La humanidad lleva décadas enteras disparando todo tipo de señales a lo largo y ancho del universo observable. La búsqueda de vida extraterrestre solo arrojó algún dudoso indicio, pero ninguna prueba concluyente hasta el momento.
- Por Gonzalo Cáceres
- Periodista
- Fotos AFP
La Vía Láctea (nuestra galaxia) contiene cientos de miles de millones de estrellas y más allá también existen otros cientos de miles de millones de galaxias, cada una con su propio conjunto de estrellas, planetas y otros cuerpos celestes, lo que nos lleva a aceptar la existencia de planetas muy similares a la Tierra, con agua líquida y atmósferas potencialmente habitables.
La existencia de vida inteligente fuera de nuestro mundo es de los grandes enigmas que estimulan nuestra experiencia como seres pensantes e innovadores. Consecuentemente, la respuesta viene por su propio peso, porque la lógica dicta que resulta difícil aceptar que no haya otra civilización más que la nuestra habitando en el vasto universo.
INDICIOS
Con la ayuda de potentes telescopios espaciales, sondas, misiones y otros instrumentos, la humanidad ha sido capaz de comenzar el estudio de una ínfima parte del universo en longitudes de onda de radio, revelando fenómenos como púlsares, cuásares y el fondo cósmico de microondas, entre otros.
Es así que el 15 de agosto de 1977 tuvo lugar el considerado “incidente” más importante en la materia. Ese día, un proyecto SETI (Search for Extraterrestrial Intelligence) del radiotelescopio Big Ear de la Universidad Estatal de Ohio, bajo el mando del astrónomo Jerry Ehman, recepcionó una señal que duró aproximadamente 72 segundos. Fue significativamente más intensa que el ruido de fondo normal y parecía ser de origen externo al sistema solar.
Esta señal estaba centrada alrededor de una frecuencia de 1420 MHz (resonancia natural del hidrógeno, el elemento más abundante en el universo) y fue tan inusual que Ehman escribió “Wow!” en el margen del registro de datos impresos. A pesar de muchos intentos de escucharla de nuevo, nunca más volvió a detectarse, lo que generó una lluvia de especulaciones y debates sobre su origen.
Otro de los eventos importantes tuvo lugar el 19 de octubre de 2017, cuando el astrónomo Robert Weryk con el telescopio Pan-STARRS1 (Hawái) avistó el primer objeto interestelar confirmado en visitar nuestro sistema solar. Lo llamaron Oumuamua (mensajero de lejos que llega primero, en hawaiano).
Según los cálculos, Oumuamua vino probablemente de la dirección de la constelación de Lyra y pasó cerca del Sol. Por sus características únicas y misteriosas (forma alargada y parecida a un cigarro, con dimensiones de unos 800 metros de largo y 80 metros de ancho) levantó especulaciones sobre su posible origen natural o artificial.
DEMASIADAS CHANCES
¿Por qué aceptar la existencia de otra forma de vida inteligente? Los distintos proyectos activos de investigación en astronomía y astrobiología han identificado unos 4.000 exoplanetas, de los cuales cientos ostentarían ecosistemas que se condicen con la vida, por citar algunas de las más promisorias: TOI-700 d, LHS 1140 b y/o unos exoplanetas localizados en el sistema (4) TRAPPIST-1.
Pero veamos algo más concreto. Ubicado a unos 1.400 años luz de distancia en la constelación de Cygnus, un serio candidato para albergar vida es, por ejemplo, el exoplaneta Kepler-452b. Se encuentra dentro de la zona habitable de una estrella muy similar al Sol, tan semejante a nuestro mundo en tamaño, órbita y composición, por lo que recibió el apodo de Tierra 2.0.
Sobre Kepler-452b se especula que podría tener agua líquida en su superficie, lo que eleva las probabilidades de que al menos albergue algún tipo de vida vegetal o forma animal. Como Kepler-452b hay cientos y seguramente miles de millones de mundos que aguardan por revelar sus secretos. ¿En cuánto tiempo podríamos alcanzar uno de estos planetas? Con las fuentes de energía y tecnología de transporte y propulsión actual, lo más probable es que no será pronto.
Suponiendo que entre uno de estos miles de millones de mundos habitables se encuentre una con vida inteligente, una civilización tan avanzada o más que la nuestra o con la tecnología como para dominar el paso por el espacio profundo, ¿por qué no nos han contactado? Hay que entender que nuestra tecnología actual puede no ser lo suficientemente sensible para detectar las señales extraterrestres débiles o podríamos estar buscando en el lugar equivocado del espectro electromagnético.
Así, convencida de la existencia de vida inteligente en algún lugar del cosmos, la comunidad científica se inclinó por una serie de teorías que tratan de dar lógica a nuestra “soledad” en el universo.
GRAN FILTRO
La teoría del gran filtro postula que existe algún tipo de obstáculo que impide que las civilizaciones avancen desde etapas simples (como la vida unicelular) hasta formas de vida complejas y tecnológicamente aptas para colonizar el espacio. Este filtro podría estar relacionado con eventos catastróficos, extinciones masivas o con problemas inherentes a las civilizaciones, como la autodestrucción a través de armas y/o el cambio climático.
RAREZAS
Hay una línea de teóricos que sugieren que la vida compleja e inteligente podría ser extremadamente rara (no única) en el universo. Esto podría deberse a condiciones específicas que favorecen el desarrollo de la vida, como la estabilidad a largo plazo de un entorno planetario o la existencia de agua líquida, entre otras.
También se debe tener en cuenta que es posible que las formas de vida extraterrestre sean diferentes en términos biológicos y culturales, y, por lo tanto, sus formas de comunicación podrían ser radicalmente distintas a las nuestras.
DISTANCIA Y TIEMPO
Se calcula que la Vía Láctea, nuestra galaxia, tiene un diámetro de aproximadamente 100.000 años luz (la distancia que la luz viaja en un año en el vacío, aproximadamente 300.000 kilómetros por segundo) que equivale a aproximadamente 9.461 billones de kilómetros.
La estrella más cercana a nuestro Sol, Proxima Centauri, está a unos 4,24 años luz y el centro de la Vía Láctea está a unos 26.000 años luz de nuestro sistema solar.
Aunque la vida extraterrestre puede existir, las distancias entre estrellas son tan grandes que el tiempo requerido para que la luz y las señales viajen entre sistemas estelares puede ser prohibitivo. Esto dificulta tanto el contacto directo como la detección de señales débiles de radio o luz. Es decir, el universo sería tan ridículamente vasto que entorpece toda forma de contacto.
ETAPAS
De existir, las civilizaciones extraterrestres pueden no haber alcanzado un nivel tecnológico lo suficientemente avanzado como para ser detectadas o para comunicarse efectivamente a través del espacio interestelar. O podrían estar en una etapa de desarrollo muy diferente a la nuestra, centradas en otras cuestiones y no en el contacto.
¿PARA QUÉ CONTACTARNOS?
Yendo a un plano filosófico, las civilizaciones extraterrestres podrían optar por no revelarse y/o comunicarse con otras menos desarrolladas o mucho más avanzadas por razones varias o por evitar interferir en su evolución.
Aquí no hablamos de una cuestión ética, sino que podemos plantear la pregunta de si de verdad nos consideran avanzados o, en todo caso, primitivos e impulsivos y un auténtico peligro para su propia seguridad y existencia.
¿LOS ÚLTIMOS?
El planeta Tierra se formó hace 4,5 mil millones de años, aproximadamente, y las primeras formas de vida surgieron a los 3,8 mil millones de años. El primer eslabón conocido de la cadena evolutiva humana apareció hace entre 6 y 7 millones de años y el hombre moderno lo hizo “recién” hace 200.000 años.
Sumeria, la primera civilización humana de la que hay registro histórico, data de hace unos 6.000 años y la exploración espacial arrancó hace poco menos de 70 años. Es decir, en términos del cosmos, somos muy verdes aún.
Una teoría bastante pesimista señala que tal vez la humanidad llegó tarde. Es decir, seríamos los últimos, la última forma de vida inteligente.
PELIGROS
Por otra parte, existen posiciones que sostienen que estaríamos mucho más seguros solos y en silencio. La controvertida teoría del bosque oscuro presume que el universo sería como una enorme y densa selva, que cuenta con toda una cadena alimentaria conformada.
De entre las diversas especies, la humanidad no sería precisamente el eslabón más fuerte de esta cadena. Por ello, estaría más bien siendo protegida por su todavía obsoleta tecnología, lo que evitaría el destaque y la consecuente exposición a los potenciales seres hostiles que acechan entre las estrellas.
Por último, es preciso tener en cuenta que estas teorías no son mutuamente excluyentes y que la respuesta al gran enigma puede ser una combinación de múltiples factores. La investigación continúa en áreas como la astrobiología, la búsqueda de exoplanetas y la exploración del espacio interestelar, lo que probablemente arrojará resultados en el futuro.