El experto en economía ambiental brasileño Joao Campari disertó en el país. Sostiene que el sistema de producción de alimentos debe ser cambiado lo más rápido posible por su fuerte impacto en la salud y la ecología. Reclama que se atienda y promueva a los pequeños productores de alimentos, que son responsables del 80 % de lo que se come en las mesas del mundo. También que los consumidores insistan en conocer el origen de sus alimentos.

El brasileño Joao Cam­pari entiende que se debe superar la “dieta monótona”. Diversificar la alimentación que se basa, en un 75 % de lo que se consume, en doce cultivos y cinco espe­cies animales a un costo muy alto en la degradación de sue­los, deforestación y sus con­secuentes problemas, que incluyen los desplazamien­tos de población.

El líder global de la práctica de la alimentación del Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF, su sigla en inglés) brindó en nuestro país la con­ferencia magistral “Constru­yendo una economía regene­rativa en tiempos de pérdida de la biodiversidad y crisis cli­mática”.

Allí sostuvo que “es crucial desprender el crecimiento económico del uso irracio­nal de recursos y la degrada­ción ambiental no solo para la supervivencia humana, sino también para operar de manera compatible con los recursos limitados del pla­neta, apoyar la innovación y permitir el desarrollo soste­nible”.

Fue en el marco del XV Con­greso Internacional l de Res­ponsabilidad Social Empre­sarial y Sostenibilidad organizado por la Asociación de Empresarios Cristianos (ADEC).

Lo hizo apoyado por la impactante información que fue desplegando en su ponencia ante empresa­rios, técnicos y especialistas locales. Por ejemplo, que se prevé que de las 660 millo­nes de fincas de producción de alimentos que hay en la actualidad, solo queden 230 millones para finales de este siglo XXI.

CAUSAS

Esta situación se da por la concentración de tierras y por la erosión de los suelos, que pueden llegar a provo­car el desplazamiento de unas 1.000 millones de per­sonas al 2050.

También viene en des­censo la “densidad nutricio­nal de los cultivos que tie­nen menos hierro y zinc”, comentó.

Los números son contun­dentes. Entre 1990 y 2023 se perdieron 320 millones de empleos en la producción de alimentos y se estima que los precios de la comida se incrementarán un 30 % para el 2040.

Otro dato fundamental es que el modelo de producción de alimentos provoca pérdidas económicas por 11.000 millo­nes de dólares al año, al cote­jarse su valor de comerciali­zación y restarle el impacto en la tierra y los seres humanos.

A pesar de este preocupante panorama, mostró opti­mismo ante un crecimiento del comercio orgánico y de la ganadería sostenibles”. aun­que pidió “repensar la política de subsidios, ya que menos del 5 % del total que disponen los países desarrollados para la agricultura y la alimentación se destinan a programas sos­tenibles.

Durante su visita desarrolló agenda con la Cámara Para­guaya de Supermercados (Capasu), la Mesa de Carne Sostenible y la Facultad de Ciencias Agrarias de la Uni­versidad Nacional de Asun­ción (UNA), proponiendo avanzar en la economía rege­nerativa.Aquí su charla con La Nación/Nación Media

–¿Siente que son mensu­rables también los hechos que ayudan al cambio del sistema alimentario que se vive?

–Sí, es mensurable. Por ejem­plo, el poder del consumidor hoy día está más alto que nunca. Cada vez más infor­man lo que quieren comer, no lo que les es ofrecido. Quie­ren saber más y más cómo los alimentos se han producido, no solamente tenerlo en el plato. Quieren saber si van a comer carne, de dónde viene, si el origen está involucrado en prácticas de deforesta­ción, conversión de hábitats naturales o no, cómo están las condiciones laborales de los trabajadores, si están bien tratados y creo que la juven­tud es la que más se pone atenta a esto. Quieren con­sumir alimentos más saluda­bles y más sostenibles, lo que es una cuestión clave.

–Eso desde el punto de vista del consumidor. ¿Alguna otra señal en otros sectores?

–Desde el punto de vista de la producción, la industria tam­bién está haciendo transi­ciones positivas. He visitado proyectos, en varios conti­nentes, de ganadería soste­nible, integración de siste­mas agrosilvopastoriles con especies de plantas nativas, de árboles nativos. Hay una gran transición ocurriendo hoy día.

–¿Ve posibles programas para que la gente vuelva a la tierra?, ¿una reforma agraria?

–La cuestión de la reforma agraria es una cuestión de cada país. Alguno tiene más oportunidades que otro, es una cuestión bastante ins­titucional de cada país, pero te voy a decir que la agricul­tura familiar es responsable a nivel global del 80 % de lo que ponemos en nuestro plato. También generalmente los monocultivos que vemos en Latinoamérica son de expor­tación y es para la producción de nutrición animal en los países de destino. Entonces sí, hay que promover e incen­tivar más y más a los peque­ños productores.

–¿Ve señales de transfor­mación en torno al uso de grasas saturadas y el listado de aditivos que se usan en la industria alimentaria?

–Tenemos en WWF una posi­ción institucional acerca de dietas sostenibles y saluda­bles y tenemos que minimi­zar o eliminar el uso de los ultraprocesados porque esto impacta en la salud humana ya comprobadamente de forma trágica para decir la verdad: la incidencia de cán­cer en jóvenes está más alta que nunca. Acerca de los casos de sedentarismo y del con­sumo alto de proteína animal, es más alto de lo que reco­miendan los profesionales de salud, hay exceso de consumo de proteína animal y también por los ultraprocesados Estos son datos de la Organización Mundial de la Salud (OMS). Espero que disminuyan la cantidad de ultraprocesa­dos, conservantes y todo eso, pero es difícil porque para el modelo de negocio actual deberían darse cambios dis­ruptivos. Sin embargo, tie­nen que cambiar su modelo de negocio porque los cos­tos para la salud humana y ambiental si lo dejamos como está son altísimos.

RECUPERACIÓN DE TIERRAS

–¿Ve señales de que pueda comenzar a revertirse la deforestación?

–Sí y les recuerdo que para producir alimentos no nece­sitamos cortar más bosques, porque hay tierras que se pue­den recuperar. Entonces, los incentivos gubernamenta­les tienen que poner un fin al desmonte, a la conversión de hábitats con la justifica­ción de producir alimentos no tiene razón técnica. Ya tenemos en el mundo ali­mentos hoy día para alimen­tar 10.000 millones de perso­nas, es decir a 2.000 millones más de la población mundial actual, que ronda los 8.000 millones de personas. El pro­blema es que el 40 % de todo lo que es producido nunca es consumido. Es desperdiciado o perdido.

–¿Cómo se dan esas pérdi­das y desperdicios?

–Por ejemplo, por catástrofes climáticas a veces se destru­yen plantaciones, las grandes sequías impactan; en otras, los agricultores no usan por falta de conocimiento, de extensión rural, semillas que no son apropiadas para el suelo. Hay otros casos en que cuando se guardan los granos en silobol­sas estas están contaminadas por hongos, cosas así. Enton­ces, si hubiera una logística diferente para reducir signifi­cativamente estos problemas ya produciríamos alimentos para muchísima gente. Tene­mos que hacer eso como un imperativo moral, para noso­tros es un deber social.

–¿Entiende que crece esa conciencia?

–Cuando hablamos de los sis­temas alimentarios y todos esos impactos y cosas, parece que son solamente malas noti­cias, pero necesitamos pensar en soluciones. Por ejemplo, la forma más fácil para un consu­midor en la casa es ir disminu­yendo pérdidas y desperdicios en su casa Eligiendo los recicla­bles, haciendo compostaje, etc., es el primer paso. El segundo es preguntar de dónde viene la comida que compras. Quién la produjo, de qué forma fue pro­ducida y si es saludable. Porque hay muchas cosas que están bonitas en el mercado, pero no son saludables. Esta concien­tización de quién produjo mi alimento es importante.

–¿Qué destaca de su expe­riencia en nuestro país?

–Estuve súper bien porque tengo un cariño muy grande por el Paraguay. Tuve la opor­tunidad de trabajar hace muchos años aquí con la pla­nificación ecorregional del Chaco hace unos 15 años y hacía 12 años que no venía a Paraguay. Fue un gran placer estar aquí con nuestro equipo de WWF, con el equipo de ADEC, que hacen un trabajo fantástico trayendo año a año experiencias nuevas para com­partir Aprendí mucho aquí, por ejemplo, cómo el sector de supermercados está haciendo un trabajo fantástico de res­ponsabilidad social empresa­rial con todo lo que tiene que ver con el reciclaje y también la atención que ponen a sus proveedores, hay iniciativas muy destacables.

BREVE BIOGRAFÍA

Joao Campari es doctor en Economía Ambiental, líder glo­bal de la Práctica de Alimentación del WWF, encargado de los esfuerzos de la Red para mejorar la sostenibilidad de los sistemas alimentarios a nivel mundial. Lidera un equipo que codiseña soluciones que promueven la producción positiva para la naturaleza, dietas sostenibles y la reducción de la pér­dida y el desperdicio de alimentos.

Fue presidente del Action Track 3 de la Cumbre de Sistemas Alimentarios de las Nacio­nes Unidas (ONU), liderando el trabajo en sistemas de producción de alimen­tos positivos para la naturaleza. Fue asesor en el Ministerio de Agricultura de Brasil y ocupó puestos técnicos en el Banco Mundial, el Programa de Naciones Unidas para el Desa­rrollo (PNUD) y el Departa­mento para el Desarrollo Internacional (DFID). Fue asesor de proyectos en Brasil, Argentina, Bolivia y Paraguay en el diseño e implementación de políti­cas de desarrollo regional, combinando el desarrollo rural socioeconómico con la conservación.

Durante trece años trabajó para The Nature Conser­vancy como director de Pro­gramas en América Latina, director ejecutivo en Brasil y economista principal para el programa Global Lands. Publicó dos libros sobre la eco­nomía de la deforestación tro­pical y, en 2014, fue nominado entre los 100 principales líde­res brasileños en el sector agrícola por el trabajo dis­ruptivo realizado en agri­cultura y conservación.

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