente de nuestras propias narices.

-¿Podrías contarnos cuál fue tu experiencia al ir desde Misiones, Argentina, a la gran Buenos Aires para hacer tu carrera?

-Cuando estaba en Misiones quería viajar por otras provincias, cuando empezaba a viajar por otras provincias querías ir a Cosquín, que en ese momento, en el año 88, 89, era como “el festival” que conectaba con el resto del país, pero cuando estás en Cosquín ya quieres ir a Buenos Aires y quieres grabar tu música y el horizonte a medida que uno empieza a caminar se va corriendo y uno se va planteando nuevos desafíos, pero no en términos de mercado, no en términos de resultados de mercado, sino que el desafío está relacionado con todas las preguntas anteriores que contesté, con encontrar un sonido que resuene con uno interiormente y que uno sienta que hay algo de verdad en eso y que también es una pregunta, y obvio que hay temores, transformaciones, hay aprendizajes, hay prejuicios y hay prueba y error, y de hecho una de las más grandes devoluciones que yo puedo hacer a los artistas que recién comienzan es a tener paciencia, a tener paciencia y a descartar de sus cabezas la palabra fracaso, porque en realidad todo es experiencia. Arrancar con un proyecto y pensar que ese proyecto siempre es aprendizaje, que el mayor resultado de cualquier proyecto que uno comience siempre es aprender y que no existe la palabra fracaso. Si algo no funciona, funciona, siempre funciona, porque funciona como para darse cuenta que por ahí no es, funciona porque para darse cuenta también de que no es esa la combinación o el grupo o el repertorio o cómo uno desarrolló ese proyecto, entonces uno aprende y después de tanta prueba y error, prueba y error, hasta Picasso decía “romper para volver a construir”, entonces uno tiene que enamorarse de intentar, no enamorarse del resultado de las acciones. Así que un poco de eso ha sido mi experiencia y Buenos Aires ha sido una ciudad que me ha acogido y que me ha recibido y que ha sido muy considerada y el público en general ha sido tan amable de poder esperarme tantos años hasta ver qué es lo que quiere hacer este hombre, en qué dirección quiere ir y yo en ese sentido soy una persona muy agradecida y que ahora trato de estar a la altura de mi relación con la gente de cada lugar de donde voy, a la cual le tengo un profundo respeto.

-¿Entre Schumann y el chamamé, dos cosas que incluís en tu trabajo, hay una distancia como obra de arte, o en el fondo tiene coincidencias?

-Y eso puede ser Schumann, como puede ser Cocomarola, como puede ser purahéi jahe’o, como puede ser una guarania, como puede ser Astor Piazzola, es indistinto, porque en realidad esos nombres y esos compositores son simplemente una forma externa de la música y en el fondo todos me parece que de alguna manera están buscando ir hacia el mismo lugar.


Déjanos tus comentarios en Voiz